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Ni Caracas, ni La Habana... Seúl

La utopía coreana en los Andes

Fuentes: El Desacuerdo / La Paz

«El gobierno del presidente Evo Morales ha dado pasos importantes para el desarrollo económico de su país, por lo cual es posible que Bolivia en 20 años alcance a plenitud la industrialización y la soberanía alimentaria». Quien dijo eso, con tono seguro y confiado, es el embajador de Corea del Sur, Young-wook Chun, en una […]

«El gobierno del presidente Evo Morales ha dado pasos importantes para el desarrollo económico de su país, por lo cual es posible que Bolivia en 20 años alcance a plenitud la industrialización y la soberanía alimentaria». Quien dijo eso, con tono seguro y confiado, es el embajador de Corea del Sur, Young-wook Chun, en una conferencia magistral en la Universidad Franz Tamayo de La Paz. Fue a mediados del mes de mayo de este año y con ella cerró la Semana Coreana 2013. Esta «semana» incluyó un ciclo de cine coreano, música clásica, un festival de baile K-pop, demostraciones de taekwondo y una muestra itinerante de fotografía. En otros tiempos, el representante de la pequeña nación asiática -dividida en el sur capitalista y el norte comunista- era un perfecto desconocido, hoy es una figura que opina y se atreve a dar consejos, aunque mantiene un perfil bajo y moderado. Según Young-wook Chun, Corea y Bolivia comparten una historia común, pues ambas naciones han sufrido pérdidas territoriales, fueron colonizadas, vivieron la angustia de las guerras y tienen a la industrialización y la soberanía alimentaria como su punto de partida para el desarrollo económico. Pero, a diferencia de Bolivia, tras un periodo de pobreza, hambre y sin desarrollo, Corea alcanzó su industrialización y su soberanía alimentaria. El diplomático explicó que su país aplicó un paquete de políticas en el sector agrícola para aumentar la productividad concentradas en cuatro grupos: mejora de semillas y eliminación de bacterias que permitió el aumento en la producción de alimentos; producción de fertilizantes y construcción de represas que garantizarían el riego en época de sequía; mejora de la tecnología de cultivo y la mecanización del agro. Todo ello sería útil en Los Andes. Bolivia alista un acuerdo con la coreana Kores -Posco para la instalación y puesta en marcha de una planta piloto de cátodos de litio (el país andino tiene una de las reservas más grandes del mundo de ese «mineral del futuro»). Esta corporación participó también en la exploración que concluyó en el hallazgo de un enorme yacimiento de cobre en Coro Coro. Adicionalmente, según informó el embajador Chun, con la producción de amoniaco y urea (para la elaboración de fertilizantes), la empresa surcoreana Samsung Engineering por primera vez participa en un proyecto boliviano». Y agregó que Corea ofreció barcos para la exportación del producto.

La «Ciudad del conocimiento» en Ecuador

Pero si en Bolivia la presencia de esta nación asiática aumenta día a día, donde la «utopía surcoreana» parece haber alcanzado mayor calado es en Ecuador donde se construye la ambiciosa Ciudad del Conocimiento. Aunque tiene nombre quechua -Yachay- el proyecto es realizado con la cooperación de Seúl. Según su página oficial, Yachay es «un eco-sistema planificado de innovación tecnológica y de negocios donde se combinan las mejores ideas, talento humano e infraestructura de punta, que generan las aplicaciones científicas de nivel mundial necesarias para alcanzar el buen vivir». Se busca, además, «consolidar la primera ciudad planificada del país, como un ecosistema de negocios de alta tecnología donde convive armónicamente una universidad de clase mundial, institutos públicos y privados de investigación y desarrollo tecnológico y empresas de base tecnológica que generan el cambio de la matriz productiva del Ecuador.» Adicionalmente se informa que el desarrollo del Plan Maestro para la Ciudad del Conocimiento Yachay se realiza con la asesoría surcoreana del consorcio Incheon Free Economic Zone (IFEZ), que ha logrado consolidar a la ciudad metropolitana de Incheon como la más dinámica y activa en el noreste de Asia. Todo ello va de la mano de una suerte de «populismo tecnocrático» bastante eficiente, implementado por Rafael Correa, que ha hecho de la excelencia universitaria uno de los ejes. No obstante, el científico, matemático y especialista en Economía energética, Arturo Villavicencio cuestiona el proyecto y señala que los promotores de Yachay sueñan con un Silicon Valley ecuatoriano. También pone sobre la mesa el peligro de instaurar una suerte de «zona de desarrollo especial» semi-privatizada y sin conexión real con el tejido económico y social del país, junto con una universidad productivista, limitada a satisfacer las necesidades del Plan Nacional de Desarrollo. Otros critican al modelo de «capitalismo felino», construido sobre alusiones a tigres, jaguares y otras especies. Pero sin duda, en un contexto de fuertes ansias de modernización -fuente de la legitimidad de los gobiernos de Bolivia y Ecuador- el modelo surconeano tiene su sentido. Corea tuvo su propio gran salto adelante de la mano del régimen dictatorial de Park Chung-hee, antiguo colaboracionista de los ocupantes japoneses, y hoy es un país ultratecnologizado (la actual primera ministra surcoreana es hija del ex dictador/modernizador).

