El distrito más de moda de Hamburgo es también el más verde, aunque desde la base de la Torre Marco Polo, dieciséis plantas de apartamentos lujosos que parecen una barra de pan cortada en rodajas (cuestan una media de 3,7 millones de dólares), esto no se advierte de forma inmediata. Tampoco es evidente el amor […]
El distrito más de moda de Hamburgo es también el más verde, aunque desde la base de la Torre Marco Polo, dieciséis plantas de apartamentos lujosos que parecen una barra de pan cortada en rodajas (cuestan una media de 3,7 millones de dólares), esto no se advierte de forma inmediata. Tampoco es evidente el amor por la naturaleza que se profesa en las oficinas vecinas de Unilever, pero el gigante de productos cosméticos y agrifood ha encajado bombillas de bajo consumo en los 25.000 metros cuadrados de sus nuevas oficinas centrales, la mayor área jamás antes equipada de esta manera. «El edificio completo se ha diseñado cumpliendo los estándares medioambientales más estrictos,» explicó la recepcionista. El atrio de la planta baja ha sido provisto incluso con un sistema de recuperación de calor, aseguró señalando el techo de cristal.
La Torre Marco Polo y las oficinas centrales de Unilever son el orgullo de HafenCity, el distrito financiero hamburgués de 155 hectáreas, cuyas oficinas y apartamentos están encajados en los almacenes de ladrillo de la vieja Speicherstadt, a lo largo de las orillas del Elba. Para cuando se hayan acabado las obras en 2025, este Dubai del norte deberá albergar a 40.000 trabajadores y dar cobijo a 12.000 miembros de las «clases creativas», aseguran los promotores del proyecto. La Filarmónica del Elba, una sala de conciertos financiada por la ciudad a un coste de alrededor de 351 millones de dólares, será el vehículo de cultura. En algunos lugares las grúas están aún en funcionamiento, pero en los terrenos construidos ya revolotean gerentes veteranos picoteando tapas tailandesas en las terrazas de los cafés o bebiendo vinos mediocres en bares extremadamente caros.
Pero las apariencias engañan: sólo porque el «mayor proyecto de desarrollo urbano en Europa» sea parte de la rehabilitación de solares por parte de los banqueros y los niños prodigio de la ciudad, como lo era Dockland en Londres, no significa que vaya en contra de los principios de desarrollo sostenible. Muy al contrario. «Con su calefactor geotérmico, sus materiales de construcción de baja contaminación, sus espacios verdes y sus calles peatonales y carriles de bicicleta, es verdaderamente un desarrollo pionero en términos de sostenibilidad,» explica Harald Müller, un ingeniero de 53 años que vive y trabaja en HafenCity. Sentado en Carl’s frente a un plato de arenque en escabeche (su favorito, por encima de la otra especialidad de la casa, el risotto con trufa), Müller no esconde el hecho de que vota a Los Verdes desde 1997. El proyecto no fue concebido por Los Verdes, pero siempre lo han respaldado, asegura, y «sin ellos, el barrio ciertamente no tendría esta dimensión ecológica».
Credenciales Verdes
Hamburgo, Capital Verde Europea en 2011, sin duda posee credenciales medioambientales. Los Verdes han gobernado la ciudad dos veces en coalición con los Socialdemócratas SPD (1997-2001) y con los conservadores CDU (2008-10). Su impacto es más evidente en HafenCity que en cualquier otro sitio. Incluso las calles llevan su marca: Los Verdes han insistido en que los nombres de los lugares públicos deben seguir pautas de igualdad de género.
«Cierto, es un distrito exclusivo para personas de alto poder adquisitivo, pero los edificios son muy creativos y pienso que es una muy buena imagen para la ciudad,» afirmó Katharina Fegebank, secretaria general de Los Verdes en Hamburgo. Su compañera, Anja Hajduk, miembro del Parlamento Federal desde 2002 hasta 2008, explicó: «En su conjunto es un éxito, a pesar de los precios elevados. Para nosotros lo importante cuando estábamos en el gobierno era asegurar que el distrito estuviera abierto para todos los ciudadanos de Hamburgo, de forma que pudieran pasearse por su interior. Se nos garantizó que la planta baja del edificio de Unilever estaría abierta al público».
