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EE.UU. y el ejército imponen un compromiso al nuevo presidente

Pakistán gira a la derecha

Fuentes: Asia Times

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Precisamente cuando parecía que todos los esfuerzos de EE.UU. y de los militares paquistaníes habían fracasado en el intento de aplacar una crisis política en rápido crecimiento, el gobierno capituló el lunes por la mañana ante las demandas de los manifestantes.

Mientras miles de personas van por las calles hacia la capital Islamabad, el primer ministro Yousuf Raza Gilani anunció en la televisión estatal a las 5.45 de la mañana que el ex presidente de la Corte Suprema, Iftikhar Mohammed Chaudhry y otros antiguos jueces serán reincorporados.

Fueron despedidos por el presidente de aquel entonces, general Pervez Musharraf en marzo de 2007, una acción que precipitó las manifestaciones de abogados que llegaron a un punto crítico en los últimos días.

El sorpresivo anuncio de Gilani vino después de intensas negociaciones durante los últimos días, en las que los abogados y partidos políticos de oposición habían rechazado rotundamente todo compromiso con el gobierno.

Gilani también prometió que el gobierno reconsideraría la decisión de la Corte Suprema de este mes que prohibió que el ex primer ministro Nawaz Sharif y su hermano Shahbaz ocuparan puestos elegidos. También dijo que todos los manifestantes arrestados en los últimos días – incluido Nawaz Sharif – serán liberados.

Parece que a Gilani no le quedaba otra cosa que hacer. Las administraciones y la policía locales han desafiado por completo al gobierno del Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) y permitieron que miles de participantes en la marcha continuaran hacia Islamabad. Significativamente, EE.UU. había barajado la posibilidad de que interviniera el ejército, pero éste no estaba en condiciones de hacerlo, colocando un serio signo de interrogación en cuanto a la capacidad de EE.UU. de influenciar decisiones en Pakistán, su principal aliado en el teatro regional de operaciones de guerra.

La embajada de EE.UU. respondió a las 7 de la mañana del lunes con una declaración: «Saludamos el anuncio por el gobierno de Pakistán de sus planes de reincorporar al ex presidente de la Corte Suprema

Iftikhar Mohammed Chaudhry. Es una decisión digna de un estadista, tomada para aplacar una seria confrontación, y la eliminación aparente de este antiguo problema nacional es un paso sustancial hacia la reconciliación nacional. Es hora de que todos los paquistaníes y sus representantes políticos trabajen juntos, con el apoyo de sus amigos y aliados, para fortalecer pacíficamente su democracia y asegurar un dialogo positivo mientras avanzan para encarar los numerosos problemas que enfrentan.»

Aparte del tema del aparato judicial reincorporado, la decisión del lunes cambia la dinámica política en Pakistán.

Los partidos derechistas – la Liga Musulmán de Pakistán-Nawaz (PML-N), Jamaat-i-Islami y Pakistan Tehreek-i-Insaf de Imran Khan, que Washington quería que se distanciaran de la estructura política posterior a febrero de 2008, se han establecido ahora como una fuerza decisiva.

Nawaz Sharif y los abogados saludaron de inmediato el anuncio del primer ministro y dijeron que terminarían su larga marcha hacia Islamabad.

No significa necesariamente el fin de tales marchas de protesta o de la intranquilidad. Una vez que

Chaudhry preste juramento el 21 de marzo, cuando se retire el actual presidente de la Corte Suprema

Abdul Hameed Dogar, se espera que siga adelante con lo que hacía antes, cuestionando los mismos temas que contribuyeron a su destitución.

Crucial entre ellos es la credibilidad del Decreto Nacional de Reconciliación – un perdón presidencial – que emitió Musharraf respecto a los casos de corrupción contra el actual presidente Asif Ali Zardari y otros dirigentes del PPP, que les permitió participar en elecciones y luego formar un gobierno a comienzos del año pasado.

