Bolivia y Nicaragua son hoy en la Patria Grande dos paradigmas de prosperidad, desarrollo sostenible, y lucha por la unidad de los pueblos latinoamericanos y caribeños, en momentos en que la derecha internacional, amparada por Estados Unidos, emprende una ofensiva feroz para desacreditar a los gobiernos y fuerzas progresistas de la región. Ambos países, que […]
Bolivia y Nicaragua son hoy en la Patria Grande dos paradigmas de prosperidad, desarrollo sostenible, y lucha por la unidad de los pueblos latinoamericanos y caribeños, en momentos en que la derecha internacional, amparada por Estados Unidos, emprende una ofensiva feroz para desacreditar a los gobiernos y fuerzas progresistas de la región.
Ambos países, que figuraban otrora entre los tres más pobres de Nuestra América, solo superados entonces por Haití, encabezan en la actualidad la lista de los que más crecen económicamente en este hemisferio y que además redistribuyen sus riquezas.
Pero esa realidad no fue caída del cielo y mucho menos alcanzada a través de viejas y fracasadas formulas neoliberales que nuevamente se pretenden imponer, sino por el batallar y la perseverancia de la Revolución Sandinista que en Nicaragua encabeza el presidente Daniel Ortega, y el Proceso de Cambio liderado en Bolivia por el mandatario Evo Morales.
El crecimiento económico sostenido de las dos naciones supera en los últimos años el 4,5 por ciento de sus respetivos Producto Interno Bruto (PIB), resaltando a su vez una notable disminución de la pobreza, lo que ha sido reconocido reiteradamente por instituciones internacionales especializadas.
Gracias a los procesos populares nicaragüense y boliviano sus habitantes tienen acceso a los derechos humanos fundamentales, la alimentación, la salud, la educación, la cultura y el deporte, entre otros, mientras las riquezas no se concentran en un pequeño grupo de ricos y monopolios trasnacionales, como ocurre en los países donde imperan regímenes neoliberales.
Los logros visibles de ambas revoluciones, nunca exentas de patrañas mediáticas, agresiones y hasta guerras sucias protagonizadas por las oligarquías, en contubernio con Washington, constituyen ejemplos de lo que pueden hacer las fuerzas progresistas en alianza con los movimientos sociales y los pueblos.
Por ello, Bolivia y Nicaragua representan en estos momentos adversos para la Patria Grande y la humanidad dos importantes paradigmas de que sí se puede avanzar y triunfar, como igual lo ha hecho Cuba durante más de cinco décadas en medio del bloqueo económico, financiero y comercial que aún le impone Estados Unidos, y también lo hace la Venezuela Bolivariana frente a los continuos ataques externos y la violencia terrorista de la derecha.
Asimismo las dos naciones se han convertido en escenarios vitales de lucha por la unidad latinoamericana y caribeña, y contra las pretensiones imperiales de Washington de retomar, a toda costa, su dominio en Nuestra América.
No por casualidad, Bolivia será sede, los próximos días 20 y 21 de junio, de la Conferencia Mundial de los Pueblos por el Derecho a la Ciudadanía Universal y por un Mundo sin Muros, a celebrarse en el municipio de Tiquipaya, en Cochabamba.
Esa cita, donde estarán representados más de 40 países, será una respuesta contundente al manejo deshumanizado de las migraciones, pero al mismo tiempo un grito en defensa de la Madre Tierra, y otro llamado a la integración y la solidaridad regional.
Por su parte, Managua, la capital nicaragüense, acogerá en julio venidero el XXIII Encuentro del Foro de Sao Paulo, en el que deberá adoptarse el «Consenso de Nuestra América», un texto programático para el futuro de la izquierda y los movimientos sociales en este hemisferio.
En el referido documento, ya aprobado por el Grupo de Trabajo del Foro de Sao Paulo en julio del pasado año, se resalta la frase del Héroe Nacional cubano, José Martí, con la que cierro este trabajo periodístico por su valor trascendental y vigencia:
«A un plan obedece nuestro enemigo: de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan: enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo, hacer por fin a nuestra patria libre. Plan contra plan».
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