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OTAN encrucijada

Fuentes: Milenio México

«Lo de Lisboa, puro teatro» editorializó -el pasado 19 de noviembre- un periódico español. El Mundo se refería así a la Cumbre en la que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sancionó su Nuevo Concepto Estratégico (NSC, en inglés). Fue el fin de un largo proceso que arrancó en 2005 cuando, luego de […]

«Lo de Lisboa, puro teatro» editorializó -el pasado 19 de noviembre- un periódico español. El Mundo se refería así a la Cumbre en la que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sancionó su Nuevo Concepto Estratégico (NSC, en inglés).

Fue el fin de un largo proceso que arrancó en 2005 cuando, luego de la controversial invasión estadunidense de Irak (2003) el entonces Primer Ministro alemán, Gerhard Schröder, propuso estudiar la reforma de la OTAN.

Su idea funcionó porque el unilateralismo que pretendieron imponer los neocon estadunidenses, con George W. Bush, está teniendo costos económicos -pero también, políticos- demasiado elevados para Washington.

En dicho marco, apostar por un NSC, supone hacerlo por una nueva forma de multilateralismo que, en la práctica, trata de poner a la OTAN al servicio de las nuevas necesidades estratégicas globales estadunidenses, rebautizadas como occidentales.

Plantear una redefinición del horizonte estratégico, tanto en términos de medios (repartir esfuerzos financieros, políticos y militares) como de fines (reconocer que Rusia no es el único enemigo) no supone, en realidad, nada nuevo: cuando en 1991 desapareció el Pacto de Varsovia, hubo quien planteó aplicar a la OTAN algo muy parecido al actual NSC.

Asumirlo ahora, desde esta perspectiva, supone la aceptación subrepticia de un fracaso político: las guerras de Irak y Afganistán se han caracterizado por errores de partida basados en su propia legalidad y legitimidad.

La nueva OTAN (cuyo presupuesto anual equivale a las necesidades para la reconstrucción de Haití) pretende resolver dicho problema anteponiendo el concepto de seguridad al de defensa de forma que, en lo sucesivo, sea posible intervenir, «legal» y «legítimamente», en cualquier parte del mundo. Se disuelve así, la obsesión anti-rusa trocando el anti-comunismo por el anti-terrorismo, más acorde a las obsesiones contemporáneas.

Se traslada además, taimadamente, el eje de preocupación geopolítica, de Europa hacia Eurasia (donde la Organización de Cooperación de Shangai -que aglutina a Rusia y a China- es la que realmente preocupa) y se insinúa por último, la necesidad de una fuerza armada mundial al servicio de la ONU: ¿se estará pensando en la OTAN? En Pekín, probablemente, no…

 

Fuente: http://impreso.milenio.com/node/8872559