La proximidad del 1 de Mayo constituye una invitación generosa para escribir acerca del Día Internacional de los Trabajadores, su significado, importancia y trascendencia.
Hacerlo hoy en el Perú, reviste un sentido especial no sólo por la naturaleza agresiva de la crisis del sistema de dominación capitalista que pauperiza la vida de millones; sino también porque constituye un modo de afirmar un ideario y un sentimiento de clase que hay que procurar extender hasta convertirlo en herramienta de todo el pueblo.
Vivimos tiempos difíciles, en los que la ofensiva del Capital no se expresa sólo en el plano de la economía, sino también en la más amplia esfera del pensamiento.
La clase dominante no se conforma con mantener maniatados a los trabajadores imponiendo salarios y condiciones de trabajo deplorables, sino que se empeña, además, en neutralizar su capacidad de pensamiento. Y es que busca lograr que ella razone como sus opresores, aceptando dócilmente las herramientas de la dominación.
Hasta hace algunas décadas los gobiernos reaccionarios se resistían a aceptar el 1 de Mayo como un Día del Proletariado. Prohibían las manifestaciones obreras y reprimían a los trabajadores haciendo uso de la fuerza. Luego, con tácticas nuevas, aceptaron la fecha, asegurando que ella “también les pertenece”, porque ellos, “también son trabajadores”
Curándose en salud, sin embargo, optaron por señalar que el día, no es propiamente el de los Trabajadores, sino el “Dia del Trabajo”. Así buscaron rendirle pleitesía a la actividad en si, al margen de su forma y contenido.
Para aplicar mejor sus mecanismos de explotación, y revindicar el sentido verdadero de la ley del Capital -la de la Máxima Ganancia– se dan siempre maña para idear nuevos mecanismos, perfeccionando el modelo de explotación. Así, han diseñado el neoliberalismo, que se ajusta a la perfección a sus objetivos esenciales. Gracias a él han multiplicado hasta el delirio sus ganancias y masificado la pobreza, universalizando la proletarización de millones.
No obstante, no les basta todo eso. Hoy, buscan obsesivamente domesticar a los trabajadores anhelando que piensen como ellos en la apreciación de la problemática social. Buscan, entonces, que renuncien a su óptica de clase y que “se entiendan” con sus explotadores en miras a “incrementar la producción”.
Alientan cambios en el sindicalismo de nuestro tiempo y envían “mensajes” destinados a seducir a ciertos segmentos de la Clase. Anhelan convencerlos que estos son “otros tiempos” en los que “no cabe la lucha de clases”.
No hay que buscar la confrontación, les dicen, sino la concertación; no hay que promover la protesta, sino la propuesta: y no recurrir a la huelga, sino a la Mesa de Diálogo. En otras palabras, conciliar, y no luchar.
Este “mensaje” suele hallar receptividad en algunos segmentos del movimiento obrero. Y es que el instrumento de lucha de los trabajadores -la Conciencia de Clase– no se consolida, ni se afirma de una vez para siempre, Como se adquiere la Conciencia de Clase, así se pierde.
La burguesía -nos dijo Aníbal Ponce- es diestra en el manejo de los artificios de la conciencia obrera, “Atizando en unos la vanidad siempre despierta y en otros la ambición nunca dormida, es capaz de dominar los hilos del alma proletaria” y doblegar a líderes que podrían representar los intereses de su pueblo.
La Conciencia de Clase -la noción exacta del papel que juega el individuo en el proceso productivo- no está sembrada en la tierra, ni cae como el Maná, del cielo.
Se adquiere con la experiencia de vida y la lucha obrera, y va madurando con la formación de cada combatiente. Primero, asoma como Instinto de Clase, luego como sentimiento de clase, después como orgullo de clase, hasta afirmarse como Conciencia de Clase. A ella se arriba cuando se comprende el papel del proletariado en toda su dimensión social.
Para forjarla, resulta indispensable partir del combate por las reivindicaciones inmediatas de los trabajadores, pero no quedarse en ellas,. }Analizando el tema, Mariátegui nos dijo: “Un proletariado sin más ideal que la reducción de las horas de trabajo y el aumento de los centavos del salario, no será nunca capaz de una gran empresa histórica”.
Conscientes de ello., es que debemos comprender que la primera gran tarea de hoy, es sembrar conciencia y sentimiento de clase, Y eso pasa por llevar a los trabajadores a la lucha por sus más altos ideales, para que sean capaces de actuar como la herramienta transformadora de la sociedad peruana.
El régimen actual y el empresariado, temen la lucha de clases y a los trabajadores como Clase Independiente y con valores propios. Para enfrentarlos, usa dos tácticas: promueve la conciliación de clases por un lado, y amenaza con la Picana Eléctrica por otro.
Busca mimetizar la lucha obrera con el accionar terrorista, y pretende presentar el accionar independiente de los sindicatos como sinónimo de sedición y violencia.
En un escenario como este, es indispensable que recordemos al Amauta:; “El trabajador indiferente a la lucha de clases, contento con su tenor de vida, satisfecho de su bienestar materia, podrá llegar a una mediocre moral burguesa, pero no alcanzara jamás elevarse a una ética socialista”.
Y la bandera de los trabajadores, no es otra que la bandera del socialismo.
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