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Polonia

Buscan anular el triunfo de Nawrocki

Fuentes: Rebelión

El ministro de Justicia de Polonia, Adam Bodnar, solicitó el jueves al Tribunal Supremo (TS) un recuento parcial de votos en cerca de 1.500 colegios electorales, alegando irregularidades en los comicios presidenciales celebrados el 1° de junio. Según explicó, tanto errores ya verificados como ciertos análisis estadísticos sugieren inconsistencias que podrían haber alterado el resultado final.

La elección fue ganada por Karol Nawrocki, quien superó a Rafał Trzaskowski, del bloque del primer ministro Donald Tusk, por un margen de alrededor de 370.000 votos. Sin embargo, el proceso quedó envuelto en controversia apenas unos días después del cierre de urnas.

Bodnar declaró que algunas denuncias ciudadanas resultaron “justificadas” y que los errores detectados habrían tenido impacto real sobre los resultados. La presidenta del Tribunal Supremo, Małgorzata Manowska, respondió con dureza, calificando los señalamientos como “escandalosos” e “incomprensibles”. Afirmó que su despacho recibió cerca de 56.000 reclamos, pero que más del 90 % eran copias de una plantilla difundida de forma irresponsable por un parlamentario del oficialismo.

El Tribunal Supremo es la autoridad encargada de validar los resultados electorales, pero su legitimidad está actualmente cuestionada por el Gobierno. Varios jueces fueron nombrados durante la administración conservadora anterior, lo que ha generado un profundo conflicto institucional. Dos magistrados fueron recientemente apartados por dudar públicamente de la legalidad del propio Tribunal.

El premier Tusk, líder del partido liberal Coalición Cívica, se pronunció afirmando que, si se demuestra cualquier tipo de manipulación, se debería proceder a un recuento total en todo el país. En contraste, el todavía presidente en funciones, Andrzej Duda —aliado del candidato vencedor— acusó a Tusk y su entorno de no aceptar la derrota.

Polonia atraviesa una etapa de fuerte polarización política desde la transición de poder en 2023, cuando el partido liberal regresó al Gobierno tras ocho años de hegemonía conservadora. La justicia polaca ha sido uno de los principales campos de batalla: el anterior Ejecutivo impulsó reformas que, según la Unión Europea, comprometieron la independencia judicial. Estas reformas aún no han sido completamente revertidas, y la composición del Tribunal Supremo refleja esa tensión.

El actual conflicto por el recuento de votos pone nuevamente de manifiesto el clima de desconfianza entre los principales órganos del Estado. Aunque la victoria de Nawrocki fue clara en cifras, el cuestionamiento del proceso electoral por parte del Gobierno y la limitada legitimidad del Supremo podrían desencadenar una crisis institucional de mayores proporciones.

El primer ministro y el presidente polacos se enfrentan por el resultado de las elecciones

El primer ministro polaco, Donald Tusk, y el presidente, Andrzej Duda, se enfrentaron públicamente el sábado pasado por el resultado de las recientes elecciones presidenciales del país, en medio de informes sobre irregularidades en el recuento de votos.

Tusk se dirigió por X a Duda, al presidente electo Karol Nawrocki y al líder del partido opositor Ley y Justicia (PiS), Jaroslav Kaczynsky. Les preguntó si estaban interesados en conocer el «recuento real de votos» y dijo que «los honestos no tienen nada que temer». Duda respondió que el bando gobernante era incapaz de aceptar la derrota. «Creen que deben ganar y ya está», dijo, «no tengo curiosidad por el resultado porque los conozco».

El viernes, el portavoz del Tribunal Supremo, Aleksander Stepkowski, dijo que se habían presentado unas 4.300 protestas electorales y que el número podría llegar a 50.000.

Ley y Justicia conserva la presidencia en Polonia

La segunda vuelta de la elección presidencial polaca tuvo lugar el 1º de junio.

El candidato de la formación Ley y Justicia (PiS), Karol Nawrocki, ganó la elección con 10.606.877 sufragios, lo cual equivale al 50,89% de los votos válidos.

El candidato derrotado, Rafal Trzaskowski, representante de la Coalición Cívica (KO), obtuvo el 49,11% de los votos, con 10.237.286 sufragios.

