Sus trabajadores han logrado transmitir a través de internet e incluso de algunas frecuencias analógicas. Las noticias se emiten puntualmente y continuamente hay programas en directo y con gran éxito de audiencia. Durante el último mes los griegos no han visto nada más que la carta de ajuste cuando sintonizaban los tres canales de la […]
Sus trabajadores han logrado transmitir a través de internet e incluso de algunas frecuencias analógicas. Las noticias se emiten puntualmente y continuamente hay programas en directo y con gran éxito de audiencia.
Durante el último mes los griegos no han visto nada más que la carta de ajuste cuando sintonizaban los tres canales de la televisión pública griega ERT, cerrada por el Ejecutivo del conservador Andonis Samarás el pasado 11 de junio.
Según el decreto gubernamental con el que se ordenó el desmantelamiento del ente público, sus 2.656 trabajadores han sido despedidos, pero eso no significa que se hayan quedado en casa.
Periodistas, técnicos y personal administrativo han tomado el edificio principal de ERT en Atenas, desde donde han continuado las emisiones a través de internet con gran éxito de audiencia, y se ha convertido en la mayor emisora pirata del mundo.
El edificio ahora asemeja más a una universidad en pie de guerra o a una casa okupa, con banderas ondeando al viento y las fachadas cubiertas de pancartas.
En su interior corretean los hijos de los trabajadores que, a pesar de no cobrar desde hace un mes, hacen turnos más largos de lo habitual para sacar adelante una programación sin publicidad.
«La situación es muy difícil. Los periodistas y el resto de trabajadores estamos muy cansados. No olvidemos que trabajamos sin sueldo desde hace un mes, por lo que algunos se han ido y eso aumenta el trabajo que deben hacer los que quedamos», relata a Efe otro periodista, Kostas Argyrós, aunque reconoce que lo hecho es muy importante: «Hemos conseguido mantener viva la ERT durante un mes».
Pero, ¿cómo es posible que emitan si la señal ha sido apagada?
Con ayuda de la Unión Europea de Radiodifusión (UER), los trabajadores de ERT han logrado transmitir a través de internet e incluso de algunas frecuencias analógicas.
Las noticias se emiten puntualmente y continuamente hay programas en directo.
Y con gran éxito de audiencia: durante la primera semana de emisión fue seguida por 5 millones de usuarios únicos, «un número no sólo enorme para Grecia, sino prácticamente increíble», asegura Nikos Mijalitsis, director de los servicios técnicos.
Mijalitsis explica que ERT es la única emisora que pueden ver, a través de la frecuencia analógica, un 10 % de la población que vive en territorios de difícil acceso adonde aún no ha llegado la televisión digital terrestre y tampoco alcanzan las televisiones privadas, por lo que la televisión pública es su único medio de información.
Los trabajadores de ERT reconocen que el ente necesitaba una transformación pues ha sido un lugar donde, durante años, los principales partidos políticos griegos, el socialdemócrata Pasok y el conservador Nueva Democracia (los mismos que ahora forman el Gobierno de coalición) han colocado a sus «enchufados».
Pero critican que el Ejecutivo de Samarás se haya negado a escuchar sus propuestas.
«La decisión de cerrar ERT fue un ‘shock’ para mí. No puedo creer que haya un primer ministro europeo que se atreva a cerrar la televisión pública en vez de iniciar un diálogo para sanearla», afirma Prokopis Dukas, presentador del telediario nocturno.
Según Dukas, el cierre de la radiotelevisión pública tiene que ver con que el Gobierno no podía controlarla tanto como hubiese deseado, por lo que la empequeñecerá y hará «un regalo a las cadenas privadas», en manos de grupos mediáticos próximos a Nueva Democracia y Pasok.
«La radiotelevisión pública no es una tienda de barrio que su propietario puede cerrar cuando le apetece. Hemos firmado contratos internacionales. El coste total del cierre de ERT será de 300-350 millones de euros», afirma el presentador.
En un intento de vuelta a la normalidad, el miércoles, el Gobierno restituyó la señal a una cadena provisional llamada Televisión Pública Griega (EDT), en la que se emiten programas «enlatados», pero hubo de hacerlo a escondidas: desde el estudio de un televisión privada y protegido por policías antidisturbios.
«Seguiremos luchando tanto como sea necesario para demostrar que ésta es la verdadera ERT, y no la que quiere crear por la fuerza un Gobierno que aprueba leyes por decreto», denuncia Mijalitsis.
Mientras tanto, los trabajadores de la ERT se reúnen en asambleas improvisadas y discuten su futuro, que se perfila oscuro.
La nueva ERT, que se llamará NERIT, ya ha sido aprobada por el Gobierno y contará con una plantilla de menos de la mitad de los trabajadores, para cumplir con el cupo de despidos exigidos por la troika.
Cae la noche sobre la ERT. El patio de los estudios asemeja a un centro social: se han distribuido sillas y la gente pasa el rato charlando y debatiendo o escuchando a la Orquesta Sinfónica de ERT, que ofrece un concierto gratuito pues sabe que correrá la misma suerte que el resto del ente público: si la radiotelevisión se apaga, también se apagará su música.