El sandinismo ha sido uno de los ejes de la política y social nicaragüense del último medio siglo. A día de hoy, con sus variados rostros, sigue siendo una referencia identitaria fundamental de diversos partidos, tanto dentro del Gobierno como en la oposición. Hablar del sandinismo hoy en día exige abordarlo en plural, ya que […]
El sandinismo ha sido uno de los ejes de la política y social nicaragüense del último medio siglo. A día de hoy, con sus variados rostros, sigue siendo una referencia identitaria fundamental de diversos partidos, tanto dentro del Gobierno como en la oposición. Hablar del sandinismo hoy en día exige abordarlo en plural, ya que son diversos los rostros que componen y se disputan la hegemonía de esta identidad política nicaragüense.
Las identidades políticas no son estáticas, aunque a veces queramos congelar un momento de la historia y soñar que es posible un retorno a un pasado mejor. La deriva del sandinismo oficial -y de otros sectores disidentes- hacia posiciones bastante alejadas del proyecto revolucionario de las décadas de los años 70 y 80 es un ejemplo paradigmático de esto.
Hablar del sandinismo hoy en día exige abordarlo en plural, ya que son diversos los rostros que componen y se disputan la hegemonía de esta identidad política nicaragüense. La coordinación de tendencias al interior del FSLN durante la guerra antidictatorial de los 70 dio paso, tras la derrota electoral en 1990, al surgimiento de grupos disidentes al Frente oficial, donde destacan el MRS por una parte y el Rescate del Sandinismo por otra. A esto habría que agregar un número indeterminado de militantes históricos de base, que nunca abandonaron la disciplina del FSLN, pero que se muestran sumamente críticos con la dirección actual.
De cualquier manera, lo que resulta indudable es que uno de los mayores logros del sandinismo (en toda su diversidad) ha sido configurarse como una de las grandes identidades políticas de la historia contemporánea nicaragüense. El último medio siglo no se puede entender sin su presencia, la cual ha sido políticamente hegemónica en importantes periodos (fines de los 70, la década del 80 y la actualidad). El sandinismo permitió la ruptura con el pensamiento oligárquico (conservador o liberal) y la instauración de una identidad de corte popular y antiimperialista. Lo relevante, a día de hoy, es que el sandinismo sigue siendo la referencia identitaria fundamental de diversos partidos -en el Gobierno y en la oposición- que aglutinan a una mayoría social. La disputa central se da en torno a la lucha por la apropiación simbólica de la «verdadera» identidad sandinista.
El sandinismo hegemónico: el FSLN
La lucha por la apropiación simbólica se percibe con gran nitidez en la categorización del «otro». Desde fuera del FSLN, al actual proyecto de gobierno se le define como «danielismo», dando a entender el carácter personalista del actual Ejecutivo. En gran medida, es acertada esta identificación, teniendo en cuenta el proceso de concentración de poder que se ha dado en la figura de Daniel Ortega. La fuga o el desplazamiento de líderes históricos ha sido una constante en el FSLN. Tras la muerte en 2012 de Tomás Borge, uno de los comandantes fieles a Daniel y la ubicación en cargos alejados del núcleo central de poder de figuras como el excomandante Omar Cabezas (actual procurador de Derechos Humanos), esta tendencia se ha acentuado. Los murales políticos de la actualidad simbolizan esta idea, ya que la imagen de Daniel aparece como continuación de la de Sandino y la de Carlos Fonseca.
Si el «danielismo» pretende representar el liderazgo histórico y posibilita el vínculo geopolítico con los gobiernos de izquierda latinoamericanos, el «orteguismo» aparece como otro de los eslabones de la estructura de poder del FSLN, pero en su vertiente empresarial. Los hijos de Daniel Ortega son identificados como un grupo de poder económico en Nicaragua por su presencia en diversos negocios, fundamentalmente en el ámbito comunicacional (radio y televisión), además de otros sectores como el energético, turístico, agropecuario y financiero.
La otra figura clave de la elite de poder del FSLN es Rosario Murillo, esposa de Daniel, que controla de manera exhaustiva la agenda social y comunicacional del Ejecutivo. Se le considera la artífice del cambio de imagen del sandinismo y quien define el diseño de las campañas de publicidad gubernamental.
La sustitución de los míticos colores «rojinegro» (herencia e influencia libertaria de Augusto César Sandino), marca de la revolución popular y antiimperialista, por los tonos rosa y amarillo, expresión del espíritu de «reconciliación y paz» que pretende capitalizar el Frente, es el ejemplo más simbólico.
A su vez, la Challo, como popularmente se le conoce en el país, es quien ha dotado de un carácter extremadamente religioso al discurso gubernamental, ejerciendo ella misma como vocera oficial. Se le considera también responsable directa del alejamiento de la cúpula del poder de la vieja guardia, como algunos veteranos cuadros políticos y excombatientes nos manifestaron.
Las nuevas señas de identidad
El citado cambio de imagen no es una cuestión puramente estética, sino más bien un espejo de la nueva orientación del FSLN. En el lema oficial de Gobierno, «Nicaragua cristiana, socialista y solidaria», no es casualidad que «cristiana» aparezca en primer lugar. Se ha producido un proceso de «conversión» en el FSLN, pasando de la influencia del catolicismo más progresista identificado con la Teología de la Liberación en los años 70 y 80, a la imposición de la agenda de los grupos religiosos más conservadores (católicos y protestantes).