También existe el tema de las muchas docenas de desaparecidos, es decir, gente detenida por presuntos crímenes relacionados con la «guerra contra el terror,» cuyo rastro se ha perdido. Antes de su destitución,

Chaudhry tuvo enfrentamientos con el establishment militar al respecto.

La oposición sigue firme. Un acuerdo negociado por EE.UU. y el ejército paquistaní durante el fin de semana llevó a Zardari a aceptar un paquete para salvar las apariencias bajo el cual reconsideraría la desclasificación de los hermanos Sharif. El líder del PML-N, Nawaz, había sido excluido de puestos elegidos y Shahbaz había sido obligado a renunciar como presidente de la Corte Suprema de la provincia Punjab.

Los estadounidenses estuvieron frenéticamente involucrados. La Secretaria de Estado Hillary Clinton habló con Zardari, Nawaz Sharif y el jefe del ejército general Ashfaq Parvez Kiani. Antes, habían entrado en escena el enviado de EE.UU., Richard Holbrooke, la embajadora de EE.UU. Anne W Peterson y otros funcionarios.

Todos habían esperado que la mediación estadounidense rompiera el hielo, pero los dirigentes de la oposición rechazaron su propuesta el domingo y sus partidarios siguieron reuniéndose en grandes cantidades en Lahore. Dijeron que no aceptarían nada menos que la restauración del aparato judicial y el despido de todos los jueces nombrados y ascendidos por Musharraf y Zardari.

El domingo por la tarde, renunciaron muchos oficiales de la policía y funcionarios de la administración local, diciendo que no estaban dispuestos a usar la fuerza contra manifestantes.

Entre ellos estaba el procurador general adjunto de Pakistán, el oficial de coordinación del distrito de Lahore, el inspector general de la policía de Punjab y el inspector general adjunto de policía de Lahore.

Parece haber sido lo último que faltaba para obligar al gobierno a capitular, ya que temía no estar en condiciones de contener a los muchos miles que iban a aparecer en la capital el lunes para una sentada: El poco control del gobierno se derrumbaría y nadie, incluido el ejército, podía permitirse una intervención.

La crisis política inmediata en Pakistán ha sido calmada, pero la olla sigue hirviendo y el gobierno de Zardari sigue bajo amenaza.

El dirigente del Parlamento y ministro federal del PPP, Mian Raza Rabbani, renunció la semana pasada.

Naheed Khan, la fiable secretaria política de la asesinada líder del PPP Benazir Bhutto – la esposa de Zardari – sumó el viernes sus fuerzas a las de los abogados. Bhutto murió en brazos de Khan después que el coche en el que viajaban fue atacado en Rawalpindi el 17 de diciembre de 2007. El esposo de Khan, Safdar Abbasi, dirigente del PPP y senador, estuvo a su lado cuando posteriormente se dirigió a un mitin de los abogados.

Sin embargo, el mayor golpe ha sido la renuncia de la ministra de información, la señora Sherry Rahman, el viernes por la tarde, después de restricciones del gobierno a los canales de televisión privada para impedir que cubrieran la marcha de los abogados.

El domingo, Qazi Hussain Ahmed, jefe del principal partido islámico, Jamaat-i-Islami, advirtió a Washington que se mantuviera lejos y no tratara de ejercer alguna influencia en Pakistán. Jamaar fue el principal motor de las protestas de los abogados debido a sus cuadros organizados. También instó al jefe del ejército, Kiani, a que utilizara su influencia para obligar al gobierno a aceptar las demandas de la oposición.

La capacidad de gobernar de Zardari es cuestionada ahora, así como la capacidad de EE.UU. de conformar el país para ajustarlo a sus necesidades en la «guerra contra el terror». La ofensiva anual de los talibanes en Afganistán, de la cual Pakistán es un factor integral, tendrá lugar en sólo unas pocas semanas.

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Syed Saleem Shahzad es jefe del Buró Pakistán de Asia Times Online. Para contactos:

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