La historia tiene bisagras, momentos que marcan nuevas posibilidades y nuevos tiempos. Estas bisagras históricas son construidas por los pueblos en largos procesos de vida, de lucha y de muerte. El sol alumbra las mañanas porque alguien del otro lado del mundo está soñando y se empeña luchando para que el sol despunte y la […]
La historia tiene bisagras, momentos que marcan nuevas posibilidades y nuevos tiempos. Estas bisagras históricas son construidas por los pueblos en largos procesos de vida, de lucha y de muerte. El sol alumbra las mañanas porque alguien del otro lado del mundo está soñando y se empeña luchando para que el sol despunte y la luz sea finalmente para los más.
Y cuando se abren nuevos tiempos, los seres humanos enfrentan una nueva encrucijada, al decir del diccionario, un cruce de caminos, un peligro de emboscada o una situación de discernimiento para tomar la opción correcta ante el peligro. Y hoy, cualquier ser humano abierto al dolor de este mundo, siente en los nuevos vientos el huracán de una encrucijada que interpela y exige opciones y compromisos radicales.
América Latina, sus 30 mil años de Pueblos Originarios y sus 500 años de resistencia, son la clave de lectura para dos geografías y un solo calendario. Un día que condensa todas las encrucijadas: 24 de Marzo. Dos rincones que guardan historias que deletrean el continente: Argentina y El Salvador. Que la historia de su palabra…
Argentina, 24 de marzo de 1976
‘Se comunica a la población que, a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional
de la junta de Comandantes Generales de las FF.AA’ Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento (…)’
Comunicado N°1 de la Junta Militar
A mediados de los setenta, y luego de más de dos décadas de ininterrumpida violencia, las fuerzas del imperio norteamericano (con su estrategia represiva para toda América Latina) y sus cómplices locales del poder militar y civil asestaron el Golpe de Estado final. El sexto del siglo y sin lugar a dudas el más criminal. El empate entre las fuerzas sociales y económicas, entre el poder obrero y el poder del capital fue dramáticamente quebrado en favor del segundo. Camuflados en una supuesta lucha contra el peligro ‘rojo’ internacional se buscó quebrar la organización obrera, desmantelándose el aparato productivo y desarticulándose también el tan ‘peronista’ estado de bienestar. Haciendo un ejercicio inusitado de violencia para diseminar el terror, se puso en marcha el proceso de disciplinamiento más violento de toda la historia argentina. Treinta mil desapariciones forzadas, entre torturas, violaciones, fusilamientos y campos de exterminio. Un verdadero genocidio ‘planificado’ se abrió camino en la historia de este país del sur (como en la mayoría de países del cono sur). El Terrorismo de Estado se cobró la vida de lo mejor -lo más militante y consciente- de dos generaciones enteras.
La Iglesia Católica Argentina, a diferencia de alguna de sus vecinas, bendijo el Golpe. Fue promotora ‘del baño redentor de sangre’ y del ‘necesario restablecimiento por la fuerza de los valores cristianos y occidentales’. Fue cómplice estructural de la masacre, al menos en el núcleo más duro y reaccionario de la jerarquía. Junto a todas las fuerzas del orden, la dirigencia eclesiástica entendía que todo aquello que tuviera que ver con la lucha contra la pobreza y la injusticia, debía ser perseguido y eliminado por subversivo y comunista.
Pero no pudo imponerse la obediencia debida, tampoco al interior de la iglesia. Una parte importante de sus bases eclesiales, confirmaron su decidido acompañamiento con los sectores más desposeídos y con las luchas de la inmensa mayoría. No se fueron del país ni claudicaron. No les ganó el silencio. En horas de cruz, cuando la muerte soplaba la nuca y las balas rozaban el pecho, se quedaron con el pueblo. Obispos como Angelelli o De Nevares, congregaciones religiosas enteras como los Pasionistas, los Palotinos, los Asuncionistas, o los Hermanitos del Evangelio, las entrañables monjas Francesas o los hermanos Yorio Y Jalics de la Orden Jesuita, las catequistas de los barrios pobres como Mónica Mignone o Fatima Cabrera. Fueron cientos (¡miles!) de militantes cristianos los que, en la encrucijada del 24 de marzo no eligieron el acatamiento. Optaron por dar la vida, o al menos, correr el infinito riesgo. Beber el cáliz de la pasión. Por amor a los pobres, por amor al Evangelio.
