El escenario político en El Salvador es preocupante. Si la derrota de la izquierda salvadoreña en 2019 abrió paso para el autoritario Nayib Bukele, su debilitamiento en 2021 puede dejar camino libre para arrastrar al país al fascismo, dice Julia Evelyn Martínez.
El 3 de febrero de 2019 El Salvador eligió al candidato insurgente Nayib Bukele como presidente, desalojando al partido de la exguerrilla izquierdista, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), tras dos períodos consecutivos de gobierno. Bukele, un millennial millonario de una familia Palestina burguesa, se posicionó como un outsider irreverente frente una clase política que calificó de corrupta y obsoleta. Pese a sus pretextos posideológicos en la campaña, el gobierno de Bukele ha hecho girar al pequeño país centroamericano hacia la derecha.
A lo largo de diez años en el gobierno, el FMLN implementó importantes programas sociales y reformas institucionales en beneficio a las mayorías trabajadores e históricamente marginadas. Pero los exinsurgentes marxistas leninistas no lograron aliviar la profunda crisis de violencia y extorsión pandilleril ni reformar a la economía neoliberal desigual y dependiente. La creciente desestabilización de la oposición oligárquica, así como el giro regional hacia la derecha, dejó al FMLN cada vez más aislado a nivel internacional y debilitado a nivel interno. La judicialización politizada por actos de corrupción de su primer presidente, actualmente exiliado en Nicaragua, fue un golpe devastador a su credibilidad como agentes de cambio en la política salvadoreña.
Tras progresivas derrotas electorales en 2018 y 2019, el FMLN hoy se ha reducido a un mínimo histórico en la legislatura y los gobiernos municipales. Las energías del partido se dirigen cada vez más a la oposición parlamentaria, mientras su trayectoria descendente amenaza con continuar en las elecciones de 2021.
Bukele comenzó su carrera política en el FMLN. Fue reclutado al partido a través de la influencia de su difunto padre, un donante importante, y alcanzó ser electo alcalde de la capital en 2015. El joven empresario de publicidad inyectó un vigor refrescante a un partido todavía dirigido por una envejecida excomandancia, pero sus ambiciones e insubordinación frente a la disciplina partidaria culminaron en su expulsión en 2017. Al fracasar en inscribir a tiempo su propio partido, Nuevas Ideas, para las elecciones de 2019, Bukele buscó la presidencia con el partido conservador GANA (Gran Alianza por la Unidad Nacional). Ganó de forma contundente.
En esta entrevista Hilary Goodfriend, integrante del colectivo editorial de Jacobin América Latina, conversa con la Doctora Julia Evelin Martínez, economista feminista y profesora de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) en San Salvador. Martínez describe con preocupación el estilo autoritario y misógino del presidente, así como su agenda económica neoliberal, y anticipa lo que posteriormente fue confirmado por los medios de investigación: que la celebrada reducción de homicidios fue producto de negociaciones secretas con las pandillas. Martínez es pesimista respecto a la recuperación del FMLN y teme que la derrota de la izquierda salvadoreña abra el camino para que Bukele, quien sigue gozando de altos niveles de popularidad, lleve el país hacia el fascismo.
HG.- En su campaña, Nayib Bukele evitaba comprometerse con propuestas concretas. Se posicionó como un joven irreverente, luchador contra una clase política corrupta, dibujando equivalencias entre los dos primeros partidos políticos principales, ARENA y el FMLN, diciendo que representaba una nueva forma de hacer la política en El Salvador. ¿Cómo caracterizaría usted al gobierno de Bukele, en estos primeros ocho meses?
JEM.- Quisiera comenzar por una primera caracterización de este gobierno a nivel político, para luego abordar el nivel económico. A nivel político yo lo veo muy parecido a Donald Trump, es decir, una figura autoritaria con rasgos neofascistas. Pero, eso sí, disfrazado de populista. Nayib Bukele está disfrazado de millennial y de ruptura con las clases políticas anteriores, pero en realidad en lo político representa quizás lo peor, en mi opinión, que ha ocurrido en El Salvador después de la firma de los Acuerdos de Paz.
Él tiene muchos rasgos fascistas y autoritarios. Por ejemplo, la forma que tiene de imponerse o de comunicarse ante la ciudadanía, con el pueblo y con sus votantes, que es igual que lo que hace Donald Trump o Jair Bolsonaro. Me refiero sobre todo a Twitter: no se enfrenta directamente con las personas, y es en realidad una forma muy indirecta y muy opaca de gobernar.