La presidencia de la República de Polonia se mantiene así en manos del partido Ley y Justicia (PiS). El presidente de Polonia dispone de un derecho de veto sobre todas las decisiones del gobierno. Por esa razón, el candidato ganador, Karol Nawrocki, había hecho que todas las personalidades que lo apoyaban firmaran previamente su compromiso de 8 puntos:

  • No firmaré nada que aumente los impuestos, contribuciones, tasas o que introduzca nuevas cargas fiscales.
  • No firmaré ninguna ley que restrinja la circulación de la moneda en efectivo y protegeré el zloty polaco [la moneda nacional de Polonia].
  • No firmaré ninguna ley que restrinja la libertad de expresar opiniones que se ajusten a la Constitución polaca.
  • No permitiré el envío de soldados polacos al territorio ucraniano.
  • No firmaré leyes sobre la ratificación de la adhesión de Ucrania a la OTAN.
  • No firmaré ninguna ley que limite el acceso de los polacos a las armas.
  • No aceptaré que las competencias de las autoridades de la República de Polonia se transfieran a los órganos de la Unión Europea.
  • No firmaré la ratificación de nuevos tratados de la UE que debiliten el papel de Polonia, por ejemplo, debilitando su derecho al veto o suprimiendo el derecho de veto.

Los polacos ven la “Unión Europea” como un proyecto alemán –el ganador de la elección presidencial, Karol Nawrocki, incluso ha tildado al primer ministro, Donald Tusk, de «agente alemán»… y en definitiva es cierto que Donald Tusk es un amigo de infancia de la ex canciller alemana Angela Merkel, a quien le debe toda su carrera política. Una exigua mayoría de los polacos se inclinaría por la “Iniciativa de los Tres Mares” –el proyecto de Jozef Pilsudski conocido como Intermarium, una continuación de la República de las Dos Naciones, que se componía de Polonia y Lituania.

A eso se agrega otro recuerdo traumático para los polacos, el de las masacres perpetradas, antes y durante la Segunda Guerra Mundial, por los nacionalistas integristas ucranianos cuyos nietos detentan hoy el poder en Kiev. En 1934, Stepan Bandera, el cabecilla de los nacionalistas integristas ucranianos, asesinó al ministro del Interior de Polonia, Bronislaw Pieracki, pero también está el hecho que, durante la Segunda Guerra Mundial, el Ejército Insurgente Ucraniano (UPA) emprendió en la región de Volinia una operación de limpieza étnica que costó la vida a al menos 100 000 civiles polacos.

Los polacos también están divididos en cuanto a la operación militar rusa en Ucrania. Por un lado, dicen ser solidarios con Ucrania ante la “invasión rusa”, pero comparten la gran desconfianza de los rusos hacia los nacionalistas integristas ucranianos de hoy, cuyos antecesores colaboraron con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. En Polonia, la conmemoración de las masacres perpetradas en Volinia se ha convertido en un asunto de Estado, mientras que Ucrania se niega a aceptar esa efeméride.

La victoria de Nawrocki retrasa la agenda progresista

La victoria de la derecha no es solo la derrota del candidato liberal, el alcalde de Varsovia Rafał Trzaskowski, es un bloqueo político para cualquier cambio progresista hasta el final de la década. Las mujeres, las personas LGBT+ y los círculos de izquierda finalmente han perdido sus oportunidades de registro civil de parejas, el derecho al aborto y un estado laico.

Hace cinco años, cientos de miles de mujeres salieron a las calles en protesta contra las medidas restrictivas del aborto de Julia Przyłębska [Presidenta del Tribunal Constitucional con el gobierno de PiS]. Parecía que algo se había roto en el país, que se había abierto un espacio para un cambio progresista. Después de la victoria de Nawrocki, todo indica que los cambios por los que se lucharon pueden llegar como muy pronto en 2030, si es que se producen.

Por supuesto, uno podría preguntar cínicamente cual es la diferencia, ya que el actual Sejm [Cámara baja del Parlamento polaco] no pudo aprobarlos de todos modos, bloqueado por el ancla conservadora de la mayoría gubernamental que es el PSL [Partido Popular Polaco – un partido agrario centrista […] Trzaskowski al menos abría una oportunidad teórica de que algo podría cambiar a favor de las mujeres o la comunidad LGBT+ en esta década. La victoria de Nawrocki cierra definitivamente esa posibilidad.

Es más, viendo cuánto se ha desplazado la escena política hacia la derecha este año, Donald Tusk [líder de la Plataforma Cívica (KO) y actual Primer Ministro] podría concluir que Trzaskowski perdió porque era demasiado izquierdista y progresista para la situación polaca. Después de todo, las elecciones presidenciales en Polonia siempre han sido ganadas por los conservadores, con la doble excepción del [postcomunista Aleksander] Kwaśniewski [presidente 1995-2005]. El único presidente de la Plataforma Cívica, Bronisław Komorowski, representó al ala derecha del partido, y hoy sugiere claramente que la Plataforma se ha desplazado tanto a la izquierda que ya no se encuentra en ella. Si la Plataforma decide que la creciente derechización debe ser flanqueada desde el flanco derecho, como hizo anteriormente con la migración, el espacio para las políticas de izquierda en el gobierno se reducirá aún más.

