En septiembre de 1929 el ministro de Asunto Exteriores de Francia, Aristide Briand, soltó un discurso propositivo en la Sociedad de Naciones ante 27 Estados Europeos apostando por el nacimiento de una «Federación Europea». Su propuesta fue bien recibida por su colega alemán Gustav Stresemann con quien ya elaboró el Tratado de Locarno en 1925 […]
En septiembre de 1929 el ministro de Asunto Exteriores de Francia, Aristide Briand, soltó un discurso propositivo en la Sociedad de Naciones ante 27 Estados Europeos apostando por el nacimiento de una «Federación Europea». Su propuesta fue bien recibida por su colega alemán Gustav Stresemann con quien ya elaboró el Tratado de Locarno en 1925 para reforzar la Paz en Europa tras sufrir el continente la Guerra Guerra (1914-1918) que enfrentó a Alemania y Francia en diferentes bandos. Tras este gesto se solicitó a Briand formular el «Memorándum sobre la organización de un sistema de Unión Federal Europea» y finalmente fue presentado en septiembre de 1930 en la Sociedad de Naciones. La propuesta estuvo enfocada en objetivos materialistas más que identitarios por «las posibilidades de ampliar el mercado económico, las tentativas de intensificación y mejorar la producción industrial», bajo principios del neoliberalismo, pero la crisis económica internacional de 1929 y con ello el ascenso de Hitler al poder en 1933 hizo fracasar el proyecto y llevar a un nuevo escenario bélico internacional que enfrentaría otra vez a Francia y Alemania. Dos veces cayendo en la misma piedra.
Después de la II Guerra Mundial (1939-1945) y con una Europa destruida por completo económicamente y dividida por las fronteras de la Guerra Fría, el Ministro de Asuntos Exteriores francés Robert Schuman en mayo de 1950 elaboró una arenga con una propuesta similar a la de Briand, pero está vez con aspectos más concretos que abstractos. La llamada Declaración de Schuman proponía la creación de un proyecto binacional entre Francia y Alemania para gestionar conjuntamente la mejora de calidad, producción y comercio del Carbón y Acero de los dos países, proyecto abierto a nuevas adhesiones. Así, en 1951 se funda la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), compuesta por 6 países. Además de los dos fundadores, se sumaron Italia, Luxemburgo, Bélgica y Países Bajos firmando un Tratado en París. Los buenos resultados políticos y económicos de la CECA en un ambiente postbélico llevaron en 1957 a la firma de los Tratado de Roma marcando la meta de crear un Mercado Común para la libre circulación de personas, mercancías y capitales con la Comunidad Económica Europea (CEE). En esta hoja de ruta se crea la Comisión Europea, vinculando los poderes ejecutivos de todos los países, y otras instituciones que llevaron a la firma del Acta Única Europea en 1986 tras la suma paulatina de 6 estados más a la entidad supranacional. Después de la incorporación del Reino Unido, Irlanda y Dinamarca, se añadieron Grecia, Portugal y España tras el fin de sus dictaduras militares fascistas.
Como siguiente paso histórico, y en un contexto de hegemonía neoliberal tras la caída del Muro de Berlín y la reunificación de la Alemania, los 12 Estados de la CEE firman el clave Tratado de Maastricht que entró en vigor en 1993 bautizando la Unión Europea (UE). Este Tratado no solo perfiló y coordinó todas las instituciones creadas hasta el momento bajo el paraguas de la CEE sino que creó jurídicamente la ciudadanía europea, y como punto fuerte el proyecto de la moneda única, el Euro. Moneda que saldría a la circulación en 2002 mediante control del Banco Central Europeo (BCE) fundado en 1998. Europa daba un salto cualitativo en la economía del mercado capitalista, pasando de un modelo unitario productivista y comercial a un modelo financiero que eliminaba la soberanía monetaria de las naciones adherentes.
La última aventura europea, con su ampliación a los países exsocialistas de Europa del Este y sumando en la actualidad 28 Estados (no todos son miembros de la Zona Euro por no cumplir ciertos mínimos económicos o por decisión propia), fue la aprobación del Tratado de Lisboa en 2009 equiparable a Carta Magna Europea. Este Tratado lo podemos subrayar de ser histórico no por su importancia institucional en la UE sino por ser el Tratado que generó una brecha en la democracia europea y la soberanía popular en un momento crítico tras la crisis económica de 2008. Veremos más adelante
El Memorandum de Briand (1930) y el Tratado de Lisboa (2009) están separados por una línea continúa de 78 años de historia en Europa. Dos contextos muy diferentes, entre el primero vestido de novedad y el segundo empapado de experiencia, pero que contienen algunas similitudes contextuales. Mientras el Memorandum de Briand fue cerrado en un cajón por el Crack del 29 y el crecimiento del chovinismo ultraderechista europeo como en Italia, Alemania, o España, empiezan a darse empujones contra el Tratado de Lisboa, y en definitiva de la UE, con la crisis de 2008 y el resurgimiento de la ultraderecha euroescéptica.
