En el capitalismo la fuerza de trabajo se convierte en una mercancía más. El producto de su trabajo no le pertenece a la persona trabajadora, le es ajeno, no es parte de su realización como ser humano. Entonces, cuánto más objetos produzca, menos podrá tener, porque el dominio lo seguirá teniendo el capital (Marx, 1987). […]
En el capitalismo la fuerza de trabajo se convierte en una mercancía más. El producto de su trabajo no le pertenece a la persona trabajadora, le es ajeno, no es parte de su realización como ser humano. Entonces, cuánto más objetos produzca, menos podrá tener, porque el dominio lo seguirá teniendo el capital (Marx, 1987). Por tanto, la persona trabajadora al no realizarse en su trabajo, se convierte su trabajo en un trabajo forzado, enajenado.
Para plantear la explotación del trabajo Marx partía del supuesto del intercambio de equivalentes, es decir, que el salario era igual al valor de reproducir la fuerza de trabajo (canasta de subsistencia). Sin embargo, en países del submundo capitalista este supuesto no opera únicamente así, debido a que el salario no logra cubrir las condiciones básicas de vida, pues lo que se da son relaciones salariales de superexplotación. De ese modo se da una transferencia y expropiación de valor de los países periféricos a los países centrales, y de esta manera se reproducen las relaciones de dependencia (Marini, 1989).
En nuestro país, en el marco de la liberalización y desregulación de los mercados, las políticas laborales se orientaron bajo esta lógica, éstas buscaban abaratar el costo de la fuerza de trabajo, para que sirviera de ‘incentivo’ a la atracción masiva de la IED. Dando como resultado una precarización creciente de la fuerza de trabajo y de su vida.
A finales de diciembre del año pasado se aprobó un nuevo ajuste del salario mínimo en nuestro país, el cual presentó, evidentemente, mucha oposición del sector capitalista. La clase trabajadora asalariada lo consideró como un gran logro, y como hecho de justicia. Lo cual es verdad. Pero, ¿Realmente puede existir un salario digno y justo en el capitalismo? Creo que no.
En ese sentido, no se trata sólo de exigir al capitalista ‘mejoras’ salariales, sino de lo que se trata es que los mismos trabajadores y trabajadoras vayan concientizándose que no necesitan del capitalista para producir y generar valor. Y que el capitalista, sin embargo, sí depende del trabajador, pues la fuerza de trabajo es la única creadora de valor. Entonces sí es posible ir rompiendo las relaciones de producción actual. Pero aquí entra el problema de toma de conciencia, de la desalienación.
Además, existe una gran cantidad de personas sin salario (más del 40% de la PEA están submpleados y desempleados), y también realizando trabajo doméstico y el cuidado, que no se considera como trabajo. Por eso, más que exigir únicamente aumento de salarios para una sola parte de las personas trabajadoras, hay que crear otras relaciones de trabajo para todas, romper con la dominación del capital sobre el trabajo. Por ejemplo creando empresas autogestionadas por las y los trabajadores, redes de producción y comercialización justa y solidaria, circuitos financieros solidarios, reparticipación equitativa en el trabajo doméstico y del cuidado, etc.
En conclusión, al quedarse dentro de la lógica de la modernidad capitalista, de limitarse y reproducir lo dado, se niegan las posibilidades de construcción de algo más. De algo nuevo. En otras palabras, apostarle solo a reinvindicaciones laborales y salariales dentro del sistema, y no apostarle a un proyecto alternativo de otra forma de organizar el trabajo, es quedar atrapado en lo que hay.
El problema es que la dignidad y la vida va seguir siendo negada si no pensamos más allá del capital.
Bibliografía:
Marini, Ruy Mauro (1989). Dialéctica de la Dependencia, Ediciones Era, México.
Marx, K. (1987). Los manuscritos Económicos Filosóficos de 1844, UCA Editores. San Salvador, El Salvador.
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