Son sólo 12,5 km de muralla en una frontera de más de 200 km. Con ella, Grecia pretende frenar la entrada de inmigrantes procedentes de África y Asia, que en un número creciente utilizan la frontera con Turquía como vía de entrada a los países europeos. El proyecto ya ha recibido apoyos, como el del […]
Son sólo 12,5 km de muralla en una frontera de más de 200 km. Con ella, Grecia pretende frenar la entrada de inmigrantes procedentes de África y Asia, que en un número creciente utilizan la frontera con Turquía como vía de entrada a los países europeos. El proyecto ya ha recibido apoyos, como el del ministro del Interior francés, pero también una respuesta tibia por parte de la Comisión Europea.
En 2009, Grecia pasó a recibir el 75% de la inmigración considerada ilegal hacia la Unión Europea (Frontex Annual Risk Analysis 2010). De otro lado, el Gobierno heleno recibe un notable apoyo a través de varios fondos europeos relacionados con los flujos migratorios (el 14,6% del fondo europeo para los refugiados, o un 13,7%, más de 119 millones de euros, del fondo para las fronteras exteriores entre 2008 y 2011).
Pero ni los fondos recibidos ni las dimensiones de la muralla parece que puedan mejorar la situación. En realidad, la frontera está mucho más lejos, tiene una extensión difícilmente calculable y no está vigilada sólo de una parte. Primero, porque Turquía, en su ascenso como líder regional, está multiplicando los acuerdos con países vecinos para suprimir la necesidad de visados y potenciar el libre tránsito. Otro tipo de espacio Schengen pero en este caso con países que despiertan los recelos de los países europeos (Afganistán, Túnez, Irán, Siria o Yemen, entre otros). Una política que está generando un intercambio comercial positivo para Turquía y que consolida su papel de mediador en una de las zonas más complejas del planeta. Segundo, porque no sólo es la Unión Europea la encargada de controlar la frontera. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo (sus decisiones son vinculantes para 47 países) está desempeñando un papel cada vez más activo y no duda en revisar la aplicación de las políticas migratorias y de asilo de los socios comunitarios. Los numerosos casos presentados ante el Tribunal están presionando para modificar el marco normativo europeo (reglamento de asilo Dublín II).
También y de forma individual algunos gobiernos, como el alemán o el belga, han decidido suspender el retorno de los solicitantes de asilo al país de entrada (Grecia) cuando existen dudas sobre su capacidad para respetar los derechos de los inmigrantes. Los mapas cartográficos ya no son un buen instrumento para comprender las fronteras, ni las murallas para crearlas.
Alfonso Egea de Haro es profesor de Ciencia Política