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Maquillando la crisis del euro, una crítica a la «propuesta moderada»

Fuentes: Prin

Traducido del griego para Rebelión por Juan Muñoz Flórez

Intervención política: Salvavidas de Syriza al euro

Intervención política y no simplemente un tratamiento teórico es el libro de Yanis Varufakis, James Galbraith y Stuart Holland, con título Una propuesta moderada para la resolución de la crisis del euro (ediciones Potamós, 2014). De la propuesta de los escritores se dice que desde el primer momento «encontró el apoyo activo de casi todas las fuerzas políticas del Parlamento Europeo», demostrando, según los escritores, que «existe la posibilidad de consenso de muchas y diferentes visiones en torno a cuatro sencillas propuestas para salir de la crisis». Al final del libro se menciona que la «propuesta moderada», independientemente de su aplicación o no, «muestra a los pueblos de Europa que existe una propuesta alternativa razonada, efectiva, de inmediata aplicación y moderada para la resolución de la crisis del euro».

El carácter político de la propuesta queda clara no sólo por la presencia del presidente de SYRIZA en el acto de presentación del libro, el 17 de junio, y todos los elogios que allí le dedicó, siendo el más importante la calificación de la propuesta como radical, y no como moderada, tal y como la denominan los autores. Su peso político y más especialmente su estrecha relación con la línea política de SYRIZA quedan claros por una idea común básica que rechaza el cuestionamiento del constructo europeo o lo remite a un futuro indefinido, censurando su empleo. Así, las propuestas formuladas dejan fuera de tiro la estructura de la UE y de la eurozona considerándolas aún hoy no responsables de la crisis actual, y centrando toda la polémica en las maneras de gestionarla.

Sobra decir que semejante razonamiento, por más que de manera inmediata, es incapaz de explicar de un modo científico e histórico la intensidad con la que se está manifestando la crisis. Además da carta de naturaleza en la conciencia de la sociedad a los mecanismos de la UE.

Bajo mi punto de vista, las soluciones que se incluyen en la propuesta Moderada tendrá la misma suerte de otra propuestas «políticamente tranquilas» aportadas en los últimos años con el objeto de conciliar lo irreconciliable, para terminar finalmente en el olvido, como sucedió, por ejemplo, con la propuesta de emisión de eurobonos. La propuesta Moderada adolece de una lectura ideológica, es decir, no científica, y parcial de la realidad tal como se ha visto conformada muy especialmente estos últimos años. La interpretación que da a la crisis es superficial y en consecuencia, inevitablemente, las recetas por las que se opta (cuando no peligrosas para las clases populares) están condenadas a caer en el vacío, desmintiendo lo comúnmente admitido de que basta el respeto a las condiciones para debatir y adoptar una solución de gestión alternativa y viable a primera vista.

Las medidas que se incluyen en la propuesta Moderada para la solución de la crisis del euro (ed. Potamós, 2014) pasan por alto el carácter estructural de la actual crisis capitalista. Además ignoran el papel de la UE como catalizador del ataque del capital, facilitado por el agudizamiento de la crisis.

En resumen, los autores sostienen que «la eurozona está siendo golpeada por (y está llamada a enfrentar) cuatro crisis: la bancaria, la crisis de deuda pública, la caída de las inversiones y una nunca antes vista crisis humanitaria».

