Introducción A fines del siglo XX y principios del XXI se habla(ba) de nuevas formas de lucha social que empezaron a tener importancia en la dirección de la historia de la humanidad. Inclusive en los años noventa del siglo pasado era la moda del discurso de izquierda. Me refiero a la lucha por la autonomía, […]
Introducción
A fines del siglo XX y principios del XXI se habla(ba) de nuevas formas de lucha social que empezaron a tener importancia en la dirección de la historia de la humanidad. Inclusive en los años noventa del siglo pasado era la moda del discurso de izquierda. Me refiero a la lucha por la autonomía, bajo una forma de lucha muy particular de los llamados indígenas por conseguir una independencia con respecto al gobierno monolítico y homogeneizador. Estas supuestas nuevas formas de lucha se deriva del desencanto de los años sesenta y setenta, con la proliferación de luchas parciales y «diversas» que conllevaron por la derrota del 68, que según emergieron grupos sociales llamados de las minorías como el de las feministas, homosexuales, indígenas, entre otros. Todos tenían un mismo enemigo, pero curiosamente desarticuladas entre sí y ensimismadas. Pero este tipo de luchas no tienen nada de nuevo, aunque debo decir que se expresó en un nuevo repunte a partir de estos años y hasta los noventa. El feminismo tiene una larga experiencia histórica, pero hoy o hace poco se ponía como algo nuevo. Lo mismo puedo decir de los movimientos indígenas que desde la llegada de los españoles, desde la llamada conquista, han tenido una participación importante en la lucha contra la dominación occidental y no occidental. Las luchas de los indígenas por las autonomías se presentaban desde tiempo atrás, pero desde hace algunos años se presenta también como algo novedoso, inclusive se llegó a glorificar, pero que en el fondo mostraba una impotencia glorificada ante el enemigo poderoso que es el Capital. Sostengo que lo que ha pasado en los últimos años, es en ensalzamiento de la ideología indigenista que tiene sus características propias en el discurso, y eso es lo que quisiera demostrar con lo que sigue. Mi objetivo es describir algunos elementos de los movimientos indígenas en América Latina de los años noventa y la critica a partir del discurso ideológico indigenista de las autonomías, retomando algunos elementos históricos para sustentar dicha critica.
Antecedentes
El discurso ideológico indigenista de las autonomías que se presentó a partir de la última década del siglo XX y principios del siguiente, parte necesariamente de la experiencia histórica en América Latina, particularmente en Nicaragua después del triunfo de la revolución en 1979. Antes de este acontecimiento trascendente en la historia del subcontinente, no se hablaba de las autonomías, o por lo menos no en el sentido glorificador que se le da ahora. Es una expresión que de repente pareciera que salía de la nada. Este discurso que se presenta como nuevo, aunque debemos ver que inicia precisamente con la experiencia que enfrentó el gobierno revolucionario de Nicaragua cuando intentó llevar a cabo una transformación real en el aspecto ideológico, político, cultural y económico del país. Sin embargo, como decía, esto no quiere decir que sea novedoso, más adelante veremos algunos elementos históricos en los que dan cuenta de la larga lucha de los llamados indígenas por buscar su autonomía con respecto a los grupos dominantes. Entonces, en el momento en que asume el gobierno en 1979, los sandinistas encuentra a una Nicaragua con una historia muy compleja y difícil de comprender, como resultado de la dominación colonial e imperialista que la había moldeado desde antes de su fundación en un Estado-Nación, pero que en todo caso había quedado incompleto debido al impedimento de este dominio que tenían las potencias sobre el país. Y es lo que tratará de terminar el gobierno sandinista que no habían conseguido los gobiernos anteriores quienes fueron aliados a las potencias colonialistas y neocolonialistas. La Costa Atlántica y la Costa Pacífica había vivido bajo control de dos potencias coloniales europeas, por el lado España había conquistado o apropiado la parte de la Costa Pacífica, mientras que Inglaterra lo había hecho por la Costa Atlántica. El resultado de la dominación y la disputa por mantener bajo control suyo la Costa Atlántica por parte de la dos potencias, había dejado pocas posibilidades para entender o comprender a los habitantes de Costa Atlántica por parte del gobierno revolucionario cuando asumió el poder, y esto lo llevó a enfrentarse a una comunidad indígena: los miskitos. Los miskitos habían tenido un papel importante a lado de los ingleses, sobre todo en su alianza para mantener el control del comercio en la zona y la ambición por trascender en la zona de dominio español. Pero también por los estadounidenses después de que se da al expulsión paulatina de los ingleses en el momento en que se lleva a cabo un intento nacionalista de los gobierno en turno, sobre todo después de la independencia. Es el momento en que la Costa Atlántica es ocupada económicamente por los estadounidenses.[1]
