Se agota la estrategia falsa de la caridad. Las Cumbres Iberoamericanas inventadas por el Estado español languidecen rendidas ante la inutilidad y la caduca formulación de sus deseos. Paraguay acoge la XXI Cumbre con palabras tan huecas como su propuesta inicial. Tenía yo 20 años. Tan joven… y tan inexperto. Como novato periodista todo gran […]
Se agota la estrategia falsa de la caridad. Las Cumbres Iberoamericanas inventadas por el Estado español languidecen rendidas ante la inutilidad y la caduca formulación de sus deseos. Paraguay acoge la XXI Cumbre con palabras tan huecas como su propuesta inicial.
Tenía yo 20 años. Tan joven… y tan inexperto. Como novato periodista todo gran acontecimiento me parecía una ventana privilegiada. En 1991 cubrí en Madrid la primera Conferencia de Paz sobre Oriente Medio y en 1992 la segunda Cumbre Iberoamericana. El inteligente -y medroso- Felipe González desplegaba sus encantos para ubicar al Estado español en el mapa de la diplomacia eurooccidental y yo me creía casi todo, aunque sospechaba de todo.
El Estado español, su Gobierno, los intelectuales del poder, se inventaron un nuevo término -Iberoamérica– para contrarrestar a Abya Yala, a Indoamérica, a América Latina. Si los italianos le pusieron el nombre eropeo al continente invadido (América), los franceses le habían puesto el sello contemporáneo (Latinoamérica) y Madrid trataba de retomar el control con un nombre que integrara, al tiempo, a Portugal, a Brasil y a la misma España. Quedaba mejor que el colonial Hispanoamérica y los modernos de España, así como los rancios, podían aceptar el prefijo Ibero.
En aquella época, Latinoamérica y El Caribe eran otras. Presidentes felices de sentarse junto a un rey que nadie ha elegido como jefe de Estado; rancio protocolo de mentira para estrechar lazos que eran de opresión; intereses económicos crecientes que luego se encargaron de concretar bancos como el Santander o el BBVA, empresas energéticas como Endesa o Gas Natural o consorcios como Aguas de Barcelona con la inestimable ayuda de las legaciones diplomáticas españolas (convertidas en aparatos comerciales sin contenido político o cultural real).
Desde 1998 todo cambió. La llegada al poder de Chávez, primero, después de Evo Morales, Rafael Correa o los Kirchner, enfrió las Cumbres que antes sólo cuestionaba Fidel Castro y su dignidad con barba. Hoy, las Cumbres Iberoamericanas no sirven para nada. O al menos, para nada que nosotros conozcamos. Tampoco servían antes, excepto para alimentar la presencia de la «madrastra patria» en sus colonias.
A la de Paraguay (ver La sombra que oculta a Paraguay) que ahora se celebra no han asistido la mitad de los mandatarios y lo más folclórico es la presencia del presidente de Andorra, una pieza clave para el desarrollo de Latinoamérica (léase el sarcasmo).
España hace tiempo que dejó de comprender al continente (si es que alguna vez lo hizo) y jamás ha sido capaz de entender los tiempos ni las evoluciones que allí se producen. Si Bolivia nos invita a descolonizar el poder y las mentes, las Cumbres son una de las primeras instancias a reventar. Sólo personajes caducos, como Enrique Iglesias (al frente de la inoperante y costosa Secretaría General Iberoamericana), se benefician de instancias como éstas. Sólo el rey de España, al que le molestan los comentarios de los mandatarios elegidos democráticamente, o el presidente Zapatero, al que ya no lo invitan ni a las cumbres de Observadores de Nubes, pueden sentirse felices en Asunción, en un entorno tan decrépito como irreal. Eso sí, antes de recibir como ‘anfitriones’ a los presidentes latinoamericanos que han asistido, el rey y el presidente de España se reunieron con la no menos rancia ‘colonia’ española en Paraguay para agradecer su «aporte incalculable al desarrollo» de ese país. O los representantes españoles no han salido del hotel de 5 estrellas o nadie les ha contado que Paraguay languidece desde hace siglos en un sistema oligárquico y caciquil que sólo ha enriquecido a cuatro locales y una decena de extranjeros (entre ellos algunos españoles) mientra su población sufre la exclusión y la pobreza.
Lo triste es que en la Península Ibérica tampoco la mayoría de los movimientos alternativos abren la boca ante el despilfarro y la imposición de las Cumbres. Quizá, sólo quizá, muchos de esos movimientos tampoco han pasado por el filtro de la desconolización y siguen viendo a América Latina como el hermano menor con problemas genéticos. La mirada desenfocada.
Blog del autor: http://otramerica.com/opinion/patetica-cumbre/738
rCR