¿Es esta comunidad de millonarios de bajo consumo energético una pronta victoria de la revolución verde que está barriendo Alemania? Los redactores más importantes han empezado ya a sopesar la posibilidad de un canciller Verde en 2013 (ver Green and Golden). El auge de Los Verdes en los últimos meses es espectacular: «una mezcla entre la Guerra Relámpago (Blitzkrieg) y la Gran Marcha», bromean los críticos.
Primero el efecto de retro-confianza de las continuas encuestas de opinión les ayudó a sumar votos en el 2010, desde un 19% en Berlín en diciembre de 2009 hasta un 30% en octubre de 2010. La prensa se mostró entusiasta con el «milagro verde» (Der Spiegel): «Los Verdes gozan de más popularidad que nunca» (Die Zeit), «El partido del bienestar» (Stern), «Los Verdes ya sueñan con la Cancillería» (Die Welt). También se beneficiaron de una continua atención de los medios después de que el anterior prodigio de la vida política de Alemania, el FDP (Partido Democrático Liberal), se precipitara en caída libre tras caer en desgracia su niño mimado, Guido Westerwelle, ministro de asuntos exteriores en el gobierno de Merkel.
En marzo de 2011 Los Verdes ganaron el 24% de los votos en Baden-Wurtenberg, el más rico y el tercero más poblado de los dieciséis estados de Alemania, el cual tradicionalmente ha pertenecido al CDU. Al doblar su cuota de votos (de 11.7% en 2006), se han establecido como segunda potencia política tras el CDU, adelantando a sus aliados del SPD y convirtiéndose en socios veteranos de una coalición que ya no es «rojiverde» sino «verdiroja». Por primera vez en la historia de Alemania, un Verde ha asumido la presidencia de un gobierno autonómico. Winfried Kretschmann, de 62 años, cantante de coro de iglesia los domingos, se ha convertido en una estrella nacional. En la televisión se le ha descrito como un «portador de esperanza» y la «sensación política del año».
El éxito de Kretschmann fue lo suficientemente importante como para ser registrado en la bolsa: un día después de la victoria las acciones de E.on y RWE, las dos mayores compañías de energía nuclear de Alemania, cayeron levemente y lo mismo ocurrió con las de Daimler, BMW y Volkswagen. El ÖkoDAX, índice que controla las 10 mayores inversiones verdes, subió ocho puntos. No fue una revolución, ya que los mercados menos ecológicos pronto superaron sus niveles anteriores. «Vamos a seguir en el camino que prometimos dentro del marco de una sociedad burguesa,» dijo Kretschmann cuidándose mucho de tranquilizarlos la noche de su victoria.
Días bien distintos
En los años ochenta las cosas eran bien distintas: Los Verdes personificaban a la izquierda radical en una Alemania Occidental opuesta al comunismo. En los albores de los ochenta el CDU estuvo a punto de hacer un llamado a la disolución del Partido Verde, acusándolo de apoyar la lucha armada y de tener ideas anticonstitucionales. La clase media alemana frunció el ceño ante los grüne-Chaoten (vándalos verdes), quienes clamaban estar abordando problemas de justicia social y cuestiones medioambientales. Ahora el nuevo líder de Baden-Wurtenberg asegura que no es «ni de izquierdas ni de derechas» y mantiene una relación cordial con Erwin Teufel, el líder local del CDU, cuya orientación «moderada y centrista» dice Kretschmann que comparte (1). Hamburgo, la primera administración alemana en probar suerte con una coalición «negra y verde» (en Alemania el negro simboliza la derecha), muestra que tal relación ha dejado de ser descabellada. Inclusive la canciller Merkel ha reconocido que no descartaría una alianza Verde-Cristianodemócrata tras las elecciones legislativas en 2013.
Tal escenario podría hacerse realidad el próximo octubre, fecha en que se pondrá a prueba por las elecciones municipales de Berlín. En una oleada de apabullantes valoraciones en las encuestas de opinión, Renate Künast, líder de Los Verdes en el parlamento, se ve a sí misma gobernando la capital y no descarta a ningún posible aliado, sea de centro-izquierda o de derecha. Eberhard Diepgen, anterior alcalde de Berlín, del CDU, ha comenzado ya su cortejo: «Tenemos los suficientes puntos en común como para hacer planes de gobierno con Los Verdes» (2). El Süddetsche Zeitung dijo burlescamente (5 de noviembre de 2010): «La fiebre Verde se está expandiendo en los círculos conservadores. Los empresarios y los ricos están poniendo ojitos a Los Verdes».