Por otra parte, su gobierno lo presenta como si fuera Moisés y estuviese liderando al pueblo hacia la tierra prometida. Toda la gente debe estar dispuesta a seguirlo sin cuestionar, incluso la gente que él ha incluido entre sus asesores políticos y en su gabinete. Entonces aquí esto tiene un inconveniente: muchas veces la fidelidad al líder querido, al líder supremo, no está acompañada de capacidad técnica.
Prueba de ello es la crisis del agua potable que estamos experimentando en El Salvador, particularmente en el área metropolitana. Hay un presidente de la entidad responsable del agua que es incondicional del presidente de la nación, que le obedece a lo que el ejecutivo dice, pero que tiene total incapacidad a la hora de conocer la crisis hídrica en El Salvador. No solo para comprender los problemas económicos y sociales del país, sino también para gestionar esos problemas.
Y hay otro indicador que se está viendo con mucha preocupación: que el presidente quiere un plan de control territorial. Claro, hay que recuperar los territorios y devolver la institucionalidad del Estado a los territorios. No lo estoy cuestionando, porque es una de las causas de la violencia social, de las pandillas, del narcotráfico, de los poderes fácticos en los territorios. Pero es un control de territorio que Bukele piensa hacer de manera centralizada. Por ejemplo: ya pasaron más de ocho meses del inicio de su gestión y ni siquiera ha nombrado a los gobernadores de los catorce departamentos.
El gobernador es el primer enlace con el territorio que tiene el gobierno; el enlace con el gobernador coordina los gabinetes departamentales, y luego los gabinetes departamentales se tienen que coordinar con las municipalidades, con las alcaldías. Eso es lo que establece la constitución, incluso el sentido común sobre cómo se gobierna, cómo se gestiona el territorio. Pero Bukele dice que no, que no necesita esos catorce gobernadores, que él puede ocuparse directamente, porque cree que puede gobernar a través de las redes sociales, dando órdenes desde la Casa Presidencial.
Adicionalmente, volviendo al carácter autoritario y al carácter neofascista, Bukele quiere el control completo del Estado. Él está tratando de convencer a la ciudadanía través de las redes sociales, de los tweets y los fake news, y de la matriz informativa que ahora domina gracias a la alianza que tiene con los grandes medios de comunicación: Telecorporación Salvadoreña, el Diario de Hoy, la Prensa Gráfica, Diario el Mundo.
Entonces no solo apunta a mantener el control a través de las redes sociales, sino que ahora además tiene una especie de enamoramiento con los medios de comunicación hegemónicos: casi el 60% o 70% de toda la pauta publicitaria del gobierno ha sido canalizada hacia estos medios hegemónicos. Ellos se dan por satisfechos y dan una cobertura amigable hacia el gobierno, sobre todo al presidente Bukele, y tratan de mantenerlo contento para que él continúe desembolsando esa pauta.
Yo creo que ahí hay una característica del fascismo, que es el corporativismo. El corporativismo es esa alianza que finalmente los gobiernos autoritarios terminan haciendo con ciertos sectores del capital nacional, a cambio de la cual ellos no critican, vuelven la vista para otro lado, incluso si está violando la constitución.
Además se hace evidente su acercamiento con las iglesias evangélicas fundamentalistas, las pentecostales, que dicen que Bukele es un «iluminado» y le invocan como si fuera el mesías. Si usted toma en cuenta que las iglesias evangélicas están por encima de la iglesia católica y todo lo demás, entonces ve que esta alianza que está haciendo es lo mismo que hicieron Jair Bolsonaro o Donald Trump.
HG.- ¿Y en lo económico?
JEM.- Esa es la parte que veo con más preocupación. Bukele tiene un programa económico que desconocemos. ¿Por qué no lo conocemos? Porque ya lo tiene, ya lo hizo junto a la Asociación Nacional de la Empresa Privada, junto con el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Fondo Monetario Internacional y la Embajada de Estados Unidos, con la USAID y con el Departamento del Estado. Es un programa que continúa la misma inercia del neoliberalismo que estaba vigente en el país desde 1989 y que se profundizó después de los Acuerdos de Paz, es decir, que continuó con los gobiernos del FMLN y que ahora se profundiza.
Bukele continúa con este paradigma neoliberal para interpretar los problemas y para diseñar las soluciones a los problemas económicos. Esto consiste en debilitar lo público y fortalecer lo privado. Es decir, fortalecer al capital mediante el debilitamiento del Estado. Está planteando, por ejemplo, un programa de inversiones con el que piensa reactivar a la economía de El Salvador; incluso lo ha denominado como un programa de «despegue». Y me extraña, porque quizás los economistas no le han dicho que el término «despegue económico» corresponde a una teoría económica que es precisamente la del rebalse, que no solo son visiones desfasadas sino que ya han mostrado su fracaso. Bukele igual vuelve a tomar las ideas asociadas con Walter Whitman Rostow, quien habló de las etapas del desarrollo con inversiones privadas, no públicas.
