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Paraguay

La narcosociedad

Fuentes: Rebelión

El asesinato de Pablo Medina, periodista del influyente diario ABC color, y su asistente Antonia Almada, hace tres semanas, sigue impactando todos los estratos de la sociedad paraguaya. Las publicaciones de la prensa relacionadas al asesinato, obra de la mafia, desnudan la corrupción imperante en los tres poderes del Estado, poniendo en evidencia los innegables […]

El asesinato de Pablo Medina, periodista del influyente diario ABC color, y su asistente Antonia Almada, hace tres semanas, sigue impactando todos los estratos de la sociedad paraguaya. Las publicaciones de la prensa relacionadas al asesinato, obra de la mafia, desnudan la corrupción imperante en los tres poderes del Estado, poniendo en evidencia los innegables vínculos de ministros, legisladores y miembros de la Corte Suprema con el narcotráfico.

Se sindica como autor moral del asesinato al colorado Wilmar Acosta, intendente de Ypejhu, modesto pueblo ubicado en la frontera con Brasil. Las permanentes denuncias de la prensa por su nexo con el tráfico de drogas, habría sido la razón para acabar con la vida de Medina y su asistente. La mafia, que moviliza unos 10.000 millones de dólares anuales, tiene sus códigos, prohíbe por ejemplo, el asesinato de periodistas de los grandes medios. Pero Acosta, un delincuente devenido a político, con quien la inteligencia no fue muy generosa, tiene limitaciones para comprender estas cosas. Los otros grupos mafiosos ya lo están amenazando de muerte por quebrantar el código de conducta y poner en riego el floreciente mercado de las drogas.

Acosta tiene otros agravantes en su contra, es un poco desprolijo en sus labores, los investigadores encontraron varios cadáveres enterrados en el fondo de su hacienda. Se presume que en el lugar hay más muertos que en el cementerio del pueblo de Ypehju, donde funge de intendente.

Wilmar Acosta, más conocido por su alias de «Neneco», es el típico mafioso que utilizó la política para obtener estatus de ciudadano, con el beneplácito de ministros de la corte, fiscales, jueces, parlamentarios y políticos influyentes.

El país está siendo sacudido por las investigaciones de la fiscalía y las publicaciones de la prensa, que muestran cómo el crimen organizado inficionó íntegramente a la sociedad, llegando a salpicar inclusive a los propios periodistas, un segmento que se presume debería ser ascético a actividades ilegales. El senador liberal Robert Acevedo reclamó más equidad en las acusaciones de narcopolítica, narcoganadería, etc., pidiendo que en la lista también se incluya el narcoperiodismo.

La prensa es un contrapoder en cualquier lugar del mundo, pero acá algunos periodistas están fuertemente abrazados al poder, de acuerdo a la denuncia del senador. Hace apenas un año, varios de ellos festejaron efusivamente el triunfo de candidatos vinculados a la mafia, cuyos nombres empiezan a saltar a raíz de las recientes investigaciones.

En este país tan pequeño todo se sabe. Se sabe quiénes son los delincuentes y quienes no, pero la gente se calla por temor y la prensa por comodidad. En esta fiesta de muerte danzan juntos crimen e impunidad, y la prensa que debería ser trinchera de la decencia está siendo peligrosamente contaminada por el narcotráfico.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.