Las relaciones económicas, políticas y culturales habían domesticado a los grupos sociales de dicha costa por parte de las potencias europea y después estadounidense. Cuando se da el triunfo revolucionario los miskitos estaban más ligados, culturalmente hablando, a la influencia anglosajona y en parte de debe a que había introducido una ideología religiosa bajo la iglesia Morava, de procedencia estadounidense a partir de mediados del siglo XIX. La iglesia Morava va a tener el control ideológico-religioso desde entonces, y cuando se da el triunfo revolucionario, será el punto de conflicto entre dos percepciones distintas, pues la nueva ideología de la revolución va a tocar el poder ideológico-religioso de esta institución. El punto de partida de esta guerra va a ser ideológica, que trae consecuencias que se ligan en parte, con la guerra interna que sufre el nuevo gobierno, luego la alianza de nuevos enemigos a los que se llamó los contra nicaragüenses, conformados por antiguos militantes de la dictadura de Somoza y financiados por el gobierno estadounidense. En el caso de los miskitos con el gobierno, se van a plantear una serie de soluciones y/o problemas en el gobierno para analizar el caso. En aquel momento había pocos investigadores en el país para ocuparse de ello, sobre todo con una formación intelectual que fuera capaz de asumir el caso, se recurrió a antropólogos de México en donde la antropología, por ejemplo, estaba más avanzada. Si bien no sabían también del asunto al que se iban a enfrentar, que junto con los pocos intelectuales nicaragüenses asumirán al reto que tenían en frente. De parte de los nicaragüenses estaban Manuel Ortega Hegg, Galio Guardián, Orlando Núñez, y uno de los antropólogos mexicano que estudiará con ellos el caso es Gilberto López y Rivas, aunque después lo acompañará Héctor Díaz-Polanco,[2] los cuales estudiarán el caso de los miskitos y su demanda frente al gobierno sandinista. En la complejidad en la que se sitúa el asunto, no es fácil enfrentarlo, pues la falta de conocimientos de estos últimos investigadores y por la complicación del asunto, por ejemplo, Díaz-Polanco declaró que los miskitos estaban intentando separarse de Nicaragua y/o eran financiados por la CIA. Tal declaración sin sustento motivó el rechazo de algunos de los líderes del movimiento miskito que con el tiempo recuerdan con antipatía a éste antropólogo. Dice el antropólogo y miskito Melesio Peter Espinosa después de entrevistar a un antiguo miskito que había tenido la experiencia de los dos gobiernos: «En este misma línea, al entrevistar a los líderes de YATAMA observé la reacción de la militancia indígena hacia Héctor Díaz Polanco quien fue uno de los asesores del gobierno Sandinista en el diseño del proyecto de estatuto de autonomía de la Moskitia en la década de los 80. Según los líderes, Díaz Polanco nunca tuvo una posición neutra sino que apoyaba la línea del gobierno Sandinista. Se ocupó del asunto a nivel internacional, relacionando la lucha miskita con un proyecto del gobierno norteamericano. Así, una y otra vez manifestaron los líderes de YATAMA. Esto llama la atención porque el pueblo miskito después de 25 años del enfrentamiento con el gobierno Sandinista, hoy sigue su posición en el sentido de que no se equivocó y que, encima de todo, está decidido y continuar en sus auténticas demandas que hizo ante los gobiernos liberal de Somoza y el gobierno izquierdista del sandinismo».[3]
Sin ir más lejos en este asunto, la experiencia de Nicaragua fue el punto de arranque de lo que en los años noventa va ser el boom de la moda del discurso de las autonomías. Porque justamente el problema a resolver tenía que ver con dos aspectos, el primero era de orden externo y el segundo de orden interno, pues en el externo estaba en el asunto de la cuestión étnica con «el problema global de la autodeterminación política y económica frente al avasallamiento imperial»[4] y el interno se debía «resolver en el interior de la nación las situaciones particulares de opresión y desigualdad a que habían estado sometidos tradicionalmente los pueblos indígenas».[5] Dos asuntos que bien podrían sustentar la búsqueda de solución, pero que en el fondo era algunas bases para obtener la autonomía frente al gobierno revolucionario, algo que no es nuevo pero desde entonces el discurso de los antropólogos de la ideología indígena de las autonomías se lo hace suyo y cobra cierto auge después de esta experiencia.
