El significado de la integración va mucho más allá de la economía y el intercambio. En América Latina existen raíces profundas heredadas de un pasado histórico y cultural compartido; raíces que nos hacen construir imaginarios comunes, realidades posibles de alcanzar, aspiraciones políticas en las que nuestros pueblos convergen con solidez para mirar y actuar en […]
El significado de la integración va mucho más allá de la economía y el intercambio. En América Latina existen raíces profundas heredadas de un pasado histórico y cultural compartido; raíces que nos hacen construir imaginarios comunes, realidades posibles de alcanzar, aspiraciones políticas en las que nuestros pueblos convergen con solidez para mirar y actuar en el presente y el futuro. Esta es la esencia de la integración.
La desestructuración social que produjo y produce el neoliberalismo refleja la crisis de los proyectos nacionales aislados, donde no es posible avizorar un futuro con certeza. Las condiciones de aislamiento son propicias para que se ejerzan permanentes presiones y chantajes políticos y económicos externos, que buscan frenar el avance de democracias verdaderas, concebidas como construcciones colectivas soberanas.
En nuestro continente ya no es posible tener más espacio para la misma política. Esa política que únicamente puede resolver conflictos menores (aquellos que el mercado no resuelve) y que renuncia a participar en el curso de los acontecimientos históricos como los que hoy están teniendo lugar en la integración de Sudamérica y América Latina en general (Celac, Unasur, Mercosur).
El Mercado Común del Sur (Mercosur) es un espacio subregional integrado por Argentina, Brasil, Paraguay (ahora suspendido por el golpe de Estado), Uruguay y Venezuela. Tiene como países asociados a Bolivia, Chile, Colombia, Guyana, Perú, Surinam y Ecuador. En la Cumbre de Jefas y Jefes de Estado del Mercosur, realizada el viernes en Brasilia -ciudad que rinde un póstumo homenaje a su arquitecto Óscar Niemeyer-, el presidente de Bolivia, Evo Morales, anunció su adhesión como miembro pleno.
La integración mediante el Mercosur propicia el bien común de nuestros pueblos, como principio fundamental, y está ligada a la utopía y al futuro, porque implica una alta carga de ilusión y una fuerte confianza en el porvenir, pues se trata de una oportunidad histórica para nuestra América.
La ubicación geográfica del Ecuador brinda muchas posibilidades para el desarrollo de una estrategia de comunicación entre el océano Pacífico y el Atlántico con perspectivas interesantes en el ámbito vial y comercial de la región.
La integración mediante el Mercosur significa también una autodeterminación colectiva y el impulso de procesos que permiten alcanzar esa autodeterminación, sin las clásicas ataduras de las reglas neoliberales y de los tratados de comercio desventajosos para las economías más pequeñas. En este sentido, el Mercosur es un espacio común para enfrentar el aperturismo neoliberal, centrado en las bondades del libre comercio.
Como dijo José Mujica, presidente de Uruguay, en la Cumbre de Brasilia: el Mercosur no es un paraíso, es una tarea común.
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