En mayo último tuvo lugar en Dublín, Irlanda, el Festival Anual James Connolly organizado por el Partido Comunista de Irlanda y sus amigos. El evento tuvo su conclusión en el cementerio de la colina de Arbour con una ceremonia en honor de James Connolly y otros mártires del Alzamiento de Pascua de 1916. El festival […]
En mayo último tuvo lugar en Dublín, Irlanda, el Festival Anual James Connolly organizado por el Partido Comunista de Irlanda y sus amigos. El evento tuvo su conclusión en el cementerio de la colina de Arbour con una ceremonia en honor de James Connolly y otros mártires del Alzamiento de Pascua de 1916.
El festival resaltó la larga historia irlandesa de luchas contra el imperialismo, que actualmente continúa contra la influencia colonial británica sobre los seis condados del noreste de la isla, contra la dominación supranacional de la Unión Europea y la explotación económica de las corporaciones multinacionales de EE.UU.
James Connolly ocupa un lugar esencial de honor e inspiración para los patriotas irlandeses, especialmente para los comunistas y sus aliados. Su comprensión acerca de la dialéctica de las luchas por la liberación nacional y por el socialismo careció de precedentes para su época.
Consideraba que la lucha por la independencia de Irlanda estaba orgánicamente vinculada con el combate por la emancipación de los trabajadores del país. Sobre ello escribió con gran elocuencia en 1897: «Si mañana se marchara el ejército inglés y se izara la bandera verde (irlandesa) sobre el castillo de Dublín, sin que se establezca la República socialista, nuestros esfuerzos habrán sido en vano. Inglaterra aún nos gobernará por medio de sus capitalistas, sus propietarios, sus financistas, a través de la matriz de instituciones comerciales e individualistas que ha plantado en este país y regado con lágrimas de nuestras madres y sangre de nuestros mártires». Por la claridad de su entendimiento sobre el imperialismo y su comprensión profética del neocolonialismo, Connolly se anticipa a Lenin y los bolcheviques en muchos aspectos.
Mi hermano, Roberto Yepe Menéndez, fallecido en 1985 en un accidente aéreo, era un activo combatiente del Movimiento 26 de Julio durante la insurrección en Cuba contra la tiranía de Batista. Era un ferviente admirador de James Connolly y mientras trabajó en la última década de los años 1960 como Cónsul de Cuba en Glasgow, Escocia, estudió a profundidad el pensamiento y la historia de la vecina Irlanda y escribió un premiado libro que tituló «La Revolución Irlandesa» del que aquí cito algunos párrafos.
«Connolly era marxista y católico, pero conocía bien a la alta jerarquía católica y sabía cuánto se beneficiaba Inglaterra con el sectarismo religioso en Irlanda. Aprovechó las contradicciones entre los imperialistas, enfrascados en la primera guerra mundial y no le importó buscar ayuda bélica germana; consciente de que no servía ni al Rey ni al Káiser, sino a Irlanda».
Fue el máximo inspirador de la insurrección de Dublín en 1916, que en ocasiones ha sido descrita como «la primera revolución socialista de Europa», llevada a cabo en unión con el ala izquierda de los Voluntarios Nacionalistas y que fuera ahogada en sangre. Comprendió la vieja dualidad revolucionaria entre el problema nacional y el socialismo, algo que hoy no parece complejo pero que sin embargo para los socialistas de aquella época era difícil de comprender. En esos años los marxistas más connotados, a excepción de Lenin, padecían de una lamentable falta de visión en este asunto.
Connolly se inspiraba en el internacionalismo -enfatiza Roberto Yepe- y era heredero de una rica tradición revolucionaria nacional en ese sentido. Fue, sin duda, la figura más importante de Irlanda en su tiempo, y probablemente en toda la historia de su país. Hijo de un basurero, adquirió una sólida cultura al mismo tiempo que trabajaba en los oficios más rudos. Estudió a profundidad la historia revolucionaria de Irlanda y a Karl Marx, de quien fue uno de sus mejores intérpretes y divulgadores. Escribía como hablaba, de manera sencilla y directa, pero con pasión. Se dice que apelaba más al raciocinio que a las emociones. Nunca renegó de su fe católica pero luchaba por la unión de las clases populares en la gran batalla que destruiría al dominio inglés, sin importarle su credo religioso, porque tenía una idea clara acerca de los beneficios que pretendía el imperio inglés atizando los prejuicios religiosos.
Muchos irlandeses valoran a Connolly como el marxista más extraordinario de Europa Occidental, algo que puede parecer exagerado si nos guiamos por el patrón de una obra literaria acabada. Su obra, tanto teórica como práctica, adquiere alturas insospechadas si la ubicamos en su tiempo, por el gran aislamiento que tuvo que soportar incluso en los medios socialistas y obreros. Entonces (sobre todo luego de 1914) el marxismo revolucionario era enarbolado por grupos minoritarios y el movimiento obrero había sido conquistado en su casi totalidad por la prédica reformista.
De entre los marxistas revolucionarios más conocidos en esos años (incluso socialistas como Rosa de Luxemburgo, León Trotsky y Karl Radeck, con posiciones claramente revolucionarias), solo Lenin comprendió la importancia de la unión del movimiento obrero irlandés más militante con los sectores patrióticos de la pequeña burguesía en aras de la lucha armada sellada con la insurrección de Dublín de 1916, cuyo inspirador máximo fue Connolly.
Blog del autor: http://manuelyepe.wordpress.
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