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Activistas denuncian una alimentación y atención médica muy deficientes en el campo de refugiados griego

«Los refugiados se quejan de la situación inhumana que se vive en Ritsona»

Fuentes: Rebelión

En la antigua base aérea de Evia, a unos cien kilómetros de Atenas, se halla el campo de refugiados de Ritsona, en el que viven 750 personas procedentes de Siria, Irak y Afganistán, de las que cerca del 30% son menores y una treintena, niños y niñas no acompañados. ¿Cómo es el día a día […]

En la antigua base aérea de Evia, a unos cien kilómetros de Atenas, se halla el campo de refugiados de Ritsona, en el que viven 750 personas procedentes de Siria, Irak y Afganistán, de las que cerca del 30% son menores y una treintena, niños y niñas no acompañados. ¿Cómo es el día a día en la lucha por la supervivencia de las personas refugiadas, en este campamento organizado en medio de una zona arbolada? Constituido en marzo de 2016, al principio contaba con tiendas de campaña, que se sustituyeron por unas estructuras metálicas de tamaño reducido, y que operaban a modo de vivienda. Aunque poco a poco estas «casetas» se fueron ampliando con tiendas de campaña anexas.

Los cambios dan cuenta de la evolución de este campamento administrado por el ejército que, en un comienzo, se pensó para la estancia temporal; pero lleva camino de convertirse en permanente. Activa en Murcia y Zaragoza, la Asociación de Amigos de Ritsona informa de la presencia en el campo de bebés, mujeres embarazadas, enfermos crónicos, personas discapacitadas y ancianas. «Los refugiados se quejan de las condiciones inhumanas en que allí se vive», destacan los activistas. «Nosotros a esto lo llamamos un ‘campo de concentración'».

La asociación ha estado presente en cuatro ocasiones durante el último año en este campo emplazado a 17 kilómetros del municipio costero de Chalkida, en el sur del país. De la última estancia, volvieron el pasado 12 de agosto. Han podido entrar y salir sin problemas, para entablar relación con las personas refugiadas; algo que no pudieron hacer en el campo de refugiados de Skaramagas, a diez kilómetros de Atenas y también gestionado por militares. «Intentamos entrar este verano tres veces y no nos dejaron», afirma el sacerdote Joaquín Sánchez, miembro de la Asociación de Amigos de Ritsona. En la página Web el colectivo informa de las deficiencias del campamento de Ritsona, sobre todo respecto a la atención médica; en cuanto al suministro de electricidad y agua corriente, en ocasiones se interrumpe o es objeto de «cortes»; tampoco funcionan las lavadoras y se hallan aislados, «en una zona sin transporte público en los alrededores».

«Hemos visto mucha desesperanza», resalta Sánchez, ya que saben que Europa no está cumpliendo con los «cupos» de acogida. Por ejemplo el estado español, que a falta de un mes para que termine el plazo para la acogida de 17.373 refugiados comprometidos con la UE, sólo habían llegado a mediados de agosto 1.724 (el 10%), según informó la Agencia Efe. Es decir, para cumplir con los compromisos, España tendría que acoger antes del 26 de septiembre a una media de 390 personas al día. Frente a la inacción del Reino de España, 150 organizaciones sociales han impulsado la campaña «Venid Ya». En Ritsona, subraya el cura murciano, «se debaten entre quedarse en Grecia y el peligro de la deportación a Turquía; ante esta disyuntiva, prefieren volver a Siria o a un país que no esté inmerso en una guerra; sienten que Europa se ha olvidado de ellos».

Muchos de las personas con los que contactó la Asociación de Amigos de Ritsona llegaron huyendo de la guerra de Siria, que a lo largo de seis años ha provocado centenares de miles de muertos y cinco millones de refugiados. Casi todos los que conocieron en el campamento provenían de Alepo, la mayor ciudad del país, donde el ejército sirio y sus aliados se enfrentaron a los grupos llamados «rebeldes» entre el verano de 2012 y finales de 2016. Ayer el ejército ruso informó de que la provincia de Alepo ha sido «liberada completamente de los terroristas del Estado Islámico». Uno de los huidos de Alepo con los que conversó Joaquín Sánchez acreditó que tenía un hermano en Francia, «sin embargo ACNUR le dijo que su destino era Bélgica; o de lo contrario, tendría que quedarse en Grecia». En Ritsona malviven familias enteras, con una media de entre cuatro y seis hijos por núcleo familiar; algunos de ellos han nacido en el campo de refugiados. «Han escapado del Daesh y de los bombardeos internacionales», subraya el sacerdote. De hecho, han visto cómo los terroristas cortaban cabezas y cuellos para jugar al fútbol con ellas. Por eso manifiestan un dolor enorme cuando se les asocia al Daesh. «Nosotros les decimos que esas palabras las pronuncian los gobiernos con el ánimo de confundir», afirma el religioso.

