Lluvias y vientos. En el pasado creíamos preparar la Navidad. Hace una semana, los administradores coloniales de la Troika estaban en su desplazamiento habitual en Atenas, a fin de recibir a los ministrillos locales en el hotel Hilton. Se trataba, sobre todo, de vigilar el cumplimiento exacto del programa de aniquilación de su presa. En […]
Lluvias y vientos. En el pasado creíamos preparar la Navidad. Hace una semana, los administradores coloniales de la Troika estaban en su desplazamiento habitual en Atenas, a fin de recibir a los ministrillos locales en el hotel Hilton. Se trataba, sobre todo, de vigilar el cumplimiento exacto del programa de aniquilación de su presa. En el año 2018 se acelerará un proceso de deshelenización de la economía, que pasa por la apropiación de los bienes privados y públicos de los griegos.
Los para-ministros de Tsipras sonríen sin cesar ante las cámaras y los griegos les odian. Si, odio, es decir la desaparición absoluta del gesto político.
La venta a través de subasta, a partir de ahora electrónica, de los bienes inmobiliarios incautados por los bancos y por el fisco griego retoma de ese modo una histórica e insistente exigencia… de la Troika.
Los medios de comunicación informan que, solo en un primer momento, serán liquidados más de 18 000 bienes. Hay que precisar que, por regla general, ni quienes pierden sus bienes (lo más frecuentemente, pisos y casas bajo la forma de residencias principales), ni otros ciudadanos del país tendrán el derecho de recomprarlas (pasando por un acuerdo con sus bancos) al 5% de su valor, por ejemplo. Los compradores (los únicos autorizados a comprar esos bienes al 5% de su valor) son exclusivamente esos famosos fondos extranjeros, o en algunos casos sus asociados griegos, seleccionados a la ruleta.
En efecto, todo nos hace pensar que 2018 será el año en que el proceso de deshelenización de la economía (incluída la incautación de los bienes públicos y privados de los griegos) se acelerará. Los bienes públicos y privados pasarán así, progresivamente, a manos de los nuevos propietarios del país. Se toca así la espina dorsal económica y simbólica de la sociedad griega, ya que perder el bien inmobiliario en un país en el que (y por buenas razones) apenas se considera al Estado como último protector, ese papel lo juega la propia casa, así como la estructura familiar. Al mismo tiempo este mismo proceso hará de los trabajadores griegos los esclavos de los patronos que siguen en el país, incluso los de la probable próxima y futura industria, alemana u otra, a menos que la robotización decida de otra forma (y ello más pronto que lo previsto).
Las residencias secundarias de los griegos próxima a las costas y sobre las islas se convertirán con el tiempo en las residencias casi principales de los jubilados europeos, mientras que las residencias principales de los griegos ya incautadas se perderán para siempre. También, y ello es ya perceptible, algunas actividades ligas al mar, al turismo y al sector agrario entre otros, están ya en fase de pasar igualmente al control extranjero. Se nos dirá quizás que «este es el resultado de una quiebra global, de una deuda pública y privada enorme bajo… el ardiente sol de la globalización», razonamiento intencionadamente simplificado y reductor, ya que constituye un elemento esencial de la guerra sicológica y en definitiva asimétrica que Grecia, como otros países, pueblos y sociedades, sufren y sufrirán.
Se sabe que a través de este proceso algunos griegos se aprovecharán del botín sin ninguna vergüenza. Esa misma gente ya se beneficia como liquidadora, consejera (como es el caso, por ejemplo, de la sociedad Qualco que pertenece al primo Orestis del ministro de Hacienda Tsakalotos) y colaboradora de los múltiples gabinetes de abogados especializados, contratados sobre el terreno por los fondos compradores, para… liquidar así el trabajo final con la amable participación de las instituciones griegas, encargadas de proteger a los ciudadanos (fuerzas de orden, justicia, notarios). Hay que precisar que llamada ley Katséli, por el nombre de la ministra de entonces, promulgadas al inicio de los memorándums, que protegía la residencia principal de las incautaciones, ha sido ampliamente enmendada para convertirse en prácticamente inoperante.
Tenemos pues la impresión que si no se derroca a este, si la ciudadanía no reacciona… o si no estalla una guerra civil (por imaginar así un escenario terrible y extremo), al final, el crecimiento económico, tan evocado por nuestros ministrillos, terminará por concretarse. Naturalmente, la clase media griega quedará completamente destruida mucho antes y los griegos apenas se beneficiarán de esa vuelta al crecimiento, salvo esa nueva elite en gestación, por otra parte ligada a las antiguas castas del nepotismo político-financiero y por todo decir mafioso… en el país de los Efialtes (personaje originario de Tesalia que traicionó al rey espartano Leónidas, ayudando al rey persa Jerjes I a encontrar una ruta alternativa al paso de las Termópilas, lo que permitió a los persas derrotar a los defensores espartanos, wikipedia, nvs) renovados sin cesar.
Los griegos apenas se beneficiarán de esa vuelta al crecimiento, ni de las inversiones que llegarán, finalmente, ya que los bienes públicos y privados ya no serán griegos. Así, por ejemplo, ya están llegando algunos capitales para adquirir apartamientos e inmuebles adjudicados por lotes. Y esa nueva elite vivirá en barrios cada vez más protegidos, alejados de los plebeyos e inmigrantes, a imagen de otros países americanos y de Asia y, así, podremos incluso apostar que la economía de la colonia acabará por dar lugar repetidamente a excedentes presupuestarios. Como, sin duda, diría Racine en su tiempo: «Y para hacernos felices, perdamos los miserables»; es todo un método.
Y todavía más. Al final, a los ojos de los nuevos amos del país, se hará evidente una reorganización de la deuda griega, otra forma de hacer pagar a la ciudadanía de la funesta Unión Europea la supuesta recuperación de la economía griega, teniendo en cuenta que, desde 2012, la banca privada francesa y alemana fueron salvada… de la deuda griega (ese fue, entre otros, el objetivo del juego» y la «salvación» de Grecia, incluso según las recientes declaraciones de un cierto Jeroen Dijsselbloem, que dejó el Eurogrupo tras ser reemplazado desde el 13 de enero de 2017 por el portugués Mario Centeno).
Esta nueva situación ya está más o menos consolidada, los salarios abonados son la cuarta parte de anteriores a 2010, los convenios colectivos están abolidos y, desde la semana última, los administradores coloniales de la Troika ampliada han obtenido (entre otras medidas y pasando por la duplicación de las infracciones ligadas con la hoja de ruta) de los títeres Tsiprosaurios la restricción considerable del derecho de huelga de los asalariados mediante la modificación del proceso decisional en el seno de las empresas y, además, haciendo ilegal a toda huelga iniciada únicamente por las centrales sindicales y no por los sindicatos en el seno de la empresa caso por caso.
Los griegos habrán comprendido ya que sus centrales sindicales habrán encarnado el papel de válvula de seguridad de la olla a presión social, sobre todo durante los primeros años de la ocupación (troikana). Ello, después de haber organizado entre 2010 y 2013 numerosas huelgas y manifestaciones muy diversas, lo más a menudo en la desunión realmente existente por programada, todo tras un lenguaje histórico-revolucionario. Estos sindicatos, financiados igualmente por los fondos de la Unión Europea, pueden desaparecer en lo sucesivo tras haber cumplido su misión, después de más de treinta años de reformismo, sin que por otra parte cambien la situación sus recientes manifestaciones de una jornada en Atenas y Tesalónica (…)