En el marco del mencionado «diagnóstico» proponen cuatro medidas que «respetan la línea de los Acuerdos, por lo que no es necesaria reconsideración alguna de los mismos». En primer lugar, cuando el mecanismo supervisor del BCE constata que un banco de la eurozona se enfrenta a una capitalización, el estado-miembro en el que el banco tiene su sede puede, a su buen criterio, pedir su inmediata recapitalización por medio del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEE), remitiendo al banco al MEE y al BCE (rehuyendo así su responsabilidad supervisora en lo referente al banco en cuestión). La segunda medida apunta a la crisis de deuda pública y prevé que con el vencimiento del bono de un país golpeado por la crisis de deuda pública el BCE intervenga liquidando un porcentaje del bono que se corresponde con la deuda legal según Maastricht, que alcanza el 60% del PIB. La liquidación tendrá lugar mediante la emisión de nuevos bonos que gravarán al estado-miembro, los cuales, no obstante, vendrán garantizados por el BCE, dotándolos de un interés bajo (menor al 2%), en lugar del interés al que se les está prestando ahora a los países golpeados por la crisis, por encima del 4%. La tercera media se dirige a un «programa inversor paneuropeo para la recuperación y la cohesión», en pocas palabras, a un «new deal» europeo. Como medio para ello se proponen ambiciosos programas de inversión del Banco Europeo de Inversiones (BEI) y del Fondo Europeo de Inversiones (FEI), con participación nacional (en torno al 50%), la cual, al ser imposible de cubrir por métodos tradicionales (vía presupuesto estatal) en razón de la crisis, se cubrirá, entre otras maneras, mediante emisiones de bonos del BCE que se cargarán a los países miembros. En la cuarta medida, que lleva por título «programa urgente de solidaridad social», se incluye un programa «calórico» que asegure el abastecimiento alimentario, al estilo de los «feeding coupons» americanos, así como la cobertura de necesidades energéticas mínimas y de transporte. Se propone que su coste se cubra mediante los beneficios que da a los países con superávit el sistema contable Target 2, que permite y facilita los intercambios en la zona euro.

La primera propuesta de los tres autores contra la crisis bancaria equivale, hablando de Grecia, a una rapidísima deshelenización de los bancos. Ante la prisa por resolver el espinoso problema de la falta de crédito, se verán favorecidos los bancos problemáticos de la periferia europea en el Mecanismo Europeo de Estabilidad y a través de éste, como podemos fácilmente suponer, en los grandes bancos alemanes que de una manera u otra los ambicionan. Se tratará de un proceso catastrófico, en tanto en cuanto se acelerará la tendencia de marginalización y decadencia del capitalismo griego en beneficio de aquellos bancos con sede en el núcleo de la eurozona, como Alemania. En correspondencia con lo que ha sucedido en otros sectores de la economía (naval, textil), la superación de los hundidos mercados nacionales significará la división del mercado único en un centro todopoderoso y una periferia renquante.

Pocos bancos y éstos alemanes proponen Varufakis, Galbraith y Holland y ¡Syriza!

