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250 migrantes desaparecieron en el mar anteayer. Desde inicios de marzo son más de 700.

Muertos en el Mediterráneo, tsunami en Schengen

Fuentes: Rebelión

Una embarcación con unas trescientas personas a bordo se hundió anteanoche a 39 millas de Lampedusa durante una operación de rescate de la Guardia costera maltesa por culpa, al parecer, de la mala mar. Fueron salvadas 53 personas: otras 250 siguen desaparecidas. Gracias al testimonio de este superviviente sabemos que habían pagado 400 dólares. Había […]

Una embarcación con unas trescientas personas a bordo se hundió anteanoche a 39 millas de Lampedusa durante una operación de rescate de la Guardia costera maltesa por culpa, al parecer, de la mala mar. Fueron salvadas 53 personas: otras 250 siguen desaparecidas. Gracias al testimonio de este superviviente sabemos que habían pagado 400 dólares. Había mujeres, menores y niños. Hasta esa tragedia, desde mediados de marzo, se contaban ya 519 muertos «oficiales» en el Mediterráneo. Más de veinticinco al día. La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, pidió el pasado día 1 de abril que se intensificara la búsqueda de dos embarcaciones con 400 migrantes a bordo que habían zarpado de Libia y de las que no se tenía más noticia. Una partió el 25 de marzo con 70 personas a bordo; la otra partió el 22 de marzo con 335. Todos eran somalíes, eritreos y etíopes. Según este reportaje, estas dos embarcaciones habían naufragado. Don Mosé Zerai, sacerdote presidente de la agencia humanitaria Habeshia fue el último que habló con personas de la patera en la que iban 335; el padre Joseph Cassar, jesuita del «servicio para los refugiados» en Malta, dice que una fuente fidedigna libia le informó de que que las autoridades libias habían encontrado en la costa setenta cadáveres, supuestamente pasajeros de la segunda embarcación, que fueron enterrados sin siquiera investigar su identidad. La agencia nacional tunecina TAP informó de que se habían encontrado los cuerpos de 27 tunecinos de entre 19 y 42 años que viajaban en una patera que naufragó frente a las costas de la isla de Kerkennah, delante del puerto del Sfax, en el sur del país. En Módica, Sicilia, se han encontrado en los últimos días dos cadáveres.

Aunque la primera tragedia fue titular en Italia y la noticia recorrió ayer el mundo entero, los otros naufragios han ocupado un lugar menor en la prensa. Prevalecen las noticias que refuerzan la idea de invasión, de «éxodo bíblico» como dijo Roberto Maroni, ministro del Interior italiano, de «tsunami humano», como dijo Berlusconi, de «si no gano yo, os invadirán», como dijo Gadafi. Las revoluciones de Túnez y Egipto primero y, sobre todo, la guerra en Libia ahora hacen tambalearse la ya frágil puerta sur de la Fortaleza Europa. Según un informe publicado el 3 de abril por la Organización Internacional para las Migraciónes, 437.257 personas han escapado de la guerra de Libia. De ellos, 290.000 no serían libios sino de otras nacionalidades. A Túnez escaparon 217.763 personas; a Egipto 174.049. A Italia han llegado unas 20.000 personas: poca gente si se compara con las cifras que este país supo gestionar en crisis anteriores como las guerras de Kosovo (200.000), Serbia (140.000) o Somalia. Italia, desde la crisis debida a la «guerra humanitaria» en Kosovo, contaba con aparato legal para afrontar una situación similar. Podía haber concedido protecciones temporales a los prófugos, y se podía haber seguido poniendo en práctica el «modelo Lampedusa» de acogida de migrantes. Sin embargo, ahora ha sido la Liga Norte, que no sólo cuenta con varios ministros en el gobierno italiano sino que resulta fundamental para que Berlusconi mantenga la mayoría parlamentaria, quien dictaba la línea política oficial. Este partido de larga tradición xenófoba no puede abandonar su discurso anti-inmigrantes porque perdería consenso, así que para afrontar esta crisis migratoria ha propuesto ideas tan peligrosas como «ejércitos regionales«, y ha proferido mensajes tan ordinarios contra los migrantes como «foera di ball» (literalmente «fuera de las pelotas»), o «cerrar el grifo y vaciar la piscina». El atropello del derecho sigue en Italia: acaba de aprobarse una norma que prohíbe las visitas al campamento de tiendas de campaña de Manduria donde se ha trasladado a los migrantes que estaban en Lampedusa. A dos personalidades, el senador Furio Colombo del Partido Democrático, y la premio Nobel Betty Williams, les impidieron la entrada en el campamento de Manduria; a la senadora del PD, Anna Maria Carloni, lo mismo en la antigua cárcel militar de Santa Maria Capua Vetere. En Lampedusa, donde vuelve a haber desembarcos, hay 170 menores actualmente, y algunos de ellos se han cortado con hojas de afeitar para protestar por su largo encierro en la isla, donde se masca la tensión. Las recientes tragedias, por las que Berlusconi dice sentir «dolor», demuestran que esa estrategia xenófoba puede servir en la oposición, pero no el gobierno de un país, ya que provocan un desplazamiento de la tensión migratoria, pero de ninguna manera la resuelven. «Italia ha creado el drama Lampedusa», dice la antigua Comisaria europea Emma Bonino. Al hacerlo, creyéndose aún un partido opositor en busca de fácil consenso electoral, ha provocado problemas entre las regiones del Norte y del Sur de Italia, entre Italia y Francia, su vecina del norte, entre Italia y la Unión Europea, y cómo no, entre Italia y su vecina del sur, Túnez.