«Buen vivir» made in Corea

El antecesor del actual embajador en La Paz, Hong-rak Kim, también intervenía desde columnas de prensa. Por ejemplo, en abril de 2011 explicó desde las páginas de El Diario de La Paz el significado del Movimiento Nueva Aldea en su país, afectado en los años 50 por una cruenta guerra que dejó dividida a Corea entre el norte comunista y el sur capitalista y proestadounidense. Contra lo que podría pensarse al ver imágenes de Seúl como generadora de tendencias de moda en Asia, o al ver fotos de Corea, hace cincuenta años esa nación era una de las más pobres del mundo. Ahora es una de los quince más ricas. Hace cincuenta años era un país rural donde los campesinos luchaban cada noche por llevarse algo a la boca. Ahora Caparrós puede escribir un libro que se llama Pali Pali (rápido-rápido), en referencia a la nueva cultura surcoreana; un país jerárquico y competitivo al extremo. El embajador Chun -en la conferencia citada- refiere al SaemaeulUndong (Movimiento de la Nueva Aldea), creado en 1970 con el lema «Podemos lograrlo, lo lograremos», y en base a tres doctrinas: Diligencia, Autoayuda y Cooperación. «Pienso que sería de gran utilidad compartir esta experiencia directamente acá en Bolivia, por lo que yo solicité a mi Gobierno el establecimiento de una sede del Movimiento de la Nueva Aldea en Bolivia y recibí una buena señal cuando me pidieron consultar con el gobierno boliviano, por lo que en breve se harán las consultas oficialmente», adelantó el diplomático en su conferencia universitaria. En 2010 Bolivia ya se había vinculado en este movimiento. Catorce miembros de la Asamblea Legislativa Plurinacional participaron en el programa de entrenamiento de SaemaeulUndong. En 2011 lo hicieron 19 líderes regionales y periodistas bolivianos. Y varios expresaron su deseo de establecer un centro de entrenamiento de SaemaeulUndong en Bolivia. Caparrós recuerda que, al tomar el poder en los años 60, el dictador Park se reconcilió con Japón para conseguir sus capitales y su tecnología, usó la ayuda americana para construir autopistas y centrales eléctricas y cloacas y viviendas, favoreció a ciertos empresarios para facilitar su crecimiento pero metió preso a algunos de ellos cuando les descubrió negocios sucios, y lanzó planes quinquenales que organizaban la transformación del país rural en un país urbano e industrial, que ponían a los súbditos a construir obras públicas y que -sobre todo- intentaban dejar atrás el hambre y la miseria. Al fin de cuentas, Corea es ultracapitalista pero no se desarrolló aplicando las recetas de destrucción del Estado del FMI, sino con un Estado interventor asociado al capital privado, y no sin importantes niveles de corrupción, al menos en un principio. «Las grandes corporaciones -las chaebol- coreanas siguieron creciendo incontenibles, aumentó la producción -y el uso- de tecnología de punta, los niveles educativos se mezclaron con los mejores del mundo y el hambre empezó a parecer una historia tan antigua que se hacía raro escuchársela a gente que todavía no había cumplido setenta años: padres, abuelos»-prosigue Caparrós.

