En Perú hemos sido testigos de los recientes desastres, entendidos estos como una conjunción entre fenómenos de la naturaleza y la falta de acción de la sociedad por aminorar los daños, los que desencadenaron resultados calamitosos a partir del denominado Niño Costero. Según datos de INDECI-COEN, fueron afectadas 12 regiones ocasionando la muerte de 136 […]
En Perú hemos sido testigos de los recientes desastres, entendidos estos como una conjunción entre fenómenos de la naturaleza y la falta de acción de la sociedad por aminorar los daños, los que desencadenaron resultados calamitosos a partir del denominado Niño Costero. Según datos de INDECI-COEN, fueron afectadas 12 regiones ocasionando la muerte de 136 ciudadanos, 18 desaparecidos, 1’961,400 damnificados y 1’096,684 afectados.
En el caso de la infraestructura se reportaron 410 puentes destruidos, 648 afectados; 3,843 kilómetros de vías destruidas, 43,900 kilómetros afectados; 2,391 centros educativos afectados, 250 colapsados e inhabitables; 46,698 viviendas destruidas, 247,874 afectadas. Según Macroconsult las pérdidas económicas ascienden a más de 3,100 millones de dólares, lo que equivale a 1.6% del Producto Bruto Interno.
Estos datos nos pueden llevar a concluir una situación que evidencia una crisis, no solo a nivel social en las zonas de mayor impacto, sino también a nivel institucional debido a una ineficiente respuesta. Una prueba de ello, es que durante el desastre se empezó a reflexionar sobre las debilidades institucionales que se tuvieron para enfrentar esta situación, siendo la falta de planificación territorial en zonas urbanas y rurales una de las principales causas.
Enseguida, casi todas las opiniones tanto de analistas de izquierda y derecha, estaban de acuerdo con que estos desastres se podrían convertir en una oportunidad para sentar las bases de un Estado que garantice una ocupación ordenada del territorio. En una república que a casi dos siglos de existencia empiece a cerrar las brechas de la terrible desigualdad que impera en este país sometido a un modelo económico neoliberal por 27 años que nos está llevando al abismo.
A pesar de todo ese consenso, al día siguiente, cuando cesaron las lluvias en el norte y los huaicos en varias partes del país, autoridades, medios de prensa, opinólogos y sociedad en general nos olvidamos de todo lo dicho. Unas semanas después, el gobierno promovió la denominada «Ley de Reconstrucción con Cambios» donde la característica principal no es la planificación, ni el ordenamiento territorial; ni tampoco el bienestar común de los peruanos y peruanas más vulnerables; sino más bien ver la Reconstrucción con Cambios como una oportunidad para la inversión privada, que al parecer principalmente traerá una larga lista de proyectos de infraestructura.
Bajo ese contexto es que el ensayo «La Doctrina del Shock» de Naomi Klein salta a la escena para advertirnos que esta doctrina se pone en práctica cuando se produce esta clase de crisis como terremotos, guerras o desastres climatologicos; que nos dejan en un «estado de shock», y entonces se aprovecha para que las doctrina «venda» al mejor postor obligaciones y funciones de una red estatal a agentes privados, haciéndolas aparecer como acciones normalizadas en medio del caos, mientras los ciudadanos aún se recuperan del trauma ya se aplicado «reformas» que buscan ser permanentes.
Milton Friedman uno de los padres del neoliberalismo lo explicaba así «Solo una crisis -real o percibida- da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable».
La «crisis aprovechable» podría ser entonces este desastre socio natural, para inyectar una buena dosis de políticas anti-públicas, que lejos de entender las causas del problema que nos han llevado a estos resultados, priorice beneficiar a un grupo selecto de inversionistas privados para simplemente reconstruir infraestructura; y en el peor de los casos transferir funciones públicas a privados y con ello el circulo vicioso siga vigente.
Esta intención ya se vería reflejado en la ley que propuso el ejecutivo, donde se hace notar un enfoque básicamente pro-inversión, por ejemplo se introduce un artículo donde se menciona la modalidad de «Obras por Terrenos» con la finalidad de aprovechar este desastre para ofertas tierras a aquellas empresas que participen de la reconstrucción u otro artículo que arbitrariamente intentó disponer de tierras de comunidades campesinas y nativas para ser utilizados so-pretexto de la emergencia, como si dichas tierras le pertenecieran al Estado.
Veremos qué trae el Plan de Reconstrucción con Cambios, mientras tanto analicemos tomemos atención en del análisis de «La Doctrina del Shock» que nos recuerda que en épocas de crisis es cuando se debe tener máximo cuidado, ya que el capitalismo del desastre, aprovecha estas oportunidades para inyectar medidas nocivas en detrimento de lo público y del bienestar común de todos los ciudadanos.
Luis Hallazi es abogado y politólogo, investigador en derechos humanos
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