En los primeros 18 días del año, 14 reclusos se han suicidado en las prisiones francesas. Casi uno diario. Esta siniestra ola agrava un problema enquistado en las cárceles del país que presume de ser la cuna de los derechos humanos. Francia es el país europeo con mayor tasa de suicidios en prisión (17,2 por […]
Las cifras son escalofriantes. En el 2008 se produjeron 115 suicidios, uno cada tres días, frente a los 96 del 2007, es decir, un aumento del 20%. En el mismo periodo, la superpoblación (hay ahora 63.600 reclusos para 51.000 plazas) solo creció un 2,6%. El dato indica que la superpoblación no es la única causa. «Es una de las causas, pero hay muchas otras, como las condiciones de detención, con tres o cuatro reclusos por celda, o los problemas psiquiátricos. Un 40% de los presos tienen este tipos de problemas, desde depresión a esquizofrenia, y eso influye en la decisión», dice Elsa Dujourdy, miembro del Observatorio Internacional de las Prisiones (OIP).
Perfil del suicida
Con datos del 2008, el perfil del suicida es el de un hombre (entre 115, solo hubo dos mujeres en el 2008), de 36 años de media, preso preventivo (60%) acusado de delitos sexuales (32,17%) y psicológicamente frágil (71,56%). El 70% estaban internados en los grandes centros de preventivos de Marsella y las cercanías de París (Fresnes y Fleury-Mérogis). Un 40% de los suicidios se producen en los primeros 100 días de encarcelamiento.
«La serie de suicidios ocurridos desde principios de año entre la población carcelaria nos hace preguntarnos de nuevo violentamente sobre las condiciones humanitarias incalificables de las prisiones francesas», afirma Marie-Pierre de la Gontrie, secretaria nacional de Libertades Públicas y de Justicia del Partido Socialista. Estas condiciones, que han merecido varias condenas del Consejo de Europa y del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, se concretan en «tratos inhumanos y degradantes» con largos periodos en celdas de aislamiento, mala salubridad e higiene (una ducha a la semana), falta de actividades, escasos contactos con los familiares y violencias de todo tipo (vejaciones, agresiones, violaciones, asesinatos), como denuncian sindicatos y profesionales del sector.
Gabriel Mouesca, exrecluso y presidente del OIP, califica las prisiones francesas de «máquina de triturar». Dujourdy lo suscribe. «Cuando alguien sale de la cárcel, tiene más problemas que cuando entró. No hay reinserción. Es un círculo infernal: separación de la familia, falta de tratamiento de los problemas del interno. Esto se agrava con la superpoblación, fomentada por el endurecimiento de la política penal, con condenas máximas y la retención de seguridad que prolonga la prisión para los delincuentes peligrosos».
El doctor Louis Albrand dirige un estudio encargado por la ministra de Justicia, Rachida Dati, para intentar rebajar el número de suicidios. La mayoría de sus conclusiones son una repetición de las contenidas en otro informe del 2003 y nunca aplicadas. Entre ellas, figura la supresión de los soportes para los televisores o sustituir las sábanas de ropa por papel para impedir los ahorcamientos (el 92,7% de los suicidas de los tres últimos años se ahorcaron). «Las medidas del Gobierno están destinadas a evitar el acto del suicidio en lugar de a tratar de impedir las causas», denuncia Dujourdy.
Más cárceles
Otras medidas van desde la evaluación mediante un cuestionario del potencial suicida o la mayor vigilancia de los ingresos hasta la mejora de la formación de los funcionarios de prisiones y una comunicación más fluida entre estos y los médicos. El informe preconiza también algunas decisiones de fondo, como la rebaja del máximo de días en celda de castigo (ahora son 45), la disminución del número de presos con enfermedades mentales y el aumento de las comunicaciones con la familia.
El presidente Nicolas Sarkozy anunció hace unos días una inversión de 45 millones de euros para las prisiones, con un aumento de 13.200 nuevas plazas hasta el 2011. «El OIP cree que la construcción de nuevas prisiones no resuelve el problema. Cuantas más cárceles se hacen, más detenidos hay para llenarlas», sentencia Dujourdy.