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Sin trabajo y sin dinero

Sombrías perspectivas para los sirios devueltos a Turquía

Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Los críticos pertenecientes a los grupos de derechos humanos temen que los refugiados devueltos a Turquía, en función del acuerdo con la U.E., tengan que incorporarse a los cientos de miles que están teniendo ya que hacer frente a la pobreza, el resentimiento y la violencia.

Cruce de fronteras de Bab al-Salama, Turquía.

En la frontera siria, Jaled lleva una camisa inmaculada de cuadros rojos y azules, con el cuello perfectamente planchado mientras permanece bien erguido junto a su familia.

«La vida en el campo de refugiados es más fácil, mejor y más segura que si nos quedamos en la ciudad», decía el antiguo obrero de la construcción de la provincia de Idlib refiriéndose a la cercana Kilis, que ha sido objeto recientemente de los ataques con cohetes del Daesh desde el territorio que controla unos pocos kilómetros más allá.

Desde la casa de Jaled en el campo de refugiados de Oncupinar, puede oírse el estruendo de las bombas y el repiqueteo de las ráfagas de disparos que llegan desde el otro lado del cruce de fronteras de Bab al-Salama.

Por el horizonte puede verse el humo que los habitantes de Kilis dicen que procede de los ataques de represalia turcos sobre los lanzacohetes del Daesh en Siria.

En los ataques han muerto al menos 18 personas, entre ellos cuatro niños, lo que también ha servido para avivar el resentimiento de la población local hacia los refugiados sirios que ya les superan en número.

«Solía trabajar unos cuantos días a la semana, pero eso se acabó. La situación en general es buena para nosotros, pero Kilis no es un lugar seguro», decía Jaled.

Jaled espera la presencia de nuevos vecinos en las próximas semanas: los sirios devueltos por Europa en función del controvertido acuerdo de la Unión Europea con Ankara.

Cerca de Oncupinar se ha levantado ya un nuevo campo en preparación de las inminentes llegadas. Pero los omnipresentes recordatorios de la violencia de la que han huido los sirios son una de las razones por las que los grupos de los derechos humanos y los sirios han criticado ese acuerdo.

El Frontex, la agencia de vigilancia de fronteras de la U.E., confirmó la primera deportación importante de sirios de Grecia a Turquía, doce personas, desde la isla griega de Lesbos.

La mayor parte de las 390 personas devueltas anteriormente a Turquía desde Grecia una vez iniciadas las deportaciones el 4 de abril, procedían de Pakistán o Afganistán.

Seis hombres, dos mujeres y cuatro niños tuvieron que subir a un avión desde Mitilene, la capital de la isla donde en estos momentos hay muchos refugiados detenidos, hasta Adana, donde fueron entregados a las autoridades de inmigración turca, según declaraciones de un portavoz del Frontex.

Se cree que los sirios devueltos hasta ahora a Turquía han sido enviados a un centro de detención en la sureña ciudad turca, que está a unos cuantos cientos de kilómetros de los campos levantados en la frontera.

En función de los términos del acuerdo, los sirios devueltos a Turquía tendrán el mismo estatuto de «protección temporal» que el resto de refugiados que ha permanecido en el país.

Con anterioridad, cualquier sirio que dejara Turquía perdía sus derechos a la educación, atención sanitaria y servicios, pero el acuerdo para las devoluciones ha obligado a Turquía a enmendar rápidamente esta ley para los refugiados que están siendo devueltos.

Por su parte, Turquía va a recibir más de 6.700 millones de dólares de la U.E. y libre acceso a la zona Schengen para sus ciudadanos, mientras los países de la U.E. aceptarán el mismo número de refugiados sirios del campo que los deportados a Turquía desde Grecia.

«Los rostros sonrientes de los sirios»

Turquía ha afirmado -no sin razón- que ha superado a todos los demás países en su acogida de sirios durante los últimos cinco años, promocionándose como «el país más generoso del mundo».

En los folletos de AFAD, el departamento del gobierno turco encargado de gestionar los campos de refugiados, se muestra al presidente Recep Tayyip Erdogan junto a su mujer besando a un niño sirio y a un chico que lleva una corona de papel bajo el titular: «Los rostros sonrientes de los sirios».

En un viaje muy promocionado en la última semana, la cancillera alemana Angela Merkel visitó un campo de refugiados en el sureste. «Nos gustaría escucharles hablar de sus necesidades», dijo.

