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Sobre la Constitución Europea

Fuentes: Rebelión

No me he leído el texto de la Constitución europea, tengo que ser sincero. He seguido de refilón aquello de si debíamos meter a Dios en el texto o mejor que no estuviera, aunque revoloteara, como paloma del Espíritu Santo, por todas partes. Pero, aparte de eso, no me enterado de mucho más. Ni ganas. […]

No me he leído el texto de la Constitución europea, tengo que ser sincero. He seguido de refilón aquello de si debíamos meter a Dios en el texto o mejor que no estuviera, aunque revoloteara, como paloma del Espíritu Santo, por todas partes. Pero, aparte de eso, no me enterado de mucho más. Ni ganas.

Sin embargo, dentro de poco vamos a decir sí o no a esa Constitución en referéndum. Y hoy leí a un mártir de la libertad y de la igualdad, Rocco Buttiglione o como se llame, ese que daba coces a maricones, moros y tías y casi lo hacen Comisario (¿político?) del tinglado europeo, diciendo que había que votar sí, porque no había otra opción.

Me suena el argumento. No voy a pedir que se vote sí o se vote no, allá cada cual con su conciencia y su voto. Yo tengo clara la idea: basta mirar quién construye Europa y cómo para decidir si te gusta todo eso o no (recuerdo un chiste donde se veía a los fundadores de Alianza Popular, durante la campaña de 1977, detrás de una pancarta que decía: «si te gustaron estos 40 años, vótanos»; exactamente eso es).

Pero lo que quiero criticar es eso de «no teníamos otra opción». «O yo o el caos», «a mi izquierda el Averno», siempre encontraremos modos de hacer comulgar a la gente con ruedas de molino vendiendo la burra del momento trascendental. A veces hay que ceder en algo, de acuerdo, pero con este tipo de dilemas se puede hacer tragar torcida a la ciudadanía lo que sea. En la Constitución de 1978 se hizo con la Monarquía, votada por los republicanos con toda la alegría del mundo, porque la Constitución se votaba en bloque. «O ella o el caos». Vale, en 1978 me puedo creer que fuese complicado volver a empezar, no estaba el horno para muchos bollos. Pero ahora, en 2004, no me trago el argumento: haced la Europa que os salga de las canicas, pero con todo lo que lleva llovido no creo que se hunda el continente porque la gente decida que no le gusta eso que lee en la Carta Magnísima, hayan codificado a Dios o no. Así que no pongáis a la gente entre la espada y la pared, porque ni la espada hace, ya, tajos importantes, ni la pared está detrás de nuestra espalda. Dejémonos de miedos, digo yo, que tampoco es que haya que ir con los cojones de corbata a meter la papeleta del «sí» en la urna. Que, como se planteaba Kavafis, a lo mejor los bárbaros ni existen.

Con perdón, en todo caso, de Pío Moa y sus mariachis, por lo que pueda pasar (que ya sabemos que en 1934 empezó una guerra civil por culpa de unos fanáticos resentidos, y menos mal que vino Franco a traer cuarenta años de paz; pero éste ya es otro tema). Amén.