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Ucrania, el punto de no retorno

Fuentes: Rebelión

Una vez, ya hace tiempo, trabajando con turistas, teníamos que organizar un vuelo a una isla en el Pacífico. Los pilotos explicaron que para obtener permiso para el despegue, primero hay que tener la confirmación del aterrizaje exitoso del avión que salió antes, ya que en caso de cualquier accidente en la pista, un segundo […]

Una vez, ya hace tiempo, trabajando con turistas, teníamos que organizar un vuelo a una isla en el Pacífico. Los pilotos explicaron que para obtener permiso para el despegue, primero hay que tener la confirmación del aterrizaje exitoso del avión que salió antes, ya que en caso de cualquier accidente en la pista, un segundo avión rumbo a la isla simplemente no tendrá donde aterrizar, ya que pasando el punto de no retorno, por la distancia y reserva de combustible, este avión no tendría opciones. Me acuerdo que me impresionó este concepto del punto de no retorno, que escuché por primera vez. También me pregunté si es aplicable este término para la historia de las sociedades. Después de los últimos acontecimientos en mi país, Ucrania, me acordé de es o y me hice la misma pregunta.

Después del trágico y fulminante derrumbe de la Unión Soviética, Ucrania, su segunda república después de Rusia, por nivel de desarrollo y número de población, entró en el turbulento periodo de su historia independiente. A pesar de un sin número de problemas económicos y políticos, a diferencia de sus vecinos, Ucrania se mantuvo este cuarto de siglo con una envidiable paz social y mis compatriotas me repitieron varias veces ese narcisista y seductor mito de «lo pacífico» del «carácter nacional» de los pueblos de Ucrania, tan diferente de los otros, donde están desde los bosnios hasta los chechenos, capaces de tanta barbarie.

A partir de mediados de enero del presente año, nadie más creerá en este cuento. Se derramó sangre. Desde la liberación de Kiev de la ocupación nazi en 1944 la capital ucraniana no vio este tipo de escenas. Los principales medios del mundo mostraron Kiev en llamas, miles de manifestantes, policías, armas, banderas y otros elementos noticiosos, como siempre casi sin contexto, adormeciendo al espectador con su eterno cuento de la lucha del bien contra el mal y de la democracia contra el totalitarismo.

Sin duda estamos frente a un fenómeno que todavía no logramos entender por completo.

En el territorio de Ucrania hoy se enfrentan dos grandes depredadores: el capital occidental y el capital ruso, donde los oligarcas ucranianos como chacales siempre estarán detrás y siempre apostarán por el más fuerte.

En el futuro seguramente se escribirán varios libros sobre el trabajo de los servicios secretos extranjeros en Ucrania de principios del siglo XXI. De esos temas ya hablan y hablarán mucho, cambiando el énfasis según la óptica ideológica. Tocaremos otro tema, por ahora menos mediático: las verdaderas y más profundas causas del descontento popular en Ucrania. Algo sucedió en este país, todavía ayer tan pacifico y tolerante, que ahora en su desesperación busca un cambio urgente, sin elegir los medios ni las fuerzas que hoy prometen asegurarlo.

Las protestas, cada vez más violentas, contra un gobierno de derecha, cada vez más violento, son encabezadas por grupos de ultraderecha también cada vez más violentos. Lamentablemente esta ultraderecha ahora tiene cada vez más aceptación social. Esto pasa porque la ultraderecha actúa contra un gobierno corrupto que prácticamente perdió su legitimidad frente a la mayoría de los ucranianos, mientras otra derecha, ya la tercera de las derechas, la de oposición democrática, la de los cuentos europeos y llantos por Yulia Timoshenko (temas y nombres hoy día ya olvidados), no tuvo valor ni capacidad para encabezar las protestas populares. Así que mejorando los cálculos anteriores esta guerra interna ucraniana ya no es entre dos sino entre tres de las derechas.

