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Nicarica o Costanica (o Costaragua)

Fuentes: Revista Amauta

Para quienes conocemos al pueblo nicaragüense y hemos convivido y luchado junto a él, nos resulta repugnante que un grupo de empresarios enriquecidos a la sombra del poder se autoproclamen gobernantes y guardianes de la soberanía. Su impostura y su cinismo poco tienen que ver con los valores más profundos del ser nicaragüense y su […]

Para quienes conocemos al pueblo nicaragüense y hemos convivido y luchado junto a él, nos resulta repugnante que un grupo de empresarios enriquecidos a la sombra del poder se autoproclamen gobernantes y guardianes de la soberanía. Su impostura y su cinismo poco tienen que ver con los valores más profundos del ser nicaragüense y su amplio abanico intercultural.

Lo anterior vale para cualquier gobierno espurio, incluido el nuestro. Quiero decir que son «gobernantes» que muy poca relación, por no decir ninguna, asumen respecto de los intereses de sus propios pueblos. Por esa razón, lo que más incomoda y preocupa es que solivianten el ánimo de sus comunidades tocando atabales de guerra sin parar mientes en sus consecuencias. Es decir, orquestando una campaña de odio fratricida que no encaja en las tradiciones de dos pueblos hermanados históricamente, a pesar de esos mismos gobernantes.

Me explico y pongo dos ejemplos: de 1856 hasta 1858 el pueblo costarricense acudió a las armas para defender la soberanía nicaragüense y centroamericana ante el atropello de filibusteros yanquis que (¡oh paradojas de la historia!) habían sido llamados por una fracción de la clase gobernante nica. Costa Rica perdió el 10% de su población por la guerra y su secuela mayor: el cólera. De 1978 hasta 1980 el pueblo costarricense se volcó en ayuda solidaria hacia el pueblo nica que batallaba por expulsar a uno de sus más crueles dictadores: Tacho Somoza. El pueblo tico fue sandinista (cuando el sandinismo era sandinista, no la triste parodia de hoy); muchos compatriotas combatieron en el Frente Sur y dejaron allí sus vidas. En la desgastante guerra con la «Contra» (donde entonces militaba el hoy «ingeniero de dragado» Edén Pastora) también cayeron varios ticos.

De tal manera que Costa Rica siempre ha visto con simpatía al pueblo nica, sus luchas y producciones. Lo que sucede es que la mayoría de los gobernantes junto a una prensa comercial irresponsable y obtusa, se han encargado de alimentar un odio extraño entre hermanos; extraño porque es una suerte de amor/odio o de odio/amor. El río San Juan, que siempre ha pertenecido a Nicaragua y que ningún costarricense, que yo recuerde, ha reclamado para sí, ha sido el pretexto de esas deleznables campañas de odio para «unificar» al pueblo nica en torno a proyectos político/empresariales bastantes sospechosos, para no poner otra palabra.

El maestro de la Vanguardia Poética nica, José Coronel Urtecho, lo entendió muy bien. Por más de treinta años se hizo habitante de la frontera (del lado tico) donde observó que en ambas riberas del río los lugareños no tienen problemas de soberanía ni de odio porque desde siempre han comerciado y han establecido lazos de todo tipo, incluidos los familiares. Una cosa es lo que se afirma en Managua o San José (la ciudad más grande de Nicaragua, como la llama el poeta Alfonso Chase), y otra lo que expresan los vecinos ribereños.

Pues bien, la poesía siempre ha estado del lado de la hermandad y de las buenas relaciones entre vecinos inevitables. Desde Rubén Darío, pasando por Carlos Martínez Rivas, Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez, etc., hasta poetas tico/nicas como David Maradiaga, Costa Rica siempre ha sido anfitriona de intelectuales y artistas nicaragüenses. Y nuestros intelectuales y artistas han actuado en consecuencia con los valores humanistas que nos proponen una visión de hermanos y compañeros de viaje sin mirar la nacionalidad del otro, a pesar de las diferencias que se puedan tener.

Por esa razón, desde la poesía y la confraternidad centroamericana, tantas veces refrendada con sangre de hermanos, hago un humilde llamado a los colegas costarricenses y nicaragüenses para que nos unamos en una cruzada de amistad y fraternidad que evite la confrontación y violencia simbólicas entre nuestros pueblos. Porque no deseo pensar en una confrontación material o bélica, evento que, estoy seguro, nunca sucederá.

El colonialismo del poder y la globalización neoliberal han dividido a nuestros pueblos y los han separado de sus gobernantes, casi siempre representantes de las metrópolis coloniales. Son ellos los causantes de esas divisiones y de las enormes asimetrías socioeconómicas al interior de nuestros países. Hagamos una convocatoria para que en nombre de la poesía, la literatura y el arte, nuestros gobernantes se sienten a dialogar en base a un proyecto binacional de protección y desarrollo humano en la cuenca binacional del Río San Juan. Y por unas relaciones de buena vecindad duraderas y leales.

Es hora de detener la estupidez y la demencia de xenófobos y mandarines del capital que desatan una ola de odio entre hermanos históricos para invisibilizar sus oscuros intereses y negociados. Nicaragua y Costa Rica serán vecinas para siempre. Nosotros tenemos la responsabilidad de sentar las bases culturales para una convivencia pacífica cargada de respeto muto, de colaboración y de solidaridad. Ojalá que muchos poetas, escritores, artistas e intelectuales, ticos y nicas, puedan estampar su firma al pie de esta invitación.

Adriano Corrales Arias es escritor costarricense

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