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Líbano: La no tan simple verdad

Fuentes: Al Ahram Weekly

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

«Sólo la verdad salvará al Líbano», se puede leer en la negra pancarta que cuelga a la entrada de la calle Al-Hamra, situada en la parte antigua del centro de Beirut.

Es una de las muchas que aparecen junto a las imágenes en tamaño natural del anterior primer ministro Rafik Al-Hariri. Todo esto nos habla del punto muerto en que se encuentra la situación política libanesa al conmemorarse el primer aniversario del asesinato de Al-Hariri, un hombre que dominó la escena política a partir del momento en que terminó la guerra en el Líbano.

Aunque la entrada de Al-Hariri en la escena política había tenido lugar en 1989, como arquitecto del acuerdo de Taif, su actuación sirvió como catalizador de un cambio importante y, al parecer de muchos analistas, su muerte volvió a situar el país en la casilla número uno, dejando la suerte del proceso político, y con él la del Líbano, colgando de un hilo que, en función de determinadas conveniencias, se está denominando «la verdad».

El asesinato de Al-Hariri el 14 de febrero de 2005 reorganizó el paisaje político de una forma sin precedentes en el Líbano de la post-guerra. El arco de los otrora enemigos parece conformar el grupo de aliados actuales, mientras que las fuerzas que apoyaban la lucha contra la presencia siria en Líbano -incluido el Movimiento Patriótico Libre de Michel Aoun- son ahora etiquetadas como aliados de Damasco. Mientras tanto, el consenso nacional acerca de Hizbollah como icono de la resistencia y fuerza de liberación ha sufrido erosiones, más perceptibles aún entre las fuerzas que están gobernando el Líbano.

Tras las secuelas inmediatas del asesinato de Al-Hariri, parecieron difuminarse las líneas sectarias por las que se había organizado tradicionalmente la política libanesa. Doce meses más y la polarización política y sectaria han vuelto con nuevos bríos, y nunca se pudo percibir de forma tan clara como durante la conmemoración, el martes de la pasada semana, del aniversario de la muerte del anterior primer ministro del Líbano. Como observó un antiguo miembro de Hizbollah, tanto el líder druso Walid Jumblatt como el líder de las milicias libanesas Samir Gragea adoptaron un lenguaje que recordaba escalofriantemente el período de la guerra civil. Líbano, concluyó, está pasando por su época más difícil desde el final de la guerra.

Hay más gente que se muestra de acuerdo con ese punto de vista. «Se ha convertido en nuestra obsesión y en una cuestión diaria si el Líbano está o no al borde de una guerra civil», escribió el destacado comentarista Saleh Nureddin del diario As-Safir. Nureddin cree que la retirada militar siria es el único desarrollo positivo que se ha producido desde la confusión política que invadió el Líbano tras el asesinato de Al-Hariri. Pero esa retirada, señala, dejaba claro el vacío existente en el corazón de la política libanesa.

Apenas un mes después de la muerte de Al-Hariri, el consenso nacional fraguado a partir del asesinato dio paso a una serie de maniobras políticas. Dos facciones emergieron -el grupo del 14 de marzo, que comprende las fuerzas anti-sirias de Tayyar Al-Mustaqbal, dirigidas por Saad Al-Hariri, que estableció una asociación con Jumblatt y las Milicias Libanesas (Al-Qwat Al-Lebnaniya). Con 72 escaños, es la mayor agrupación del parlamento libanés. Se les opone el grupo del 8 de marzo, comprendido principalmente por el pro-sirio Hizbollah y Amal. Estas dos agrupaciones son las que han venido dictando los debates políticos en el Líbano a lo largo de casi un año, un debate que quizá llegó a su punto culminante el 11 de febrero pasado, con la visión de Michel Aoun, dirigente del Movimiento Patriótico Libre (FPM, en sus siglas en inglés), y Hassan Nasrallah, líder de Hizbollah, firmando un acuerdo de entendimiento.

