En una reunión del Mando Militar de su país celebrada en la capital de Nicaragua a las 5 de la tarde del miércoles 21 de febrero de 1934, Anastasio Somoza García, el Jefe del Ejército de entonces, dijo: «Vengo de la embajada (norte) americana donde acabo de sostener una conferencia con el embajador Arturo Bliss Lañe, quien me ha asegurado que el gobierno de Washington respalda y recomienda la eliminación de Augusto César Sandino, por considerarlo un perturbador de la paz del país».
Seis horas después, antes de la medianoche, el invicto caudillo popular fue secuestrado y asesinado. Fue ese el inicio de un aciago periodo de la historia en el que La Estirpe Sangrienta –los Somoza- se apoderaron del país y mantuvieron sometido a su pueblo por más de cuatro décadas.
Cuando en 1961 por iniciativa de Carlos Fonseca Amador, se creó el Frente Sandinista de Liberación Nacional, se marcó el inicio del fin de esa etapa siniestra. La lucha, que duró 18 años, finamente se coronó con la victoria cuando la dictadura fue derribada y las huestes sandinistas hicieron su ingreso a Managua en medio del más expresivo fervor ciudadano.
Hoy se recuerda el 87 aniversario del infausto acontecimiento que acabó con la vida del General de Hombres Libres, como se le llamara Henri Barbusse, el célebre autor de “El Fuego”; y se puede apreciar desde lo alto de la Loma de Tiscapa su estatua de acero, de 18 metros de altura, que domina completamente el escenario de la capital nicaragüense.
Cuando Sandino inicio su lucha contra las tropas norteamericanas de ocupación, fue fiel a un concepto que mantuvo desde el inicio, hasta el fin de la guerra: “la soberanía de un Estado, no se discute. Se defiende con las armas en la mano”.
Esa, no fue una frase vacía. Fue el resultado de una segura voluntad, y se confirmó con el accionar de este valeroso combatiente que, desde la sierra de Las Segovias, supo enfrentar, y derrotar a los agresores, que debieron retirarse vencidos en diciembre de 1933.
El “Pequeño Ejército Loco” -como se le conoció también al destacamento guerrillero que hizo frente a la Infantería de Marina de los Estados Unidos- fue creado por tan sólo 29 obreros de la mina San Albino y alcanzó a contar un total de 514 combatientes que lucharon durante 6 años en las condiciones más adversas, hasta conseguir la victoria.
Nuestro Mariátegui, admirador de la experiencia de Sandino, tuvo un juicio categórico en torno a la materia. El 10 de noviembre de 1928, en la revista Variedades, y bajo el título de “Las elecciones en Estados Unidos y en Nicaragua” aseguró que “el único camino de resistencia activa al dominio yanqui, era el camino heroico de Sandino”.
Han pasado 87 años de aquellos acontecimientos luctuosos en los que se derramara la sangre generosa de un pueblo hermano. Pero allá y acá, en todo el continente, aun se libra la batalla por rescatar la soberanía de los Estados y recuperar las riquezas de las naciones.
En este periodo, se han desplegado diversas formas de lucha, pero las esenciales han sido orientadas a un mismo objetivo: recuperar la estela que dejara la imagen de Sandino en el corazón y en la conciencia de los pueblos de América Latina.
Hoy, efectivamente Nicaragua marcha por el derrotero que trazara ese valeroso guerrillero al asestar a las tropas norteamericanas su primera derrota militar en nuestro continente. Forja, en efecto, una sociedad distinta en la que se hace realidad el sueño de los pueblos.
Pero todos somos conscientes que la batalla es más amplia, y que no se circunscribe a los estrechos límites de un país, o de otro. Se trata de una contienda de alcance continental en la que se juega la vida, y el destino, de millones de personas.
Por todo eso asoma ante los ojos de los pueblos el Proceso Emancipador Latinoamericano, y resplandece la espada de Bolívar. Recientemente fue posible asestar a la clase dominante duros golpes.
Se logró doblegar en Argentina, el proyecto neo liberal del Macrismo; abatir, en Bolivia a la siniestra mafia fascista que asestara un golpe al pueblo en noviembre del 2019; paralizar la iniciativa de la derecha más reaccionaria en Chile.
El próximo 11 de abril tendremos planteada una nueva batalla, también de alcance continental. El mismo día, y a las mismas horas, la ciudadanía de Ecuador, Perú y Chile estarán abriendo su propia puerta hacia el futuro.
En la Patria de Olmedo será posible retomar el rumbo de la Revolución Ciudadana. En la tierra de Neruda, eligiendo su Convención Constituyente, se dará sepultura al cadáver maloliente del Pinochetismo. Y en el Perú, en el marco del Bi Centenario, se deberá asestar una dura derrota a la Mafia Tradicional imponiendo un cambio real del escenario político y abriendo paso a la capacidad creadora de todo el pueblo.
Desde lo alto de la Loma de Tiscapa, Sandino, oteando el horizonte, alentará a cada uno de los nuestros para afirmar la victoria. Esta vez, la embajada de los Estados Unidos, no podrá impedirlo