Asistimos a una crisis humanitaria que está siendo gestionada por dos gobiernos, el italiano y el francés, con una acentuada matriz xenófoba. Si ya era preocupante la espectacularización de la crisis migratoria en Lampedusa, más lo es teniendo en cuenta que en Francia el partido de Sarkozy, que celebró una convención sobre laicismo en la que sólo se habló del Islam, está cabalgando también, por supuesta rentabilidad electoral, en el discurso islamófobo de Marine Le Pen. Desalojada Lampedusa tras el anuncio publicitario de Berlusconi, Italia ha permitido que los migrantes encerrados en campamentos de tiendas se escapen y alcancen la frontera francesa de Ventimiglia, desde donde se les devuelve sistemáticamente a Italia. Titular de ayer en Le Figaro: Roma ofrece Francia a los inmigrantes tunecinos. Umberto Bossi, líder de la Liga Norte que dijo a propósito de los migrantes «foera di ball» («fuera de las pelotas»), abraza ahora la idea de la concesión de permisos temporales de estancia expresando el siguiente deseo: «Se irán a Francia, Alemania, Europa…». Si antes la presión migratoria se hallaba fuera de la Fortaleza Europa, ahora se encuentra en el corazón del espacio Schengen. En la rueda de prensa que dio la Comisaria Europea de Interior a su regreso de Túnez, le preguntaron por estas devoluciones de Francia a Italia, y después de un largo silencio acompañado de un gesto de gran embarazo, la Comisaria recordó que no se puede devolver a nadie en espacio Schengen a no ser que haya un peligro para la seguridad. Pero es obvio que la ruptura del muro sur de la Fortaleza Europa ha supuesto que el papel de guardianes de la Fortaleza, que antes recaía en los tiranos de la ribera Sur -Mubarak, Ben Ali y Gadafi- lo vayan a hacer otros, que se servirán del problema de la «invasión» para chantajear a sus vecinos del Norte a cambio de fondos. La Comisaria Europea de Interior, Cecilia Mallström, ha recordado que Italia aún tiene fondos europeos por gastar del año anterior, y se ha comprometido a conceder más en caso de que Italia los requiera. Se ha oído repetir la idea de que es un problema europeo también de boca del cardenal Bagnasco, secretario de la Conferencia Episcopal Italiana, pero llama también mucho la atención que desde los altas jerarquías de la Iglesia no haya habido un claro llamamiento a la solidaridad, que no se hayan puesto los innumerables inmuebles libres de impuestos a disposición del Estado italiano en esta crisis, y que las comunidades de base -véase en Toscana- hayan seguido haciendo la gran labor que siempre han hecho en medio del silencio del Vaticano. En Europa todo el mundo delega en todo el mundo y la raíz del problema, la desigualdad de derechos, sigue ahí. Ocurre, además, que en la ribera sur del Mediterráneo la situación política no es la que era. No bastó esta vez la clásica visita de Berlusconi para parchear la frontera marítima tunecina. Anteayer el ministro de Interior italiano, después de ocho horas de tensa reunión con el ministro de Interior tunecino, sólo consiguió arrancar una repatriación de 800 personas ya desembarcadas en Italia, aunque no se dice ni cómo ni cuándo tendrá lugar, y encima tuvo que ceder la concesión de un permiso temporal de tres meses para moverse dentro del espacio Schengen para los 20.000 migrantes que están ya en territorio italiano. En el acta firmada, que no es un acuerdo bilateral sino un documento mucho menos comprometedor, se dice que se reforzarán las fronteras tunecinas con nuevos medios militares italianos (6 barcos nuevos, reparación de otros 7, varios centenares de todoterrenos). ¿Cumplirá Túnez lo firmado en el acta?