Pero hay algo más importante: la absolución de los pecados que concede la propuesta Moderada a cuantos decidieron mediante maniobras opacas y escandalosas bañar en oro a los bancos y ahora a toda prisa estudian también el cierre del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera con la intención de tapar todo cuanto sucedió, escándalos ante los cuales el escándalo Coscotás parece una nimiedad. En Grecia los bancos se apropiaron de 211.000 millones de euros del 2008 hasta ahora y queda por enterarnos en las próximas semanas, con la elaboración del «test de resistencia» anunciado por el BCE, si rapiñarán también los 11.000 millones que aún tienen a su disposición. En los 27 países miembros de la UE desde el 2008 hasta el 30 de septiembre del 2012 se aprobaron 5.086 billones de euros o el 40’3% del PIB en el año 2011. Además, este trasvase, insólito en volumen, contradice una de las asunciones fundamentales de los autores que atribuye la crisis, o al menos su actual paroxismo, al «abrazo mortal» entre estados empobrecidos y bancos empobrecidos. Pero esta interpretación encubre un crimen. En Irlanda y en Chipre, de la manera más flagrante, la crisis empezó como bancaria y se transformó en pública cuando los fondos públicos, bajo mandato de la UE que sistematizó la imposición de los Memorandos y el diseño de los programas de austeridad, fueron impelidos a salvar a los bancos. Hasta entonces sus finanzas públicas disfrutaban de una desacostumbrada extrema buena salud. La deuda pública de Irlanda el año 2009, un año antes de asumir la deudas bancarias, era del 64’8% de su PIB, mientras que la de Chipre, ya en el 2011, era del 71’1% de su PIB. El correspondiente intento de traspaso de recursos que se llevó a cabo en Grecia no tuvo por lo general a los bancos en el bando de los favorecidos. Sobre todo tuvo a los bancos franco-alemanes, que fueron salvados con el dinero del primer préstamo, cuando se estaban deshaciendo de los bonos griegos que tenían, consecuencia de lo cual fue que sus inversiones en deuda griega disminuyeron de 122.600 millones de euros a 31 de diciembre de 2009 a la mitad dos años más tarde, el 31 de diciembre de 2011, abriendo así el camino a la quita de los bonos a través del PSI. En consecuencia, el coste que han asumido los contribuyentes europeos para salvar a los bancos impone una, y sólo una, solución evidente y racional, dado que el beneficio se corresponde con el coste: la nacionalización de los bancos sin ninguna indemnización y la persecución por vía penal de los gestores que los llevaron al desastre, así como de los bancos centrales que fracasaron estrepitosamente en su papel de supervisión. Más allá de la necesidad, la efectividad de esta elección le resultó clarísima a Islandia, donde su adopción resolvió definitivamente el problema del sector crediticio. En Grecia, por el contrario, los bancos, a pesar de la inmensa cantidad de recursos que han absorbido, mantienen el grifo del crédito herméticamente cerrado. En base a los datos que ofreció el Banco de Grecia el saldo de los préstamos en julio del 2014 se había reducido en torno a 9.000 millones de euros en relación con julio del 2013 (de 222,4 el año pasado a 213,8 éste). Una imagen, en consecuencia, que muestra «a los bancos empobrecidos y a los estados-miembro de la eurozona empobrecidos como nadadores impotentes que se agarran el uno al otro mientras se hunden juntos en el fondo del proceloso mar» no sólo no se corresponde con la realidad, sino que oscurece el escándalo de la salvación de los bancos.

La segunda propuesta repite, de manera indirecta, la conversión en recíproca de parte de la deuda pública de los países endeudados. No obstante, incluso los propios autores reconocen que el resultado será que, en un plazo de veinte años, el conjunto de las letras se habrá visto reducido en un 50%. Así, la resolución de la crisis se pospone veinte años, al tiempo que no se responde cuánto influirá la garantía del BCE a la emisión de nuevos bonos. Lo lógico es que poco a poco los bajos intereses del BCE vayan aumentando y tienen al alto nivel al que se les presta a los países no solventes. Es decir, el beneficio muy pronto desaparecerá, provocando la reacción de los países con superávit, que verán a los países con déficit trasladar su crisis al BCE.

La propuesta de la conversión en recíproca de la deuda pública se plantea claramente, entre otros también por el economista francés Thomas Piketty, en su comentadísimo libro, El Capital en el Siglo 21 (Harvard University Press, 2014). «La única manera de superar estas contradicciones es que los países de la eurozona (o cuantos lo deseen) unifiquen su deuda», escribe en la página 558. Tres son las cuestiones que surgen de esta propuesta. Primera, que Alemania no tiene ninguna razón para soportar esa carga. Segunda, que los procesos de convergencia financiera que se prevén como condición firme en esta aventura serán tan dolorosos para los países endeudados y deficitarios, con sus equilibrados presupuestos y el resto de medidas previstas en el Pacto Financiero, que finalmente la conversión en recíproca de la deuda no supondrá alivio alguno. Finalmente, a nadie le importa la disminución de la deuda pública, como lo demuestra su aumento estos años en todos los países sometidos al régimen del Memorándum. Muy al contrario: su perpetuación se ha revelado de primer orden a través del chantaje. ¿Por qué perder semejante herramienta?