Solo una Europa, la de la Austeridad
Desde el fin de la II Guerra Mundial hasta 2008 la Europa Occidental ha presumido internacionalmente de ser la zona regional donde se complementó un fuerte crecimiento económico con la reducción de la desigualdad al aplicar las políticas keynesianas del Estado del Bienestar, complementando economía privada y pública. Situándose en un punto intermedio entre el extremo del bloque capitalista – el neoliberalismo de los Estados Unidos creciendo económicamente pero con una sociedad muy desigual – y el extremo del bloque socialista, la URSS – con estanque económico tras los años 70 pero con la sociedad desarrollada con mayor igualdad de renta.
Este periodo de bienestar económico europeo fue acompañado de un funcionamiento político prevaleciente bipartidista donde dividía, no solo a los parlamentos nacionales sino también al parlamento europeo desde su elección democrática en 1979 con 751 escaños, entre dos fuerzas principales; los conservadores/democristianos (derecha) y los socialdemócratas (izquierda), quedando alejados de la hegemonía los partidos comunistas (a excepción de algunos países como Italia en los años 60 y 70), ecologistas, o chovinismos de izquierda y de derecha.
Esta hegemonía bipartidista llevó al debate sobre si existía en Europa diferencias entre la Izquierda y la Derecha al defenderse conjuntamente la construcción de una Europa desarrollada bajo parámetros de la globalización neoliberal. Algunos como el politólogo italiano Norberto Bobbio atacaban estos argumentos defendiendo que seguía existiendo la dicotomía «Derecha e Izquierda». Más allá de debates epistemológicos, lo que hay que señalar es que mientras Europa tuvo crecimiento y estabilidad económica no se ponía en duda esta hegemonía bipartidista. El problema llegó justamente tras la crisis de 2008, cuando tanto conservadores como socialistas han configurado una misma hoja de ruta como solución; «la Austeridad». Una estrategia neoliberal apostando por Recortes en Políticas Sociales y privatizaciones que ya se llevó a cabo en otras regiones como América Latina con el «Consenso de Washington» en los años 90 y se obtuvieron resultados desastrosos. Europa es otro contexto, no dudamos, pero la estrategia de privatizar empresas públicas o amplios recortes en gastos como salud o educación al aceptar el objetivo neoliberal del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Troika (Comisión Europeo, Banco Central Europeo y FMI) para buscar estabilidad macroeconómica por encima del bienestar social y contra la desigualdad derrumbaba la esencia histórica de la Europa del Bienestar desde la posguerra. Entre el debate que hemos subrayado proveniente de la Guerra Fría, «Crecimiento o Igualdad», finalmente la UE se decantó por romper el punto de equilibrio y seguir el proyecto de los Estados Unidos.
A finales de 2015 en 12 de los 28 países de la UE, estando el motor alemán como modelo, gobernaban juntos socialdemócratas y conservadores (la llamada Gran Coalición) con la justificación de hacer frente a la crisis económica implementado estrategias de Austeridad. Un gesto que ha dejado evidente a la opinión pública europea que entre el bipartidismo histórico más qué diferencias hay similitudes. Justamente esa identidad de la Gran Coalición como sujeto único ha sido fortalecida con la defensa del macroproyecto del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP en inglés) entre Estados Unidos y América Latina por parte tanto de conservadores como socialdemócratas. Un tratado de comercio ultraneoliberal, con similitudes al ALCA entre Estados Unidos y América Latina rechazado en 2005 por gobiernos y movimientos progresistas, que ha hecho finalmente suprimir la esencia a la vieja socialdemocracia europea.
Pérdida de democracia en Europa
Al mismo tiempo, y como hemos subrayado anteriormente, que Europa vacilaba a los dos proyectos opuestos de EUA y la URSS con su crecimiento económico y la igualdad social también lo hacia en base al sistema democrático. A diferencia de Estados Unidos con su constante «Caza de Brujas» Macarthista iniciada en los años 50 donde cualquier movimiento social o líder crítico era acusado de comunista al servicio de la URSS «o Traición a la Patria» -llegando a ser asesinados líderes como Martin Luther King o Malcom X – y la URSS donde no eran ilegales partidos procapitalistas, la UE presumía de ser el modelo de consenso entre la dialéctica «Capital y Trabajo». Un modelo dibujado como pluripartidista donde ser comunista, en principio, no era perseguido por la ley y donde los sindicatos y movimientos sociales tenían ciertos espacios de lucha legal y legítima.
