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Los griegos y la Unión Europea

Fuentes: Rebelión

Por principio y a pesar de todo, soy de los que se alegró con el triunfo de Syriza en Grecia, porque tras tantos años de infamia y desesperación, los pueblos tienen derecho a la esperanza, a creer que más allá de la imposición de políticas austericidas dictadas por los banqueros y grandes empresarios europeos, se […]

Por principio y a pesar de todo, soy de los que se alegró con el triunfo de Syriza en Grecia, porque tras tantos años de infamia y desesperación, los pueblos tienen derecho a la esperanza, a creer que más allá de la imposición de políticas austericidas dictadas por los banqueros y grandes empresarios europeos, se puede y se debe hacer una política de, por y para las grandes mayorías populares. No obstante y, por el momento, parece ser que el de Syriza no pasará de ser eso, nada más que una pálida esperanza. Hay razones políticas y económicas de fondo que explican la inviabilidad de lo planteado por la «izquierda radical» griega y quienes siguen su estela en el sur de Europa.

La Unión de Banqueros Europeos

Partamos por desmontar el mito de que la Unión Europea es un proyecto de integración democrático y en el que los países miembros tiene igualdad de oportunidades. La realidad es que este proyecto está construido desde el poder financiero que controla las instituciones europeas relevantes y con una lógica clara de centro y periferia donde lo que allí se decide está en función de los intereses de la banca, fundamentalmente la de Alemania, y donde los platos rotos los pagan los pueblos, fundamentalmente los del sur de Europa. No es casual que quienes dirigen sus organismos reales de toma de decisiones, el Banco Central Europeo o la Comisión Europea no sena producto de elecciones democráticas sino de complejos pactos entre los lobbys económicos y políticos. Por otra parte, el único órgano de representación directa de la ciudadanía, es el parlamento europeo, que no deje de ser una institución de maquillaje democrático sin peso real en lo que se cocina en el viejo continente.

Si entendemos que la política económica de los países se basa en dos herramientas fundamentales, la política monetaria y la política fiscal, esto nos permite comprender el rol fundamental del Banco Central Europeo, constituido como un organismo de presión de los banqueros europeos, que controla toda la política monetaria de la zona euro, lo cual, en los hechos es una cesión de soberanía sobre la decisión de los países sobre la mitad de sus posibilidades de maniobra económica ya que al no poder emitir moneda, renuncian a buena parte de su autonomía para financiarse. Si a esto le sumamos que la política fiscal referida a impuestos y el control del déficit público son también «pactados» y controlados por los comisarios europeos y la «Troika», podemos decir que a los países europeos los gobierna la banca y que los presidentes de gobierno básicamente trabajan para ellos.

En este sentido, la gestión que, desde Europa se ha hecho de la crisis, está orientada claramente a proteger los intereses de la banca y la gran industria, dejando como única variable de ajuste económico a los gobiernos, el recorte en el gasto y fundamentalmente en servicios sociales y reestructuración a la baja de los derechos laborales.

La apuesta de Syriza y sus emuladores

El discurso con que Syriza gana las elecciones está muy lejos de sus planteamientos iniciales y puede resumirse en la intención de poner las necesidades sociales y la recuperación del maltrecho estado del bienestar, por encima del pago de la millonaria deuda que Grecia ha sido obligada a adquirir en beneficio de la banca alemana.

En este sentido Tsipras, y su ministro Varoufakis, se han plantado ante Europa con la tesis de que quieren seguir siendo parte de la Unión Europea pero, manteniendo al menos cierta autonomía para priorizar el paliar la crisis humanitaria provocada por los salvajes recortes que se le han impuesto a Grecia, antes que pagar la deuda. La ingenuidad de la propuesta pasa por considerar que existe una Europa política que controla la economía y no, como es en realidad una construcción económica de los capitales financieros que tiene una fachada política, algo así como un lobo banquero recubierto con una piel de oveja de intenciones políticas y sociales.

El NO rotundo con que los dueños de Europa han respondido a Grecia, y el humillante acuerdo que le han obligado a firmar en el que se compromete a cumplir los plazos de pago de deuda, a no revertir las privatizaciones, a controlar el déficit fiscal y reformar el sistema impositivo, constituyen una camisa de fuerza, a todas luces incompatible con las promesas electorales de Tsipras, con su plan contra la crisis humanitaria y que inviavilizan un cambio real en la política griega, de hecho ya ha renunciado a subir el salario mínimo como había prometido. En síntesis, lo que Europa le ha recordado a los griegos es quien manda realmente y que pueden cambiar de gobierno todo lo que quieran porque el centro de poder y decisión no está allí.

 

La Unión Europea no va a cambiar

Conviene comenzar a asumir la realidad y es que, en esta etapa de acumulación del sistema capitalista, el mundo no va a retroceder, los capitales han tomado la decisión firme de desmantelar el precario «estado de bienestar» del sur de Europa y no piensan hacer concesiones porque pondría en riesgo la lógica estructural de la construcción europea que antes hemos descrito.

Desde este punto de vista quienes no estamos dispuestos a aceptar con resignación el triunfo de los poderosos, debemos quitarnos la venda de los ojos y sustituir la demagogia de querer mostrar una Europa social y política que no existe por una pedagogía revolucionaria real que pasa por explicarle a la clase trabajadora que no habrá salida y mejora de sus condiciones de vida en tanto no sea ella misma quien tenga control sobre la política fiscal y monetaria, recuperando la soberanía económica perdida y esta solamente es posible saliendo de la Unión Europea y abandonando la moneda única, propuesta que choca con el miedo de la mayoría y no gana votos pero si conciencias. Asimismo esta soberanía económica solamente será posible si se complementa con la soberanía política que pasa también por romper con la organización terrorista más grande del mundo llamada Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Finalmente conviene recordar que en un mundo donde el poder político esta sujeto al poder económico, solamente cuando las clases populares se atrevan a cuestionar y disputar el control de los medios de producción podremos hablar de cambios reales, el resto son ilusiones y buenas intenciones, de esas con las que está empedrado el camino al infierno.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.