Los países europeos que dan al Mediterráneo van entendiendo que hay que dar una respuesta económica rápida para colmar la diferencia de riqueza entre el norte y el sur del «Mar blanco que está en medio». Existe un documento (1) firmado a principios de marzo por Francia, España, Chipre, Grecia, Eslovenia y Malta en el que se solicita un modo distinto de repartir los fondos europeos. Los países del sur de Europa señalan disparidades insostenibles: mientras la UE destina a Egipto 1,8€ /habitante/año, y 7€ /hab./año a Túnez, concede 25€ /hab./año a Moldavia. Da la impresión de que el eje geopolítico que preocupa en Europa deja de ser el Este/Oeste y pasa a ser el Norte/Sur. Ello se aprecia en todas las escalas. Se ve en la fricción entre las regiones del Norte y del Sur de Italia, pero también entre Italia y su vecina del norte, Francia, e incluso entre los PIGS y la entente franco-alemana (Portugal acaba de pedir auxilio a la UE).

Leo (2) en el prólogo del libro Barbaros. Inmigrantes, prófugos, deportado en el Imperio Romano (3): «Un mundo que se considera próspero y civil, marcado por desigualdades y desequilibrios internos pero seguro de contar un una administración y una economía integradas; en el exterior, pueblos obligados a sobrevivir con recursos insuficientes, amenazados por el hambre y la guerra, que cada vez más a menudo porfían por entrar; una frontera militarizada para filtrar prófugos e inmigrantes; autoridades de gobierno que deben decidir una vez tras otra el comportamiento que se ha de tener ante estas emergencias con una gama de opciones que va desde el alejamiento forzoso hasta la acogida de masa, de la fijación de las cuotas de ingreso a la oferta de ayuda humanitaria y puestos de trabajo. Podría parecer una descripción de nuestro mundo, y en cambio es la situación en la que se encontró durante siglos el Imperio Romano frente a los bárbaros antes de que se agotara, con consecuencias catastróficas, su capacidad de gestionar de modo controlado el reto de la inmigración».

Después de leerlo, de levantar la vista y ver la masacre continua en el mar Mediterráneo, la derrota clara de quienes impusieron, por electoralismo puro, la ignominia del delito de emigración clandestina y hoy deben ceder ante la realidad y conceder permisos temporales a los migrantes; luego de ver que la tensión sube hacia el corazón mismo del espacio Schengen, plaza fuerte de la Fortaleza Europa, no se puede por menos de considerar que estamos ante señales de la decadencia y caída del Imperio Europeo de Occidente.

Notas:

1. Lo mencionaba Nicu Popescu aquí.

2. Este libro lo mencionaba Piergiorgio Odifreddi en un lucidísimo artículo: «Le invasioni barbariche«.

3. Barbero, Alessandro. Laterza, 2006, p. V.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

rCR