Con las realidades y deficiencias de cada país europeo sobre su modelo democrático, el punto histórico que quiebra la confianza de la institucionalidad democrática de la UE es la «Constitución Europea». La Carta Magna fue firmada por los Jefes de Estado en Octubre de 20004 y ratificada por el Parlamento Europeo el mes de Enero con 500 votos a favor, donde entran socialdemócratas y conservadores, 137 en contra y 40 abstenciones. Posteriormente el Tratado tenía que ser ratificado en los parlamentos de todos los Estados miembros. En algunos Estados como Alemania siguieron las directrices diseñadas y dieron voz solo al Parlamento para ratificar el Tratado, pero otros Estados decidieron ir más allá y realizar un referéndum de carácter consultivo. En base a lo inesperado los resultados fueron todo un fracaso para la UE. Después de la aprobación en España tras la consulta ejercida en febrero de 2005, ganado el SI con el 76,76% al ser apoyado por el bipartidismo hegemónica del PP (conservador) y PSOE (socialdemócrata) pero con una abstención del 57,6%, llegó poco después el rechazo al Tratado en la votación del pueblo francés y holandés. Dos de los países fundadores de la CECA. Seguidamente Luxemburgo, en julio del mismo año, acompañó a España en la ratificación pero ya era demasiado tarde. La Constitución Europea era «enterrada». La democracia decía no a un proyecto constitucional enfocado en una economía neoliberal, y aunque la histórica socialdemocracia europea diera un giro hacia la derecha (más radical a partir de la Crisis de 2008, como hemos visto) un gran parte de sus votantes no la acompañaban en este escenario, seguían apostando por el Estado del Bienestar.
El déficit de la democracia europea y el poder germano se desenmascaró justo en este momento. En lugar de llevar a cabo una nueva propuesta constitucional más participativa, con movimientos sociales, partidos, sindicatos, instituciones de la sociedad civil, pequeñas y medianas empresas y no solo grandes corporaciones,… en el primer semestre de 2007 bajo la presidencia temporal de Alemania en el Consejo de la Unión Europea se elaboró una nueva propuesta constitucional. Angela Merkel, la Canciller Alemana, hizo su presentación en el Parlamento Europeo con un célebre golpe en la mesa; «la fase de reflexión ha quedado atrás». El 13 de diciembre de 2007 se firmó en Lisboa, a espaldas de la ciudadanía, el actual Tratado de Lisboa como la Carta Magna de la UE. Merkel parecía hacer renacer el IV Reich en el siglo XXI, no hablando en este caso de supremacía racial sino de supremacía económica por imposición, el neoliberalismo.
Primer afectado; Grecia
La ruta hacia el neoliberalismo y una falta de democracia en la UE tuvo su primer afectado; Grecia. Con la crisis de 2008 los países de Europa del Sur de la Eurozona, Portugal (P), España (S), Grecia (G), y además Irlanda (I) – también conocidos peyorativamente como PIGS, que en inglés es cerdos – dadas sus economías menos industrializadas y más dependientes sufrieron con mayor dureza las primeras consecuencias. La pérdida de soberanía monetaria nacional con la entrada del Euro en 2002 hacía a estos países depender del Banco Central Europeo y no podían llevar a cabo medidas propias como la devaluación como mecanismo de aumento de exportación o la deflación con retirada de papel moneda. Se llevaron a cabo, desde la UE, «Planes de Rescate» en los 4 países con el llamado objetivo de «sanear» sus cuentas públicas, es decir, reducir al máximo el déficit público con la privatización de los servicios del Estado. Lo importante, y más como proyecto del liderazgo alemán, era disponer de unos buenos datos macroeconómicos neoliberales (PIB) y estabilidad financiera dejando en segundo plano la microeconomía del bienestar familiar contra la desigualdad (el Coeficiente de Gini). Los países del Sur de Europa empezaron a perder la mítica «Clase Media» que se dibujó tras el sufrimiento que costó a las clases trabajadoras mediante sus luchas sociales en los años 60, 70. El Consenso de Washington en América Latina se revivía en Europa con los Planes neoliberales de la Troika, el «Consenso de Berlín».
El primer «Rescate» se aprobó en mayo de 2010 para Grecia. Un paquete de préstamos de 110.000 millones de euros entre 2010 y 2012 con el objetivo de elaborar un duro Plan de Ajuste para reducir el déficit público un 3% para el 2014. El segundo Rescate para Grecia fue llevado a cabo por los líderes de la Eurozona en julio de 2011 por valor de 160.000 millones de Euros. Paralelamente lo mismo sucedía en Portugal con un rescate de 78.000 millones de euros en mayo de 2011 e Irlanda con valor de 85.000 millones. Y España, con su crisis del «boom inmobiliario» y con un desempleo cercano al 20%, obtuvo un rescate de 100.000 millones de euros – siempre negado por el Partido Popular al ser llamado como Asistencia Financiera- que en lugar de dirigirlos a necesidades sociales y productivas para la reactivación de la económica se enfocó en la recuperación del sector financiero privado, principalmente entidades como Bankia.
Desde el Reajuste económico en Grecia en lugar de solucionarse la Crisis se institucionalizó una pobreza estructural y una sociedad desigualitaria a niveles de países subdesarrollados perdiendo la Clase Media. A pesar del I y II Plan de Ajuste en Grecia, según datos del Eurostat, de 2008 a 2014 el número de personas en riesgo de pobreza o exclusión social aumentó el 29,2%, es decir, a 3,9 millones de personas en una población poco más de 11 millones. El Pacto de Unidad Nacional entre Conservadores (Nueva Democracia) y Socialdemócratas (PasoK) aceptando todas las directrices de ajuste económico europeo produjo una brecha institucional dando oxígeno a una alternativa política antineoliberal llamada Syriza (Coalición de la Izquierda Radical) que ganó finalmente las Elecciones Generales de Enero de 2015. Su líder Alexis Tsipras salió victorioso tras ofrecer un plan y un discurso rupturista con el funcionamiento de UE de la Austeridad. Un programa de línea contrahegemónica que abría nuevos debates como la Reestructuración de la Deuda. Grecia, un país pequeño era un pequeño terremoto para Europa. Aún así, duro poco y solo fue un temblor.
