Traducción Susana Merino
El atentado de Niza ha sido demasiado atentado. Por supuesto solo podemos sentirnos golpeados por el horror, como nos ha pasado en las múltiples reincidencias desde enero de 2015 con la masacre cometida en Charlie Hebdo (1). Ya se ha dicho todo lo imaginable. Nos agarraron la pena, el asco y también la cólera.
La reiteración de estos actos es un hecho en sí mismo. Incluye también la reacción inadecuada y culpable del presidente de la República y del Gobierno.¿Hicieron estos últimos todo lo posible para evitar la repetición de estos terribles actos? ¿Hicieron todo lo necesario para que se restableciera en el país la concordia civil? Es de temer que la respuesta sea negativa. Ahora bien, ambas tareas, garantiza la seguridad de cada uno y mantener la concordia civil son dos tareas que fundamentan la legitimidad de los gobernantes. Todo fracaso en ese orden genera una crisis de legitimidad.
Vuelta al estado de emergencia
El presidente decidió recurrir al estado de emergencia durante la trágica noche del 13 de noviembre. Un acto que constituía un acto de soberanía (2) y no debió malgastarse. Pero se desvió de su función y se transformó en una máquina de control del poder ciertamente dispuesto a la compasión y a los lamentos eternos pero mucho menos dispuesto a hacer justicia y menos aún a la acción. Nada de esto debería sorprendernos, sin embargo, de un Gobierno que se muestra incapaz de nombrar al enemigo (3). Porque el estado de emergencia, en el contexto del 13 de noviembre y de los atentados quesiguieron no tenía sentido si no se decidía a identificar claramente al enemigo. (4).
Es necesario por lo tanto identificar cuál es el pretexto ideológico del terrorismo yihadista que nos ha declarado la guerra, porque estructura los comportamientos que debemos combatir. No es el islam en general lo que la provoca, sino la actual proliferación de las ideas salafistas y wahabitas que constituyen una muy particular corriente del islam, una lectura literal, financiada por algunos países como Arabia Saudí y Catar. Conviene analizar también el tema de nuestra política exterior con relación a esos países.
El estado de emergencia debió utilizarse para instalar algunas medidas muy simples, como la prohibición del financiamiento exterior directo de lugares de culto y de asociaciones culturales, algo fácilmente realizable por decreto. Esa medida no prohibiría el financiamiento exterior, pero obligaría a que las sumas fueran depositadas en una caja común bajo el control del ministerio del Interior y del ministerio de Finanzas, que verificarían que los fondos de esta caja fueran inocuamente políticos y que se entregarían a las organizaciones así financiadas. Pero para lograrlo habría sido necesario que en Francia existiera el Estado.
Medidas de salubridad pública y una capitulación política
El ministerio del Interior habría podido imponer asimismo el control de las prédicas y la expulsión de los predicadores que rechazan los principios establecidos en el preámbulo de la Constitución, en especial el artículo primero tomado de la constitución de 1946 al terminar la guerra contra el nazismo (5) y todo lo relacionado con el odio. Algo que se hace hoy día, apenas tímidamente y de manera imperfecta. Pero las buenas almas de la «izquierda» biempensante rechazan hacer ese trabajo o lo hacen con repugnancia.
En tal sentido dicen «no asociemos las cosas, no caigamos en la islamofobia». ¿De qué se trata? Se trata de decir, algo evidente, que no todos los musulmanes son terroristas. Es bueno y saludable repetirlo, pero eso no ayuda a avanzar en la discusión. El discurso islamófobo puede también tener otro sentido mucho más discutible.Al querer combatir dicha «islamofobia» se prepara el terreno para excluir del debate al islam y a otras religiones. Es un grave error cuyas consecuencias podrían llegar a ser terribles. Suscribe la dimisión intelectual relacionada con nuestros principios fundadores, principios que van mucho más allá de la relación con una religión particular. Ese argumento confirma la confusión existente entre valores y principios. Capitula intelectualmente ante el enemigo. Ahí estamos.
¿Para qué sirve el estado de emergencia?
