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La visita de Putin y las relaciones ruso-israelíes

Fuentes: Stratfor

El presidente ruso Vladimir Putin llegó a Israel el 25 de junio en la que es su primera visita de estado desde que volvió a asumir la presidencia. La visita estaba acordada desde mediados de mayo, por lo que la mayor parte de la agenda del encuentro ya estaba fijada, de acuerdo con los hechos […]

El presidente ruso Vladimir Putin llegó a Israel el 25 de junio en la que es su primera visita de estado desde que volvió a asumir la presidencia. La visita estaba acordada desde mediados de mayo, por lo que la mayor parte de la agenda del encuentro ya estaba fijada, de acuerdo con los hechos de Siria y de Egipto. Lo realmente interesante de Israel y Rusia es que, aunque parece que están operando dentro de las mismas áreas de interés y que sus agendas parecen no estar conectadas, sus intereses no siempre van en direcciones distintas. Es fácil identificar puntos de preocupación mutua; no obstante, es más difícil identificar de qué modo podrían establecer conexión entre sí. Resulta por tanto difícil elucidar la verdadera importancia de esta visita, más allá del hecho de que ha tenido lugar.

Un ejemplo sería Azerbaiyán. Rusia sigue siendo uno de los principales proveedores de armas de Azerbaiyán, pero los israelíes también les están vendiendo grandes cantidades de armas y, por lo visto, también están empleando a ese país como base desde la que observar, y, según algunos rumores, incluso atacar a Irán. Rusia apoya a Armenia, país contra el que Azerbaiyán combatió una guerra entre finales de los ochenta y comienzos de los noventa y con el que técnicamente sigue estando en guerra, por lo que debería oponerse a la acción de Israel, dado que ésta supone una amenaza a Irán, país que Rusia no quiere que sea atacado. Al mismo tiempo, Rusia no se sentiría amenazada por la intervención israelí en Azerbaiyán, y a Israel le importa poco Armenia. Ambos están presentes, los dos están implicados, los dos piensan que Azerbaiyán es importante; los dos países operan a lo largo de líneas que deberían entrar en conflicto; pero no lo harán.

Lo mismo puede decirse respecto del caso más inmediato de Siria, donde el derribo de un avión turco ha dado una dinámica inesperada a esta visita. Para considerar ese asunto, debemos ponderar la estrategia rusa e israelí y su extraña falta de conflicto en torno a Siria.

La necesidad de Rusia de distraer a los EE.UU.

Rusia tiene una compleja red de relaciones en la región, centrada sobre todo en Siria e Irán. El interés de Rusia por ambos países es comprensible. Putin, de quien se dice que considera la disolución dela Unión Soviética una catástrofe geopolítica, ve en los EE.UU. al principal adversario de Rusia. En opinión de Putin, los EE.UU. no sólo aprovecharon la división dela URSS para extenderla OTAN por el interior de la antigua Unión Soviética, en los países del Báltico, sino que también ha intentado rodear y contener a Rusia apoyando a movimientos pro democráticos en la región y empleando dichos movimientos para crear gobiernos pro americanos. Putin se ve a sí mismo protagonizando un duelo con los EE.UU. que está siendo librado por todo el territorio de la antigua Unión Soviética.

Los rusos creen que están ganando esta pugna. A Putin tampoco le interesa demasiado dominar estos países, pues tiene la certeza de que los EE.UU. tampoco los domina. Esto le da a Rusia espacio de maniobra, permitiéndole establecer relaciones políticas y económicas que aseguren los intereses de Rusia. Ésta se ha beneficiado mucho de las guerras estadounidenses en el mundo islámico. No se trata únicamente de que esas guerras ponen a los musulmanes en contra de los estadounidenses, aunque eso también resulta de ayuda; lo que más beneficia a los rusos es que la mayoría de dichas guerras absorben el ancho de banda estratégico de los americanos.

Obviamente, la capacidad militar y de inteligencia estadounidense que podría haber sido dedicada a la misión de apoyar movimientos y regímenes en el «extranjero próximo» de Rusia fue absorbida por los conflictos en el mundo islámico. Pero quizás resulta más importante el hecho de que el ancho de banda estratégico e intelectual de los dirigentes estadounidenses se vieron también distraídos. Después del 11-S, Rusia pasó a ser un interés estratégico secundario. Aunque algunos movimientos que ya estaban antes del 11-S siguieron recibiendo apoyo de los Estados Unidos, esto fue así básicamente por inercia, pues cuando los rusos contuvieron los movimientos de los diversos países, movimientos que a su vez se fueron escindiendo, los EE.UU. no tuvieron recursos con que responder.