Objetivo inalcanzable las inversiones masivas

LAS PROFUNDÍSIMAS ANTINOMIAS DEL CAPITALISMO CONDUCEN AL DESARROLLO HIPERTRÓFICO DEL SECTOR CREDITICIO

La tercera medida de la «propuesta Moderada para la resolución del euro» se refiere a la financiación de inversiones masivas con las que se superará la crisis. Además de los problemas técnicos que conlleva la propuesta (bloqueo indirecto del BCE cuando algo así viene prohibido en su reglamento, y aún indirectamente, nuevo endeudamiento de los estados-miembro) se infravaloran las causas más profundas que han llevado a una disminución de las inversiones productivas en provecho del juego crediticio, en todo el capitalismo y no sólo en los países de la periferia europea, por más que en éstos se manifiesta de manera más intensa. Causas que están en relación, si quiera en un análisis final, con la tendencia declinante del porcentaje de beneficio y la crisis histórica que atravesamos.

Este callejón de salida es descrito de forma muy concisa por Maurizio Lazarato en su extraordinario libro La Construcción del Hombre Endeudado (eds. Alexandria, 2014). «Si el crédito y el dinero evidencian su naturaleza común como ‘de deudas’, es porque la acumulación se ha congelado, siendo incapaz de asegurar nuevos rendimientos».

De manera más analítica lo describe Andre Gorz en un asombroso texto publicado en abril en la web socialpolicy.gr con título «La salida del capitalismo ha comenzado ya». Dice ahí el filósofo austrofrancés:

«La crisis del sistema se manifiesta tanto a nivel macroeconómico como microeconómico. Se basa principalmente en una conmoción tecnocientífica que comporta una ruptura en el desarrollo del capitalismo y destruye con su impacto los cimientos de su fuerza y su capacidad para reproducirse…

La introducción de la informática y la automatización de la producción permitieron la producción de altas cantidades de mercancías con bajas cantidades de trabajo. El coste de trabajo por unidad de producto disminuye constantemente y el precio de los productos tiende a bajar. Y sin embargo, cuanto la cantidad de trabajo para una producción dada se reduce, tanto el valor que se produce por trabajador -su productividad- debe aumentar de manera que el beneficio a ingresar no disminuya.

Tenemos, por tanto, esta paradoja fenoménica: cuanto más crece la productividad, tanto más debe aumentar para evitar la disminución del volumen de beneficio.

La carrera de la productividad tiende así a incrementar sus ritmos, los trabajadores reales a disminuir, la presión al personal a ser más intensa, el nivel y el volumen de los salarios a reducirse. El sistema se desarrolla hacia un límite interno donde la producción y la inversión a la producción dejan de ser lo suficientemente rentables.

Los números certifican que hemos llegado a este límite. La acumulación productiva del capital productivo no deja de ceder. En los Estados Unidos, las 500 compañías del indicador Standard & Poor’s disponen de 631 billones de fondos líquidos: la mitad de los beneficios de las empresas americanas proviene de acciones en los mercados de capital.

En Francia, la inversión productiva de las empresas del indicador CAC 40 no aumenta aun cuando sus beneficios se disparan. Una parte en crecimiento de los capitales acumulados -que la producción no puede evaluar en su conjunto- mantiene la forma de capital bursátil. Se instaura así una industria económico-financiera que perfecciona el arte de crear dinero a través de la exclusiva compraventa de diferentes formas de dinero».

Por tanto, la pregunta no se refiere a la financiación de las necesarias inversiones masivas, sino a la imposibilidad del capitalismo moderno de llevarlas a cabo.