37 años después, y caminando lentamente hacia el sol de la justicia, cada pieza del rompecabezas se ha logrado ir uniendo. Por la verdad de los juicios (¡santa conquistas de los blancos pañuelos!) va logrando revelarse el sentido del pasado, de lo mucho que se hizo y de los sueños y esperanzas que quedaron truncados.
Y también se van aclarando los tantos. Porque no todos fueron héroes, o mártires, traidores, o asesinos. En medio de la feroz dictadura, muchos hombres y mujeres que sabían lo que estaba pasando, saltaron la encrucijada sin poner, aparentemente, tan en peligro sus vidas. Y aunque no fueron abanderados de los Derechos Humanos, tampoco fueron cómplices de la dictadura o genocidas. Por presión, por estrategia de sobrevivencia, por miedo o simplemente, por exceso de prudencia…lograron hacer ‘lo que desde cada lugar se podía’. Sólo el que ha vivido esos tiempos puede dar cuenta de lo difícil que fue transitarlo. Difícil, doloroso y complejo. Quizás el cardenal Bergoglio -por esos años superior jesuita- podría ser uno de ellos1.
El Salvador, 24 de marzo de 1980
«Quiero asegurarles a ustedes, y les pido oraciones para ser fiel a esta promesa, que no abandonaré a mi pueblo
sino que correré con él todos los riesgos que mi ministerio exige»
Monseñor Romero (11.11.1979)
«El Salvador marcaba 24 de marzo y agonía», dice el poeta-profeta Dom Pedro Casaldaliga. Una bala cobarde pagada por el Imperio y lanzado por los sicarios de siempre mata al arzobispo de San Salvador.
El país ardía en el inicio de una guerra civil que se cobró la vida de más de 75 mil compañeros. El pueblo había agotado todos los caminos institucionales durante la década de 1970 y los militares que llevaban más de 40 años en el poder, realizaban continuos fraudes y baños de sangre para este pueblo que sólo pedía justicia y luchaba por su dignidad. La rabia se organizó haciendo nacer a los grandes grupos guerrilleros, que unificados en 1980 en el FMLN enfrentaron al ejército. La carne del pueblo fue triturada, quemada, pisoteada… los pobres volvieron a poner los muertos y el país más pequeño de América lloró ríos de sangre. En ese tiempo, en esa encrucijada fue entregada la vida de Monseñor Romero.
El 24 de marzo de 1980 Romero moría asesinado. Pero esta no fue su primera muerte. El arzobispo Romero moría por primera vez el 13 de Marzo de 1977. Ese día, el Padre Rutilio Grande era masacrado junto a Manuel Solorzano, de 72 años y Nelson Rutilio Lemus, de 16. La sangre de su pueblo le abrió los ojos al pastor: no era posible ser discípulo del destazado en la cruz, sin ponerse del lado del pueblo crucificado. Esta fue su primera muerte, en la que murió a la comodidad de las casas lujosas y las grandes hartadas, para hacerse uno en la defensa de los más pobres, de los últimos, de los ninguneados. En la encrucijada de la violencia de la década de 1980, Romero ofrendó su vida quedándose resucitado, para siempre, en su pueblo.
33 años después, el 24 de marzo es el día para recordar la dignidad y la verdad de las víctimas. Verdad que todavía es negada en los tribunales del país, pero es la luz que alumbra la esperanza de este pueblo hacia su verdadera libertad.
La nueva encrucijada, la de siempre: 24 de marzo de 2013
«Una vuelta a los pobres por amor es una vuelta al evangelio»
Ignacio Ellacuria (Teólogo y Mártir)
En este año 2013, este día tan especial no debería ser para la Iglesia un día cualquiera. Hoy, domingo 24 de marzo, es coincidentemente Domingo de Ramos…memoria, compromiso y profecía de un pescador de Galilea que en medio de las encrucijadas de su tiempo optó por radicalizar junto al pueblo la compañía. Y frente a los poderosos…la osadía. La conciencia sobre el estado injusto de las cosas, sobre el empobrecimiento masivo del pueblo, sobre la represión permanente del imperio para mantener el orden y la paz y sobre todo, la conciencia sobre la traición permanente de los representantes del Templo, que hicieron de una religión liberadora como la judía un elemento de opresión para el disciplinamiento… todo eso llevo a Jesús a la decisión de subir a Jerusalén, ciudad santa pero también centro judío del poder, para desenmascararlos públicamente.