Él piensa traer inversiones de China, de empresas de Estados Unidos, inversiones de los grupos empresariales salvadoreños. Hubo un foro que Bukele convocó a los pocos días de haber tomado posesión, un foro de competitividad que trajo a Carlos Slim, donde se dijo claramente: «mira, la mesa está servida». La mesa está servida quiere decir «agarren lo que puedan», que «yo no me voy a meter», que «no les voy a poner obstáculos a los permisos ambientales», como ya ocurrió. Bukele ya autorizó $1600 millones en permisos ambientales que estaban detenidos desde los gobiernos anteriores, y si estaban detenidos es porque tenían problemas con impacto ambiental o porque no habían contado con las consultas de las comunidades, de los involucrados, o lo que sea.
Me recuerda de una película mala que se llama Anaconda: van por un río y de pronto aparece un gran dique. Uno dice «pero tenemos que pasar por ahí» y los demás dicen «no, pero si está este dique, por algo está, por algo lo han puesto». Después le echan dinamita, remueven el obstáculo y más allá encuentran al culebrón que termina almorzándoselos a todos.
Bukele se niega a reconocer la emergencia climática que existe en El Salvador, se niega a reconocer la crisis hídrica, se niega a reconocer también el problema que le da el corredor seco mesoamericano en El Salvador. Solo allí viven 2,2 millones de personas, y si esa cosa se está ampliando –y se va a seguir ampliando– con más megaproyectos de infraestructura y sin estudios de impacto ambiental ni consulta comunitaria, pues está removiendo el muro, pero más allá está la Anaconda.
De nuevo, él cree que todo lo va a resolver la empresa privada. Y en la medida en que ANEP le continúe dando su apoyo y se siga la convergencia de Bukele con su agenda económica –que es un neoliberalismo 3.0, un neoliberalismo más profundo– entonces él se siente tranquilo, porque puede asegurar la gobernabilidad por el lado del capital. Una cuestión que se contó entre las principales fuentes de obstáculos de algunos cambios que quisieron impulsar los gobiernos del FMLN pero que no pudieron simplemente por la oposición de la Asociación Nacional de la Empresa Privada.
HG.- ¿Puede comentar sobre el gobierno de Bukele en materia de políticas de genero?
JEM.- El gobierno de Bukele es machista, misógino, androcéntrico y continúa con la misma tendencia de Bolsonaro y Trump. Se cultiva un culto a la familia presidencial, se pone en primer plano la familia (con la esposa, que es la primera dama, y la primera hija). Se ha invisibilizado totalmente la agenda de género en El Salvador. En cambio, se ha sustituido esa agenda por otra, que llaman de «bienestar social», es decir, políticas en donde a las mujeres se las atiende y se les reconocen sus derechos en la medida en que son madres, en la medida en que cuiden a sus hijas y asuman los roles tradicionales.
Entonces yo creo que aquí hay un tema de políticas de igualdad; no solo de igualdad de género sino también de reconocimiento de la diversidad sexual, donde se está viendo un fuerte retroceso, al igual que en materia de derechos humanos. Al Presidente Bukele se le han señalado varios casos de funcionarios de su administración actual (entre ellos el presidente de BANDESAL y el Secretario de Comunicaciones, el señor Ernesto Sanabrio) que tienen expedientes abiertos por acoso sexual y por violencia de género y violencia machista. A ninguno de los casos le presta atención.
HG.- Sin embargo, Bukele mantiene niveles de aprobación bastante altos.
JEM.- Claro, es que hay que ver la percepción de la gente. A pesar de que sea evidente el autoritarismo, el neoliberalismo, la violación a derechos humanos, los retrocesos en materia de igualdad, del estado laico, el presidente sigue gozando de una popularidad que nunca se había visto en este país. Nunca un presidente ha tenido tanta popularidad como la que tiene Bukele.
Y esto lo reportan por lo menos las dos encuestas más serias del país, la de la UCA y la de la Universidad Francisco Gavidia. Informan que por más que el brillo se le está quitando un poquito, la gente dice que se siente más segura. Las encuestas también dicen cosas importantes de la perspectiva histórica: el 65,9% de la gente que entrevistó la UCA cree que las cosas estuvieron mejor que en 2009 y que van a seguir mejorando.