Uno de los periodistas ucranianos comparó el rol de la ultraderecha nacionalista ucraniana en la actual lucha contra el gobierno con el rol de los integristas musulmanes en la «Primavera Árabe». Tomando en cuenta la enorme diferencia cultural e histórica entre estos dos casos, igual me parece una comparación interesante y como fenómeno digna de un estudio más profundo.

Criticando o defendiendo al partido fascista ucraniano «Svoboda», los medios normalmente ignoran el hecho que hace unos 4 años, este partido era un grupito de fanáticos y tuvo un apoyo electoral del 0,12%. Al ganar la elección presidencial, el actual mandatario del país Víctor Yanukovich, pensando en su futura reelección optó por dar luz verde a Svoboda y a su propaganda, porque según su cálculo, el podía ser reelecto sólo si su futuro rival fuese un siniestro candidato fascista. En las elecciones parlamentarias del 2012 «Svoboda» logró un 10,44% de los votos y hasta ahora duplicó o triplicó el número de sus partidarios. El nivel de aprobación del presidente Yanukovich está cerca de un 12 ,6%. Si los comicios fueran hoy, con toda seguridad Víctor Yanukovich perdería frente a un candidato nazi. Entre otras cosas, lo anterior es una prueba más de la destrucción de la memoria histórica del pueblo ucraniano. Recordemos que en la Segunda Guerra Mundial, que para nuestro pueblo fue La Gran Guerra Patria, murió uno de cada seis habitantes ucranianos. Mis felicitaciones a los nuevos medios de comunicación: libres, entretenidos, democráticos y anticomunistas.

Las típicas frases que suenan en las calles de Kiev: «No son fascistas, son nacionalistas no más». Otros reflexionan: «Mejor los fascistas que los bandidos». Una de las características de esta extraña postmodernidad neoliberal es el rápido retroceso mental donde confundimos la patria con las banderitas.

Para imaginar el fondo social del drama ucraniano, tomemos en cuenta que los precios al consumidor en el país son similares a los de Europa Central y la jubilación mínima es de USD 100 al mes y la media es de unos USD 170 al mes, las que se pagan a veces con mucho retraso. Las jubilaciones que se pagan sin retrasos son las de los ex diputados. Respecto a ellos, las jubilaciones pueden llegar hasta los USD 15 294 mensual. La familia del presidente Yanukovich, como antes la de Somoza en Nicaragua, controla gran parte de la economía del país y su hijo Aleksandr es la quinta persona más rica de Ucrania, quien empezó sus negocios hace unos años arrendando al gobierno los helicópteros recién privatizados.

En Ucrania se habla bastante de su actual presidente, que cuando era joven fue un asaltante y estuvo preso por robos con violencia. En realidad el joven Víctor Yanukovich, quien fue criado por su abuela, vivía en los suburbios de un pueblito minero, a la edad de 17 años fue condenado a 1,5 años de cárcel por integrar una pandilla que robaba los gorros de piel a los transeúntes. Pero en comparación con las fábricas, tierras, palacios y millonarias sumas de dinero del estado robados por tantos políticos ucranianos, los tiernos recuerdos de la adolescencia de su presidente son un chiste que no merece la atención, aunque los medios afirmen lo contrario.

Respecto al extraño «sueño europeo» de los ucranianos. Hace medio año estuve en Ucrania Occidental, la cuna del actual nacionalismo. Visité pueblos fantasmas, todos sus habitantes se fueron a trabajar a Europa Occidental o a Rusia. Obreros, choferes, pilotos, empleadas domesticas y prostitutas ucranianas siguen invadiendo mercados de empleos formales e informales de Europa y el mundo. Mientas muchos latinos empiezan a regresar desde Europa en crisis a sus países de origen, los ucranianos siguen saliendo. En comparación con las realidades de Ucrania, Europa incluso en crisis para ellos sigue siendo casi un paraíso. No hay comparación, dicen. Una mujer en un pueblito cerca de Lvov, que tiene a sus cuatro hijos y dos nietos entre Polonia e Italia, me explicaba: si pudiéramos ganar aquí trabajando en lo que sea por lo menos unos USD 150 al mes, nadie se iría de Ucrania. Para salir del país hacia el Oeste, los ucranianos necesitan visas. Las visas al paraíso europeo no se las entregan a todos. Esta es la razón del misterioso deseo de ser miembros de la UE para muchos ucranianos.