Los rusos también ayudaron a los EE.UU., inmovilizados en Afganistán, al facilitarles bases en Asia Central y proporcionarles un corredor por el que reabastecerse. Rusia pudo así crear una nueva realidad, que la convertía, de forma incontestable, en el poder dominante en la región.

Por lo tanto, los rusos valoraban positivamente un posible conflicto en Oriente Medio, pues éste le permitiría a Rusia ser un asunto secundario para la única potencia global. Acabada la guerra de Irak y con la guerra de Afganistán en sus postrimerías, vuelve a presentarse la posibilidad de que los Estados Unidos dispongan de nuevo de los recursos y el ancho de banda para reemprender el duelo por la periferia de los rusos, lo cual no redunda en interés de estos. Por lo tanto, Rusia está interesada en atizar cualquier situación que continúe atrayendo la atención de los EE.UU. hacia el mundo islámico. Y le interesa sobre todo apoyar a Irán y a Siria. Para ser más exactos, Rusia no apoya a dichos países, sino que más bien se opone a cualquier medida que pudiera debilitar a Irán o socavar el gobierno sirio. Bajo el punto de vista ruso, la simple existencia de esos regímenes viene a ser un imán que atrae a la potencia estadounidense.

La posición de Israel con respecto a Siria

Esto nos trae de vuelta a la visita de Putin a Israel. Desde el punto de vista ruso, Siria no es un asunto menor, sino una parte importante de su estrategia. Pero las impresiones de Israel son algo más complejas. Mientras los soviéticos fueron los aliados de los sirios, el régimen del presidente Bashar al Assad representó un peligro importante para Israel. Con la caída dela Unión Soviética, Siria perdió a su mentor, disminuyendo por tanto su importancia como amenaza. Desde entonces, los sirios bajo al Assad tienen dos virtudes desde el punto de vista israelí. La primera sería que son predecibles: sus intereses en el Líbano se basaban en objetivos financieros y políticos a los que los israelíes podían acomodarse. A cambio, los sirios limitaban algunos tipos de operaciones militares que Israel no podía tolerar. Así, los intereses de Siria no incluían buscar conflicto con Israel, de ahí que mantuviera a Hezbollah bajo control hasta que los Estados Unidos les expulsaron del Líbano en 2005.

La segunda ventaja del régimen de Al Assad en lo que respecta a Israel es que no es sunita sino alauita, que es una secta chií. Durante la década de los 2000, Israel y occidente creían que la principal amenaza provenía del mundo sunita. Tanto Al Qaeda como los Hermanos Musulmanes y Hamas son sunitas. Durante la década pasada, a Israel le resultaba preferible tener al norte a un régimen corrupto dirigido por la minoría aluita que un régimen islamista radical representativo de la mayoría de la población. Aunque no estaba seguro de hasta qué extremo podía ser radical, lo cierto es que parecía ver mucho más peligro en el bando sunita que en el chií.

La posición de Israel con respecto al régimen de al Assad ha cambiado durante el último año. Han pasado de abrigar esperanzas de que pudiera sobrevivir, a aceptar que tal cosa no va a poder ser, y por tanto a prepararse para un cambio de régimen. El aspecto clave de estos cálculos era que han reconsiderado qué régimen podría ser más peligroso: con la retirada de los EE.UU. de Irak y con Irán llenando el vacío que deja el primero, Irán se ha convertido para Israel en una amenaza mucho más peligrosa que Hamas y los sunitas. Por lo tanto, Israel desearía ahora un régimen sunita en Siria que ponga freno a las ambiciones iraníes.

En este sentido, los intereses de Israel y los de Rusia continúan divergiendo. Al mismo tiempo, los israelíes son conscientes de que su capacidad de influir en lo que está ocurriendo en Siria es muy escasa: son observadores externos que esperan que las cosas vayan como ellos desearían. El que los israelitas apoyen a una u otra facción en Siria resulta poco relevante: es más, si apoyaran de forma abierta a una facción determinada lo único que conseguirían sería perjudicar a ese bando. Por lo tanto, Siria es una demostración de los límites del poder israelí. Lo que ocurre en Siria tiene mucha importancia, pero Israel carece de poder y de influencia para ejercer impacto alguno sobre la situación.

Coincidencia de Intereses

Los rusos tienen realmente cierto grado de poder e influencia. Las armas que suministran al gobierno sirio pueden ayudar al régimen a sobrevivir. Su capacidad de anular o eludir las sanciones está siendo empleada para ayudar tanto a Irán como a Siria. Rusia no puede imponer una solución, pero está en condiciones de crear una situación que atraería y distraería los recursos de los EE.UU. Al mismo tiempo, también debemos recordar que Rusia tiene sus propios problemas con los islamistas en el Cáucaso norte. Esos grupos son en su mayor parte sunitas, pero existe una amplia variedad de grupos sunitas. Aunque los rusos quieren evitar un grupo radical sunita en Siria, de no poder mantener a al Assad o a su régimen, podrían llegar a aceptar un grupo sunita más moderado.