Indígenas y la ideología indigenista de las autonomías
La moda de las autonomías estaba (o está) presente junto con otros discursos de las supuestos nuevos movimientos, como las feministas, que también carece de novedad. Pero en cuanto a que los indígenas están en pie de lucha para declarar su autonomía, partiendo de Nicaragua, carece también de novedad. El movimiento indígena por enfrentarse al dominio colonial, neocolonial y de los sectores locales, no deja de estar presente en su idea de crear su autonomía desde mucho antes; por ejemplo, durante la colonia (existen registros históricos) las luchas indígenas por conseguir su autonomía era una expresión muy presente, también en la independencia no deja ser un síntoma de autonomía debido al despojo y exclusión, sobre todo cuando se impone el proyecto liberal en el siglo XIX. La historiadora Leticia Reyna nos habla al respecto: «el proyecto liberal tendió a excluir de los beneficios de la modernidad a la mayoría de la población y en particular a indígenas y campesinos, este sector manifestó su descontento de muy diversas formas. Las más reiterativas y que provocaron fuertes conflictos y enfrentamientos armados fueron la lucha por la tierra y la lucha por la autonomía comunal en la primera mitad del siglo».[6] Sin embargo hay autores que escriben sobre las autonomías que reconocen que las autonomías no son un hecho nuevo, pues «desde la época de la conquista hasta la consolidación de los Estados Nacionales, desde las rebeliones de Lautaro, en tierras mapuches, Tupac Amaru, Tupac Katari y Bartolina Sisa, en tierras andinas, hasta las de Jacinto Canek en tierras mayas contra el poder colonial; pasando por las del Willka Pablo Zarate en Bolivia, o las de Tetabiate y Juan Banderas entre los pueblos yaquis de México, durante la época republicana, o las de Emiliano Zapata en México y Manuel Quintín Lame en Colombia, durante el siglos XX, hasta la rebelión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, también en tierras mayas, a finales del siglo XX y principios del siglo XXI, las luchas de resistencia y emancipación de los pueblos indígenas han estados permeadas por las reivindicaciones autonómicas; no siempre con ese nombre, pero sí con los mismos proyectos utópicos, que se pasan por ser pueblos con derechos plenos, territorios, recursos naturales, formas propias de organización y representación política ante instancias estatales, ejercicio de la justicia interna a partir de su propio derecho, conservación y desarrollo de sus culturas y elaboración y ejecución y puesta en práctica de sus propios planes de desarrollo, dentro de sus demandas más significativas».[7]
Debemos ser justos, con la proliferación de este discurso supuestamente novedoso, no surge también de la nada, pues hay que hacer notar que cuando aparecen una cantidad de movimientos indígenas en América Latina en los últimos años, el capitalismo había cambiado su manera de continuar en su proceso de acumulación. Es decir, los nuevos rumbos del capitalismo imperialista que tenían lugar, entraban en una nueva fase. Algunos de las nuevas expresiones del capitalismo tienen ver con una nueva forma de extraer la riqueza, sobre todo en la extracción de los recursos naturales que se encuentran justamente en las comunidades indígenas. La nueva política que Maristella Svampa llama modelo extractivo-exportador,[8] es la que se impondría en los últimos años. El despojo continuaba bajo otras condiciones. Despojando o expropiándose de aguas, bosques, minas, recursos naturales y saberes ancestrales. Todo eso y más van a ser el punto de ambición de las grandes trasnacionales. Estas grandes empresas trasnacionales se va a dirigir con el apoyo de los gobiernos neoliberales de gran parte de América Latina, que imponen una política extractivista para justificar el despojo de los indígenas de sus recursos naturales y formas de vida, porque la tierra y lo que produce y todo lo que conlleva para sus relaciones son parte de su vida, y por tanto de su forma de subsistencia. Por eso es que la organización social indígena, en la lucha contra el poder capitalista dominante neoliberal y la voracidad del gran capital, es la búsqueda por la autonomía que va a ser determinante. Por ello es que, muchos estudiosos van mirar hacia este supuesto despertar indígena de los últimos 20 o 30 años.