Del mismo modo, el estado de emergencia habría permitido realizar un control generalizado de las fronteras acompañado de la prohibición a los franceses de ir a combatir en una organización terrorista y genocida y su regreso al territorio nacional. El presidente de la República ha preferido entablar el debate sobre la caducidad de la nacionalidad, aún sabiendo que provocaría polémicas(6).El miércoles 30 de marzo del 2016 debió declarar que abandonaba su proyecto de incluir en la Constitución la «caducidad de la nacionalidad» y el estado de emergencia. Con esa declaración revelaba su incapacidad para conducir la situación provocada por los atentados del 13 de noviembre de 2015. Con esa declaración reconocía lo que nosotros sabíamos desde hacía varios meses: que ya no era más que un cadáver político.
La prohibición de volver al territorio, que no es otra cosa que la moderna forma del exilio, habría sido más fácil de imponer y habría generado menos problemas. Pero acorralado por la contradicción de su ideología, sometido por sobre todo a los diktats de la Unión europea, se vio sometido a un debate sin salida.
Sinteticemos. Un estado de emergencia ha sido concebido por el legislador como una manera de enfrentar una situación excepcional que impide el funcionamiento de las instituciones o que al menos vuelve problemático su funcionamiento. Se justificaba en la trágica noche del 13 al 14 de noviembre, pero debía hallarse acompañado de medidas rápidas y excepcionales, tendiente a conducir a Francia a la normalidad. Ahora bien, ahora asistimos a una eternización del estado de emergencia, que se confunde con un «estado de guerra». Pero si estamos en guerra recordemos las palabras que Georges Clémenceau pronunció en la Cámara de Diputados el 8 de marzo de 1918 y que han quedado en los anales: «…digo que los republicanos no deben tener miedo a la libertad de prensa. No tener miedo a la libertad de prensa es saber que comporta excesos. Es por eso que existen leyes contra la difamación en todos los países con libertad, con leyes que protegen a los ciudadanos de los excesos de esa libertad. Yo no les impido usarla. Y aún hay algo mejor: hay leyes de la libertad que también ustedes pueden usar como sus adversarios: nada se opone, los caminos de la libertad están abiertos: ustedes pueden escribir, otros también tienen la libertad de hacerlo…»
Este fracaso del presidente no hace sino reflejar un amateurismo, que le satisface, que caracteriza su accionar luego de muchos meses. Después de los atentados de enero de 2015, el Gobierno y el presidente han sido incapaces de tomar las medidas necesarias. Hoy hablan bien alto pero actúan muy poco. Este fracaso revela al mundo la incapacidad patológica del presidente para erguirse a la altura de sus funciones. Traduce su enorme incomprensión sobre su función y sobre lo que esta le exige. Debería sacar las conclusiones.
Notas:
(1) Ver mi nota publicada el 8de enero de 2015, «Les lecons d’une massacre»
(2) Ver «Etat d’urgence et souveraineté» nota publicada el 16 de noviembre de 2015.
(3) Ver: «Les salafistes et la République (recension de «Silence Coupable»)», nota del 28 de abril de 2016.
(4) «Désigner l’ennemi», nota del 19 de junio de 2016.
(5) El texto es el siguiente: «Al día siguiente de la victoria alcanzada por los pueblos libre bajo regímenes que han pretendido someter y degradar a las personas, el pueblo francés proclama nuevamente que todo ser humano, sin distinción de raza, religión, ni credo detenta derechos inalienables y sagrados. Reafirma solemnemente los derechos y las libertades del hombre y del ciudadano consagrados por la Declaración de los Derechos de 1789 y de los principios fundamentales reconocidos por las leyes de la República». http://www.conseil-constitutionnel.fr/conseil-constitutionnel/francais/la-constitution/la-constitution-du-4-octobre-1958/preambule-de-la-constitution-du-27-octobre-1946.5077.html
(6) Ver «Déchéance et déchéances», nota publicada el 25 de diciembre de 2015, y «Déchéance et retrait», publicada el 30 de marzo de 2016.
Jacques Sapir es un economista francés. Enseña en el EHSS de París y en el Colegio de Economía de Moscú (MSE-MGU). Especialista en problemas de la transición en Rusia, es también un reconocido experto en problemas financieros y comerciales internacionales. Ha escrito numerosos libros, el más reciente es La Démondialisation (Paris, Le Seuil 2011).
Fuente: http://russeurope.hypotheses.org/5097
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