La Troika cerró al nuevo gobierno de Grecia todo tipo de negociación que rebasará sus líneas rojas y el mismo gobierno heleno se encontró, además de conflicto internos entre moderados y radicales, entre estas presiones institucionales por un lado y la de sus votantes que confiaron en su programa del NO a la Austeridad. Tsipras para salir de un desajuste convocó un Referéndum en julio de 2015 preguntando si debería aceptarse el «Acuerdo que presentaba la Troika sobre continuar con la línea neoliberal y un III Rescate». Con la participación del 62,5% de la población, el 61,31% se decantó por el NO. A pesar de suceder esto en el país originario de la democracia occidental, la UE hizo caso omiso a este gesto participativo y siguiendo la estrategia que se llevó con el Tratado de Lisboa el gobierno griego tuvo que asumir el III Plan de Rescate. Más deuda para el pueblo heleno para pagar deudas de de los anteriores gobiernos. Esta estrategia antisoberana llevó al principal actor de las negociaciones con la UE por el gobierno griego y muy crítico con las políticas de Austeridad, el ministro de Finanzas Yanis Varoufakis, a dimitir. La salida de Varoufakis dio campo libre al sector más moderado de Syriza y finalmente para dejar en olvido el referéndum Tsipras convocó nuevas elecciones generales para septiembre. Elecciones que buscaban dos objetivos: la salida total de los parlamentarios más radicales con la Austeridad que incomodarían al gobierno y la legitimidad del gobierno de Tsipras a pesar de aceptar el III Plan de Austeridad. Aunque Tsipras no defendió hasta la última la decisión del pueblo griego en el referéndum, y algunas voces lo tildaron de traidor, volvió a ganar las elecciones ya que una parte de la población seguía viendo su proyecto como la única alternativa. La Europa neoliberal finalmente consiguió cerrar este agujero contrahegemónico.
La UE nunca se independizó de Estados Unidos
El político belga Mark Eyskens acotó la célebre frase en vísperas a la Tormenta del Desierto de la Primera Guerra del Golfo (1991) que Europa es «gigante económico, un enano político y un gusano militar». Hablando de estos 3 campos en base al campo internacional, según datos del FMI en 2012 el PIB de la UE está por encima de China y también de Estados Unidos con 17,07 billones de dólares. En la política internacional dos países, Francia y el Reino Unido (que está en la UE pero no en la Zona Euro, aunque en proceso de salida por el reciente aprobado BREXIT que veremos más adelante) son parte del Consejo de Seguridad Permanente de las Naciones Unidas, y en lo militar Europa no dispone de un Ejército propio. Cada Estado europeo posee su política propia de Defensa y cuerpo militar, siendo la mayoría de países miembros de la OTAN.
La UE en su política geoestratégica internacional ha sido siempre dibujada como el perrito faldero de la política imperialista de los Estados Unidos. Y eso le ha llevado grandes costes políticos y económicos. A pesar de fundarse la institución de la «Política Exterior y de Seguridad» (PESC) en el Tratado de Maastricht (1993) y fortalecerse con el Tratado de Ámsterdam que entró en vigor en 1999 con la fundación de la policía Europea (Europol), hubo un acontecimiento histórico que hizo visible la falta de política común en los llamados temas de «Seguridad»: la Segunda Invasión a Irak en 2003.
Mientras países de la UE como Francia o Alemania cumplían, junto con Rusia y China, con el mandato del Consejo de Seguridad de la ONU considerando la Guerra como invasión ilegal, otros como España, Reino Unido, o Portugal, dieron apoyo a la injerencia unilateral de los Estados Unidos contra el gobierno de Saddam Hussein celebrando la famosa Cumbre de las Azores. Europa estaba dividida en política internacional según los intereses geoestratégicos de cada Estado. Si hubiera la UE conformado un frente político común contra la «Guerra Ilegal» de Irak, como así la llamó el secretario de la ONU en funciones en ese momento Kofi Annan, posiblemente se hubiera dado nacimiento a resistencias contra la subyugación de UE a la política internacional de EUA desde la II Guerra Mundial, aumentando su soberanía. Pero no fue así. Esto le llevó a sumar un error tras otro con consecuencias desastrosas. Vamos a ver algunas.