El efecto Fukushima sin duda ha ayudado al aumento de popularidad de Los Verdes, quienes finalmente han rentabilizado su oposición a una industria nuclear que la mayoría de los alemanes rechaza. El mérito del plan de desmantelamiento de las centrales nucleares es todo suyo. Pero las fugas radioactivas en Japón no explican la transformación de un grupo de protesta en un «partido de neoliberales en bicicleta», por citar a Jutta Ditfurth, una cofundadora de Los Verdes que abandonó el partido en 1991. En su nuevo libro (3) se muestra estupefacta ante el atractivo que provocan sus antiguos compañeros: «Da la sensación de que algunos comentaristas hayan estado viviendo en Marte durante los últimos 25 años. Dicen: vamos a ver qué hacen Los Verdes. Veamos cómo se las apañan en el gobierno. Es una postura alucinante, dado que Los Verdes han estado ya muchas veces en el gobierno.»
La lista es larga: siete años formando parte del gobierno federal de Gerhard Schröder (1998-2005), once años en coalición en Renania del Norte-Westfalia (1995-2005 y de nuevo desde 2010), diez años en Hesse (1985-87, 1991-99), nueve años en Schleswig-Holstein (1996-2005), seis años en Hamburgo (1997-2001, 2008-10), cuatro en la Baja Sajonia (1990-94), cuatro en Sajonia-Anhalt (1994-98), cuatro en Bremen (desde 2007), dos en el Sarre (desde 2009) y dos en Berlín (1989-90 y 2001-02). «Suma un total de 59 años de experiencia en el gobierno,» computa Ditfurth. «Sin duda les beneficia el que la prensa simule tener a Los Verdes por nuevos e inexpertos y contenga el aliento al observar cómo se comportan ahora que están en el poder, como si no pudieran soportar el suspense… Nadie somete los 59 años de experiencia a un análisis crítico detallado.
El pasado febrero, en Hamburgo, el electorado castigó a la tradicional mayoría (el 21% votó al CDU y el 11.2% a Los Verdes) y llevó al SPD al poder (con un 48.3% de los votos), a pesar de que en otros lugares el partido estaba en baja forma. Aparte de los paseos en HafenCity, Los Verdes no han sumado muchos más méritos. El acuerdo de coalición con la derecha en 2008 incluía un plan para la construcción de un sistema de tranvía, el abandono de un proyecto de una central eléctrica de carbón y una reforma educativa ambiciosa que prometía un único tipo de escuela primaria para todos. Ninguna de dichas promesas se ha cumplido. El proyecto de tranvía se desmoronó debido a los recortes de presupuesto tras la crisis financiera de 2008 y la construcción de la central eléctrica siguió adelante mediante un proceso legal. La reforma educativa fue rechazada por el electorado en un referéndum en julio de 2010. A consecuencia de las tensiones internas causadas por tales fracasos, la coalición negra y verde se fue a pique, dos años antes del fin de la legislatura.
Los Verdes han dejado recuerdos entrañables entre los peces gordos de la derecha local. Gregor Jaecke, el líder de la CDU de Hamburgo, recordó: «Ser Verde implica tener gusto por la vida y ese es un valor que compartimos. Tenemos las mismas preocupaciones por el futuro: nosotros lo tenemos en el sentido cristiano del respeto por la vida y ellos lo tienen en el sentido más moderno del desarrollo sostenible. Es por ello que Los Verdes advierten la necesidad de una política económica equilibrada de forma más acusada que el SPD.»
El acuerdo de coalición de 2008 da fe de ese «gusto por la vida», reformulado en el lenguaje de la ortodoxia presupuestaria. Cuando explotó la crisis financiera, los Verdes y los Cristianodemócratas acordaron refrenar los gastos públicos, por ejemplo incrementando los precios de los servicios de guardería. Inyectaron 1500 millones de euros en el HSH Nordbank, se dieron prisa en proporcionar ayudas al grupo de transportes Hapag-Lloyd y tomaron medidas para engatusar a los inversores. Los Verdes entendieron perfectamente que debían restablecer el clima de confianza,» explicó Jaecke.
