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Entrevista con el filósofo francés Étienne Balibar

Si Europa fuese un contrapoder

Fuentes: Il Manifesto

Traducción por S. Seguí

La provocación llega en pleno seminario celebrado en la Universidad de Bolonia.

«Lo que está ocurriendo en Europa se puede considerar como la formación de un nuevo modelo de gobernanza política. Es decir, estamos asistiendo a la reactivación del proceso de unificación política después de la pausa sucesiva a los referéndums francés, neerlandés e irlandés, que pusieron en evidencia el difuso rechazo al proceso iniciado por los tecnócratas de Bruselas. El resurgimiento de la unificación política se produce, sin embargo, bajo la bandera de un neoliberalismo que, a pesar de su crisis, todavía es capaz de ejercer la hegemonía en el continente.»

Étienne Balibar es un europeísta convencido, y sin embargo nunca ha dejado de criticar a la UE en lo relacionado a la definición de su constitución. Una actitud crítica que no ha disminuido, y mucho menos en estos días tras la formación de los gobiernos de técnicos en Grecia e Italia. «Sin embargo, no creo que Europa vaya a ser la víctima propiciatoria necesaria para superar la crisis del capitalismo. Con más realismo, sin embargo, podemos afirmar que estamos ante la formación de un modelo europeo de gobierno que tiene todo lo necesario para afirmarse dentro de la crisis y más allá de ésta.»

El filósofo francés, que se halla en Italia para impartir una serie de seminarios y recibir, en Génova, el premio Mundos Migrantes invita a examinar cuidadosamente los cambios en curso de los sistemas políticos nacionales y, especialmente, supranacionales. «En Francia, pero también en Italia, Alemania o Inglaterra, hay una fuerte componente política e intelectual que quiere cerrar el discurso europeo para volver a una soberanía nacional que consideran la trinchera indispensable para hacer frente al poder de las finanzas. Una posición que no recoge un dato para mí fundamental: la interdependencia entre los Estados y la formación de un mercado mundial que no tolera límites. Y, sobre todo, un cambio en la constitución material de la sociedad.»

El dominio de la tecnoestructura

La lectura que hace Balibar no peca, por cierto, de ingenuidad. Él siempre ha visto con buenos ojos la formación de la nueva entidad política supranacional llamada Europa. Una posición que contrasta con lo que afirmaba la «izquierda-izquierda» francesa, y no sólo ésta. Un compromiso europeísta que nunca, sin embargo, omitió el hecho de que lo que se estaba consumando era un proceso constitucional que no tenía legitimidad popular. Y es en este aspecto que el análisis de Balibar llega al dominio público estas semanas, es decir, desde que la llamada crisis de la deuda soberana ha puesto en grandes dificultades a la Unión Europea y casi ha decretado la quiebra de Grecia y llevado a Italia por el mismo camino tomado por el gobierno de Atenas.

El filósofo francés limita su análisis a la categoría de lo político, pero sabe bien que el huésped que podría llegar a sentarse a la mesa institucional es la constitución material sacudida por la crisis económica. La fórmula que utiliza -lo que está imponiendo Bruselas es una dictadura de la tecnoestructura comunitaria- debe pues articularse en relación con el régimen de acumulación capitalista. La única mención que hace a este tema es una referencia a las tesis del geógrafo marxista David Harvey, cuando dice que las finanzas son el medio que regula y garantiza la acumulación de capital mediante la expropiación de la riqueza social.

» Recientemente, en Le Figaro, periódico de la burguesía francesa, se ha publicado un interesante comentario que fotografía exactamente lo que está sucediendo en Europa. La decisión de Nicolas Sarkozy y Angela Merkel de imponer a Grecia e Italia políticas de austeridad ha favorecido la aparición de la solución del gobierno técnico. En Atenas y Roma han llegado al poder dos figuras de economistas como Mario Monti y Lucas Papademos, hombres situados desde siempre en la red de poder que tiene como núcleo central a Goldman Sachs. Desde este punto de vista, la situación es el resultado de una revolución desde arriba . Se trata de una expresión que tiene una larga historia. Durante años creí que el primero en utilizarla fue Friedrich Engels en el prefacio a La lucha de clases en Francia , de Karl Marx. Se utiliza para indicar los procesos de transformación social y política impuestos por las élites. Entonces descubrí que Engels la había adoptado de Bismarck. Todo esto para decir que siempre ha habido revoluciones desde arriba y que han servido para dar forma a los modelos y mecanismos de gobernanza que los usos consuetudinarios no preveían. Bismarck había perseguido a las organizaciones socialistas, pero también había creado un prototipo del futuro estado social. En otras palabras, henos aquí otra vez en la Europa del siglo XIX, en que la revolución desde arriba instaura siempre un estado de emergencia, necesario precisamente para dar forma a un nuevo modelo de gobernanza de las relaciones sociales. Lo que está ocurriendo en Europa, con la retórica de los gobiernos técnicos es precisamente eso: una suspensión de las reglas del juego vigente para forzar soluciones a la crisis actual. Carl Schmitt habló, en el pasado, de la dictadura comisarial, que no es sin embargo de carácter totalitario sino que más bien recuerda a las formas de dominación existentes en la antigua Roma. Los gobiernos técnicos son la forma contemporánea de la dictadura comisarial necesaria para imponer una respuesta neoliberal a la crisis del capitalismo.»

