Cruzar la frontera entre Bélgica y Alemania debería ser una experiencia fluida, sin controles limítrofes, desde que el área de libre circulación de Schengen entró en vigor. Pero allí igual son comunes los chequeos de identidad, pese a la intrincada lógica que se aplica para probar su legalidad.
El área de Schengen, incluida en 1997 en la estructura de la Unión Europea (UE), se considera uno de los mayores logros de la integración de esa región.
Incluye a la mayoría de los países del bloque, más estados que no son miembros, como Noruega, Islandia, Liechtenstein y Suiza, y garantiza a la población el derecho a circular libremente dentro de ese espacio. Literalmente, significa que no hay controles fronterizos entre esos países.
Los chequeos que tienen lugar actualmente en estas fronteras no son precisamente controles fronterizos, por lo menos desde una perspectiva legal, sino de documentos de identidad que se realizan en áreas muy cercanas a las fronteras de Schengen, a veces incluso a 500 metros.
Por ejemplo, apenas un tren ingresa en Alemania desde Bélgica, la policía alemana puede controlar los documentos de algunos de los viajeros, que a menudo ocupan vagones enteros. A menudo es un protocolo al que los turistas europeos más avezados ya se han acostumbrado: muestran su pasaporte o algún documento reconocible de identificación nacional y siguen adelante.
Ocasionalmente, las cosas se complican: la policía puede no reconocer un documento de identidad nacional de Europa oriental, por lo que el nombre y la fecha de nacimiento tienen que verificarse en sedes policiales. O, peor aun, se hace bajar del tren a viajeros que no tienen identificaciones requeridas.
La Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la UE, indica que dos características fundamentales distinguen estos chequeos de los controles fronterizos. Primero, su espíritu: «Las medidas policiales pueden no ser consideradas equivalentes a chequeos fronterizos, se basan en información y experiencia policial general en relación a posibles amenazas a la seguridad pública y buscan, en particular, combatir el delito transfronterizo».
La otra característica es su ejecución: no pueden ser sistemáticos, sino más bien puntuales, y deben estar sujetas a limitaciones respecto de su frecuencia e intensidad.
En respuesta a IPS sobre qué diferencia a unos controles de otros, el Ministerio del Interior de Alemania señaló que «estos interrogatorios policiales no están asociados con el acto de cruzar la frontera, sino determinados por el contexto, el conocimiento y la experiencia del funcionario que controla» y, «particularmente, sirven para prevenir y frenar los ingresos ilegales y, por ende, para combatir el tráfico».
Según el bloguero político Jon Worth, quien escribe sobre la zona de Schengen, hay una distinción más importante que debería establecerse entre estos dos tipos de revisaciones: la naturaleza de los documentos de identificación que hay que presentar.
Aunque en algunos países es suficiente presentar una licencia de conducir en un control nacional de identidad, la policía de esos países puede insistir en ver los pasaportes cerca de la frontera. La policía de Suiza, que no integra la UE, pide ver los pasaportes alegando hacer controles aduaneros, pero no el equipaje o las sumas de dinero que portan los viajeros.
«Los jefes de policía saben muy bien que los chequeos de documentos nacionales de identidad en áreas fronterizas deberían ser compatibles con los de Schengen», dijo Worth a IPS, «pero esta distinción a menudo se pierde para los funcionarios que están en el lugar».
Cuando IPS la consultó sobre cómo realiza la Comisión los controles nacionales de identidad, la oficina de la comisaria europea de Asuntos Internos, Cecilia Malmström, explicó que el órgano que integra actualmente investiga, o bien por su propia iniciativa o siguiendo las quejas de ciudadanos, todos los potenciales chequeos nacionales equivalentes a controles fronterizos, y puede adoptar medidas punitivas de ser necesario.
Además, una propuesta de la Comisión para actualizar la legislación de Schengen daría al Ejecutivo de la UE los medios para realizar controles más sistemáticos del comportamiento nacional. La propuesta, que todavía tiene que ser aprobada por el Parlamento y el Consejo, los otros órganos decisores del bloque, hasta ahora se ha topado con la resistencia de algunos estados miembro.
Mientras, Worth se prepara para lanzar un sitio web que recoja las experiencias de viajeros que parecen ser infracciones de Schengen.
«La Comisión Europea es consciente del problema y está preocupada por esas infracciones, pero por el momento carece de los datos que respalden las denuncias de ilegalidad, así como de la capacidad de realizar chequeos minuciosos», dijo.
«Nuestro sitio web busca aportar a la Comisión ejemplos de dónde los chequeos de documentos nacionales de identidad pueden usarse sistemáticamente como controles fronterizos para que puedan ser adecuadamente investigados por el Ejecutivo europeo. Queremos asegurarnos de que las leyes de la UE se apliquen correctamente», agregó.
Christian Kaunert, experto en justicia y asuntos internos de la UE en la británica Universidad Dundee, explicó que esos chequeos nacionales pueden ser legales, pero que en cualquier caso van contra el espíritu de Schengen.
«Estos procederes no son nuevos, siempre existieron de una forma u otra desde la introducción de Schengen, y han sido apenas una de las manifestaciones de la dicotomía entre el deseo de una mayor integración y el de mantener la soberanía que está en el núcleo de la UE», señaló Kaunert a IPS.
«Sin embargo, lo que ocurre ahora es que algunas de estas intervenciones contra Schengen han adquirido un perfil muy alto, y van muy fuertemente en contra del espíritu de del acuerdo», sostuvo.
«Esto es posible gracias al actual clima político en Europa, donde, a causa de la crisis económica, el discurso populista contra los inmigrantes, que en la última década ha ido en aumento en muchos países europeos», están imponiéndose, sostuvo.
Según Kaunert, los controles nacionales son apenas una de las manifestaciones del actual predominio de las preocupaciones de seguridad en la UE en relación a una mayor libertad y una mayor integración.
Otro ejemplo relevante es la continua postergación del ingreso de Rumania y Bulgaria, los miembros más nuevos de la UE, al área de Schengen, pese a que los dos países cumplen todas las condiciones técnicas para integrarse.
Kaunert puntualizó que la negativa a que estos países sean parte de Schengen debe verse en el contexto del temor de que inmigrantes que ingresen a través de Turquía, actualmente bloqueada por Grecia, puedan hallar nuevas rutas vía Bulgaria y Rumania.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=102603