¿Qué pasa con la izquierda ucraniana? Casi nada, porque casi no existe. El Partido Comunista de Ucrania, que hasta la semana pasada fue aliado del gobierno derechista de Yanukovich, ahora siguiendo su instinto oportunista «se indignó con la represión» y «rompió con el régimen». A veces pienso que la última izquierda verdadera del país fue aniquilada en los campos de concentración de Stalin. Los pequeños grupitos de izquierda ucraniana, más individuos que organizaciones, están totalmente sobrepasados por la magnitud de los actuales acontecimientos. Frente a estos hechos están divididos, unos optan por «estar con el pueblo» y «primero acabar con el régimen y luego ver qué se puede hacer», otros dicen que «esta guerra no es nuestra» y que la derrota del actual gobierno conducirá al país a una dictadura mucho peor. Ambas posturas son honestas y reconozco sentirme esquizofrénicamente dividido, dando la razón a las dos y observando cómodamente desde lejos.

A la microscópica izquierda ucraniana que critica al pueblo por seguir a las derechas quiero recomendar que relea este poema llamado «Solución» de un gran alemán y gran comunista Bertolt Brecht: » Después del levantamiento del 17 de junio el Secretario de la Unión de Escritores distribuyó panfletos en la StalinAlle declarando que el pueblo había roto la confianza del gobierno y sólo la podría recuperar redoblando esfuerzos. ¿No sería más fácil para el gobierno en este caso disolver el pueblo y elegir otro?»

Muchos en Ucrania hablan de la «dictadura fascista» de Yanukovich y cuando tratan de explicar la situación a los latinoamericanos, lo definen como «Pinochet ucraniano». Sin sentir nada positivo hacia el personaje, afirmo que una verdadera dictadura es otra cosa y significa niveles de represión y bestialidad absolutamente diferentes, que ojala jamás conozcan los ciudadanos de Ucrania.

Mi amigo Andrei Manchuk, una persona muy honesta y además uno de los pocos periodistas ucranianos de izquierda, con toda la seguridad afirma que Víctor Yanukovich, sin duda es un ladrón y delincuente, pero idiota no es y jamás habría ordenado torturas y asesinatos de los opositores, porque realmente no le conviene. Andrei dice que Yanukovich es un adversario débil e indeciso y que su gobierno no cayó hace un mes sólo porque la «oposición» busca el poder pero no quiere hacerse cargo de nada en un país saqueado y colapsado. Los únicos que no tienen miedo son los neonazi.

Varios analistas ucranianos afirman que por la misma razón de la debilidad y un general rechazo ciudadano a Yanukovich, que de ser la solución se convirtió en un problema, Putin, varios oligarcas ucranianos y otros actores ya optaron por deshacerse de él y reemplazarlo por alguien más hábil y carismático.

Expongo a continuación un resumen de dos miradas ucranianas, que reflejan bastante bien dos posturas internas predominantes, las que no se identifican con ninguna de las tres o más derechas nacionales. No es una traducción literal, es una síntesis:

Periodista ucraniano, Aleksandr Karpets

Aparte de una natural reacción a las acciones dictatoriales del gobierno, esta rebelión irracional fue consecuencia de una incapacidad e imposibilidad de resolver los problemas catastróficos, acumulados en Ucrania después de la desarticulación de la URSS, de una manera racional. Problemas que se agudizaron con la llegada al poder de Yanukovich. Por una parte, la rebelión ha demostrado la debilidad de su régimen y por otra, que los líderes y las masas de esta rebelión no tienen ninguna comprensión racional de lo que pasará después y tampoco saben a qué aspirar en el caso de un eventual triunfo.

