Ayer jueves 11 de junio concluyó en Bruselas la Segunda Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Unión Europea (UE). Y si nadie puede poner en duda la importancia económica y social del bloque europeo, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, comienza a reconocerse, en los hechos y […]
Ayer jueves 11 de junio concluyó en Bruselas la Segunda Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Unión Europea (UE). Y si nadie puede poner en duda la importancia económica y social del bloque europeo, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, comienza a reconocerse, en los hechos y no sólo en el discurso, las crecientes importancia e influencia planetarias del bloque de naciones latinoamericanas y caribeñas.
Nótese, primeramente, que el interlocutor de la Europa comunitaria no ha sido ni es la muy desacreditada Organización de Estados Americanos (OEA), entidad dominada desde siempre por los intereses y designios de Washington, y que a lo largo de su negra historia no representó nunca las aspiraciones y necesidades de integración económica de las naciones latinoamericanas y caribeñas.
Y nótese, en segundo término, que la UE es el primer inversor en los países aglutinados en la CELAC y su segundo socio comercial. De modo que este acercamiento en Bruselas tiene un sólida base económica y no es sólo fruto de los buenos deseos de ambos bloques regionales.
También da una muy sólida base a la relación CELAC-UE el reciente cambio de la política de EU hacia Cuba, pues la patria de Martí y de Fidel ha jugado un importantísimo papel en la creación y desarrollo de la agrupación latinoamericana y caribeña. Y no habría exageración alguna si se dice que la mayor de las Antillas ha sido innegable motor de esta integración regional. Recuérdese a este respecto el enorme prestigio político de Cuba entre sus pares latinoamericanos y caribeños. Y tampoco habría la mínima exageración si se dice que Cuba mantiene una posición de enorme liderazgo moral y político en la totalidad de las naciones del Caribe.
Pruebas de la importancia de Cuba como pieza clave de la relación UE-CELAC son las recientes visitas a la isla de diversos mandatarios y altos funcionarios de la UE, entre ellos el presidente francés, Francois Hollande, y la Alta Comisionada de la UE, Federica Moguerini.
En el discurso de apertura del Foro de la Sociedad Civil CELAC-UE, el 19 de marzo de 2015, la propia Federica Moguerini, dijo: «Mis prioridades para la cumbre son muy claras. La cumbre debe servir para relanzar nuestras relaciones e introducir de manera conjunta una nueva dinámica (…) esto no solamente es una muestra de buena voluntad. Al contrario, es algo en lo que creo firmemente. Para mí la Cumbre CELAC-UE de junio es uno de los compromisos más importantes y con proyección de futuro».
La realización de la Cumbre de Bruselas y los acuerdos de complementación económica en ella alcanzados constituyen una evidente derrota de las posturas recalcitrantes e incomprensibles de las fuerzas contrarias a los acercamientos Estados Unidos-Cuba y Unión Europea-Cuba. La derrota de esas posturas sin duda allanará el camino para una mejoría e intensificación de los vínculos políticos y económicos de Estados Unidos y la UE con las naciones de América Latina y el Caribe.
Se puede decir que a partir de la Segunda Cumbre CELAC-UE la mesa está servida para que las propuestas e iniciativas que se gestaron en Bruselas deriven en acuerdos sustantivos y agendas de desarrollo con compromisos tangibles en economía, comercio, inversión, cambio climático y combate al narcotráfico, acuerdos que recuperen el eje social que debe caracterizar a los nexos entre las naciones. Esta debe ser la meta: la mejoría social de los pueblos de ambos bloques. Para ello, pues, la mesa está servida.
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