Pero esta popularidad tiene su talón de Aquiles. Y es que esa popularidad –producto de una paz social– solo puede mantenerse mientras se mantenga la especie de acuerdo que tiene con las pandillas. No sé si llamarle tregua, pero hay ciertos acuerdos que están ahí y que le permiten al presidente garantizar, en ciertos días claves, que no haya asesinatos. También ha disminuido el número de personas que mueren en los enfrentamientos armados entre las pandillas y la policía.
Otras personas dicen –habría que explorar más si es así– que las violaciones de derechos humanos pasan ahora por la Policía Nacional Civil, bajo la dirección de este señor Arriaza Chicas. Hay una política de Estado de exterminio de mareros, narcotraficantes, delincuentes, lo que sea, sospechosos que se están haciendo desaparecer y los están enterrando en tumbas clandestinas. Hay otra fuente ahí que hay que buscar, probablemente en unos años, cuando ya podamos tener acceso a esta información y a las tumbas. Vamos a tener que comenzar a reconstruir cómo se logró este aparente periodo de pacificación y de seguridad, porque esto es solo aparente.
Según la misma encuesta de la UCA, la gente también está diciendo que la migración está disminuyendo; pero esto es solo una percepción, porque la realidad es que la gente sigue yéndose. Lo que pasa es que ahora ha aumentado el número de deportaciones de México hacia El Salvador, que no les permite llegar a la frontera sur de Estados Unidos. Entonces las deportaciones se hacen express y rápidamente la gente se va hoy y en dos semanas o un mes viene de regreso, para luego volver a irse.
Lo que se está generando es que la gente explora rutas de migración que son más peligrosas, que son más costosas en términos de vida humana y de la seguridad de las mujeres. La aparente disminución en las migraciones no es porque las cosas se estén mejorando en el país sino que la represión contra los migrantes se ha incrementado. En El Salvador existen drones que vigilan los movimientos de los migrantes.
Yo creo que todo esto está generando una olla de represión en El Salvador, y creo que después de las elecciones de 2021, cuando ya Nayib Bukele tenga el control de la Asamblea Legislativa y no necesite de la popularidad, entonces la gente va a empezar a ver lo que es realmente este gobierno y cuáles son los intereses políticos, económicos y empresariales que están detrás de la presidencia de Bukele.
HG.- Bukele comenzó su mandato entregándose a Estados Unidos: se reunió con Trump, se firmó un Acuerdo de Tercer País Seguro y reconoció al gobierno autoproclamado de Juan Guaidó de Venezuela, expulsando a la misión Venezolana oficial del país. Hoy, con esta nueva caravana de migrantes, se han visto a las autoridades tratando de impedir la salida de sus propios ciudadanos del país. Sin embargo, también se ha acercado a China, viajando hace poco junto con su hermano, un empresario, y sin su Canciller, acción que provocó críticas de la embajada norteamericana. ¿Cómo se define la política exterior de Bukele?
JEM.- Ambigua. Yo creo que, en términos de su política exterior, todavía es un misterio. Es una diplomacia paranormal. Diría que este gobierno está dividido, porque si quiere mantener la cercanía con EE. UU., es porque no quiere ser objeto de amenazas y represalias. Realmente, la cooperación de EE. UU. a El Salvador es ínfima, no es nada. Es más una cuestión de apariencias que de realmente ser un aliado.
Entonces, por una parte, está jugando, aceptando el cortejo y firmando los acuerdos migratorios con EE. UU. para mostrar que El Salvador es un país seguro. Lo cual es el colmo de la paranormalidad: es el país más inseguro del triángulo norte y uno de los países más inseguros del mundo.
Pero, efectivamente, la máxima sorpresa en materia de política externa fue la gira por China. El objetivo con China no es tanto geopolítico ni diplomático –yo creo que esas consideraciones están muy alejadas de la realidad de Bukele–, sino económico. Él sabe que necesita algo que Estados Unidos no le puede dar: rápida inversión pública, que es lo que hace China en Costa Rica, en Panamá, etc.
Entonces sabe que para atraer inversiones necesita comenzar a demostrar resultados de esa inversión inicial, y que estos no pueden provenir de EE. UU. (porque así no opera ni EE. UU. ni la inversión privada proveniente de empresas estadounidenses). Las empresas estadounidenses vienen a comprar una empresa que ya está. Así es como actúa la inversión estadounidense en Centroamérica y en El Salvador. Pero Bukele necesita inversión en infraestructura, cosas que él pueda mostrar: ¡Mire este hospital! ¡Mire esa planta potabilizadora del lago de Ilopango, que ya dijeron que no se puede potabilizar, pero ¡no importa!.