La participación directa e indirecta de la mayoría de países de la UE en la Guerra de Libia y en la Guerra de Siria iniciadas en 2011 para derrocar a sus respectivos gobiernos, instituciones no de agrado a los intereses de Estados Unidos, ha provocado el nacimiento de guerras civiles en estos territorios que han construido, consecuentemente, Estados Fallidos o zonas de inestabilidad. Dos impactos ha recibido Europa por estas injerencias que a la vez no solo le han perjudicado sino que incluso ha beneficiado estratégicamente a Estados Unidos.
En primer lugar, tenemos el tráfico ilícito de migrantes o la ola de refugiados. Dos etiquetas diferentes jurídicamente pero con grandes similitudes como fenómeno social. La injerencia de la OTAN, y con ello la participación militar de la mayoría de países de la UE, en Libia por los intereses petroleros de grandes multinacionales provocó la caída del largo Régimen de Gadafi. El desmoronamiento del poder institucional de un país condujo a una guerra civil entre tribus en la pugna por el poder y con la intromisión extranjera que construyó finalmente un vacío del Estado sin Ley dando facilidades al crecimiento de grandes mafias. Libia – y desde las buenas sintonías de Gadafi con Berlusconi, Aznar, o Sarkozy a quien le costeó ilegalmente su campaña electoral de 2007 gracias a dinero del gobierno de Trípoli- era un punto estratégico para controlar la migración ilegal de África a Europa y por ello las mafias no tenían campo abierto para actuar. Con la guerra y el caos en Libia el flujo de pateras se disparó. Las instituciones políticas de la UE en lugar de ayudar a favor del Desarrollo de África mediante una Cooperación Internacional más potente, siempre bajo el umbral de la Democracia y los Derechos Humanos, prefirió apostar por la injerencia militar y lo intereses de las grandes corporaciones económicas. Un mal hacer que provocó finalmente una ola migratoria internacional a la que tampoco se le está haciendo buena política con el simple cierre de fronteras bajo la Misión militar Europea Naval en el Mediterráneo.
Algo similar ha sucedido en Siria. La injerencia directa e indirecta de la OTAN, Estados Unidos, la UE, como una de las principales causas de la Guerra Civil, provocando hambrunas en un momento de economía bélica y la desaparición del monopolio de la violencia del gobierno de Bashar al-Asad al dejar de existir el Estado en zonas territoriales controladas ahora por los llamados «Rebeldes» ha producido una ola de desplazados de 11 millones en total, casi 5 millones de ese dato a nivel internacional según ACNUR en marzo de 2016i. Millones de personas con la obligación de dejar sus barrios sirios por su olor a pólvora, muchos lugares sin ningún valor la ley estatal, ha provocado, en consecuencia, la rapiña y el crecimiento de mafias que trafican con estas personas necesitadas que acaban dando su vida para conseguir llegar a un suelo seguro, Europa. La UE en lugar de hacer frente con mecanismos de Cooperación a una situación alarmante que provocó junto a sus socios, ha vuelto ha querer solucionar los impactos de la Guerra con nuevos mecanismos de guerra y seguridad. La ética de los Estados Unidos.
Uno de los movimientos más desenmascarados de esta estrategia ha sido el pacto que la UE ha firmado con Turquía, uno de los países a los que se les acusa no solo de violar los Derechos Humanos en su territorio por la represión contra el pueblo Kurdo o la persecución a periodistas sino de llevar a cabo injerencias sin apoyo internacional en países de Oriente Medio como en el mismo suelo de Siria. El Consejo Europeo aprobó por Unanimidad en marzo de 2016 el Acuerdo con Turquía, donde la UE puede expulsar masivamente a refugiados de su territorio hacia Turquía. Muchos de estos refugiados están en suelo griego. Turquía recibirá 3000 millones de euros. La UE acaba externalizando este problema violando los Derechos Humanos en dos puntos; haciendo caso omiso a la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados (1951) y dando mayor legitimidad internacional al autoritarismo del gobierno turco de Erdogan al ser su socio estratégico contra el fenómeno de los Refugiados. Muchas voces de las sociedad civil se oyeron en diferentes calles, medios de comunicación, acciones cívicas, contra el pacto entre la UE y Turquía – consecuencia del conflicto en Siria – pero las gritos de esas voces se olvidaron de la desenmascar la injerencia militar de la mayoría de países de la UE en Siria – causa de esta Guerra-.