Si, como parte del giro a la derecha, el gobierno adopta una dirección neoliberal, buscando los votos de Konfederacja [Confederación – un partido libertario de extrema derecha] para las leyes que rechace la izquierda, y así probar el terreno para una posible coalición futura, no se puede descartar que Nawrocki aplique su veto, protegiendo ciertos intereses de los votantes más pobres. El problema es que tales vetos solo jugarán políticamente a favor de PiS [Ley y Justicia – el principal partido de derecha], lo que dificultaría aún más que incluso la izquierda más antigubernamental llegue a este grupo del electorado.

Tal vez la coalición PiS-Konfederacja era inevitable de todos modos, considerando la dinámica social y la incapacidad de la mayoría actual para ofrecer proyectos importantes para los votantes. Aun así, la victoria de Trzaskowski al menos habría puesto los frenos a esa coalición y garantizado el bloqueo de sus ideas más antiprogresistas.

En un futuro cercano, nos enfrentamos a la perspectiva de un gobierno de derecha mucho más radical que en 2015-23. Y sin medidas de seguridad, porque después de los años de gobierno de PiS, Polonia no tiene un tribunal constitucional que funcione. Hay que esperar cambios de gran alcance a la manera de Ordo Iuris [una organización legal católica conservadora], una política que utilice las herramientas estatales para promover activamente o incluso imponer valores, ideologías y estilos de vida conservadores a la sociedad. Tal vez combinado con acciones al estilo de Viktor Orbán, [primer ministro húngaro] dirigidas contra los medios de comunicación, las ONG y las instituciones culturales vistas negativamente por el gobierno.

Si un nuevo gobierno de PiS-Konfederacja decide un giro neoliberal, Nawrocki no lo bloqueará.

Para muchos grupos asociados con la izquierda, la vida en Polonia pronto se volverá mucho más sofocante, claustrofóbica, y la libertad artística o académica se reducirá. E incluso la presencia de un fuerte partido de izquierda de oposición en el próximo Sejm, aunque sea importante que esté, no cambiará mucho la situación en el país.

Todo esto en el contexto de la reacción populista de derecha global. Durante más de una década, cuando PiS ganó por primera vez las elecciones presidenciales y parlamentarias, en la era del Brexit y Trump, la izquierda y los liberales repitieron que se avecinaban tiempos difíciles.

La ultraderecha autoritaria sigue al frente del Estado

Amélie Poinssot

“Hemos ganado”, proclamó anoche Rafał Trzaskowski, el alcalde de Varsovia, al anunciar las primeras encuestas a pie de urnas que le dieron una ligera ventaja. “Vamos a ganar”, aseguró por su parte Karol Nawrocki, su competidor. Fue este quien tuvo razón.

Después de una larga noche en la que se invirtieron los resultados de la segunda vuelta de las elecciones polacas, el resultado oficial comunicado el lunes 2 de junio por la mañana puso a Karol Nawrocki a la cabeza, con el 50,89% de los votos. Es una victoria para el partido nacionalista ultraconservador Ley y Justicia (PiS), que se mantiene al frente del Estado polaco, donde lleva diez años en el poder. Y una derrota para el campo liberal de la Coalición Cívica (KO) que, habiendo dirigido el gobierno desde finales de 2023, esperaba poner fin a la situación de convivencia que le impide avanzar en sus reformas y volver al estado de derecho.

El resultado muestra sobre todo una sociedad profundamente dividida. La brecha nunca ha sido tan estrecha para unas elecciones presidenciales en Polonia desde 1990. Apenas el 1,8% de los votos separan a los dos hombres. Es decir, menos de 370.000 votos de los 20,8 millones de votantes que participaron.

El candidato ultraconservador fue el más votado en el este y sureste de Polonia: las regiones de Łódź y Lublin, Podlachie, Sainte-Croix, Petite-Pologne y Basses-Carpates, bastión histórico del PiS, donde obtiene su mejor puntuación: 71%. El oeste del país, más industrializado, más urbano e históricamente más rico, votó a Rafał Trzaskowski. Con la excepción de Cracovia, todas las grandes ciudades del país votaron mayoritariamente por el candidato liberal pro europeo, y cuanto mayor fuese el número de habitantes, mayor ha sido el porcentaje para Rafał Trzaskowski. Karol Nawrocki es, por el contrario, el ganador de las zonas rurales y de las ciudades de menos de 50.000 habitantes.

Pero la división no es solo geográfica. “Cuanta más educación, más ingresos, más votas por Rafał Trzaskowski”, señala Anna Paczesniak, politóloga de la Universidad de Breslavia. En esto, Polonia no escapa a las tendencias mundiales. Pero la edad y el género también se cruzan: Karol Nawrocki tiene mucho éxito entre los hombres jóvenes, mientras que las mujeres jóvenes votan lo contrario». 