K-pop y telenovelas

Corea está hoy presente con sus empresas y sus marcas. Pero también tiene cada vez más peso cultural. Además del «paso del caballo» del Gangnam Style, decenas de jóvenes bailan hoy al ritmo del K-pop y miles de bolivianos miran telenovelas de esa nación asiática (hasta un canal popular como RTP pasaba una en un horario estelar: El príncipe del café). El periódico Los Tiempos informaba en mayo de 2011 sobre este fenómeno con el título «Corea influye en Cochabamba». «Hasta las monjitas vienen a comprar DVDs decía una vendedora de telenovelas asiáticas» que aseguró vender unas cincuenta por día. En 2000 ATB difundió Un deseo en las estrellas, y después vendrían Sonata de invierno, Escalera al cielo (uno de los éxitos de Unitel) y Mi adorable Kim Sam Soon. En las peluquerías de la populosa e indígena Ceja de El Alto no es raro ver fotos de galanes adolescentes surcoreanos: el K-pop (pop coreano) tiene cada vez más seguidores. Este año se organizó el primer un festival en La Paz. Un grupo de fanáticos paceños y alteños ensayó en plena plaza Bolivia con fotos de sus grupos preferidos. «Las letras tienen sentido, el ritmo innova y las coreografías son un desafío», resumió Luis Rafael Ramírez -de 18 años- que se identificó como seguidor de las Girl’s Generation, un exitoso conjunto femenino de K-pop. El diario boliviano La Razón informaba que solamente en La Paz existen 29 clubes de seguidores de cantantes de este género y grupos como Súper Junior, Dong Bang Shin Ki, Big Bang y T-ara son los más aclamados. «La gente cree que el Oppa Gangnam Style es el único, pero el baile del caballo no es el inicio del pop de Corea», explicó Erlin Calisaya (26), presidente de la Sociedad de fansclub de Música Asiática de La Paz.

Tigres y jaguares

Podría parecer sorprendente que dos gobiernos considerados del ala radical del giro a la izquierda sudamericano miren a uno de los países más exitosos del mundo desde el punto de vista capitalista y más alineado con Estados Unidos. Por cierto, ni a Evo ni a Correa se les ocurrió ir en busca de modelos y ayuda a la monarquía comunista de Pyongyang. Sin duda, los coreanos prefieren las ‘reglas claras’ de Chile o Colombia al nacionalismo popular de Ecuador o Bolivia. Pero eso no impide que el efecto Corea pueda aparecer mucho más real en los imaginarios que el más etéreo socialismo del siglo XXI ni que muchos asocien el «buen vivir» (supuestamente ancestral) a este modelo de sociedad jerárquico y autoritario pero eficiente. «El modelo de Correa no es el cubano o el venezolano. Admira el modelo de Corea del Sur de gobierno fuerte, autoritario, muy intervencionista en el ámbito económico y con fuerte inversión en el área educativa. Es un regreso al modelo cepalino de políticas de industrialización por sustitución de importaciones y mercadointernistas», escribió recientemente el politólogo de la Flacso-Ecuador Simón Pachano. Y la ex becaria en Seúl y actual funcionaria del gobierno en Quito, Gabriela Jara, afirma que no se pretende copiar el modelo de Corea, pero sí aplicar ciertos tips en nuestra realidad. «¿Por qué no?, es un excelente ejemplo a seguir», dice. Así, el modelo no estaría ni en Caracas ni en La Habana sino en… Seúl. En Bolivia, el gobierno habla de un -quizás ilusorio- salto industrial. Y l diario El Nacional, de la región sureña y gasífera de Tarija, se anima a proponer hace pocos días que » El ejemplo coreano, por lo tanto, es digno de ser analizado y si es posible imitado». El ex ministro de Hidrocarburos de Evo, Andrés Soliz Rada, lo difundió con entusiasmo. En Ecuador, el Secretario Nacional de Planificación, Fander Falconí, dijo hace poco en The Guardian – en obvia referencia a los tigres asiáticos – que «el jaguar ecuatoriano empieza a rugir». Y sin duda, a diferencia de Bolivia, Ecuador apuesta fuerte a la reforma educativa y se ha tomado más en serio el «milagro del río Han», como se conoce al gran salto socioeconómico surcoreano.