Entre el 1 y el 5 de octubre, activistas de África, Francia e Italia se reúnen en Lampedusa, en el marco del festival Sabir, para debatir sobre la migración, las políticas neoliberales y el futuro de las personas más jóvenes.
El sonido del helicóptero de vigilancia en Lampedusa forma parte del día a día de la isla. Su población apenas alcanza los 5.000 habitantes, pero es quizá una de las islas más militarizadas del Mediterráneo, ya que su cercanía a África, a la que geográficamente pertenece, la ha convertido en la puerta de entrada a Europa. Su nombre ha quedado unido a la muerte de miles de personas que cada año intentan alcanzar el espacio Schengen huyendo de guerras, persecuciones, miseria o buscando una vida mejor. Hace ahora un año, el pasado 3 de octubre de 2013, 368 personas murieron en un naufragio buscando alcanzar las costas italianas.
Mientras el mundo asistía conmocionado a la desgracia, la Unión Europea hablaba de fallos estructurales y del drama migratorio. Su respuesta, tras lutos, minutos de silencio y declaraciones de apoyo a los familiares, no se hizo esperar: dos meses después, el 2 de diciembre, lanzaron un nuevo sistema de vigilancia fronterizo, el Eurosur, que complementa y garantiza la coordinación de operaciones con el Frontex, otro sistema implementado como parte de la política común europea de fronteras. Millones de recursos destinados a mejorar el control y la vigilancia de la «fortaleza europea» en detrimento de sistemas de salvamento o apoyo humanitario. En lo que va de año, según la Organización Internacional para las Migraciones, más de 3.072 personas han muerto en el mar Mediterráneo, una cifra que se eleva hasta 23.000 desde el año 2000 hasta el 2014 (40.000 en todo el mundo).
Mientras las declaraciones institucionales, los actos simbólicos y los encuentros con los familiares de las víctimas se suceden a lo largo de estos días, diferentes colectivos locales, como Askavusa, denuncian esta puesta en escena como una estrategia más para invisibilizar las responsabilidades políticas de la tragedia y continuar con el proceso de militarización, control y vigilancia de la isla. «El objetivo es convertirnos en punto de control, una plataforma militar, llenarlo de más radares, echar a la población y que nadie viva aquí», explica una de las activistas de este grupo. Desde Askavusa también denuncian el negocio tan lucrativo de la gestión de la migración «como el centro de recepción de migrantes que promueve todo un entramado de ONG y ayuda humanitaria que implica que la población lampedusana no viva de lo que lo ha hecho siempre: la pesca y el turismo».
En el marco de este aniversario hasta el próximo día 5 de octubre, decenas de activistas y miembros de la sociedad civil del norte de África, Francia e Italia se reúnen en Lampedusa bajo el paraguas del festival Sabir para debatir y reflexionar en torno a la migración, las políticas neoliberales y el futuro de las personas más jóvenes. «Pretendemos que este espacio sea un puente hacia el foro social mundial que se celebrará en Túnez en 2015», afirmaba Rafaela Bollini, una de las organizadoras. Los debates giran en torno a una futura unión en el Mediterráno, la necesidad o no de procesos democráticos y el impacto de diferentes políticas europeas neoliberales en la región.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/24123-lampedusa-ano-despues.html