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Tras el asesinato por la policía de un inocente en el metro de Londres

La ropa sospechosa

Fuentes: Apuntes del Natural

Scotland Yard ha declarado que la muerte del ciudadano brasileño Jean Charles de Menezes, abatido a tiros en el metro de Londres el pasado viernes, «fue un error». Expresado así, tal se diría que el error lo cometió la muerte. O el propio De Menezes, alternativamente. Sostenía Mao Zedong, recurriendo a una inteligente boutade que […]

Scotland Yard ha declarado que la muerte del ciudadano brasileño Jean Charles de Menezes, abatido a tiros en el metro de Londres el pasado viernes, «fue un error».

Expresado así, tal se diría que el error lo cometió la muerte. O el propio De Menezes, alternativamente.

Sostenía Mao Zedong, recurriendo a una inteligente boutade que él mismo desconsideró demasiadas veces, que lo peor que tiene cortar la cabeza a una persona es que luego, en caso de descubrir que no lo merecía, ya no hay manera de volver a colocarla en su sitio.

Pasa lo mismo con la decisión de disparar a matar.

Pero eso, por desgracia, es lo de menos en este caso. Aunque los jefes de Scotland Yard prescindieran de ese insufrible estilo indirecto tan típico de los comunicados policiales y dijeran por la brava que el error no fue cosa de la muerte, sino de sus agentes, seguirían sin reflejar la realidad de los hechos. Porque la decisión de disparar cinco tiros a quemarropa a una persona que está caída en el suelo, que tiene ya a varios policías encima y que no empuña ningún arma sólo se entiende en gente que ha recibido la orden, gráficamente denunciada por algunos periódicos británicos, de «disparar primero y preguntar después».

No se trata de una aplicación errónea de las normas, sino de unas normas erróneas. Y no se trata -no sólo, aunque también- de la trágica barbarie de unos policías nerviosos, sino del resultado lógico de una orientación política de conjunto, toda ella gravemente nociva. De una orientación que incluye, además de la licencia para matar, el permiso para mentir, como demostró el jefe de la Policía Metropolitana, Ian Blair, que se apresuró a declarar el propio viernes que «el tiroteo» (¡extraño modo de describir una ejecución sumaria!) tenía relación con «la operación antiterrorista en marcha».

Estamos ante una orientación que persigue dos objetivos igualmente cínicos.

De un lado, trata de transmitir a los sectores políticamente más influyentes de la opinión pública británica que sus gobernantes «han tomado las riendas de la situación» y van a actuar «con toda energía» para poner coto al terrorismo, aunque esos gobernantes sepan de sobra que es imposible acabar con el terrorismo mientras haya suficientes terroristas decididos a atentar sin consideración hacia sus propias vidas.

De otro lado, utilizan aviesamente la situación crítica para sumar prerrogativas a las fuerzas coercitivas del Estado, es decir, para recortar las libertades públicas y privadas.

El resultado es patético. En este momento, en Gran Bretaña, la seguridad ciudadana no ha mejorado ni un ápice pero, a cambio, tener «rasgos asiáticos» (¿brasileños, por ejemplo?) se ha vuelto peligroso, lo mismo que llevar determinada vestimenta (según el comunicado policial, a los agentes de Scotland Yard les resultó «sospechosa» la ropa que vestía De Menezes.)

A ese punto hemos llegado: siguen estallando las bombas, en Londres o en Egipto, pero a cambio debes andarte con mucho ojo al elegir la ropa que te pones.

www.javierortiz.net