El ALBA no sanciona, sino que brinda solidaridad. No ofrece lo que le sobra, sino que comparte lo que tiene. Por ello, su filosofía se puede considerar como la más humana, diametralmente opuesta a quienes ejercen el odio y el egoísmo como herramientas para imponer formas neocoloniales de existencia, cuyo basamento es un sistema enfermo y decadente, como lo constituye el actual neoliberalismo.
No se trató de un convite para pedir más ayuda en armas para la guerra en Ucrania. Tampoco para buscar aliados que se sumen al festín de las sanciones contra Rusia. La Cumbre del ALBA que acogió La Habana el viernes último fue un encuentro para hablar de unidad, de solidaridad, de compromiso con los pueblos en la búsqueda de fórmulas para vencer los avatares de la pandemia y las medidas coercitivas impuestas por Estados Unidos y Europa contra algunos de nuestros países.
Revisando los acuerdos de todas las cumbres del ALBA, desde su creación en diciembre de 2004 hasta hoy, en ninguna de ellas los líderes de América Latina y el Caribe han dedicado ni siquiera un minuto a proponer guerras o aplicar sanciones, y en todas, los valores unión y solidaridad han presidido la agenda del debate.
En iguales tiempos, si acudimos a lo discutido en algunas cumbres de la Unión Europea, o de las auspiciadas por Estados Unidos, ya sea en América o allende los mares, el centro del debate ha estado en el apoyo material a las guerras dirigidas por Washington y la OTAN, o en la aplicación, cada vez más de moda, de sanciones contra quienes no acepten los dictados de la Casa Blanca.
Como se recoge en los documentos conceptuales, «la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América–Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) es una plataforma de integración latinoamericana y caribeña, histórica e inédita, con énfasis en la dimensión social, que toma como fundamento y epicentro de la integración al ser humano, basada en la solidaridad, la complementariedad, la justicia y la cooperación, uniendo las capacidades y fortalezas de los países que la conforman».
La visión de dos líderes históricos, Fidel Castro y Hugo Chávez, que se trasladaron en el tiempo a las figuras de Simón Bolívar y José Martí, se convirtieron en el sustento para esta Alianza.
En una de sus Reflexiones, Fidel escribió el 19 de octubre de 2009:
«El ALBA, creado por la República Bolivariana de Venezuela y Cuba, inspiradas en las ideas de Bolívar y Martí, como un ejemplo sin precedentes de solidaridad revolucionaria, ha demostrado cuánto puede hacerse».
Recordemos, además, que el ALBA ha sembrado esa solidaridad humana en aspectos concretos como la colaboración médica y educacional, creando espacios como la formación de profesionales de la Salud en la Escuela Latinoamericana de Medicina; la Operación Milagro, que ha devuelto la visión a cientos de miles de personas de las capas más humildes de nuestros pueblos, y el programa Yo sí puedo, que ha logrado alfabetizar a millones de personas.
El ALBA no sanciona, sino que brinda solidaridad. No ofrece lo que le sobra, sino que comparte lo que tiene. Por ello, su filosofía se puede considerar como la más humana, diametralmente opuesta a quienes ejercen el odio y el egoísmo como herramientas para imponer formas neocoloniales de existencia, cuyo basamento es un sistema enfermo y decadente, como lo constituye el actual neoliberalismo.
Nuestros países de América Latina y el Caribe, en tiempos difíciles como los de hoy, deben hacer suyas las reflexiones de Fidel cuando preguntaba: «¿Cuál es el destino, además, de los países balcanizados de nuestra América? ¿Qué lugar van a ocupar en el siglo XXI? ¿Qué lugar les van a dejar, cuál va a ser su papel si no se unen, si no se integran?
«Para erradicar esa deuda tenemos que unirnos, para conquistar el nuevo orden económico internacional tenemos que unirnos, para alcanzar la integración tenemos que unirnos».