Uno de los mayores mitos que se reproduce en los establishments económicos y políticos europeos es que las políticas de austeridad promovidas en la Unión Europea por el gobierno alemán son consecuencia del temor que este país, Alemania, tiene al peligro de la inflación, pues se asume (erróneamente) que fue la inflación la que causó […]
Uno de los mayores mitos que se reproduce en los establishments económicos y políticos europeos es que las políticas de austeridad promovidas en la Unión Europea por el gobierno alemán son consecuencia del temor que este país, Alemania, tiene al peligro de la inflación, pues se asume (erróneamente) que fue la inflación la que causó el surgimiento del nazismo en Alemania y la victoria de Hitler en aquel país. De ahí la necesidad de llevar a cabo las políticas de austeridad (con los recortes del gasto público, incluyendo el social, y la bajada de salarios que caracteriza tales políticas).
Esta explicación de lo que está ocurriendo en Europa ha alcanzado la categoría de dogma, de manera que cuando se explica el porqué el Banco Central Europeo tiene como objetivo principal (en realidad, el único) el control de la inflación, la respuesta estándar es que esta fue una condición que puso el gobierno alemán y su Banco Central, el Bundesbank, para que se estableciera el Banco Central Europeo, y ello como resultado del temor del gobierno alemán a que la sustitución del marco por el euro pudiera disparar la inflación.
Este mito, sin embargo, es fácil de mostrar que no se corresponde con lo ocurrido en Alemania. El historiador económico Frederick Taylor, en un interesante artículo «The German trauma», publicado en New Statesman (05.09.13), cuestiona esta interpretación, aportando datos que señalan el error de dicho supuesto. Muestra, en primer lugar, que la inflación no estaba limitada a Alemania, pues otros países, como Austria, Hungría, Rusia y Polonia, habían tenido también una elevada inflación, sin que hubiera dado pie al surgimiento del nazismo. Y en otros momentos, Grecia, Italia y Francia habían tenido también niveles de elevada inflación sin que apareciera un Hitler en su vida política. La inflación, pues, no fue la causa del nazismo.
En realidad, si miramos la evolución económica, relacionándola con la política, vemos que Hitler salió elegido en 1933. Y lo que caracterizó el periodo pre 1933 no fue una elevada inflación, sino una enorme depresión económica, acompañada y causada, en parte, por las enormes políticas de austeridad que se estaban imponiendo y que crearon una enorme destrucción de puestos de trabajo (seis millones) y una gran insatisfacción y enfado popular con el establishment político del país, algo semejante a lo que está ocurriendo ahora en la periferia de la Unión Europea. Y en esta depresión, como acentuaba Taylor, había deflación, lo contrario a la inflación.
Esta enorme austeridad estaba siendo impuesta por el establishment económico y financiero alemán (que Taylor define como la upper class de Alemania). Esta austeridad se consideraba necesaria para pagar los enormes costes de las reparaciones que los aliados habían impuesto a la Alemania perdedora de la I Guerra Mundial (y cuya severidad había sido denunciada por Keynes en su libro The Economic Consequences of the Peace, escrito en 1919). Y también tenía por objetivo controlar el peligro de inflación, consecuencia de la elevada deuda pública y el gran déficit público (resultado del pago de las reparaciones). Dicha austeridad fue exitosa en reducir la inflación (reducción que benefició a la upper class), pero dañó en gran manera a las clases populares. De ahí surgió el nazismo, basado en el enfado popular, y ayudado por las profundas divisiones de las izquierdas.
Es interesante señalar las semejanzas con los periodos actuales. Estamos viendo un rechazo de las clases populares hacia esta Europa que no consideran, con razón, su Europa. Y este rechazo incluye a los partidos gobernantes o ex gobernantes de izquierda, que han contribuido a esta austeridad. De ahí el surgimiento del fascismo de base popular a lo largo de Europa, realidad que el establishment europeo (incluyendo sus izquierdas gobernantes) ha facilitado que aparezca, y que ahora no entiende. Las lecciones de los años treinta explican que después de la II Guerra Mundial, los aliados actuaron de una manera distinta a lo ocurrido después de la I Guerra Mundial, perdonándose la mitad de la deuda que Alemania tenía con los aliados, hecho que la Alemania actual, beneficiaria de aquella medida de los aliados, se opone a aceptar para aquellos países, como los países periféricos, que han adquirido enormes deudas con el Estado alemán y con los bancos alemanes, resultado de las políticas de austeridad que han estado imponiendo. Esta es la situación que está llevando a la aparición del fascismo popular en Europa.
Fuente: http://www.elplural.com/2013/10/14/los-origenes-del-fascismo-en-europa/