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El impasse Khyber

Las razones de la retirada de Afganistán

Fuentes: CounterPunch

Traducido por Beatriz Morales Bastos

Estamos en el sexto año de la ocupación de Afganistán por Estados Unidos apoyado por la OTAN, una misión conjunta de Estados Unidos y la Unión Europea. El pasado 26 de febrero hubo un intento de asesinato de Dick Cheney por parte de un suicida talibán cuando aquel visitaba la ‘segura’ base aérea estadounidense de Bagram (que antaño fue una igualmente segura base aérea soviética durante un conflicto anterior). Dos soldados y un mercenario (‘contratista’) estadounidenses murieron en el ataque, lo mismo que otras veinte personas que trabajaban en la base. Sólo este episodio debería haber centrado la mente del vice -presidente estadounidense en la magnitud de la debacle afgana. En 2006 aumentó considerablemente el número de víctimas y el ejército de la OTAN perdió cuarenta y seis soldados en enfrentamientos con la resistencia islámica o a causa del derribo de helicópteros.

Ahora los insurgentes controlan al menos veinte distritos las provincias de Kandahar, Helmand, Uruzgan en las que las tropas de la OTAN han reemplazado a los soldados estadounidenses. Y apenas es un secreto que muchos oficiales de aquellas zonas apoyan encubiertamente a los luchadores de la guerrilla. La situación está fuera de control. Al principio de esta guerra tanto Bush como Blair aparecieron en numerosos programas de radio y televisión afirmando que el objetivo de la guerra era liberar a las mujeres afganas. Traten de repetirlo hoy y las mujeres les escupirán a la cara.

¿Quién es responsable de este desastre? ¿Por qué el país continúa sometido? ¿Cuáles son los objetivos estratégicos de Estados Unidos en la zona? ¿Cuál es la función de la OTAN? Y, ¿cuánto tiempo puede permanecer ocupado cualquier país en contra del voluntad de la mayoría de su pueblo?

Pocas lágrimas se derramaron en Afganistán y en otros lugares cuando los talibanes cayeron, las esperanzas creadas por la demagogia occidental no duraron demasiado. Pronto se vio claro que las nuevas elites trasplantadas se quedaban con gran parte de la ayuda extranjera y creaban sus propias redes criminales de intriga y patronazgo. La gente sufría. Una casita de adobe con un techo de paja como vivienda para una familia de refugiados cuesta menos de quinientos dólares. ¿Cuántas se han construido? Prácticamente ninguna. Cada año se informa de cientos de afganos sin hogar que mueren de frío cada invierno.

En vez de ello, empresas de relaciones públicas organizaron a un alto precio y a toda velocidad elecciones y esencialmente a beneficio de la opinión pública occidental. Los resultados no lograron reforzar el apoyo a la OTAN dentro del país. El presidente títere, Hamid Karzai, simbolizó su aislamiento e instinto de auto-conservación negándose a ser protegido por un destacamento de seguridad procedente de su propia base étnica pastún. Quería matones, Terminators al estilo de los marines estadounidenses, y se le concedieron.

¿Afganistán podría haber sido más seguro con una intervención limitada al estilo del Plan Marshall? Por supuesto, es posible que la construcción de escuelas y hospitales gratuitos, casas subvencionadas para los pobres y la reconstrucción de las infraestructuras sociales destruidas tras de la retirada del ejército soviético en 1989 hubiera estabilizado el país. También habría sido necesario que el Estado ayudara a al agricultura y la industria artesanal para reducir la dependencia del cultivo de la amapola. El 90 % de la producción mundial de opio está en Afganistán. Cálculos de Naciones Unidas sugieren que el 52% del producto nacional bruto del empobrecido país depende de la heroína y que el sector de la agricultura del opio continúa creciendo a ritmo acelerado. Todo ello habría requerido un Estado fuerte y un orden mundial diferente. Sólo un utópico ligeramente loco habría esperado que los países de la OTAN, que están privatizando y deregularizando a toda velocidad sus propios países, se embarcaran en progresistas experimentos sociales en el extranjero.