El principal problema está en las contradicciones que se acumularon en el país durante casi un cuarto de siglo: el saqueo de los bienes nacionales por parte de los nuevos ricos, aparición y fuerte aumento de la injusticia social, una enorme desigualdad económica y política y como consecuencia de todo eso una increíble descomposición moral de toda la sociedad que provocó una total corrupción desde abajo hacia arriba.

Este problema no tiene solución ni en una protesta callejera ni dentro de los procedimientos legales del estado, incluyendo todo tipo de negociaciones o «mesas» que pueden servir sólo como válvulas de escape.

En primer lugar la solución de este problema es imposible porque el actual estado ucraniano es una organización política de la oligarquía financiera y económica y de la burocracia que representa sus intereses. El objetivo de esta organización es la explotación de otros grupos sociales, manipulando y reprimiéndoles de vez en cuando para mantenerse en el poder. El cambio de los personajes en el gobierno, cumplimiento formal de algunos procedimientos democráticos e incluso cambio de varias leyes dentro de un estado de este tipo no importarán mucho, ya que no cambian la esencia de este modelo.

En segundo lugar el cambio es imposible, porque con el inicio de la crisis económica global la situación se empeoró notoriamente. Un relativo bienestar y un boom consumista, gracias al sistema de créditos, en vísperas de la crisis generaron una ilusión de la llegada a un «paraíso capitalista». La crisis destruyó esta ilusión, volviendo al país a su realidad y sumergiéndolo en la pobreza y el desempleo. Esto, igual que en el resto de Europa, agudizó las contradicciones económicas y sociales. Un empeoramiento rápido de las condiciones económicas de una mayoría absoluta de los ucranianos fue acompañado con un igual de rápido enriquecimiento de los clanes oligárquicos y ciertos personajes.

Aparte de todo eso, al poder llegó el grupo más reaccionario de toda la historia de Ucrania independiente, grupo que instaló una dictadura de capitales de origen criminal y que se apoya en la policía y delincuentes comunes, igual que algunos regímenes latinoamericanos del siglo XX. Si el «fundador» del sistema oligárquico criminal el primer presidente de Ucrania independiente Leonid Kuchma comprendía y respetaba la existencia de ciertos límites que no pueden ser traspasados, lo que demostraron los no violentos acontecimientos «naranja» del 2004, los representantes del clan de Yanukovich simplemente no ven estos límites. Kuchma pudo jubilarse políticamente y ahora es conocido como mecenas, vendiendo la imagen de un «generoso abuelito» que ayuda a los niños. Los personajes del actual régimen no pueden dejar el poder, porque entienden, que si lo abandonan les llegará el castigo por lo que hicieron.

La construcción de este régimen fascistoide empezó inmediatamente después de la llegada de Yanukovich al poder. Estas son algunas de las etapas: la mal llamada reforma judicial que permitió al régimen tomar el control total sobre la justicia del país, un golpe constitucional en otoño del 2010 que permitió al régimen y a Yanukovich personalmente usurpar todo el poder, obteniendo superfacultades para las cuales nunca fue elegido, luego fue la imposición de un nuevo Código Fiscal, un ataque contra la pequeña y mediana empresa, reprimiendo con fuerza policial sus tímidas protestas. Después el gobierno impuso el Código Laboral explotador y el Código de Vivienda expropiador con el objetivo de recortar al máximo los derechos sociales y laborales de los ciudadanos. Luego comenzó una serie de expropiaciones arbitrarias de dinero y de vivienda a favor del capital oligárquico, que como ya dijimos es la base económica y social del régimen. Un permanente enriquecimiento de los oligarcas incluyendo a la más cercana al régimen, llamada La Familia, junto a la concentración de los bienes públicos en manos de un grupito de nuevos ricos. Y muchas otras cosas.