Pero Merkel tuvo que enfrentarse a las críticas por hacer caso omiso de los peligros que el acuerdo entre la U.E. y Turquía expone a los sirios, o de las condiciones soportadas por la mayoría de los sirios en Turquía que viven fuera de los campamentos.

Merkel debía asistir la anterior semana a la ceremonia de apertura en el campo fronterizo de Kilis, pero el viaje se canceló por motivos de seguridad.

En cambio, visitó un campo de refugiados levantado hace tiempo, Nizip, a varios kilómetros de la frontera siria, junto al primer ministro turco Ahmed Davutoglu.

Un pequeño grupo de sirios del campo de Nizip saludó a la delegación de políticos, mientras los guardias impedían que los periodistas hablaran con el resto de los 5.000 sirios residentes en el campo, encerrados tras cercas de alambre.

Pero la realidad de la situación de la seguridad de los sirios en Turquía es bien distinta, según los informes de derechos humanos.

Este mes, Amnistía Internacional publicó una investigación en la que se afirmaba que, desde mediados de enero, las autoridades turcas habían estado reuniendo y expulsando a grupos de alrededor de 100 hombres, mujeres y niños desde las provincias del sur de Turquía hacia Siria «a diario».

La organización dijo que parecía que muchos de los refugiados devueltos a Siria no estaban registrados, pero también había casos documentados de sirios registrados a los que devolvían si les cogían cuando no llevaban sus papeles.

«Si el acuerdo [entre la U.E. y Turquía] se lleva adelante según lo planeado, hay un riesgo muy real de que algunos de los que la U.E. devuelve a Turquía sufran el mismo destino», dijo John Dalhuisen, director para Europa y Asia Central de Amnistía Internacional.

Davutoglu y Merkel, en una conferencia de prensa tras su visita a Nizip, dijeron que el acuerdo U.E.-Turquía había reducido el número de personas que intentaban cruzar el Mar Egeo para alcanzar Europa.

Pero no hicieron la menor mención a las decenas de miles de seres que en estos momentos están atascados en condiciones cada vez peores en los campos para personas internamente desplazadas dentro de Siria, a quienes se ha impedido que crucen a Turquía ya que la frontera se cerró el año pasado.

Davutoglu dijo que los informes que aseguran la existencia de malos tratos por parte de los guardias turcos se basaban en una investigación «que no estaba realmente clara». Insistió en que Turquía era «un líder en las cuestiones humanitarias y los refugiados sirios nos han expresado lo agradecidos que se sienten».

Las tensiones en Kilis son precisamente una de las razones por las que la U.E. y Ankara han tenido que enfrentarse a las críticas.

Según las autoridades turcas, la cifra de los que serán admitidos en Europa bajo el acuerdo de intercambio se ha fijado en un máximo de 72.000 refugiados, de los que hasta ahora tan sólo se han reasentado 78 en Alemania, Holanda y Finlandia.

Tampoco está claro por el momento qué posibilidades de reasentamiento pueden esperar en Europa los 2,6 millones de refugiados sirios que viven actualmente en Turquía.

Los departamentos del gobierno turco no respondieron a las peticiones de información concreta sobre las perspectivas de pleno asilo en Turquía para los sirios devueltos.

Por ahora, continuarán teniendo estatuto de «protección temporal», sin embargo tienen que soportar los bajos salarios del mercado negro laboral, viviendas en condiciones miserables y el resentimiento de la población local.

La sombría realidad de la vida de los sirios

En efecto, las historias que cuentan los sirios que están viviendo en Turquía son a menudo muy diferentes de la imagen de «brazos abiertos» proclamada por sus autoridades.

Un estudiante sirio en Gaziantep dijo a MEE: «Los políticos tienen que reunirse menos entre ellos y con la prensa y hablar más con la gente. Han abierto algunos nuevos centros para las familias, pero ¿quién se acuerda de los niños que venden pañuelos en las calles?».

El exresidente en Alepo, que pidió mantener el anonimato, dijo que entendía las dificultades a que se enfrentaba Turquía pero que había muchos «estereotipos» sobre los sirios y mucha discriminación.

«Los sirios que trabajan aquí en las fábricas están muy explotados y mal pagados y, por ese motivo, los turcos se enfadan con toda la razón porque les cogen antes que a ellos. Es preciso controlar y evaluar más la situación».

