Traducido del francés para Rebelión y Tlaxcala por Rocío Anguiano
Majestad,
No sé si vio usted, como yo, en la cadena Arte el excelente documental El rey blanco, el caucho rojo, la muerte negra.
No sé si usted se sintió también horrorizado al ver los terribles sufrimientos infligidos a la población del Congo por el rey Leopoldo II entre 1885 y 1908. Los niños a los que se les cortaba la mano cuando no traían suficiente corcho. Los hombres cuyas mujeres eran secuestradas como garantía para que ellos produjeran más. Los pueblos enteros quemados solo para sembrar el terror. Las sádicas torturas. No sé si usted también tembló al oír al historiador M’bokolo decir que ese genocidio redujo la población del Congo de veinte a diez millones de habitantes.
Esto no es precisamente lo que nos enseñaban en la escuela. Nos hablaban de un «gran soberano visionario y constructor». Cuando resulta que amasó una de las mayores fortunas del mundo a golpe de torturas, masacres y mentiras.
Bruselas, su ciudad y la mía, está llena de estatuas y monumentos a la gloria de este «gran rey». Es tremendo. Es como si Berlín enarbolara con orgullo las estatuas de Hitler. Porque si lo analizamos desde la perspectiva de los negros, Leopoldo II fue nuestro Hitler particular. Las víctimas, sean blancas o negras, valen exactamente lo mismo.
¿Qué piensa hacer, Majestad? Está claro que nadie es responsable de los actos de sus antepasados. Pero en fin, si es cierto que la fortuna de la familia real belga procede de un genocidio, eso debe incomodarle terriblemente. Así que le voy a hacer dos sugerencias…
Se habla mucho en estos tiempos, y con razón, del deber de la memoria. Se hacen visitas a Auschwitz y eso está muy bien. Pero ¿no sería mejor ocuparnos de nuestro propio Hitler? No propongo que se quiten esas ofensivas estatuas. Sería más pedagógico acompañarlas de placas explicativas sobre lo que pasó realmente, y crear un museo del genocidio congolés que podrían visitar los colegios.
Quizá usted podría también pedir perdón. No personalmente, claro está, sino como forma de mostrar que no quiere ser cómplice de esos crímenes.
Y además, para no quedarse únicamente en los gestos simbólicos, ¿no podría contribuir a reparar el mal causado? Como usted sabe, las mayores fortunas de Bélgica se construyeron mediante el saqueo del Congo. Hay un libro excelente, Y Europa subdesarrolló África, en el que el profesor Walter Rodney muestra, con datos y cifras, como el colonialismo bloqueó el desarrollo de ese continente. (El libro ya es viejo y probablemente esté agotado. Si no lo encuentra llámeme y se lo prestaré encantado).
Así que si su antepasado robó tanto, estará de acuerdo conmigo en que es justo devolverlo. Daría usted un bonito ejemplo a algunas grandes sociedades belgas.
Es importante para el pueblo del Congo, que se debate en una terrible miseria porque le han robado. Y como usted sabe porque el saqueo sigue hoy en día. Bajo formas encubiertas pero aún más efectivas.
Y también es importante para los belgas. Dicen que le preocupa mucho el ascenso de los partidos racistas y fascistas. Ahora tiene una forma excelente de controlarlos. Puesto que insisten en presentar a los refugiados negros como «aprovechados» que vienen a quitarnos nuestro bienestar, es usted el mejor situado para pararles los pies, mostrando que los pueblos negros no son los aprovechados, sino las víctimas. Y que nuestro bienestar (en fin más bien el suyo que el nuestro) proviene principalmente del saqueo cometido contra los negros.
Por lo tanto, Majestad, se lo digo con toda sinceridad: ¡Devuélvaselo! Devuélvaselo de corazón, no se quede con el fruto del genocidio. Así podrá mirar a sus hijos y a sus nietos directamente a los ojos. Y a todos los niños negros. ¿No vale eso mucho más que un gran montón de oro adquirido de mala manera?
MICHEL COLLON
Si desea hacer público su punto de vista, quizás encuentre algunas dificultades, ya que a los medios de comunicación belgas no les gusta hurgar en este tema. Así que no se preocupe, envíeme el texto. Con mucho gusto lo difundiré en mi lista de correo, que por cierto, presentará próximamente un gran «Informe Congo». Así que Majestad, ¡hasta pronto!
Rocío Anguiano es miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística (www.tlaxcala.es). Esta traducción es Copyleft.