A la ya conocida alianza con su antiguo enemigo, el cardenal Obando (Iglesia católica) hay que sumar un fenómeno más reciente, la buena sintonía con las nuevas iglesias protestantes, principalmente evangélicas. El crecimiento exponencial de fieles que han cosechado estos grupos, los ha convertido en un poder fáctico con cada vez mayor influencia en la agenda política. Esto certifica, en parte, el éxito de la CIA en su estrategia de penetración en Centroamérica a través de estas nuevas iglesias y su defensa de valores ultraconservadores. La defensa de la penalización del aborto en todos los supuestos por parte del FSLN y los discursos de Murillo apelando incansablemente a la unidad familiar, hay que situarlos en este contexto.
Uno de los grandes éxitos del Frente en este periodo de gobierno ha sido su habilidad para capitalizar las ideas de «paz» y «reconciliación», rompiendo así con la tradicional imagen del sandinismo vinculado a la guerra y a sus secuelas (muertos y sufrimiento). Si la dramática derrota electoral de 1990 fue en gran medida consecuencia del miedo a la prolongación de la guerra -por la amenaza expresa del imperialismo de EEUU-, ahora, en estos primeros años de siglo, es el Frente quien aparece como «garante» de la paz.
Rosario Murillo es de nuevo la persona clave en la redefinición del rostro del sandinismo de perfil conciliador. Resulta comprensible y se puede considerar una especie de «revancha» contra la derecha y frente a la historia, la capitalización por parte del FSLN de valores tan básicos como el deseo de paz y convivencia, sobre todo en sociedades donde el sufrimiento y la angustia generada por la guerra han durado tantos años. De hecho, hoy día, no solo las autoridades sino la propia población nicaragüense se jactan de ser el país más seguro en el eje centroamericano compuesto por Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua. La inexistencia de las temidas y poderosas «maras» (pandillas criminales) es probablemente el dato más contundente.
Por otra parte, el Frente sigue intentando mantener algunos rasgos del pasado, fundamentalmente la preocupación por la «cuestión social» y la importancia de la movilización ciudadana. A su vez, el discurso «socialista» y «antiimperialista» no ha desaparecido pero tiene prioritariamente un destinatario exterior (el eje bolivariano), además de servir para alimentar periódicamente a la militancia más histórica y tradicional. Sin embargo, convive en difícil equilibrio con una cruda práctica económica como es la permanencia en el TLC con Estados Unidos, en el que se sienten muy cómodos, entre otros, los «empresarios sandinistas», grupo de poder local muy influyente.
Movimiento Renovador Sandinista (MRS)
Si desviamos la mirada hacia los otros grupos organizados del sandinismo, el primero que destaca es el Movimiento Renovador Sandinista (MRS), que surgió a mitad de los 90 de una escisión en el FSLN liderada por Sergio Ramírez. El primer aspecto que llama la atención es el eco que han logrado en el exterior, principalmente en la Europa occidental, gracias a la habilidad de su dirigencia para establecer lazos políticos y fuentes de financiación con un sector progre del mundo de las ONG europeas.
Una parte sustancial de la opinión pública progresista europea sigue creyendo que el MRS es la referencia izquierdista del sandinismo, lo cual dista bastante de la realidad. En esta labor, el astuto papel de la socialdemocracia europea y sus medios de comunicación ha sido trascendental, presentando al Movimiento Renovador como la izquierda «democrática» de Nicaragua, utilizando el clásico lenguaje maniqueo del socialliberalismo.
Por tanto, lo que es importante subrayar es que el MRS nunca fue una alternativa a la izquierda del FSLN, independientemente de que el propio Frente haya dejado también de ser una agrupación de izquierdas. No hay que olvidar que el nacimiento del Movimiento Renovador en 1995 es producto de la derrota del sector liderado por Sergio Ramírez -comentarista habitual del diario español «El País»-, que intentó un viraje del Frente hacia el centro político tras la caída de la Unión Soviética y la Europa del Este. Su planteamiento se condensaba en adaptarse al nuevo tiempo (el del capitalismo triunfante) y renunciar a los viejos principios del antiimperialismo y el socialismo, porque estaban «pasados de moda», según recuerda Mónica Baltodano, excomandante sandinista y actual líder del movimiento por el Rescate del Sandinismo.
Si quedara lugar a dudas, estas quedan disipadas con el testimonio directo de la actual presidenta del MRS, Ana Margarita Vigil, que en entrevista personal nos trazó su marco de referencia político en América Latina y Europa. En el ámbito latinoamericano estableció un eje de división claro entre las izquierdas «autoritarias y populistas» (Venezuela, Bolivia y Ecuador) y los gobiernos progresistas como Brasil y Uruguay. En Europa, sus vínculos partidarios son con el PSOE del Reino de España y sus homólogos del Estado Francés y de Alemania. Claro y transparente.
El Movimiento por el Rescate del Sandinismo es el otro referente destacado del sandinismo, que surgió de una escisión en el FSLN en el año 2005, tras el intento fallido de postular a una candidato alternativo (Henry Lewites) al omnipresente Daniel Ortega. Hoy día está liderado por la excomandante Mónica Baltodano y sí se le puede ubicar en posiciones más propiamente de izquierdas, por su lectura anticapitalista y por su apuesta firme por el eje bolivariano. Sin embargo, son un movimiento con poco impacto social y, además, sus alianzas electorales con el MRS han generado mayor confusión en el panorama ideológico sandinista.
Por último, podríamos hablar de las bases actuales del sandinismo vinculadas al FSLN. Por una parte, están aquellos oportunistas que han aprovechado la coyuntura actual (control del aparato del Estado y financiación venezolana a través del ALBA) para medrar al calor del Frente. Por otro lado, están miles de personas anónimas, que vienen de las bases históricas del Frente, que nunca abandonaron el barco, y que siguen trabajando en sus espacios locales, con la esperanza de reorientar el proyecto.
Fuente: http://gara.naiz.info/paperezkoa/20131109/431976/es/Los-rostros-sandinismo-Nicaragua-siglo-XXI