En segundo lugar, seremos menos extenso que el primero, olvidarse Europa de sus estratégicos socios comerciales por seguir las directrices de Washington. Dos casos ejemplares son las complejas relaciones que ha tenido, y tiene, la UE con dos potencias petroleras (recurso que escasea toda Europa a excepción de Noruega); Irán y Rusia. La criminalización histórica de EUA, y su socio regional Israel, contra Irán desde la Revolución Islámica de 1979 tuvo como uno de sus momentos álgido la crisis diplomática de 2011-2013. Israel lanzó una campaña criminalizando sin pruebas al país vecino de Irán de disponer de instalaciones para la creación de armas nucleares. Criminalización que fue respuesta al pacto histórico en 2010 entre Brasil, Turquía e Irán para intercambiar uranio empobrecido con el monitoreo del Organismos Internacional de la Energía Atómica. Un pacto que conseguía agrietar el bloqueo histórico de Occidente hacia el país persa. Las presiones de EUA e Israel llevaron a Europa a caer en su juego y endurecer las sanciones económicas al país persa como embargar su petróleo, oro negro tan necesario para la economía europea. Además, esto llevó a que Irán amenazará como respuesta bloquear el Estrecho de Ormuz donde transita el 40% de la producción mundial de petróleo. Finalmente, para poner solución a esta tensa situación bélica hizo falta la entrada diplomática de Rusia y China, miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU con el llamado G5 + 1 (EUA, Inglaterra, Francia Rusia, China, y Alemania). Rusia y China consiguieron que se monitoreasen las instalaciones nucleares en Irán para comprobar que no es de uso militar. Gracias a este gesto, que la UE nunca supo llevar por si sola, hoy Europa puede comprar este petróleo con mayor facilidad, invertir en el país persa y exportar sus productos manufacturados. Un logro en las Relaciones Internacionales no gracias a la pésima diplomacia del Viejo Continente.
Y sobre el caso de Rusia, EUA desde la Guerra Fría siempre ha jugado geoestratégicamente a que Europa y Rusia, regiones fronterizas, no mantengan una relación política y comercial estrecha ya que esto podría perjudicar su hegemonía internacional. Un caso a destacar de actualidad crítico en la cooperación entre la UE y Rusia es Ucrania. El Presidente electo Viktor Yanukóvich en 2010, cercano a fortalecer lazos con Rusia, suspendió el «Acuerdo de Asociación y Acuerdo de Libre Comercio con la UE» el 20 de Noviembre de 2013 por las presiones de la UE a la sentencia judicial de «abuso de poder» a la que estaba condenada la expresidenta y exlider occidentalista de la «Revolución Naranja» Yulia Timoshenko. Un gesto vestido de Derechos Humanos por la UE, ocultando sus intereses geoestratégicos, que nunca se meditó en el acercamiento a Turquía sobre los Refugiados. El Acuerdo era un pacto económico asimétrico donde el gran beneficiario era la UE.
La decisión de Yanukóvich llevó a manifestaciones masivas de ucranianos, conocido como movimiento Euromaidán, demandando restablecer las negociaciones con la UE. Estas manifestaciones consecuentemente dieron un giro cualitativo, con grados de violencia y desestabilización política, pidiendo la dimisión de Yanukóvich. Acciones lideradas por una ultraderecha que en todo momento tuvieron apoyo de la UE y Estados Unidos, reflejado en la aceptación occidental del derrocamiento y exilio de Yanukóvich. La consecuencia de todo esto no simplemente fue la división de Ucrania con la independencia unilateral de la zona de Crimea con apoyo de Rusia y el conflicto armado en Donetsk y Lugansk iniciado el abril de 2004, sino una ruptura de relaciones entre Rusia y la UE. El boicot económico de la UE a Rusia como respuesta tuvo la misma actuación de Rusia a la UE, perjudicando finalmente el comercio bilateral y dañando a economías europeas fronterizas como Finlandia. La pésima diplomacia europea volvió a tener un ganador, Estados Unidos, romper la cooperación UE-Rusia y convertir a Ucrania en un futuro miembro de la OTAN por su trascendencia geoestratégica. La Guerra Fría no acabó.
Los Exits
El 6 de abril de 2016 se celebró en Holanda un referéndum muy peculiar. Una convocatoria en la cual se preguntaba si los holandeses apoyaban el «Acuerdo de Asociación de la UE con Ucrania para generar una zona de libre comercio». Aún así, el fondo de la campaña fue otro. Ya que los holandeses tienen prohibido hacer un referéndum sobre salirse de la UE, según su legislación nacional, esta consulta fue a petición de organizaciones euroescépticas como el Foro para la Democracia con el fin de medir si los holandeses quieren salirse de la UE (N-exit). El 32,2% del electorado participante se inclinó en un 61,1% por el No; No contra Ucrania sino contra la UE.
Desde las Elecciones Generales de Holanda en 2012 y con la formación de un gobierno de coalición entre liberales/conservadores y socialdemócratas (la Gran Coalición), el partido de extrema derecha Partido por la Libertad (PVV) según las últimas encuestas se convirtió en la primera fuerza. Este fenómeno de crecimiento del neofascismo se está extendiendo por toda Europa, llegando su mensaje clases populares con el uso de discursos chovinistas que reivindican retornar al control de sus fronteras (por el crecimiento migratorio, o las amenazas de terrorismo internacional) y a su soberanía económica (por el crecimiento de la desigualdad dadas las políticas de austeridad como «solución» de la crisis de 2008). La extrema derecha europea, además de Holanda, no solo ha aumentado los últimos años en países como Dinamarca, Finlandia, Polonia, Hungría, Eslovaquia, Grecia, Austria o Francia, entre otrosii, sino que incluso ha formado un nuevo grupo de ultraderecha en el Parlamento europeo, Europa de las Naciones y de las Libertades, con 38 diputados de 7 países y liderado por la francesa Marine Le Pen. Un caso de alarma Austria. A pesar de el partido ultraderechista del candidato Norbert Hofer no ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales el pasado mes de mayo por una diferencia de 31000 votos contra el candidato de los Verdes, obteniendo 2,2 millones de votos (49,7%), finalmente el Tribunal Constitucional ha convocado la repeteción de estas elecciones para el próximo otoño por supuestas irregularidades. El partido de Hofer tendrá otra oportunidad y bajo un nuevo contexto.