Hay que decir que Karol Nawrocki, que reivindica un catolicismo conservador, se opone al derecho al aborto -prohibido en Polonia excepto en caso de violación, incesto o riesgo vital para la mujer-, y a la unión civil entre personas del mismo sexo – «El matrimonio es entre un hombre y una mujer», repitió durante el debate televisado entre las dos vueltas. Este novato en política, que estuvo cerca de los círculos ultras de fútbol, es también un trumpista declarado: fue a la Casa Blanca poco antes de la primera vuelta de las elecciones. Partidario de suprimir el acceso de los ucranianos refugiados en Polonia a los subsidios familiares.

La brecha se cierra en la segunda vuelta

Padre de tres hijos, este historiador, presidente del muy político Instituto de la Memoria Nacional después de haber sido director del Museo de la Segunda Guerra Mundial de Gdańsk, también se muestra voluntariamente, por su franqueza y sus orígenes populares, como el candidato del pueblo. Por lo tanto, los fracasos de las últimas semanas de su campaña electoral habrán tenido poco efecto en su capital de simpatía. Su nerviosismo durante el debate entre las dos vueltas, en particular, y las revelaciones sobre su adquisición fraudulenta de un apartamento en Gdańsk no parecen haber afectado a su electorado.

Sin embargo, los votos a favor de Karol Nawrocki no corresponden a un voto de adhesión en todos los ámbitos, dice Anna Paczesniak. “Hubo un importante voto de rechazo contra Trzaskowski. No contra su persona: estaba extremadamente bien preparado para esta elección, aunque ciertamente carecía de carisma. Pero contra el primer ministro con el que está asociado: Donald Tusk, que se ha convertido en un personaje muy divisivo en Polonia [ya fue primer ministro de 2007 a 2014]. El hecho de que las élites y los principales medios de comunicación estuvieran a favor de Trzaskowski también movilizó al electorado “antisistema”». 

El candidato de KO, sin cambiar los pilares de su discurso progresista, logró cerrar la brecha entre las dos vueltas. La primera vuelta, el 18 de mayo, había sumado entre la derecha conservadora y la extrema derecha el 53%. Según las primeras estimaciones al salir de las urnas el domingo por la noche, los votantes de Sławomir Mentzen (Confederación, de extrema derecha), así como los de Grzegorz Braun (La Corona, antisemita y monárquico), fueron, en abrumadora mayoría, hacia el PiS en la segunda vuelta.

Por lo tanto, Trzaskowski había subido la pendiente con los abstencionistas y la importante diáspora del país. La tasa de participación saltó del 67,3 al 71,6%, acercando esta segunda vuelta presidencial al récord de las elecciones legislativas de 2023, cuando la participación alcanzó el 74,4%, prueba de que lo que estaba en juego fue tomado muy en serio por el electorado del país. Entre las dos vueltas, 200.000 polacos del extranjero participaron. Más de 600.000 personas, en total, votaron fuera de las fronteras, y Rafał Trzaskowski obtuvo el 63,5% de los votos. Una tasa que alcanza incluso el 66,3% para la comunidad polaca en Francia.

Una nueva página caótica

Si la primera vuelta había mostrado una explosión de votos con el fuerte avance de la extrema derecha y un debilitamiento de la izquierda, esta segunda ronda muestra una sociedad dividida en dos. El domingo por la noche, creyéndose ganador, Rafał Trzaskowski había prometido la reconciliación y el regreso a la calma: “Uniré, construiré, seré el presidente de todos los polacos […]. Hay que tender la mano a todos los que no votaron por nosotros. »

Karol Nawrocki, por su parte, no jugó la carta del apaciguamiento. Todo lo contrario. En un discurso de tono agresivo, como lo había hecho durante el debate televisado entre las dos vueltas, tiró la piedra al campo de enfrente, “el monopolio de Tusk”, “el poder del mal”. “Tomaron dinero, mintieron, mintieron, mintieron, mintieron”, dijo, antes de agradecer a “los patriotas” que votaron por él, “a todos los que no odian a Polonia”. En el marco de una vieja frase excluyente de la derecha conservadora polaca, según la cual quien no es nacionalista es un traidor a la patria.

Se avecina una nueva página caótica para Polonia, que ya ha conocido, de 2015 a 2023, un gobierno de derecha autoritario que, en el camino hacia la Hungría de Orbán, ha debilitado en gran medida su democracia, pero también su rango de gran país europeo, sexta economía del continente, ahora en primera línea de la guerra rusa en Ucrania. Polonia seguirá hablando en voz alta en la arena internacional. El presidente podrá seguir aplicando su derecho de veto sobre los proyectos de ley del gobierno pro europeo. Y hasta las próximas elecciones legislativas, dentro de dos años, es muy probable que la brecha entre las dos Polonia se amplíe.

Fuentes: TeleSUR, Resumen Latinoamericano, Euronews, Red Voltaire, Sin Permiso

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.