Antes del 19 de enero de este año las protestas se limitaban a fuertes declaraciones, promesas, amenazas, alegría y cantos en la Plaza de la Independencia de Kiev, que hoy se conoce mediáticamente como Euro-Maidan (maidan es plaza en ucraniano). Los «líderes» estaban preocupados por sus futuros logros electorales. Daba la impresión de que ellos tenían miedo de tomar las decisiones y luego tener que hacerse cargo. La masa repetía las consignas delirantes sobre una «revolución apolítica». La asamblea popular del 19 de enero, a pocas horas de los enfrentamientos, terminó con un escándalo: frente a la verborrea de los «líderes» la gente abucheó y exigió presentar un plan concreto de acciones y nombrar a un dirigente capaz de encabezar el proceso y hacerse cargo.

Se habló mucho de las formas no violentas de protestar, donde lo más fuerte debería ser el paro general. El paro se prometió en reiteradas oortunidades pero nunca se concretó, esto, por la misma incapacidad organizativa e ideológica de los «líderes» «pro-europeos».

Uno de los rasgos más repugnantes del régimen, es el hecho que las fuerzas de orden público empezaron a involucrar masivamente a los delincuentes y al lumpen en la lucha contra los activistas. Los delincuentes, contratados por el gobierno, realizaron varios ataques contra las personas, los bienes públicos y privados para luego acusar de esos hechos a los manifestantes. La delincuencia callejera aumentó muchísimo. Los mismos manifestantes tenían que organizar «guardias populares» para mantener el orden en el centro de la ciudad.

La apoteosis de la reacción fue sin duda posterior a la aprobación de la ley que prohíbe todo tipo de protestas ciudadanas, esto fue a partir del 16 de enero. Fue un acto absurdo e ilegal, aprobado en pocos minutos por unanimidad de los diputados obedientes. El mensaje parecía decir lo siguiente: somos una elite, podemos decidir y hacer lo que se nos ocurra y su único deber es obedecer o ir presos.

Esta actitud indica una total incapacidad del poder ucraniano de ver la realidad, sobreestimando su capacidad de controlar al país. En estos días varios hablan de una aplicación en Ucrania del escenario ruso-bielorruso, donde toda la protesta se reprime desde sus inicios. Pero no es posible. En Rusia el gobierno tiene una potente base económica, principalmente por la exportación de materia prima, pero no importa; el rating de Putin después de casi 15 años de sus consecutivos gobiernos con estabilidad supera un 50%. En Bielorrusia, a pesar de los problemas, sus empresas industriales y agrícolas funcionan, hay un empleo casi pleno, la salud y la educación siguen gratuitas y estatales, los programas sociales, culturales y deportivos funcionan bastante bien y Lukashenko tiene el apoyo de una gran mayoría de la población.

El gobierno actual de Ucrania no tiene fuerzas ni medios comparables con los rusos o bielorrusos. Además, Yanukovich y su grupo no tienen el nivel de aprobación ciudadana que tienen Putin y Lukashenko.

Durante mucho tiempo Ucrania, a pesar de la compleja situación económica y política después de la desarticulación de la URSS, se mantuvo con paz ciudadana, a diferencia de casi todos los vecinos del área. Yanukovich y su régimen ya entraron en la historia como los que lograron quebrar esta tradición, llevando el país al borde de una guerra civil.

Causa sorpresa y admiración el hecho que en una sociedad que hace poco parecía definitivamente hundida en la corrupción, en la indiferencia y el individualismo, aparecen hoy tantas personas dispuestas a luchar por una idea, llegando hasta las últimas consecuencias. Otro tema, es que los protagonistas de los combates callejeros son nacionalistas radicales, pero justamente ellos parecen reflejar ahora los ánimos de las masas que protestan.» Durante los choques del 1 de diciembre de 2013, a los ultranacionalistas violentos les llamaban «provocadores», y ahora nadie se atrevería a criticarles. La causa de este cambio es evidente: el poder pasó un límite, lo que radicalizó a los ciudadanos. Un claro ejemplo son las imágenes del 19 de enero durante los primeros combates en el centro: un señor de edad, casi un viejito de un aspecto claramente «no radical», parecido a un obrero, levantando un fierro de construcción gritaba: ¡Basta!!! ¡A la mierda! ¡Basta de soportar a la banda! ¡Es una guerra!!!