El resultado del conflicto entre los dos bandos va a determinar la dirección que el Líbano adopte en su fase post-siria, y en el núcleo del debate subyacen dos cuestiones: qué papel se le permitirá jugar al grupo de resistencia armada Hizbollah, y cuál será la relación con Damasco. Todas las demás cuestiones fluyen como afluentes hacia estas dos cuestiones clave.

La ausencia de la escena de Al-Hariri, argumentan muchos, ha golpeado muy duramente a los sunníes del Líbano. Aunque durante los últimos doce meses han estado apareciendo como una especie de jugadores estrella tras los que marchaban los demás, la crisis de liderazgo sin resolver que siguió a la muerte de Al-Hariri está anulando lo conseguido anteriormente.

» Buscar la verdad en la autoría del asesinato de Al-Hariri no constituye un proyecto político tras el que los sunníes puedan agruparse ni crear liderazgo», dijo a Al-Ahram Weekly una fuente cercana a Tayyar Al-Mustaqbal.

» Los sunníes están adoptando el proyecto político que los cristianos libaneses llevan predicando desde hace tiempo,» señaló un comentarista político. «Son ahora los campeones por excelencia del nacionalismo político, y eso se produce a expensas de su filiación árabe».

En la esfera privada, los comentaristas cristianos no ocultan su decepción por la forma en la que los cristianos libaneses se han convertido en los socios menores en el poder. Y los políticos parecen estar de acuerdo. «Los cristianos libaneses han sido anteriormente o socios claves o catalizadores de los cambios, pero en la actualidad las fuerzas cristianas están siendo utilizadas como fachada para un consenso inventado sobre el proyecto político», dijo Jubran Basil del FPM a Weekly. Acusó a la alianza Hariri-Jumblatt de proseguir una guerra contra lo que describe como la fuerza más representativa de la calle cristiana. «Cuando el General Aoun volvió al Líbano trabajaron duro para aislarle y marginarle del FPM.»

El descontento por la forma en que el grupo del 14 de marzo ha estado dirigiendo el proceso político se extiende hasta grandes segmentos de la calle sunní, particularmente fuera de Beirut, en Trípoli, Akar y Al-Deniya.

La prensa libanesa está inundada de informes acerca de las actividades de los grupos salafistas y yihadistas. «Saad Al-Hariri ha perdido el control sobre la calle sunní«, exclamaba el titular del periódico Al-Dyar un día después de las manifestaciones contra las viñetas danesas que representaban al profeta Mohamad y que terminó con la rotura de cristales de las iglesias del distrito de dominio cristiano de Ashrafiya en Beirut.

» No sabemos mucho sobre quiénes son o cuántos miembros tienen… lo que sabemos es que estos grupos se han ganado la antipatía por la falta de habilidad de liderazgo de Al-Hariri [hijo] y su incapacidad para cooptar a los elementos radicales en la comunidad,» escribió Joseph Smaha, editor de As-Safir. Al-Hariri, argumentan muchos, ha derrochado el capital político que había conseguido acumular tras la muerte de su padre y la alianza con Jumblatt y Geagea sólo está sirviendo para perjudicar su causa.

Qué dirección tomará a partir de ahora el proceso político en Líbano va a depender en gran parte de cómo se aborde la cuestión sensible de Hizbollah. Muchos libaneses creen que el grupo de la resistencia debería seguir armado a fin de garantizar la seguridad contra las violaciones israelíes y se sienten alarmados por las insinuaciones de Jumblatt-Geagea contra Hizbollah. Y los resultados de la investigación internacional sobre la muerte de Al-Hariri serán también un factor fundamental a la hora de redefinir las tensas relaciones con Siria, especialmente cuando los esfuerzos árabes de mediación han sido cortados de raíz por aquellos que temen que cualquier iniciativa árabe abra la puerta trasera para el retorno de Siria al Líbano.

Texto original:

www.weekly.ahram.org.eg/2006/782/fr1.htm