» La revolución desde arriba , por lo tanto, asociada a la introducción de estados de excepción a nivel nacional es una descripción que recoge las fuertes tendencias que han caracterizado a la crisis del neoliberalismo y su hermano gemelo, el llamado populismo posmoderno. Muchos, sin embargo, han visto a menudo en la tecnoestructura uno de los poderes fuertes que operan en Europa desde hace ya muchos años. Una tecnoestructura que forma parte, no obstante, de una red más amplia, en la que operan las empresas financieras, las empresas transnacionales. En resumen, una forma de gobierno que administra el sistema actual de acumulación capitalista. Desde este punto de vista, la tecnoestructura garantiza en Europa tanto el funcionamiento político y la recuperación del control sobre un ciclo económico ‘enloquecido’. En otras palabras, el neoliberalismo impone el estado de excepción con el fin de impulsar su proyecto político continental. Con algunas contradicciones, por supuesto, como la legitimidad de los gobiernos tecnocráticos por parte de los parlamentos elegidos por el pueblo.»

La catástrofe anunciada

Europa consigue así proponer una forma de gobierno del continente, pero corre el riesgo de crear las condiciones de un nuevo divorcio entre democracia y capitalismo. Étienne Balibar indica el riesgo, a la vez que advierte de que cada estado de excepción obtiene siempre resultados inciertos. «Es un proceso conflictivo el que está teniendo lugar. No está escrito que la dictadura comisarial sea capaz de funcionar en esta situación. Los tecnócratas, las élites tienen un fuerte poder de persuasión de su lado, porque parten de un chantaje: o esto o el caos. El temor de una catástrofe es así capaz de superar la resistencia y la duda. Sin embargo, de unos meses a esta parte en los periódicos de la burguesía, y también en los progresistas, muchas personas piden que la soberanía popular se exprese en torno a las formas políticas y a una posible constitución europea. Jürgen Habermas hace tiempo que escribe sobre la necesidad de una legitimación popular de lo que está sucediendo en Europa. Su objetivo es democratizar las instituciones europeas, cerrando así la fase que ha visto a los mercados desautorizar de facto el sufragio universal. Obviamente estoy de acuerdo con Habermas, pero creo, sin embargo, que deben crearse auténticos y verdaderos poderes insurreccionales que contrasten con esta forma de gobierno que se está afirmando a escala europea. No hablo de insurrección popular, sino de la creación de instituciones por parte de los movimientos sociales para hacer frente a la tecnoestructura».

Por ahora, sin embargo, los movimientos sociales a menudo operan con una perspectiva nacional. Los únicos que se han planteado el problema de construir un espacio público europeo de acción política han sido los indignados (1) españoles, que exigen tanto poner fin a la dictadura de los mercados como la necesaria democratización de la vida pública. Por lo demás, la opción nacional parece más bien un repliegue, un signo de debilidad más que una fortaleza. «Me parece útil utilizar la distinción hecha por el filósofo norteamericano Richard Rorty entre campaign y movement (2). Los indignados españoles son sin duda un movimiento social. Tienen sus raíces en el territorio, han desarrollado sus propias instituciones, han definido reglas para la toma de decisiones y, por último, han planteado con fuerza el nudo de las relaciones sociales de producción. Es posible que lo hayan hecho en un idioma que para un marxista puede resultar extraño, pero su punto fuerte es la crítica al régimen de acumulación centrado en la expropiación. Occupy Wall Street (2) tiene en cambio todas las características de una campaña de sensibilización en torno a ciertos temas -la pobreza, la polaridad entre el 99 por ciento de la población y el 1 por ciento de ricos- pero hasta ahora no han dado el gran salto a la acción política. Cuando pienso en los contrapoderes insurreccionales pienso pues en los movimientos sociales y su capacidad para desarrollar sus propias instituciones. Sólo en presencia de estos contrapoderes podemos condicionar y poner en crisis la dictadura comisarial, que es frágil ya que la crisis económica ha empobrecido a las sociedades. La partida, pues, está abierta. Y el resultado final aún no se ha escrito.»


Notas:

  1. En español en el original.

  2. En inglés en el original.

Étienne Balibar es un intelectual y filósofo normalien alumno de Louis Althusser y autor junto a éste de Para leer el Capital. Militante del Partido Comunista Francés durante 20 años y profesor en Paris-Nanterre y la Universidad de California, ha estudiado estos últimos años últimos años las problemáticas de la nacionalidad, las migraciones y la crisis de la soberanía estatal. A esta línea de trabajo pertenecen sus libros: Sans-papiers: el arcaísmo fatal, Derecho de ciudad y el más conocido Raza, nación, clase.

 Fuente: http://www.ilmanifesto.it/attualita/notizie/mricN/5873/