Los sirios devueltos desde Europa podrían conseguir plaza en los campos de refugiados, situados en su mayoría en las provincias pobres del sureste, lejos de los centros turísticos y con infraestructuras desarrolladas de Turquía.

En esos 26 campos, tienen derecho en teoría a alojamiento, alimento, atención sanitaria y educación. Pero otros tendrán que incorporarse al 90% de la población siria en Turquía, que vive en duras condiciones en alojamientos de alquiler privado en pueblos y ciudades.

Los sirios entrevistados en Gaziantep y Kilis explicaron que se vieron obligados a pagar el doble de las rentas que pagaban sus vecinos turcos.

Los turcos pagan normalmente en Gaziantep un alquiler mensual por la vivienda de 92-123 €, pero los propietarios les cobran a los sirios entre 216-248 €.

Un sirio puede ganar alrededor de 8,7-12 € al día, pero sus gastos pueden duplicar esa cifra, según las personas entrevistadas en Kilis.

«Hay muy poco o ningún trabajo aquí, y no hay dinero. La vida es muy difícil», decía Yusef, de Alepo, que lleva viviendo cuatro años en la ciudad fronteriza y que vio cómo un cohete del Daesh disparado desde Siria destrozaba su casa el pasado domingo.

«Puede que los campos de refugiados estén mejor pero no es realmente fácil conseguir plaza en ellos», dijo a MEE mientras mostraba los restos de la sala de estar de su familia, cubiertos de fragmentos de vidrios y escombros. «Al menos allí no hay bombardeos, pero creo que necesito una referencia para poder acceder».

Los ataques del Daesh han aumentado el resentimiento contra los sirios en las zonas donde igualan o superan a la población turca.

El fin de semana estallaron en Kilis varios enfrentamientos provocados por el enfado de la población local ante lo que se percibe como ineficacia del gobierno. Algunos culpaban a la presencia de los sirios -se estima que hay en la ciudad unos 120.000 refugiados frente a los 80.000 residentes locales- por haber convertido a Kilis en un objetivo.

Los sirios entrevistados en la ciudad la pasada semana informaban de daños a sus coches y propiedades privadas en un lugar que a principios de año fue nominado para el Premio Nobel de la Paz por la forma en que habían acogido a los refugiados sirios.

El hermano de Yusef, Zakaria, dijo que sentían que estaban malditos. «La muerte nos persigue por todas partes. La gente [turca] de aquí tiene problemas con los sirios porque piensan que somos la razón de que el Daesh les esté bombardeando».

Explicó que una banda de habitantes locales muy enfadados había bloqueado la ambulancia que sacaba a los heridos del escenario del ataque con cohetes el domingo hasta que llegó una escolta policial. «¿Por qué nos hacen esto?»

Un grupo de mujeres que espera fuera de las oficinas del gobierno en Gaziantep, ahora el hogar de 325.000 sirios, se hizo eco de esas dificultades. «Las autoridades turcas no nos ayudan», dijeron a MEE, señalando con desesperación el sucio edificio color crema detrás de ellas. «Tenemos diez niños con nosotras y la vivienda y los gastos nos suponen casi 310€ al mes. Y no hay trabajo».

De vuelta al cruce fronterizo de Bab al-Salama, Jaled y su familia saben que tienen acceso a unos servicios a los que otros sirios no tienen derecho: sus niños y nietos van al colegio y, al menos, a ellos les han dado algo de información sobre las posibilidades de asilo en Europa.

Sabe también que los que están fuera de los campos tienen muy difícil encontrar trabajo, tienen menos servicios y menos posibilidades de alojamiento relativamente seguro. Su deseo es el deseo universal entre los sirios en Turquía: «Nuestra principal preocupación es la guerra en nuestro país y saber cuándo vamos a poder regresar».

Lizzie Porter es una periodista independiente con especial interés por los temas de Oriente Medio y Norte de África, sobre todo en lo relativo a las poblaciones desplazadas, las cuestiones sociales y la mujer. Estuvo trabajando en el periódico londinense The Telegraph hasta marzo de 2016.

Fuente: http://www.middleeasteye.net/news/eu-turkey-syrian-refugees-kilis-gaziantep-56202697

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y a Rebelión como fuente de la misma.