Director de cine ucraniano, Igor Storchak

Todavía no sabemos quienes son los guionistas, pero analizando el drama podemos ver sus diferentes etapas:

1. El 28 de noviembre el Presidente de Ucrania Víctor Yanukovich decide postergar la firma del acuerdo de la asociación con la UE por las pérdidas económicas que esto implicaría en la relación económica con Rusia.

2. La oposición convoca una protesta en la Plaza de la Independencia. El 30 de noviembre la policía reprime a cientos de manifestantes y desaloja la plaza. En la sociedad hay una molestia y decepción pero no más que eso.

3. En la noche del 30 de noviembre, cuando las protestas de los partidarios de la integración de Ucrania a la Comunidad europea perdían sus fuerza, las fuerzas especiales de la policía sorprendentemente atacaron a un grupo de estudiantes, pegándoles salvajemente. La TV muestra las imágenes a todo el país, la oposición inmediatamente hace un llamado al pueblo y al día siguiente, para sorpresa de todos, sale un millón de personas a la calle, en Kiev, una ciudad con 3 millones de habitantes.

4. Al día siguiente, 1 de diciembre, un grupo de radicales de habla rusa (una gran mayoría de los activistas hablan ucraniano) ataca con palos y cadenas a un grupo de estudiantes de la escuela militar y policías antimotines. Los atacantes tratan de involucrar en su agresión a los civiles que protestaban pacíficamente. Los policías presencian esta situación más de una hora y media sin recibir órdenes para reprimir y cuando llega la orden, reprimen brutalmente. La mayoría de las víctimas son civiles inocentes y decenas de otros inocentes se van presos. La TV rusa lo filma todo e inmediatamente estas imágenes salen al aire por los canales de la oposición ucraniana. Resultado: el pueblo llega a la Plaza de la Independencia, se instala con carpas y rodea los tribunales de justicia. Las fuerzas policiales ya estaban seguras que todos los manifestantes son extremistas a punto de atacar y los otros ya no dudan que los policías antimotines son unos verdugos sangrientos, tal vez mercenarios rusos disfrazados de policías ucranianos.

5. El 11 de diciembre, cuando la tensión baja de a poco, se organizan las «mesas redondas», llegan muchos emisarios europeos ofreciendo la intermediación y parece que todos están a punto de llegar a un acuerdo, la policía ucraniana sin mayor entusiasmo hace un intento de desalojar la Plaza de la Independencia, lo hacen con bastante cautela y sin atacar a nadie. En respuesta por toda la ciudad suenan las campanas de las iglesias y la gente a las 2 de la mañana sale de sus casas al la fría noche a defender la Plaza. El transporte público ya no funciona y los taxistas llevan al centro gratis. Al final, el pueblo que ya estaba perdiendo su entusiasmo inicial de nuevo se anima y construye las barricadas de 3 metros. Los jefes de la policía están molestos porque no recibieron ordenes para reprimir.

6: Pasa casi un mes. El Presidente Yanukovich viaja a Moscú y recibe de Putin la promesa de un crédito por 15 mil millones de dólares. Después de las fiestas de Año Nuevo la gente está cansada, en la Plaza se nota cierta desilusión y agotamiento. Y de repente el 16 de enero el parlamento ucraniano, violando todas las normas, aprueba «Leyes de la Dictadura» que prohíben estrictamente todas las manifestaciones públicas. La gente ve estas noticias y no lo puede creer. Todos de nuevo se vuelcan a las plazas y al centro. La oposición política se ve cada vez más pasiva e indecisa. El 19 de enero los mismos jóvenes que fueron antes los provocadores del 1 de diciembre (la misma edad, los mismos lemas y los mismos métodos) atacan absurdamente el día domingo el vacío Palacio de Gobierno y con mucha violencia de nuevo agreden a la policía y a las tropas especiales. La gente agotada por la pasividad de la oposición política cae en la provocación y también participan tirando molotov a los representantes del poder. Empiezan los combates callejeros, el resultado: 40 policías y militares, más cientos de civiles heridos. El gobierno ordena el uso de carros lanza-agua contra la muchedumbre, aunque la temperatura es de 5º C bajo cero. Uno de los líderes de la oposición, el boxeador Vitali Klichko intenta reunirse con el Presidente, quien trata de ganar tiempo y no lo recibe. Los odios por lado y lado crecen.