Sabía Jesús que lo que hasta ahora había sido camino, ahora se transformaría en destino. Sabía que era la entrega en cruz lo que le esperaba. Decisión que un Domingo de Ramos, finalmente encarno. Burlándose del poder imperial, que entraba en grandes caballos a las ciudades invadidas o conquistadas, entró en un burrico a la ciudad santa junto a la gente empobrecida que le acompañaba. Pudiendo hacerlo, no eludió el conflicto de haber optado por oprimidos. Y si la consecución del proyecto le exigía la muerte, así lo haría. Y evidentemente, así lo hizo. Su entrega, dejó al desnudo su radical amor a los desposeídos, y al mismo tiempo desnudó a los opresores de siempre y a su poder maldito.
Hoy vuelve a ser 24 de Marzo. Y es 24 de marzo en otra América Latina. Un tanto diferente a la América de Romero y a la de los desaparecidos. Después de la privatizadora y desbastadora década neoliberal de 1990, la resistencia que volvió a recomponer el tejido social, exploto en propuestas y se constituyo como nuevo sujeto histórico. Una enorme diversidad de movimientos sociales logra una nueva configuración geopolítica del continente y del mundo: un indígena ocupa la silla presidencial de la plurinacional Bolivia; un Obispo de los pobres gobernó la eterna colorada Paraguay; un gremialista de a pie grita por la dignidad brasileña; un comandante de los marginados sigue los pasos de Bolívar en Venezuela (hoy llorado por los pobres de todo el continente); una mujer valiente se pone de pie frente a la impunidad debida en Argentina; un compañero sencillo camina por las calles de Uruguay… Incluso, quienes fueron casi aniquilados por su propia Iglesia, por su opción de querer vivir una fe latinoamericana (pobre y junto al pueblo), hoy animan y se esperanzan en la elección de un Papa Latino y «sencillo».
Hoy es 24 de Marzo en este mundo nuestro: un mundo profundamente amenazado por la violencia del imperio desesperado por la pérdida de hegemonía, por una crisis financiera que mueve a los Estado del mundo a salvar bancos y no seres humanos, y por la crisis eco-sistémica, que pone en peligro la vida en el planeta por la ambición de los poderosos. En este contexto la encrucijada se vuelve evidente, necesaria y urgente.
Y la Iglesia, levadura para el cambio y sal para la sazón de este mundo, se encuentra frente a su siempre nueva encrucijada, la misma del Domingo de Ramos, la misma de todos los 24 de marzo: la complicidad con el poder opresor o el compromiso martirial con los pobres, por amor al Evangelio, por el siempre añorado sueño de ver cumplido el Reino de Dios en este bendita tierra.
Más que nunca reafirmamos, junto a los desaparecidos de todos los tiempos, que nuestra esperanza no está en los grandes personajes sino en los pueblos que escriben la historia. En todos aquellos que luchando nos precedieron. Siguiendo sus pasos enfrentamos la encrucijada. Por eso nos permitimos corregir a Machado desde las venas abiertas, diciendo: «caminante/militante si hay camino, el de los que nos precedieron al luchar».
24 de marzo que también es PASCUA, es el paso glorioso de la muerte a la vida. Como hace 2000 años lo vivieron en comunidad mujeres marginadas y pescadores; como hoy lo viven las víctimas del terrorismo de Estado en Argentina; como hoy lo sienten los cristianos de pie que resucitan a Romero en sus vidas… de la misma manera que esperamos que este mundo resucite y la iglesia reverdezca al volver a los pobres por amor.
Nota:
1 Resulta interesante en este punto ver la declaración ante la justicia de Bergoglio en 2010 (http://www.clarin.com/webtv/tema/declaracion-bergoglio.html), además de la declaración del presidente de la corte suprema de Argentina que hablo de «Principio de inocencia» y las palabras del premio nobel de la Paz, Pérez Esquivel (detenido y torturado por la dictadura), que afirmo que el Jesuita no fue un cómplice de la dictadura (http://www.adolfoperezesquivel.org/?p=3000).
Diego Facundo Sánchez (Mendoza, Argentina)
Francisco Bosch (Las Palmas, El Salvador)
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