Bukele es como un buen fascista en ese sentido, es decir, como los fascistas que están enamorados de las grandes obras físicas. Y así se acerca a China, que ofrece a El Salvador el mismo paquete que ofrece al resto del mundo.
Pero va a venir un enfrentamiento en torno al Golfo de Fonseca. Porque EE. UU. sabe que si China entra al Golfo de Fonseca, no solo va a tener las islas y el puerto, sino que en ese golfo a lo mejor China puede construir las famosas islas artificiales que construye. Y eso no es nuevo, porque si analizamos la historia de la intervención o de las relaciones de EE. UU. con Centroamérica, siempre ha girado en torno a la posibilidad del canal interoceánico en Nicaragua, y el golfo de Fonseca ha sido la fuente de intervención de EE. UU. en Centroamérica.
Entonces yo creo que va a llegar un momento en que el presidente Bukele y su gobierno van a tener que abandonar la ambigüedad y, sobre todo a partir de que se empiecen a concretar las inversiones chinas, van a tener que definir con quién quiere bailar el vals. ¿Lo va a bailar con EE. UU. o lo va a bailar con China?
HG.- Hablemos del anterior partido de gobierno, el FMLN. De su espectacular ascenso desde un ejército insurreccional hasta ocupar el ejecutivo del país, el Frente ha sufrido una serie de derrotas fuertes en los últimos dos años. Se encuentra hoy reducido a su mínimo histórico en la Asamblea Legislativa, perdió la alcaldía de la capital, por supuesto la presidencia, y las encuestas proponen resultados aún peores en las elecciones legislativas y municipales de 2021. ¿Qué le pasó al FMLN?
JEM.- Antes, definiría lo que yo entiendo por izquierda: es una postura ética, una postura política, una postura frente al capital y a las relaciones de explotación de extracción que genera este sistema y una propuesta de nuevas relaciones basada en la justicia, en la cooperación y en la solidaridad.
El problema es que la izquierda en El Salvador está hibernando. No es visible, ni a nivel ideológico ni a nivel discursivo, ni siquiera en la oposición, y menos en el FMLN. El FMLN hace rato que dejó de ser izquierda y se convirtió en un partido socialdemócrata, según algunos, o incluso en un partido de centroderecha, según otros, sobre todo por su manejo económico. Entonces no hay ningún partido de izquierda en El Salvador.
Eso es quizás lo más preocupante, y una de las principales razones por las que ganó Bukele con un discurso de que «ni soy de izquierda ni de derecha». Fíjese cómo cambia él, porque cuando él estaba en el FMLN decía que era de izquierda radical y que estaba incluso a la izquierda de todo el FMLN. Pero ahora, frente a la Heritage Foundation en EE. UU., se declara un liberal de derecha. Y el partido Nuevas Ideas y GANA, esta alianza que lo apoya, es de derecha. Los sectores que lo siguen también son de derecha, aunque no lo sepan.
Entonces es la derecha lo que se está fortaleciendo en El Salvador, mientras la izquierda cada vez está más debilitada, desarticulada y ninguneada, a tal punto que nadie quiere decir que es de izquierda. Eso es lo que permite el avance de Nayib Bukele, lo que está permitiendo el avance del fascismo y el avance del neoliberalismo en El Salvador, junto al retroceso en materia de derechos humanos.
Mientras no se recomponga un pensamiento de izquierda, una ética de la izquierda, un proyecto de transformación de la izquierda contrahegemónico a ese discurso fascista neoliberal disfrazado de populismo millennial de Nayib Bukele, mientras eso no se logre, él va a seguir avanzando con todos estos elementos hasta que lleguemos a la plena instalación del fascismo en El Salvador.
Tampoco está surgiendo nada dentro desde los movimientos sociales o desde las bases de lo que podrían llamarse gérmenes de un futuro movimiento que pueda devenir en expresión electoral. Entonces, ¿qué debemos de hacer en 2021? La consigna debe ser luchar contra el fascismo, es decir, simplemente evitar que el fascismo se instaure en El Salvador. Y para evitar el avance del fascismo tenemos que votar por el FMLN o por cualquier otro partido, el Vamos, lo que sea. No por apoyarlos, sino simplemente para hacer un bloque de contención del fascismo. Tampoco es esperar la revolución del FMLN, porque el FMLN no va a hacer la revolución (no lo hizo, pues) pero por lo menos puede detener el avance del fascismo.
Fuente: https://jacobinlat.com/2020/12/17/mientras-la-izquierda-no-se-recomponga-bukele-seguira-avanzando/