Las experiencias fueron varias y con sus particularidades, forman un conjunto heterogéneo. Podemos partir del levantamiento Zapatista de Liberación Nacional en México en 1994, hasta la guerra de la coca en Bolivia, que son movimientos indígenas que tienen sus particularidades y digamos que una tendencia a transformar es el orden jurídico. No son tan radicales como se les quiere hacer suponer, pues no busca destruir el orden social dominante y construir uno nuevo, sino que buscarán transformar los Estados-Nacionales para que de esa forma se implemente una refundación de los Estados Latinoamericanos, en los que, según sus ideólogos, se construya un Estado multiétnico, que dependerá del establecimiento de regímenes de autonomía en el contexto nacional.[9] Me parece que es una estrategia reformista, y en el fondo buscan conseguir un lugar dentro del orden social burgués, en que le dé cabida a los grupos sociales llamados indígenas. Y en ese sentido, los ideólogos del indigenismo de las autonomías que los impulsaron, son los principales divulgadores de una impotencia que saben que también les darán una oportunidad en el orden social capitalista decadente. Es una forma en el que mantienen todavía con vida el principal enemigo, es decir, El capital.
Los grupos sociales organizados y sus simpatizantes buscaron estudiar sus problemas, y la autonomía regional fue parte del estudio. En ese sentido volvemos con lo que antes habían experimentado en Nicaragua, principalmente en uno de los estudiosos de las autonomías, me refiero a Héctor Díaz-Polanco. Este intelectual es uno de los principales ideólogos del indigenismo autonómico, tiene una gran cantidad de trabajos en referencia a las autonomías regionales y uno de los que se une a la exaltación del concepto de la «diversidad», que desde la filosofía, la sociología y la antropología siguieron en sus respectivos discursos para dar cuenta de una mundo supuestamente diverso, dejando de lado el potencial homogeneizador del capitalismo neoliberal que destruye lo que está a su paso o lo que le estorbe. Según Polanco, la lucha social de los llamados indígenas, se tiene que dar cuenta con la «Autodeterminación, autonomía, territorio y autogobierno, son algunos términos centrales de una revolución teórica y política que está germinando en el seno del movimiento indio».[10] Pero esta revolución teórica ha encontrado su crítica, y me parece que muy pertinente y acertada por parte de quienes lo mostraron. El economista Claudio Katz es lucido en este aspecto, y en referencia a un aspecto que quiero destacar aquí, dice: «El autonomismo pierde de vista que las cooperativas no pueden prosperar como islotes colectivistas porque son erosionadas por la competencia. La ilusión de gestar una economía paralela al capitalismo se basa en ciertos casos en un diagnóstico estancacionista y en otras vertientes alienta un programa de autoproducción que conduciría al afianzamiento del subdesarrollo»[11]. Esto es importante porque si se quiere construir una economía paralela al capitalismo de entrada está marcada por la derrota, pues se subestima el poder que tiene la economía capitalista, además el orden social capitalista con su larga historia de depredación humana y planetaria no va a dejar subsistir a una economía a penas en construcción. Un claro ejemplo es el EZLN en México, que se encuentra a la defensiva o no a la ofensiva. Sin embargo los movimientos sociales mostraban, aun con sus limitantes, algunos avances.