Este contexto es el gran terremoto político en la UE, y de impacto internacional, que ha sido el referéndum Br-exit donde Gran Bretaña decidía continuar (remain) o dejar (leave) la UE. En las Elecciones Generales de 2015 en Gran Bretaña el Primer Ministro conservador David Cameron salió victorioso contra el Partido Laborista al proponer realizar este referéndum en una sociedad cada vez más euroescéptica con el crecimiento de partidos de esta índole como el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP). Finalmente la llegada de un nuevo acuerdo entre el Reino Unido y la UE el pasado mes de febrero hizo a Cameron inclinarse para hacer campaña por el Remain. Cameron consiguió lo que buscaba; dar un golpe a una débil UE, pero sin salirse de ella, para ampliar excepcionalmente sus competencias nacionales en el campo de la libre circulación de personas (migración) pero sin afectar para nada el libre comercio de la circulación de mercancías (mercados). Proteccionismo por un lado neoliberalismo por el otro. Finalmente Cameron calculó mal la jugada y en el referéndum del 23 de junio de 2016 se impuso el Leave (dejar la UE) por 51,9% al Remain (Permanecer) con el 48,1%.
Un dato histórico. Durante más de 50 años, 28 países se sumaron al proyecto paulatinamente de la UE pero por primera vez uno de ellos se retira. A pesar de tener el Reino Unido un rol diferencial en la UE, al no ser miembro del Eurogrupo y no haber substituido su moneda nacional por el Euro, su aprobación del proceso de retirada durante los siguientes dos años ha generado, podemos decir, 3 fuertes impactos: un impacto de parálisis en la economía occidental neoliberal en un momento que la UE negocia tratados de libre comercio, a las espaldas de la opinión pública, con Canadá (Acuerdo Integral de Economía y Comercio, CETA en inglés) y Estados Unidos (TTIP). El segundo impacto vinculado con el regionalismo europeo es dar oxígeno al crecimiento de proyectos euroescépticos de otros países europeos, antes citados, vinculados con la extrema derecha nacionalista con discursos atacantes hacia los refugiados y la migración. Algunos líderes, como Le Pen en Francia, el diputado de la Liga Norte italiana Matteo Salvini, o Geert Wilders del PVV holandés, han empezado a exigir referéndums en sus países. Y el tercer impacto, de carácter interno en el Reino Unido, son las divergencias entre naciones británicas. La victoria en el referéndum de salirse de la UE en la votación de Inglaterra y Gales contrarresta la derrota en Escocia e Irlanda del Norte. El Partido Nacionalista Escocés, partido que gobierna en Escocia, y la segunda fuerza con mayor representación parlamentaria en Irlanda del Norte, Sinn Fein, empiezan a mover fichas sobre querer realizar referéndums en sus territorios sobre seguir o no dentro del Reino Unido justificando la coyuntura del Brexit.
¿Nueva UE?: Propuestas desde la izquierda
Como hemos visto hasta el momento: Cada vez una Europa económicamente más desigual derrumbando el Estado del Bienestar, cada vez una Europa políticamente menos democrática acrecentando el euroescepticismo y la ultraderecha contra la integración regional, y cada vez una Europa menos soberana en la política internacional siguiendo las directrices de Washington. ¿Qué hace la izquierda frente a esto?
Desde la Crisis del 2008 al igual que la derecha inconformista se ha acrecentado con el discurso Euroescéptico, como hemos señalado, también desde una izquierda critica con la histórica socialdemocracia que aprobó la Política de Austeridad de la UE se ha multiplicado el discurso de «Otra Europa Es Posible». Uno de los líderes de esta propuesta es el griego Varoufakis, el mismo que vivió de cerca los mecanismos limitados y el excesivo control de la Europa neoliberal. Varoufakis, un europeísta que incluso hizo comentarios a favor del No al Brexit, presentó en Alemania el mes de febrero un nuevo movimiento panaeuropeo contra la Austeridad, el llamado Democracy in Europe Movement 2025 (DiEm25). Un plan critico con las instituciones de la UE, no para destruirlas sino para transformarlas, apoyado por autoridades conocidas como el exministro alemán socialdemócrata Oskar Lafontaine, Julian Assage de Wikileaks, o los filósofos Toni Negri y Slavoj Zizek. Varoufakis también estuvo presentando el proyecto en Madrid participando en una hoja de ruta desde la izquierda llamado «Plan B Europa» para sumar el máximo de movimientos y personalidades con el fin de democratizar Europa. Este movimiento tiene dos pilares esenciales en su orden de prioridades para modificar la UE. El primero es el rechazo al TTIP, y el segundo es aquello que finalmente no consiguió Syriza en Grecia, «reformular la deuda externa». Una acción que consiste en revisar la deuda estatal para no pagar aquello que se entiende como deuda ilegítima u odiosa – concepto en debate epistemológico que podemos simplificar en tres puntos: deuda pública que proviene de interés privado, deuda contra intereses de la ciudadanía, deuda por corrupción – y que se llevó a cabo en Ecuador en 2008. El gobierno de Rafael Correa eliminó la deuda en Ecuador proveniente de gobiernos y dictaduras corruptas precedentes y llevó a descender la cifra pública de 17.475 millones de dólares en 2008 a 13.686 millones en mayo de 2011.
