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Sarkozy deja en la calle a los sin techo franceses

Fuentes: Ojalá/SanchoPanzaLab

Ya no necesitan gritar. Ni poner las esposas. Un simple chasquido de los dedos, unas palmadas fuertes, un dedo de los policías apuntando a la salida bastan. Las personas sin hogar que se acurrucan en el cálido centro comercial de Les Halles, subterráneo inmenso en pleno corazón de París, ya saben lo que les toca. […]

Ya no necesitan gritar. Ni poner las esposas. Un simple chasquido de los dedos, unas palmadas fuertes, un dedo de los policías apuntando a la salida bastan. Las personas sin hogar que se acurrucan en el cálido centro comercial de Les Halles, subterráneo inmenso en pleno corazón de París, ya saben lo que les toca. Salir a toda prisa de las galerías inundadas de consumidores. Volverse invisibles en algún rincón oscuro. En el frío.

Casi dos años después de una más de sus brillantes promesas de campaña, la de una Francia en la que no quedaría ni una sola persona privada de domicilio, Nicolas Sarkozy aborda el frío invierno que se anuncia en Francia con un incumplimiento más.

Según datos de la Fundación Abbé Pierre, unos 100.000 sin techo intentan no correr la suerte de los seis que ya han muerto de frío pese a que el invierno aún no ha empezado. Más de un millón de personas malviven en hoteluchos, chabolas, alojamientos provisionales o el sofácama de un amigo. Y otros 2,2 millones tienen un techo, sí, pero un techo bajo el cual no hay retrete, calefacción ni metros cuadrados suficientes y sí una «superpoblación acentuada», en lenguaje administrativo.

Francia, el país rico que durante décadas fue el mejor ejemplo del planeta en cuanto a gestión de la vivienda de protección oficial abundante, es hoy un auténtico infierno para más de 3,3 millones de personas sin techo o mal-logés (mal alojados).

Tanto es así que en el invierno 2006-2007, con un Sarkozy en ascenso hacia la presidencia y un Chirac al borde de la jubilación, 400 tiendas de campaña para los marginados en pleno París, lideradas por la combativa asociación Les Enfants de Don Quichotte (Los Hijos de Don Quijote) pusieron contra las cuerdas al Ejecutivo.

Fue aprobada entonces, al término de un pulso alucinante que atrajo a las televisiones de todo el mundo, la llamada Ley Vinculante de Derecho a la Vivienda (Dalo, en sus siglas en francés). Una ley que autoriza que cualquier persona privada de techo, que haya solicitado en vano una vivienda de protección oficial por los canales habituales, pueda llevar al Estado ante los tribunales por incumplir sus obligaciones.

Ese texto legal entró ayer en vigor plenamente en Francia. El regalo envenenado que dejó Jacques Chirac a su hijo pródigo Sarkozy surtió el muy esperado efecto de bomba de relojería. Porque al acordarse in extremis, gracias a los Don Quichotte, en el invierno 2007, de la «fractura social» existente en Francia, Chirac dejaba con la Ley Dalo una pesadilla judicial en los brazos de Sarkozy.

Una andanada de miles de recursos contenciosos administrativos fueron presentados ayer ante los diferentes tribunales de toda la geografía francesa por todo lo que pueda haber de mejor humanidad en este país. Desde inmigrantes africanos sin papeles y sin casa, hasta empleados a tiempo parcial de algún municipio, que duermen en su coche porque el sueldo no les llega, pasando por el ejecutivo en paro desde hace demasiado tiempo como para seguir aparentando.

En el emblemático Tribunal Administrativo de París, situado en las más selectas calles del sector restaurado del barrio del Marais, se produjo el incidente. Unas decenas de familias, lideradas por otra asociación de defensa de los sin Techo, el grupo Droit au Logement (DAL) (Derecho al Alojamiento), fueron bloqueadas por la Policía a la entrada.

Los uniformados ofrecieron así el espectáculo detestable de una fuerza pública que intentaba impedir que unos ciudadanos ejercieran, yendo ante el escribano del tribunal, su derecho a exigir la aplicación de una ley en vigor en lo que se supone que es un Estado de Derecho.

«¿Por qué nos bloquean, cuando venimos a pedir que se aplique la ley?», se interrogó el presidente de la asociación DAL, Jean-Baptiste Eyrault, cuando ya estaba por el suelo bajo los policías.

La respuesta a la pregunta podría venir por boca de Marc, uno más de los numerosos sin techo que, tras escapar del centro comercial de Les Halles, se refugia en el metro. Este joven SDF (Sans-Domicile Fixe, Sin Domicilio Fijo), cuyo olor delata lo difícil que es vivir sin dinero en la ciudad, explica: «Desde hace unas semanas lo hemos visto venir muy fuerte. La Policía quiere que desaparezcamos de la vista. No paran de echarnos de los sitios donde podemos pedir limosna o simplemente ver y ser vistos».

Inseguridad social

Marc merecería ser cronista en la televisión, porque su análisis coincide con el de varios columnistas. La sensación de inseguridad social es tal en Francia que uno de cada dos franceses, según los sondeos, juzga verosímil que pudiera quedarse un día sin techo. Con un panorama así, Sarkozy no puede permitirse el lujo de que regrese la figura del SDF organizado, politizado y capaz de ir a los tribunales. De ahí que su Gobierno obtuviera, la semana pasada, una dura condena judicial, con multa de 12.000 euros, contra la asociación DAL.

Nicolas Sarkozy prometió compasivamente hace dos años que 2008 sería el fin de la «gente durmiendo en las aceras» y «muriendo de frío en ellas», pero todo en su política ha ido contra ese objetivo. Es más, el presidente, antes del inicio de la crisis inmobiliaria, destruía vivienda social, soñaba con transformar Francia en un paraíso de propietarios hipotecados.

A finales de la semana pasada, tras la fuerte polémica por la muerte de frío de varios SDF que se habían escondido en un bosque urbano de París para escapar de la Policía, Sarkozy tomó la palabra. Dijo que esos sin techo «no están lúcidos». En la era Sarkozy, estar sin techo, y reclamar derechos, es estar loco.

www.sanchopanza.net

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.