La Constitución peruana de 1993, fruto de la doctrina de choque para imponer un orden neoliberal de carácter global.
Diseñada, dirigida e implementada por el grupo de poder económico y político de poder mundial consolidado en la denominada era de la globalización, mal denominada como la constitución de Fujimori o fuji-montesinista (pues estos fueron solo unos lacayos, simples ejecutores que de sus pequeñas y corruptas cabezas no salió ni una sola línea) desde casi el mismo momento de la convocatoria a las elecciones del Congreso Constituyente, y en diferentes momentos políticos coyunturales fue cuestionada, criticada y ya se planteaba la necesidad de una nueva constitución; Tema que ha estado presente en campañas electorales y consigna de fondo en diversas luchas sociales, y que sin embargo, no es hasta ahora en la que pareciera que va tomando cuerpo y se consolida como una necesidad sentida por amplios sectores sociales, con distintas visiones y distintos intereses, y distintos objetivos políticos, que van desde unas cuantas reformas, o una profunda, pero dentro del marco constitucional, hasta la de un proceso constituyente de carácter popular, destituyente del actual orden y por lo tanto necesariamente fuera y en contra del actual marco constitucional.
La propuesta electoral de una nueva constitución en varias campañas electorales, incluyendo una juramentación de asunción de mando presidencial por la Constitución de 1979 estando vigente la de 1993, solo quedaron en oferta electoral no cumplida, a pesar del juramento y todo.
¿Por qué pasaba esto?
Se ha estado pues, y se está, afrontando esta sentida necesidad como un tema jurídico doctrinario, en manos de especialistas constitucionalistas o “gente preparada”; y además dependientes de la buena voluntad de algún mandatario, que, en cumplimiento de su promesa electoral, convoque e inicie consecuentemente un proceso constituyente, más que solo la convocatoria a una asamblea constituyente; sin considerar que un proceso constituyente es sobre todo un tema político que tiene que ver con una lucha política de acumulación de fuerzas a fin de modificar las relaciones de poder entre los distintos sectores sociales, que dieron origen a este orden constitucional, y que además es un proceso destituyente de las bases económicas, sociales y culturales de dicho orden; y principalmente, de acuerdo a su origen, inspiración y diseño, necesariamente de una naturaleza nacional, pluricultural, patriótica, humana, incorporándose a la lucha anti capitalista y anti imperialista de los pueblos del mundo.
Al no considerar esta característica de un proceso hacia una nueva constitución, no se ha planteado la tarea de concientizar, organizar y movilizar a los sectores populares, nacionales y patriotas, cuestionando las mismas bases económicas, sociales y culturales contenidas en el marco constitucional, sin afrontar tampoco la construcción de espacios y de instrumentos políticos necesarios y útiles a fin de lograr estas tareas. En la agitación de las campañas electorales y de las luchas populares no se ha orientado políticamente que de estas queden núcleos o colectivos, aunque sea pequeños, en los cuales se mantenga vivo y en construcción el nuevo orden constitucional, es decir, se vaya acumulando orgánicamente las fuerzas sociales necesarias para garantizar una nueva constitución, de carácter nacional, popular, democrática y soberana.
Lamentablemente, en la actual campaña electoral tampoco se está realizando esta importante tarea, las organizaciones políticas participantes en esta contienda electoral, a pesar de estar planteada en sus programas y en su oferta o consignas electorales, no la están asumiendo en forma consecuente y orgánica; La plancha presidencial, sigue con el discurso yoista, presentándose como quienes van a dar las soluciones y aun diciendo que ellos harán la nueva constitución, y aun sus seguidores presentándolos como los salvadores de la patria y del pueblo, sin darse cuenta que es el propio pueblo organizado quien lo debe hacer, sino no es realmente un proceso de liberación nacional y popular, menos democrático y participativo; Y, los candidatos a congresistas, cada uno van marchando por su propia cuenta, haciendo la clásica campaña electoral de giras para pasearse con sus banderitas, su folletería o papelería de diversa índole, además de los también clásicos chalequitos, gorrito y numeración tipo pectoral que identifica a los candidatos congresales; eso sí, utilizando a fondo las redes, y con la debida mascarilla y distanciamiento social en el mejor de los casos. Deberían tanto plancha presidencial como candidatos a congresistas dejar un Comité por una Asamblea Popular Constituyente, en cada lugar que visitan, y con cada grupo que conversan. Felizmente, si hay organizaciones, colectivos y núcleos, algunos participantes o miembros de listas congresales, que han asumido la tarea de promover y organizar los espacios denominados como foro o comités por una nueva constitución, o por una asamblea popular constituyente, o bajo otras diversas denominaciones que ya han comenzado a realizar la tarea de incorporación de amplios sectores, el esclarecimiento en los conceptos políticos de relaciones de poder, lucha destituyente y constituyente, ir conociendo o reconociendo diferentes conceptos políticos, debatiendo la realidad nacional y su interpretación desde distintas visiones; espacios en donde se debe ir construyendo la unidad popular, tan necesaria y reclamada; asunto de vital importancia que trasciende los resultados electorales.