7. A partir de este momento en las calles aparecen masivamente los jóvenes deportistas, muchos de ellos con un pasado delictual, contratados por el poder para amedrentar a los manifestantes. Los activistas radicales empiezan a cazar los , a algunos detenidos los llevan a la Plaza de la Independencia, pegándoles, pero sin salvajismo y mostrándolos a la prensa. El 22 de enero, el Día de la Unión de Ucrania, nuevo feriado del país, los francotiradores desconocidos matan a 5 personas. Todos los disparos fueron hechos por profesionales, directo al corazón o a la cabeza de las víctimas. Los autos sin matrículas empiezan a secuestrar a los activistas y transeúntes casuales, sospechosos de simpatizar con Maidan, a decenas de estas personas las torturan salvajemente, desnudan y botan a la nieve. También queman los autos de muchos activistas. La televisión de oposición (varios canales) muestra a los muertos y la brutalidad policial, en internet circula un video donde todo el país ve como los policías después de torturar, desnudan en la nieve a un activista y luego se toman fotos con él. Matan a un conocido líder social doctor de ciencias…

Alguien invisible todavía está muy interesado en dividir y enfrentarnos…

Sin estar de acuerdo en todo con estas opiniones, siento que reflejan muy bien el sentir general de la gente que no comparte las pasiones nacionalistas de las nuevas vanguardias ucranianas.

Mientras tanto, en Kiev siguen circulando los rumores de todo tipo. Hablan de cientos de secuestrados por organismos de seguridad, cuentan que el gobierno liberó a todos los delincuentes peligrosos. Desde provincia, fuera de horario, a Kiev llegan extraños trenes con jóvenes deportistas contratados por USD 50 diarios, para «ayudar a mantener el orden». Los desconocidos por la noche matan a un policía de civil. El odio crece y se expande. Grupos de manifestantes ocupan edificios de gobierno regional y nacional. El movimiento rápidamente se expande hacia el sur y al oriente del país, territorios tradicionalmente pro-rusos y pasivos políticamente. Al mismo tiempo, un ex Ministro de defensa llama a los ciudadanos a defenderse con armas frente a la violencia policial. Los manifestantes anuncian la fundación de la «Guardia Civil». Circulan listas oficiales con cientos de presos políticos. Una reciente investigación periodística desmiente como una falsificación el video de los policías que desnudan a un manifestante, pero todavía no sabemos si es cierto o no este desmentido. Pero otros muertos y torturados con seguridad son reales. La mayoría de los autores de estos crímenes son anónimos y tenemos muchas razones para desconfiar en las «versiones oficiales» de ambos bandos. Tenemos todos los fundamentos para pensar que los grupos económicos que están detrás de la actual crisis están incentivando la división del país y el choque entre sus ciudadanos para luego reemplazar la bestia de Yanukovich por algún otro, más sutil y carismático, pero mucho más parecido a un dictador fascista que el actual presidente.

Concluyendo, veo entre los signos más dolorosos del drama ucraniano la expansión de una epidemia galopante de ceguera y sordera total, donde se abre sólo espacio a la intolerancia. Materia prima para una guerra civil.

El nombre de mi país Ucrania proviene de dos palabras del eslavo antiguo «u kraia» que significan «en el borde», lo que refleja ba la ubicación geográfica de sus tierras en el límite suroccidental de los territorios eslavos. Ahora el nombre de Ucrania vuelve a reflejar su ubicación en la historia actual.

@OlegYasinsky

Santiago de Chile, 1 de febrero de 2014

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.