Uno de los principales actores políticos europeístas desde la izquierda transformadora, convergente con Varoufakis, ha sido el joven partido político Podemos en España encabezado por Pablo Iglesias. Un partido fundado bajo un contexto de protestas sociales contra las políticas de Austeridad en España, el fenómeno de protesta 15M. En España, y en algunos países de Europa del Sur, como Portugal o Grecia, a diferencia del crecimiento del euroescepticismo de derechas la respuesta a la actual UE neoliberal es «reformular la UE». Podemos con su corta vida, pero su intenso desarrollo, se ha convertido en un referente de la izquierda europea. En dos años ha conseguido electoralmente 5 eurodiputados, gobernar en alcaldías estratégicas como Barcelona o Madrid, ser la primera fuerza en el País Vasco y Catalunya según los resultados de las últimas Elecciones Generales del 26 de Junio,… pero todavía no ha logrado romper el histórico bipartidismo que aceptó la Austeridad de la UE al quedar en tercer lugar electoral a nivel estatal detrás de la vieja «socialdemócrata» PSOE y el conservador Partido Popular. Todavía le queda historia a Podemos, es solo un infante en política. Una fuerza europeísta antiausteridad con 71 diputados del total de 350 que hay en el Parlamento Español, poder legislativo del cuarto país más poblado de la UE, es una fuerza que puede alimentar el proyecto de una nueva UE más social.
Aún así, además de este proyecto contrahegemónico europeista desde la izquierda haciendo frente a esa creciente derecha chovinista antieuropea y a la gobernante Europa Neoliberal – el pacto entre conservadores y viejos socialdemócratas – no hay que olvidar que también resuenan voces euroescépticas desde la izquierda. Voces tímidas pero voces que ven complicado transformar Europa y lo mejor es volver a su soberanía nacional. A pesar de vincularse la campaña del Brexit con la derecha europea, al usar xenofobia y racismo como base del discurso, la resolución de salirse el Reino Unido de la UE ha abierto una puerta a nivel transversal. Un ejemplo ha sido la posición del progresista Bloco d’Esquerda Portugués, actualmente en el gobierno lusófono junto al Partido Comunista y la fuerza mayoritaria del Partido Socialista, que ha anunciado la posibilidad de proponer un referéndum en Portugal sobre continuar en la UE si la Comisión Europea aplica sanciones a Portugal por exceder más del 3% el déficit público. A pesar de que Brexit ha legitimado el debate político y social de continuar o no en la UE, lo que si que hay que destacar también es la diferencia de que Gran Bretaña dispone de su moneda, Libra Esterlina, y no del Euro. Además su Banco Central es independiente y controla otras esferas económicas al no ser miembro de la Eurozona y no depender del Banco Central Europeo, una de las patas de la política prestamista de la Troika. Su salida de la UE no es comparable a la complejidad de países que si son miembros de la Eurozona. ¿Es posible, por lo tanto, romper con el Euro una vez se está dentro?
Vienen momentos agitados en la UE; una Europa que siempre se pintó de desarrollo económico común, sociedad más equitativa, democracia avanzada, Derechos Humanos, independencia diplomática, pueblos que complementaban su nacionalismo regional o estatal con la integración regional europea,… pero que cada vez se dilata más el contrapeso de asimetrías norte-sur en Europa, de sociedades más desiguales, de limitaciones y ataques a la democracia, de violaciones a los Derechos Humanos, pésima diplomacia internacional, y de muchos pueblos que ya no cantan la «Oda a la Alegría». Un fantasma recorre hoy en Europa, el fantasma de la Incredibilidad.
Notas:
i Véase información directa de ACNUR en su web sobre la Emergencia en Siria: http://www.acnur.org/que-hace/respuesta-a-emergencias/emergencia-en-siria/
ii Véase el poder representativo y el crecimiento de la derecha euroescéptica en cada uno de los Estados de la UE en los gráficos de un artículo de El New York Times http://www.nytimes.com/interactive/2016/05/22/world/europe/europe-right-wing-austria-hungary.html?_r=3
Análisis publicado en el número 18 de la Revista Migraña, revista de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. http://www.vicepresidencia.gob.bo/IMG/pdf/migrana-18.pdf
Blog del autor: Leyendo el Mundo en Tus Manos http://anibalgarzonbaeza.wordpress.com/2016/10/12/la-union-europea-se-derrumba/
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