La visita de Putin pretende poner nerviosos a los EE.UU. e intentar hacer un trabajo de base para un cambio en las relaciones entre Israel y Rusia que podría dar fruto a largo plazo. Los israelíes, por su parte, necesitan algunas cosas de Putin. No pueden controlar el cambio de régimen en Siria, cosa que Rusia, hasta cierto punto, sí que puede hacer. Y aquí es donde los intereses israelíes y rusos coinciden. Israel toleraría la supervivencia del régimen de al Assad en tanto que tal cosa no convierta a Siria en un satélite iraní.

Si el régimen de al Assad sobreviviera, Rusia podría servir de contrapeso a Irán. Por otra parte, si su régimen cayera de todos modos, tanto a Israel como a Rusia les interesaría un régimen sunita moderado. Es aquí donde Rusia puede tomar decisiones, eso sí, dando por sentado de que podría tener poder de influir en el resultado final. A largo plazo, un régimen sunita moderado redundaría en su interés. A corto plazo, Rusia querría una situación que provoque la mayor de las inquietudes a los EE.UU.: que el régimen de al Assad pase a ser un peón iraní, o la instauración de un régimen islamista radical.

Hay un punto en el que todo coincide. Turquía ha decidido, en respuesta al derribo de su avión, convocar una reunión de la OTAN. Turquía no está preparada para intervenir de forma unilateral en Siria, pero tras haber perdido un avión podría solicitar que la OTAN intervenga de algún modo. Turquía se había mostrado hostil a al Assad desde un comienzo, por lo que este suceso le da la oportunidad de invocar a la alianza dentro del marco de la política de defensa común.

Desconocemos cuál será la respuesta de la OTAN, salvo que seguramente la retórica será acalorada y el deseo de entrar en combate será refrenado. Pero ni Rusia ni Israel quedarían decepcionados si la OTAN interviniera. Bajo el punto de vista ruso, una intervención de ésta, en la que participasen grandes contingentes de fuerzas estadounidenses, sería lo mejor que podría pasar, especialmente si la OTAN quedase empantanada, que es lo que suele ocurrir en ese tipo de intervenciones. Desde el punto de vista de los israelíes, conseguir que la OTAN asuma la responsabilidad de la situación en Siria sería, con diferencia, el mejor resultado posible.

Por supuesto, todo esto no estaba sobre la mesa cuando se organizó la reunión entre rusos e israelíes. En aquel momento, la reunión tenía el objetivo de explorar diferencias en torno a cuestiones como Siria. Pero en vista de los últimos hechos, Rusia e Israel están de acuerdo en que una posible intervención de la OTAN, por más improbable que esta sea, les beneficiaría a ambos. Por descontado, ni uno ni otro son miembros de la OTAN, y es improbable que se consiga que ningún país de la OTAN envíe tropas a Siria. Pero lo que posiblemente iba a ser unas conversaciones de escasa utilidad, ahora sí que habrían servido de algo.

A Israel le gustaría que Rusia actuase como un suave contrapeso de los EE.UU., pero sin que esto perturbe sus relaciones con los estadounidenses. Rusia desearía tener opciones adicionales en Oriente Medio, aparte de Irán y de Siria, pero sin ponerse en contra de esos dos estados. Ni una cosa ni otra son probables. Según vamos profundizando en la extraña relación entre esos dos países, cada uno de ellos profundamente implicado en las regiones de interés del otro pero sin llegar nunca a entrar en conflicto, comienza a vislumbrarse una respuesta.

Hay escasos choques entre los intereses de Rusia y los de Israel porque ninguno de los dos países es todo lo poderoso que le gustaría ser en esa región. Rusia tiene algunas opciones pero está muy lejos de lo que había sido durante la Guerra Fría; e Israel tiene escasa capacidad de influir en el resultado final de la situación en Siria o en Egipto.

Aún así, aparentar tener más peso del que realmente tienen redunda en interés de ambos países. Y una visita de estado debería ayudar a conseguir tal propósito.

Fuente: http://www.stratfor.com/weekly/putins-visit-and-israeli-russian-relations?utm_source=freelist-f&utm_medium=email&utm_campaign=20120625&utm_term=gweekly&utm_content=readmore&elq=104e7318b6a245609d42488df1312b40

Artículo traducido del inglés para EurasianHub  por Javier Romero