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Manipulaciones interesadas en Irlanda

Fuentes: GAIN

La actual crisis del proceso de paz irlandés puede calificarse como una de las más graves de su historia. Los recientes acontecimientos en torno al robo del banco y a la muerte de una persona tras una pelea en un pub de Belfast han sido utilizados por determinados actores del escenario irlandés para ahondar en […]

La actual crisis del proceso de paz irlandés puede calificarse como una de las más graves de su historia. Los recientes acontecimientos en torno al robo del banco y a la muerte de una persona tras una pelea en un pub de Belfast han sido utilizados por determinados actores del escenario irlandés para ahondar en la crisis e intentar colocar al movimiento republicano contra las cuerdas.

En torno a la primera cuestión, el robo del banco, la existencia de importantes misterios (identidad de los autores, vehículos detectados y que no aparecen…) y la excesiva facilidad para acusar al movimiento republicano en su conjunto, aún sin pruebas determinantes, no es algo nuevo en la historia de Irlanda. Ante las diferentes posibilidades que se barajan tras ese robo, las fuerzas policiales y políticas han preferido provocar la crisis que presentar pruebas de sus acusaciones.

En el fondo tras estas maniobras se desprende con nitidez el temor de esas fuerzas ante las buenas expectativas electorales que se le adivinan al Sinn Féin, por eso las fuerzas del establishment cargan sus baterías contra la familia republicana, aún a costa de condicionar el desarrollo del proceso en su conjunto.

En la reciente historia de la isla podemos encontrar algunos paralelismos con esta situación. Los primeros años de la década de los setenta tuvo lugar otro robo de similares características, y se repitió la misma historia. Finalmente se descubrió que los dos detenidos eran agentes británicos que buscaban asentar los planes de Londres. De esa forma, y unido a la explosión de varias bombas lealistas en el sur de Irlanda, se creó el clima que necesitaban las fuerzas políticas de Dublín y Londres para desencadenar un aluvión de medidas represivas destinadas a perseguir y criminalizar al movimiento republicano. El resultado no fue otro que varias décadas de conflicto y sufrimiento.

Criminalización

En la década de los setenta Gran Bretaña diseñó una política de criminalización de la lucha republicana, para derrotar de esa forma las demandas nacionalistas. Sin embargo la respuesta del movimiento republicano desbarató esas intenciones como hemos podido comprobar con el paso de los años. Ya en septiembre de 1976, los presos políticos republicanos comenzaron una de las luchas más importantes en a historia republicana reciente. Rechazaron los intentos británicos de considerarlos presos comunes. «Si quieren que me ponga ese ‘uniforme de convicto’, tendrán que cosérmelo a la espalda». Esta actitud dio pie al inicio de las más importantes protestas en las cárceles, que culminarían con la muerte en huelga de hambre de diez presos políticos irlandeses.
Tras esas experiencias se puede entender el rechazo categórico que desde las filas republicanas se hace ante los nuevos intentos por criminalizar al movimiento. Sería como reconocer que la lucha de todos esos hombres y mujeres caería bajo ese calificativo. Estos días el editorial de un medio de comunicación apuntaba con bastante acierto una de las claves de la situación: «aceptar que una parte del conflicto no consienta que sus acciones se califiquen como criminales no significa que necesariamente haya que comulgar con lo que ha hecho, esta es una razón sine qua non de la negociación para la resolución del conflicto».

Estos días al coro habitual de detractores del movimiento republicano (políticos, segurócratas, determinados medios de comunicación, gobiernos…) se les ha unido la Comisión de Control Independiente. Este organismo, creado para satisfacer las demandas caprichosas del líder unionista Trimble, no hace honor a su nombre, pues de independiente tiene muy poco, tal y como han reconocido sus integrantes. Por un lado sus trabajos se basan en la información que les suministran las «agencias oficiales» (de las que forman parte más de 300 soplones que se quedan sin trabajo), su composición (un alto mando policial británico, un antiguo líder político unionista, un ex dirigente de la CIA y un antiguo cargo del gobierno del sur) su metodología de trabajo son los componentes que le dejan como un claro instrumento de los gobiernos. Y esto también los han reconocido. Por eso su informe, otro más, acusando al movimiento republicano no sorprende a nadie, pero su fiabilidad tampoco debería hace
rlo, no al menos a cualquier observador ajeno al conflicto.

