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La oposición italiana, sin rumbo

PD en derrota

Fuentes: Sin Permiso

No habíamos estado interesados nunca en el Partido Democrático, pero tengo la impresión de que entre la derecha y las pequeñas fortalezas de cierto pensamiento y acción de izquierda, ahora ya toda ella extraparlamentaria, se corre el riesgo de que no quede nada de él. La imagen que surge de la tercera asamblea del PD […]

No habíamos estado interesados nunca en el Partido Democrático, pero tengo la impresión de que entre la derecha y las pequeñas fortalezas de cierto pensamiento y acción de izquierda, ahora ya toda ella extraparlamentaria, se corre el riesgo de que no quede nada de él. La imagen que surge de la tercera asamblea del PD en la feria de Roma es la de un partido que antes de nacer está ya en proceso de descomposición. El dúo Veltroni-Franceschini no ha alcanzado el objetivo de derrotar, ellos solos, a la coalición de derechas -«ellos solos» significa que con Refundación, Mussi, Diliberto, y los Verdes, no ha tenido nada que ver-.

Habían puesto en pie un partido que no tiene nada de social o socialista, sino únicamente una alternancia moderna y recomendable frente al bloque berlusconiano, liguista y ex fascista. Pero con este programa y con una estructura vertical absoluta -facilitada por la provisionalidad de un partido que aún no ha llegado a su primer congreso- Veltroni no solo ha fracasado en la apuesta de vencer, sino que además, ha liquidado, también gracias a la ley electoral, a la Izquierda Arcoiris, ha perdido las elecciones a escala nacional, ha dejado Roma en manos de un fascista, ha bajado en Sicilia a mínimos históricos, cargándose, de paso, a Rutelli y a Anna Finochiaro. Y, tras el desastre cuya dimensión no se le escapa a Berlusconi, ha tratado de sostener un diálogo suave y de tú a tú con «Il Cavaliere», el cual, a la primera de turno, les ha respondido soltándoles un revés, riéndose incluso del jefe del estado. Nunca había sucedido que en el transcurso de un mes un gobierno hubiese puesto en ejecución medidas de gobierno tan violentas y represivas, y tan discutibles desde un punto de vista institucional. ¿No hubiera sido lo correcto que en las primeras asambleas del PD, celebradas tras estos resultados, se hubiese hecho, cuanto menos, un balance? Pues no se ha hecho. En las filas del PD el abatimiento y la desconfianza deben de ser ya tan grandes que en la asamblea de delegados solo se ha presentado uno de cada cuatro delegados, esto es, de lo que debería ser el esqueleto, la avanzadilla del nuevo sujeto político. Y entre los presentes se han escuchado siniestros crujidos: entre las dos corrientes que han constituido el PD, la Democracia de Izquierda y la Margarita, y en el interior de cada uno de ellos. Prodi, tomado por blanco por Veltroni, que lo ha puesto como ejemplo de nulidad durante la campaña electoral, ha rechazado cualquier propuesta de de desempañar un papel de dirección. Rosy Bindi ha permanecido sola, Parisi ha denunciado un liderazgo que no se preocupa de que exista un mínimo de democracia interna. Y entre los de Democracia de Izquierdas, pocos han hablado, sino solo para agitar -según la clásica fórmula del difunto PCI- el espantajo del peligro de la «corrientes cristalizadas». D´Alema, al ser preguntado sobre su silencio, ha respondido «quien calla, otorga», pero nada resulta menos verdad, en especial en un partido. El cierre de la asamblea -posponemos toda discusión entre nosotros a las elecciones del 2009- ha sido desoladora. ¿Cuánto de este ejército en derrota llegará al 2009? ¿Y, entre tanto, qué no le hará tragarse al país Berlusconi, entre conflicto institucional con la magistratura y el Quirinal, las cárceles decretadas para los inmigrantes clandestinos, las amenazas de cárceles para quien se permita filtrar el contenido de la interceptaciones, los procesos que se ha ahorrado a sí mismo y a todo tipo de corrupción de los líderes, la criminalización de cualquier expresión de protesta de los ciudadanos, así como la escarnecedora militarización de las ciudades? Hace algunos días, el Centro para las reformas del estado, zona libre pero del área del Partido Democrático, difundía un texto (el manifiesto 11 de junio) en el cual, con cierta gracia , hacía las cuentas sobre el estado de la izquierda, en relación con el «mucílago» al que ha sido reducida la sociedad civil, y con argumentos más o menos de recibo enunciaba la necesidad de volver a levantar un partido, mejor dicho, un «gran partido» capaz no solo de escuchar, sino también de proponer una vía a un país desorientado y sufriente. No parece que en las asambleas del viernes pasado ni Veltroni ni otros hayan tomado nota de eso. Análogamente, las propuestas de análisis de Bertinotti sobre las raíces profundas de la crisis italiana -quizá para ser incluida en una de las mociones de Refundación Comunista- no parecen poder impedir la confrontación carnicera entre las diversas mociones en pugna. Así, ante la oleada de una derecha tan arrogante como inculta, cual no se había visto todavía en Europa, con la excepción de Heider, no se produce ni el adecuado sobresalto de la opinión, ni el comienzo de una acumulación de fuerzas capaz de servir de dique de contención. En los tiempos de la república de Weimar debió haber ocurrido algo semejante. La historia se repite como farsa, pero no todas las farsas hacen reír.

Rossana Rossanda es una escritora y analista política italiana, cofundadora del cotidiano comunista italiano Il Manifesto. Acaba de aparecer en España la versión castellana de sus muy recomendables memorias políticas: La ragazza del secolo scorso [La muchacha del siglo pasado, Editorial Foca, Madrid, 2008]. Rossana Rossanda es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO .

Traducción para www.sinpermiso.info : Joaquín Miras