Y así la corrupción de la elite creció como un tumor sin tratar. Los fondos occidentales destinados a ayudar a realizar algo de reconstrucción fueron desviados a la construcción de lujosas mansiones para los dirigentes nativos. En el año 2 de la ocupación hubo un descomunal escándalo inmobiliario. Ministros del gobierno se concedieron a sí mismos y a sus compinches favoritos excelentes propiedades inmobiliarias en Kabul donde el precio del terreno se disparó después de que los ocupantes y sus seguidores sobre el terreno tuvieran que vivir al estilo de lo que se habían acostumbrado. Los colegas de Karzai construyeron sus enormes villas, protegidas por los soldados de la OTAN y completamente a la vista de los pobres.

A esto hay que añadir que el hermano pequeño de Karzai, Ahmad Wali Karzai, se ha convertido en uno de los principales barones de la droga en el país. En un reciente encuentro con el presidente de Pakistán, cuando Karzai se estaba quejando de la falta de eficacia de Pakistán para detener el contrabando entre los dos países fronterizos, el general Musharraf sugirió que quizá Karzai debería dar ejemplo manteniendo controlado a su hermano.

Al tiempo que no mejoraban las condiciones económicas, los ataques militares de la OTAN con mucha frecuencia se dirigían a civiles inocentes, lo que desencadenó violentas protestas anti-estadounidenses en la capital afgana el pasado año. Lo que inicialmente fue visto por algunos afganos como una acción policial necesaria contra al Qaeda tras el 11 de septiembre, una gran mayoría en toda la región lo percibe ahora como una ocupación imperialista con todas las de la ley. Los talibán están creciendo y creando nuevas alianzas no porque sus prácticas sectarias se hayan vuelto populares, sino porque es el único paraguas disponible para la liberación nacional. Como descubrieron por experiencia propia los británicos y rusos en los dos siglos anteriores, a los afganos nunca les ha gustado ser ocupados.

No hay modo alguno de que la OTAN pueda ganar la guerra ahora. Enviar más soldados llevará a más muertes. Y combates a gran escala desestabilizarán el vecino Pakistán. Musharraf ya ha cargado con la culpa de un ataque aéreo a una escuela musulmana en has Pakistán. Murieron docenas de niños y los islamistas de Pakistán organizaron multitudinarias protestas en las calles. Personas cercanas a las autoridades sugieren que de hecho el ataque ‘preventivo’ fue llevado a cabo por aviones de guerra estadounidenses que supuestamente atacaban una base terrorista, pero el gobierno paquistaní consideró que eran mejor asumir la responsabilidad para evitar una explosión de ira anti-estadounidense.

No se puede echar la culpa del fracaso de la OTAN al gobierno paquistaní. En todo caso, la guerra en Afganistán ha creado una situación crítica en las dos provincias paquistaníes. La mayoría pastún siempre ha mantenido estrechos lazos con sus compañeros pastunes en Pakistán. La frontera fue una imposición del Imperio Británico y siempre ha sido porosa. Yo mismo la crucé en 1973 sin problema alguno ataviado con ropas pastunes. Es prácticamente imposible construir una valla tejana o un muro israelí a través de los montañosos y poco definidos 2.500 kilómetros de frontera que separan ambos países. La solución es política, no militar.

Parece que no existen intereses estratégicos de Washington en Afganistán , a menos que necesite el conflicto para castigar a los aliados europeos que lo traicionaron en Iraq. Es cierto, los dirigentes de al Qaeda siguen sueltos, pero su captura será el resultado de un trabajo policial eficaz, no de una guerra de ocupación. ¿Cuál será el resultado de una retirada de la OTAN ? Irán, Pakistán y los Estados de Asia Central serán vitales aquí para garantizar una constitución confederal que respete la diversidad étnica y religiosa. La ocupación de la OTAN no ha facilitado esta tarea. Su fracaso ha reactivado a los talibán y los pastunes se están uniendo cada vez más tras ello.

Aquí, como en Iraq, la lección es básica. Para un cambio de régimen es mucho mejor que venga desde abajo, aunque ello signifique una larga espera como en Sudáfrica, Indonesia o Chile. Las ocupaciones trastocan las posibilidades de cambios orgánicos y crean un desorden mucho mayor que el que existía antes. Afganistán no es más que un ejemplo de ello.

El último libro de Tariq Ali Pirates of the Caribbean: Axis of Hope está publicado en Verso. Se le puede contactar en: [email protected]

Enlace con el original: http://www.counterpunch.org/tariq02272007.html