33 serán los Jefes de de Estado y de Gobierno que deberán reunirse en Lima en abril, con motivo de la VIII Cumbre de las Américas. De ellos, 12 constituyen lo que se ha dado en llamar «el grupo de Lima», formado a iniciativa del mandatario peruano, Pedro Pablo Kuczynski; y cuyo propósito, declarado desde […]
33 serán los Jefes de de Estado y de Gobierno que deberán reunirse en Lima en abril, con motivo de la VIII Cumbre de las Américas. De ellos, 12 constituyen lo que se ha dado en llamar «el grupo de Lima», formado a iniciativa del mandatario peruano, Pedro Pablo Kuczynski; y cuyo propósito, declarado desde un inicio. Fue plegarse al carro yanqui en la ofensiva contra la Venezuela Bolivariana.
Este «grupo» se ha reunido varias veces, y en todas ellas ha abordado su agenda monotemática: cómo atacar a la administración de Caracas sirviendo a los dictados de la Casa Blanca. La palabra de Donald Trump alentando esas iniciativas, sonó fuerte desde un inicio, aunque no dejó de registrar agresivas expresiones contra algunos países, entre ellos, el nuestro.
El mandatario yanqui, en efecto, dijo no hace mucho que el Perú recibía «ayuda norteamericana», pero que a cambio de ella le enviaba droga, vale decir, Cocaína. Se cuidó, por cierto, de admitir una verdad monda y lironda, es que Estados Unidos es el país que más consume esa droga en el mundo y que, en el marco del «libre mercado» los exportadores peruanos del sector encontraban en la patria de Jorge Washington sus mejores clientes.
Es bueno recordar que a mediados del 2016, cuando aun no se habían producido las elecciones en los Estados Unidos de Norteamérica, PPK, ya ungido Presidente Peruano, abogaba por Hillary Clinnton, asegurando que la elección de Donald Trump «acarrearía enormes peligros» para nuestra región. Hay que admitir que , en eso, tenía razón.
Esos peligros están en marcha, solo que PPK se sumó a ellos desde que el Republicano asumió su cargo el 20 de enero del 17. Y se concentraron en la Patria de Bolívar, considerándola punto de inicio para una ofensiva generalizada cuyo blanco mayor es Nuestra América con sus ingentes recursos petroleros, gasíferos, mineros, y acuíferos, a más de su grandiosa bio-diversidad.
Es claro que la política del señor Trump no tiene sólo un tinte «personal». Lo personal, es su estilo. Pero la esencia de ella responde a los intereses de los grandes monopolios y de las corporaciones multinacionales, empeñadas en apoderarse del mundo a cualquier precio Para ellas, la guerra es apenas una contingencia del proceso histórico, consustancial a la naturaleza humana y que, si bien genera muerte y destrucción, eso debe considerarse apenas «daños colaterales». Lo importante, será siempre el rédito financiero que de ella se derive.
Trump estuvo un tiempo entretenido en Irak, y luego se metió en una violenta «guerra verbal» contra la administración de Pyong Yang. Pero los propios coreanos -del norte y del sur- le pusieron un «paralé». Unos, defendiendo su soberanía como Estado Socialista; y los otros su subsistencia física habida cuenta que asomaban ofertados como carne de cañón por el Imperio, apenas volaran misiles por los cielos del sudeste asiático.
De ese modo, el Donald de la historieta de hoy salió pitando de la zona y buscó nuevos rivales. Nicolás Maduro, fue el elegido. Y la campaña contra él alcanzó los más altos decibeles que se conocen en nuestro tiempo. Lo acusan de todo. Lo califican de dictador, aseguran que tiene «manchadas las manos de sangre», que es un asesino, y un ladrón; que «roba a manos llenas» y que «mata de hambre a su pueblo».
La «prensa grande» y los áulicos del Imperio -desde Aldo M. hasta «Beto» Ortiz, pasando por todas las damiselas de la tele -que no saben de la misa a la media acerca de lo que ocurre en el mundo- llenan de improperios al Jefe de Estado Venezolano que está impulsando -al lado de su pueblo- un proceso profundo de cambios sociales –la Revolución Bolivariana– que se propone asegurar nuevos niveles de justicia y otra distribución de la riqueza en ese país de nuestro continente.
Hay que tener un poco de sentido común para entender realmente las cosas. Lo que hoy dice la clase dominante contra Maduro, Correa, Evo, Ortega o Lula; es básicamente lo mismo que dijo la clase dominante contra Túpac Amaru y Túpac Katari en el siglo XVIII. Lo mismo que dijo la clase dominante en el siglo XIX contra don José de San Martin y Belgrano; contra Antonio José de Sucre y Simón Bolívar. Lo mismo que dijo la clase dominante en el siglo XX contra Sandino, Farabundo Martí, Fidel Castro o Ernesto Guevara.
Es, vale decir, un conjunto irrepetible de infundios canallescos que se orientan apenas a encubrir la política de crimen y rapiña que alientan y promueven los explotadores en todo el continente. De eso, los peruanos tenemos ejemplos en abundancia.
Miremos simplemente nuestro escenario. ¿Alguien en su sano juicio puede creer que Alan García, Keiko Fujimori o PPK son gente honrada? ¿Alguien se atrevería a afirmar que García no tiene las manos «manchadas de sangre» luego de los sucesos de «El Frontón», «Los Molinos» y otros crímenes? ¿Qué Alberto Fujimori y los suyos son «inocentes» luego del exterminio y el saqueo que consumaron contra el Perú en décadas pasadas? ¿Qué PPK es un Santo Varón, ajeno a turbios manejos financieros a costa del Estado? ¿Tienen ellos autoridad moral para denigrar al Jefe de Estado de un país hermano, cuya realidad desconocen, pero enlodan al dictado del Imperio?
Las matemáticas que usan los Mandatarios de algunos países, son curiosas. 12 resuelven decidir sobre la voluntad de 33. Como para esos 12, el Presidente Maduro no es «bienvenido», tampoco debe serlo para los 33 que se reunirán en abril. Ya ellos decidieron eso, en nombre de la «democracia», y su «acuerdo» debe ser acatado por todos, incluso el «acusado», al que PPK invitó con palabras laudatorias y zalameras , -y hasta melosas- hace apenas unas semanas.
Para ser consecuentes, esos 12 debieran acordar ya que el señor Trump será ungido como el «Visitante Ilustre» en la Cumbre, y que sus instrucciones serán acatadas sin dudas ni murmuraciones; que los 33 deberán arrodillarse a su paso y rendirle los honores y pleitesías que su alta investidura «se merece». Por añadidura, los 12 habrán de decretar que sus decisiones serán cumplidas por los 33, que estarán, apenas, pintados en la pared.
Y es que a «los 12», les importa una higa lo que piensen los otros mandatarios, por más que sean Presidentes como ellos, o Jefes de Estado o de Gobierno, por más que tengan también voz en las deliberaciones, y voto en las resoluciones. A los 12, lo que les importa, es la voluntad de los 12. Y es que esa «voluntad» deriva de una orden: la que trajo el Secretario de Estado Yanqui Rex Tillerson. El fue el trasmisor de las instrucciones de Trump. Los 12, los acatadores de la orden.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera.
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