Los ojos y los corazones de millones de hombres y mujeres de buena voluntad estaban puestos sobre Chile aquel 4 de septiembre de 1970, cuando llegó la noticia que todos esperaban: Salvador G. Allende Gossens había triunfado en las elecciones, convirtiéndose en el primer marxista en alcanzar la presidencia por la vía electoral en Nuestra América.
El reto se anunciaba enorme. Asimismo, eran amenazantes los intentos de enemigos internos y externos para impedir que aquella experiencia prometedora cobrara forma. Mientras tanto, de un extremo a otro de América Latina y el Caribe todo era celebración y alegría.
Aquel era el capítulo más reciente de una vida extraordinaria dedicada a la lucha por la justicia y la democracia verdaderas y a cultivar el internacionalismo y la solidaridad más comprometidos y militantes.
En esa conciencia abarcadora y creciente de la dimensión planetaria del combate por la libertad, hubo un espacio para Puerto Rico.
Nos lo contaba con entusiasmo hace años el querido compañero Juan Mari Obras—gran dirigente independentista puertorriqueño ya fallecido–. Mari Bras y Allende han de haber coincidido en 1967, en la Conferencia Tricontinental celebrada en La Habana; y en la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), en la que ambos asumían cargos de dirección. En ese encuentro continental promovido por la Revolución Cubana y particularmente por su dirigente máximo, Fidel Castro, tanto el tema de la independencia de Puerto Rico como la lucha del pueblo chileno por su emancipación plena, formaban parte principal de la agenda de trabajo.
La relación de Allende con Puerto Rico, según relatos confiables, se habría iniciado en sus años de universitario, cuando se vinculó a agrupaciones estudiantiles que respaldaban la causa de la independencia de nuestra Patria.
Por eso no es de extrañar que, cuando en Puerto Rico conocimos de la victoria electoral de Salvador Allende, de inmediato Juan Mari Bras—entonces Secretario General del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP—viajó a Santiago encabezando una nutrida y representativa delegación, a llevar el saludo entusiasta del independentismo boricua y a participar en los festejos de una ocasión tan singular. En la capital chilena habrían de coincidir decenas de dirigentes de organizaciones amigas de Chile, de la Unidad Popular y de Allende.
Ocurrieron dos hechos altamente significativos, que mostraron la gran comprensión que tenía Allende sobre el caso colonial de Puerto Rico—nación caribeña y latinoamericana bajo dominación colonial yanqui–, y su disposición a ser solidario con nuestra causa sin importar las amenazas de Washington.
En el acto de celebración por la victoria al que fueron invitadas las delegaciones latinoamericanas y caribeñas, haciendo gala de su vocación anticolonialista, Allende decidió que el orador en representación de los allí presentes sería, precisamente, Juan Mari Bras. Ello constituía un enorme privilegio, un gran gesto de solidaridad y un reconocimiento de enorme relevancia a la Nación puertorriqueña.
Una de las encomiendas que tenía Mari Bras en su visita a Chile era trasmitirle al presidente Allende la petición de que Chile solicitara ocupar la plaza vacante que había entonces en el Comité de Descolonización de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Ese era, y sigue siendo, un foro de gran importancia para la causa de la autodeterminación e independencia de Puerto Rico.
Allende aceptó. Chile ocupó esa plaza en el Comité de Descolonización su gobierno fue uno de los abanderados de nuestra causa en ese conclave internacional.
Han pasado cincuenta años de aquel trascendental momento histórico.
Cincuenta años después, como hace cincuenta años, el movimiento independentista puertorriqueño agradece tanta solidaridad y la reciproca levantando la bandera de Chile en suelo boricua, en tiempos en que, desde la calle, el hermano pueblo chileno combate valientemente. Hoy, en Puerto Rico como en Chile, con nuestras banderas mono estrelladas azules, rojas y blancas en mano, germinan por doquier las semillas regadas entonces, se renueva la esperanza, la alegría se apodera de nuestros pueblos, y la seguridad en un porvenir de justicia y felicidad se percibe en el horizonte.
Cincuenta años después, Allende marcha por las calles de Santiago; y también por las de San Juan.
Victorioso.
Julio A. Muriente Pérez. Dirección Nacional Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH) de Puerto Rico