Los activistas denuncian que la Cruz Roja permanece en el campamento desde las 9,00 hasta las 17,00 horas, ya que el gobierno griego no les permite estar más tiempo. Mencionan el ejemplo de una mujer que dio a luz a las doce de la madrugada en el campo de Ritsona, y la ambulancia no llegó hasta las 9,00 horas. En este caso y otras urgencias, los refugiados han de esperar a que algún voluntario de las ONG les traslade al hospital de Chalkida. La página Web de la asociación informa también de la comida «escasa» y de «mala calidad» que proporciona el ejército griego, «lo que ha provocado algunos casos de intoxicaciones alimentarias».

Además se han producido recortes en el suministro, critica Joaquín Sánchez, lo que se apreciaba en la fisonomía de las personas refugiadas; a medida que pasaban los días «mirabas, y te dabas cuenta de que los críos estaban más delgados». Cuando los miembros del colectivo pudieron observar las vituallas distribuidas, se trataba de «una especie de líquido con algo de arroz, que ni siquiera se sabía muy bien qué era». Con otras ONG compraron zumos, harina para que los refugiados elaboraran pan y -en colaboración con iniciativas como «Café Rits»- ayudaron al reparto de alimentos básicos (arroz, azúcar, té o patatas). «Al final las organizaciones sociales hemos de compensar los déficit terribles en la alimentación», concluye Sánchez.

Además, la población adulta no se enfrenta a demasiados quehaceres en el día a día del campamento. El sacerdote traslada, en conversación telefónica, esta sensación de hastío en forma de parábola: «Cada día que amanece, su corazón muere un poco más». Muchos de los refugiados que conocieron trabajaban, en Siria, en el mármol y la piedra. Algunos contaban con una importante cualificación profesional, como un nacional del Kurdistán iraquí, ingeniero de caminos, que en las conversaciones trataba de agricultura y la cuestión de los viñedos. Pretendía alcanzar territorio alemán, y por eso se afanaba en estudiar la lengua germana. Los activistas tienen claro que la situación en Ritsona, que califican de «inhumana», no es casual, sino que revela el «mensaje» que pretende trasladar la UE; primero, que las frontera se hallas cerrada; además, los que alcancen el viejo continente se encontrarán con «campos de concentración»; en conclusión, mejor que los refugiados no arriesguen su vida en el Mediterráneo, sino que busquen puerto seguro en Siria u otro país, pero no en Europa.

Ante tal panorama, cuando se les pregunta quedan pocas opciones más que someterse a las mafias. «Te dicen que ésta es la única esperanza». Afirman que la falsificación de un pasaporte puede costar entre 2.500 y 3.000 euros. Hace pocas fechas, un refugiado sirio de Ritsona que se dirigía a Francia con pasaporte irregular, resultó descubierto en el aeropuerto de Atenas y «devuelto» al campamento. «Aquel que se niegue a quedarse en Grecia pasa a convertirse en un ‘ilegal'», denuncia Joaquín Sánchez. ¿Qué destino supone actualmente el país heleno para las personas refugiadas? Las llegadas han disminuido. De los 120.137 inmigrantes y refugiados que entraron en Europa por mar entre enero y el 20 de agosto de 2017, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), 13.320 llegaron a Grecia; sin embargo, en el mismo periodo de 2016 alcanzaron territorio griego 162.000 personas. ACNUR advirtió de que al convertirse Grecia en una «opción menos atractiva» para migrantes y refugiados, la alternativa eran rutas «más peligrosas y mortíferas».

Además del campamento de Ritsona, los defensores de derechos humanos visitaron Atenas durante la primera semana de agosto. Les acompañó, durante una parte del recorrido, una voluntaria de la ONG local, Khora. «Vimos la realidad de numerosas familias enteras de refugiados, jóvenes y menores no acompañados, que permanecían abandonadas en la calle»; además, «no tenían para comer ni dónde dormir». Al pasar varios meses en esta situación, se convierten en carne de cañón para las mafias, la prostitución y los robos; también de posibles secuestros y violaciones por parte de «bandas», ya que actualmente «Atenas es una jungla», subraya el sacerdote y activista contra los desahucios. A ello se agregan las «batidas» de refugiados que promueven grupos neonazis en la ciudad. Han visto como personas refugiadas se cobijan por la noche en los soportales atenienses, con el fin de protegerse. Además, en los jardines de la Plaza de la Victoria de Atenas han comprobado los riesgos de la pederastia. «Temo que, con el tiempo, se conviertan en lobos entre ellos; y que si una mano amiga se les acerca, terminen por morderla, ya que no sabrán diferenciarlas», concluye el religioso.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.