Las ONG denuncian que Sarkozy ha presionado a Bruselas para que le avale
El canciller francés, Alain Juppé, inicia hoy una crítica visita de dos días a Túnez. París quiere obligar a los gobiernos del norte de África, especialmente al tunecino, a pasar la página de las «revoluciones árabes» para reconstruir la muralla antiinmigración en la zona del Magreb . Los conservadores franceses han logrado alinear a la Comisión Europea con su posición. Bruselas condiciona ahora la concesión de nuevas ayudas a que Túnez ponga en marcha el cerrojo. La diplomacia francesa, aprovechando el incidente del domingo pasado con un tren italo-francés que llevaba sólo a unos 60 tunecinos, ha multiplicado las presiones.
París debe recomponer los lazos con el nuevo Gobierno tunecino, después del ridículo de haber sido, hace tres meses, el último Ejecutivo occidental que apoyaba al dictador Ben Alí. Además, el Gobierno de Nicolas Sarkozy tiene otro objetivo: lograr que sea el propio nuevo Gobierno tunecino el que acepte yugular la emigración.
Según cifras de ONG tunecinas, tras el triunfo de la revolución, el número de parados ha pasado de unos 500.000 a unos 700.000, en un país de diez millones de habitantes.
Pese a que Túnez depende de las empresas europeas que dominan el turismo, el textil y la atención telefónica de atención al cliente, la UE no ha pensado en solicitar a estas una contribución a la «transición democrática». Al contrario: el 25 de enero, con uno de los primeros gobiernos provisionales formados, los embajadores de los países de la UE convocaron a ese ejecutivo para decirle que, si bien los 27 tenían lista una ayuda importante, estaba condicionada al respeto de los acuerdos económicos. Esto es, a favorecer a las firmas extranjeras.
Juppé ha llegado a afirmar por televisión que «Túnez no ha sido abandonado, en absoluto». «Hacemos muchos esfuerzos para ayudarlo», agregó. Pero la opinión de la mayoría de organizaciones de derechos civiles tunecinas es otra. Tras la visita de seis ministros franceses antes de Juppé, las ONG han sacado una conclusión: es París la que ha presionado a la Comisión Europea para que condicione toda nueva concesión de ayuda a Túnez, a una aplicación a rajatabla del cerrojo migratorio.
La contrapartida
El presidente de la Comisión Europea, José Durão Barroso, estuvo la semana pasada en Túnez. Bruselas espera «una acción clara de Túnez, aceptando la readmisión de sus ciudadanos que se encuentren de manera irregular en Europa y en materia de lucha contra la inmigración ilegal» , dijo Barroso nada más salir de la entrevista con el primer ministro tunecino, Beji Caïd Essebsi.
Dicho esto, «en contrapartida», la UE estaría dispuesta a sumar otros 140 millones de euros de ayuda a los 257 millones ya previstos en el plan 2011-2013.
El ministro de Interior francés, Claude Guéant, ya había dicho, antes que Barroso: «Pedimos a las autoridades tunecinas que tomen en cuenta nuestras preocupaciones, especialmente el control de los flujos migratorios hacia la UE» . Ciertas fuentes diplomáticas aseguran que existe incluso una carta de Nicolas Sarkozy a Barroso, en un tono bastante conminatorio.
Por si fuera poco, el Gobierno galo prepara para esta madrugada un señuelo populista: publicará una nueva lista de oficios cerrados a los inmigrantes extraeuropeos.
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