¿No hubo ningún punto sobre el que estuvieran en desacuerdo? Quizás un partido joven y sexy como Los Verdes no habría de preocuparse tanto por la seguridad y la ley y el orden como el CDU. «Las cuestiones domésticas de seguridad quedaron en manos de nuestros aliados conservadores,» aseguró Fegebank, «pero no ha habido ningún problema.» Jaecke, del CDU, confirmó que: «hemos mantenido una postura muy estricta en temas de orden público pero, tras examinar nuestras exigencias, Los Verdes las han aceptado íntegramente. Admitió que «un sector del electorado de clase media, el cual forma la base del CDU, tiene hoy la tentación de votar por Los Verdes».
«Aquí no hay carril bici»
En los barrios de clase obrera la tentación es menor. En febrero Los Verdes ganaron el 9.2% de los votos en el barrio acomodado de Blankenese, pero sólo un 6% en los suburbios pobres de Rothenburgsort, donde más de la mitad del electorado se abstuvo de votar. Allí no hay carriles para bicicletas ni apartamentos con calefacción geotérmica, sino bloques sucios de cemento cuya calefacción funciona con aceite y comercios venidos a menos. «¿Votar a Los Verdes? ¿Yo? ¿Me tomas por tonto?» respondió Joachim Riepke, de 32 años, desempleado, a quien encontré mientras reparaba su scooter en la acera. Él es uno de los 6,7 millones de alemanes que forman parte del sistema Hartz IV, creado mediante una amalgama de subsidio de paro y otros sistemas de seguridad social. «Trescientos cincuenta y nueve euros al mes. Además se trabaja por muy poco. En estos momentos la oficina de empleo me deja en paz, pero hace dos meses me llamaron para lavar platos en una residencia de ancianos durante dos semanas. No se puede decir que no; si lo haces puedes despedirte de la ayuda. ¿Y quieres que vote por eso?
Con «eso» Piepke se refiere a la mayoría SPD-Verdes, la cual estableció en 2005 el sistema de subsidio al desempleo más duro de Europa. El Hartz IV obliga a aquellos que reúnen los requisitos a aceptar «trabajos de un euro», a mudarse si se considera que su vivienda es demasiado costosa y a obedecer a una larga lista de estipulaciones burocráticas so pena de perder su asignación. Cuando fue presentado (en junio de 2004), el conservador Frabkfurter Allgemeine Zeitung lo catalogó como «el recorte en seguridad social más drástico desde 1949»
Ideada por Peter Hartz, el entonces director de recursos humanos del grupo Volkswagen y amigo del canciller Schröder, la reforma (4) sirve ahora de modelo para aquellos reformadores en Francia o en cualquier otro lugar que quieran substituir un sistema de limosnas por uno en el que los asalariados prescindan de salario. Pero el Hartz IV ha registrado una marca difícil de superar: sus arquitectos fijaron un subsidio único a un nivel tan bajo que la corte constitucional de Karlsruhe en parte lo declaró ilegal el pasado octubre, al juzgar que las familias que lo recibían apenas podían cubrir con él las necesidades básicas de sus hijos.
Las respuestas de Los Verdes al Hartz IV son a veces sorprendentes. «El nivel es ciertamente demasiado bajo,» confesó Fegebank, «pero aun así seguimos pensando que fue una buena idea aunar las ayudas sociales y al desempleo para alentar a los beneficiarios a volver al trabajo.» Cuando el debate se calentó, salió del paso con un argumento decisivo: «Una reforma tal sólo podía haber sido lanzada por una alianza rojiverde. Si el CDU y el FDP hubieran tomado la iniciativa, habría causado una revolución.»
Desprovistos de toda pasión
Guiados por la convicción de que «la economía y la ecología están hechas para entenderse», Los Verdes de Hamburgo son el ejemplo perfecto de transición de miembros y partidarios en los últimos quince años. Anclados desde hace años en la izquierda, La Alternativa Verde (o GAL, Grün-Alternative-Liste, como solía llamarse el partido local en Hamburgo) ha visto cómo sus miembros veteranos marcharon en 1999 en protesta contra la decisión de las autoridades federales de aprobar la participación de Alemania en la campaña de la OTAN en Kosovo.