«CRISIS HUMANITARIA»: GESTIÓN DE LA MISERIA

Medidas igualitarias de la filantropía burguesa

El carácter antagónico de la «propuesta Moderada para la resolución del euro» aun con los intereses laborales a corto plazo (como se condensan en la petición de mejora de la posición de los trabajadores como resultado de la disminución de los beneficios del capital) se revela en la cuarta y última propuesta que se ocupa de la lucha contra la crisis humanitaria con medias de carácter filantrópico (una problemática que proviene de la caja de herramientas neoliberal). Los autores del manual hacen como si no supieran que la crisis humanitaria es sólo la punta del iceberg. Fuera del campo de visión se encuentra un empeoramiento de las dimensiones históricas de la posición del trabajo vivo como se refleja, significativamente, en la parte de los salarios en el PIB que disminuye gradualmente. En los países de la eurozona de los 12, del 72,4% en la década 1971-80, se redujo al 69,4% en el período 1981-90, al 66,7% en la década 1991-2000 y al 64,4% en la 2001-10 (Statistical Annex of European Economy, Spring 2014, European Commission). La caída de la participación de los salarios del trabajo en el producto conjunto no supone por lo general una tendencia espontánea del capital, resultado de pequeños e imperceptibles desplazamientos. El telón se abrió durante el mandato del canciller socialdemócrata Gerhardt Schraeder y su aplicación se generalizó con la ayuda de la UE. Nunca se habría impuesto una reducción de salarios en Grecia del orden del 22% o una derogación de los convenios de empleo colectivos, del salario mínimo y de las rentas, sin el auxilio de la Troika, donde la UE participa con 2 de los 3 miembros. La provisión de alimentos puede ayudar a paliar las formas más extremas de la crisis (algo que además ha sucedido en el último año), pero de ninguna manera combate las causas del empobrecimiento de la sociedad, como se pone de manifiesto no sólo en la periferia de la eurozona, sino también en su núcleo. En base a la propuesta de los 3 economistas en relación con la financiación mediante el Target 2, ¿cómo entonces se va a combatir la pobreza de los 7 millones de alemanes que trabajan en los «microjobs» por 350 euros al mes? Incluso en la periferia, ¿cómo se van a financiar a largo plazo las necesarias intervenciones cuando los pagos se igualan gradualmente en el sistema y los beneficios relativos siguen una tendencia declinante? Además, ¿por qué razón los países con superávit van a renunciar a sus beneficios, cuando podrán alegar que los costes que acompañan funcionan también como freno para la extensión de los países con déficit y su posible resta llevará las desigualdades al máximo, dando lugar a nuevos desequilibrios?

En definitiva, la propuesta Moderada no convence por su capacidad de resolver la crisis del euro. Su imposibilidad proviene del (ingenuo) convencimiento de sus autores de que los problemas actuales son consecuencia de una deficiente comprensión del carácter de la crisis por parte de quienes gobiernan. En consecuencia, basta con que aparezcan otros con mayores conocimientos que adviertan las soluciones y entonces… todo se solucionará.

En contraste con las anteriores afirmaciones, que maquillan la situación creando ilusiones, la crisis del euro revela el plan de clase de una profunda transformación social que se está produciendo en toda Europa y se materializa en una lluvia de medidas. Este plan no puede revocarse en tanto se muestre lealtad y respeto a los tratados fundacionales de la UE y de la eurozona que tienen papel protagonista en la disminución de los salarios, los despidos de empleados públicos y las privatizaciones. Condición para la solución de la crisis del euro es la salida del euro para empezar y de la UE, un camino que no será ni recto ni sin dolor, pero deshará por fin el nudo gordiano.

Fuente: http://leonidasvatikiotis.wordpress.com/2014/09/01/%CE%B5%CE%BE%CF%89%CF%81%CE%B1%CE%90%CE%B6%CE%BF%CE%BD%CF%84%CE%B1%CF%82-%CF%84%CE%B7%CE%BD-%CE%BA%CF%81%CE%AF%CF%83%CE%B7-%CF%84%CE%BF%CF%85-%CE%B5%CF%85%CF%81%CF%8E-%CE%BC%CE%B9%CE%B1-%CE%BA%CF%81/