Trapos sucios

En toda esta dinámica de acusaciones se oculta deliberadamente otra realidad, y es que muchos de los «acusadores» tiene muchos trapos sucios que no les interesa airear. Así, el Gobierno británico no reconoce públicamente su papel en la guerra sucia (las relaciones de sus fuerzas armadas con los paramilitares lealistas), ni los «errores» judiciales contra ciudadanos irlandeses. El Ejército británico mantiene en sus filas a condenados por matar a civiles indefensos en las calles del norte de Irlanda (algunos de ellos niños). Los paramilitares lealistas siguen sin entregar ni un solo arma, y continúan inmersos en luchas internas (con atentados y muertos sobre la mesa), al tiempo que celebran las acciones más brutales contra las comunidades nacionalistas. Tampoco los partidos unionistas han reconocido su «pasado sectario», el mismo que creó un «estado» basado en el apartheid de la población nacionalista.
Y más recientemente se han sucedido otros acontecimientos que no se quieren difundir de la misma manera que se hacen los ataques contra el Sinn Féin o el IRA. Así, un dirigente del DUP, el hijo de su líder, Paisley, ha lanzado un ataque homófobo contra otro político que se acababa de casar con su pareja del mismo sexo. Un concejal del UUP de Trimble ha sido juzgado estos días por fraude, un importante cargo político del Fianna Fáil ha ingresado en la cárcel para cumplir su condena por estafa y fraude…

Paralelamente algunos actores buscan alternativas basadas en la marginación de los republicanos. Desde Londres se ha sugerido un gobierno entre el SDLP y el DUP que dejaría al Sinn Féin fuera del mismo, otros abogan por un pacto entre las fuerzas unionistas del DUP y el UUP para derrotar al Sinn Féin, e incluso se habla de posibles alianzas de cara al futuro entre el SDLP y el Fianna Fáil en la misma dirección.

En este escenario que desde esas mismas fuerzas se quiere diseñar las lecciones del pasado deberían tenerse en cuenta. Los votos del Sinn Féin no pueden considerarse de «segunda categoría», su mandato electoral debe tener la misma consideración que el del resto de formaciones políticas. De lo contrario ¿cómo se puede sentar un sistema sobre bases democráticas, si sus pilares descansan sobre «unos votos que sí valen y los de otros electores no?».

Y junto a ello se está extendiendo otra perversión. En esas condiciones no es cierto que «eres inocente hasta que no se demuestre lo contrario», no al menos en el caso del movimiento republicano. Aquí lo que prima es lo contrario, «los republicanos son culpables mientras no demuestren su inocencia». Una peculiar forma de entender la democracia.

Finalmente, las acusaciones sobre la criminalidad o no del movimiento republicano quedan bastante claras tras lo mencionado anteriormente, y es políticamente perverso intentar esconder tras las mismas la cruda realidad que se vive en el conjunto de la isla. Ejemplo sobran, los enfrentamientos entre paramilitares lealistas, las bandas mafiosas en ciudades del los veintiséis condados, la delincuencia en torno al tráfico de drogas en zonas de Dublín… y sobre todo la percepción de buena parte de los habitantes de Irlanda, que ven a las fuerzas del establishment como algo caduco, corrupto y en clara fase de agotamiento. Y ante esto la alternativa que representa el Sinn Féin pone muy nerviosas a esa fuerzas, que no dudan de sacrificar el proceso, con lo que ello conlleva de alargar el sufrimiento, para preservar sus privilegios.