El abandono del pacifismo y la pérdida de miembros ha allanado el terreno a una nueva generación de activistas adinerados y bien educados, los cuales se inclinan favorablemente hacia los círculos institucionales y de negocios. Su portavoz, Anja Hajduk, psicóloga, tipifica este cambio: nunca antes fue activista, «aparte de votar a Los Verdes», hasta que obtuvo su carné de miembro en 1995. Electa al parlamento en 2002, votó junto al resto de sus compañeros de partido para disminuir los impuestos de las familias más adineradas, las cuales vieron cómo sus impuestos se reducían del 53% al 42% durante los años de Schröder. «Nunca me ha convencido la división derecha-izquierda. Creo que es bueno que Los Verdes se interesen por la economía.»
«Anja Hajduk es un modelo representativo de estos nuevos Verdes que navegan con el viento a favor, son administradores pragmáticos, desprovistos de toda pasión y absolutamente indiferentes a los temas sociales,» declaró Norbert Hackbusch, el cual abandonó a Los Verdes en 1999 después de dieciséis años. Hoy dispone de un asiento en el ayuntamiento como miembro de Die Linke, el partido alemán más de izquierdas. «Hamburgo es una de las ciudades más ricas del país, pero también tiene una de las mayores tasas de pobreza. Aquí, uno de cada cinco niños vive por debajo del umbral de la pobreza. Pero las familias pobres no votan, o al menos no por Los Verdes.»
Una de sus mayores quejas contra sus antiguos compañeros es su falta de actividad en cuestiones fiscales. Según una de las tablas de clasificación más largas de la revista Manager, 26 de los 300 más ricos de Alemania viven en Hamburgo. La suma de sus riquezas asciende a 44.000 millones de euros, equivalente a la mitad del PIB de la ciudad. «Puede que Hamburgo sea la Capital Verde Europea, pero sobre todo es la capital alemana en evasión de impuestos,» aseveró. El número de inspectores de hacienda no cuadra: en 2010, de 627 contribuyentes que declararon unos ingresos superiores a 1 millón de euros, las autoridades sólo fueron capaces de investigar a 31. Las rentas públicas perdidas ascienden a cientos de millones de euros. «Pedimos que se crearan 150 puestos adicionales de inspectores de hacienda (5), pero Los Verdes hicieron oídos sordos.»
Puede que los peces gordos que viven en la torre Marco Polo no voten a Los Verdes. La torre fue construida sobre un promontorio natural en el puerto, el cual proporciona una vista aérea del escenario en el que los transatlánticos atracan. Pero los diseñadores no tuvieron en cuenta que estos palacios flotantes expulsan humos tóxicos que el viento dirige a las ventanas y balcones de la torre. Según una investigación publicada en Der Spiegel, una «bocanada de aire fresco» por parte de los residentes de Marco Polo contiene el equivalente a las emisiones de «50.000 camiones viajando a una velocidad de 130 kmph, expulsando cantidades significativas de dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno y otras partículas carcinogénicas» (6). Multimillonarios envenenados por cruceros de lujo: el desarrollo sostenible tiene a veces giros insospechados.
Notas:
( 1 ) Tagblatt Online, 14 de abril 2011.
( 2 ) Der Tagesspiegel, Berlín, 7 de noviembre 2010.
( 3 ) Jutta Ditfurth, Krieg, Atom, Armut. Was sie reden, was sie tun: die Grünen, Rotbuch, Berlín, 2011.
( 4 ) En enero de 2007, Peter Hartz fue suspendido dos años de su cargo y multado con 576.000 euros por la corte de Braunschweig, acusado de haber sobornado e invitado a los miembros del consejo de trabajadores de Volkswagen a viajes y prostitutas.
( 5 ) En Alemania, el control presupuestario es responsabilidad de los Länder.
( 6 ) » Luxusprobleme in Hamburg » (Problemas de lujo en Hamburgo), Der Spiegel, Hamburgo, 5 de marzo de 2010.
Olivier Cyran es periodista