A principios del siglo XXI los movimientos indígenas habían ganado ciertos derechos en el orden burgués, y en otros casos el gobierno. En este último caso lo ejemplifica Bolivia de Evo Morales, pero también en otros casos se da con los derechos conseguidos en el Ecuador, y por último en Colombia y México donde se han llevado a cabo reformas en las que le da cabida a los llamados indígenas pero poco aplicables con la realidad. En ese sentido podríamos preguntarnos qué pasa con los países como Bolivia y Ecuador donde se han dado grandes avances en los derechos indígenas. Tal parece que se mantienen aislados y arrinconados los movimientos indígenas que en su momento fueron la vanguardia. Por ejemplo, hoy el gobierno de Bolivia mantiene una gran cantidad de proyectos extractivos, que entre otros están, el gas, litio, hierro y agronegocios, formulados desde el 2010, y que en algunos casos han chocado con algunos grupos llamados indígenas de ese país. En Ecuador, la megaminería muestra su poder y alianza con el gobierno supuestamente progresista con el Proyecto Yusaní del año 2013. Es decir, el movimiento indígena en su búsqueda de su libre autodeterminación y la autonomía muestra su clara derrota, que sus ideólogos indigenistas de la autonomía mostraron como un credo que habría que seguir, que partió, como hemos visto, desde los años setenta, y los noventa y principios del siguiente siglo fue la moda. En México el EZLN está a la defensiva, frente a un sistema capitalista depredador y un Estado mexicano terrorista, no muestra signos de lograr su autonomía, porque nunca se plantearon la toma del poder que es fundamental. Sin embargo esto no quiere decir que todo este perdido, los indígenas muestran su lucha continua frente al poder dominante, un ejemplo de ello, en nuestros días, es la vanguardia de los Mapuche de Chile.
Conclusión
El discurso de la ideología de las autonomías parte de la experiencia que se presentó después del triunfo de la revolución nicaragüense, cuando el nuevo gobierno enfrentó a los miskitos que buscaban su propia autodeterminación con respecto al gobierno central. La lucha por la autonomía de los llamados indígenas fue una lucha constante desde la llegada de los colonizadores europeos al continente. No es nada nuevo como quiere hacer creer sus principales ideólogos, más bien es parte de un nuevo comportamiento en las relaciones de fuerza en el capitalismo neoliberal. Es a través de la imposición de un modelo extractivo-exportador que consistía en apropiarse de los recursos naturales ambicionados por las grandes empresas trasnacionales, y que esos recursos están precisamente en las zonas donde viven los llamados indígenas. Los indígenas, la única forma que han tenido históricamente para enfrentarse al poder dominante, es a través de la organización social en la búsqueda de la autonomía y autogobierno. Pero en los últimos años, los ideólogos indigenistas lo exaltaron y lo configuraron como credo religioso. En este sentido vemos que, otra cosa son los llamados indígenas y otra es la ideología indigenista. Estos crearon la moda de la ideología indigenista, y resultan ser los oportunistas que hicieron creer que había algo nuevo, debido al vacío dejado por el marxismo oficial que entraba y se postraba en una crisis de paradigma, porque muchos de los que entraron en este discurso son precisamente exmarxistas o marxistas arrepentidos, que renegaban de su pasado marxista, y en algunas ocasiones se alineaban al reformismo o social democracia al estilo latinoamericanista. Por otro lado, las luchas indígenas fueron y son heterogéneas, y en algunos casos han conseguido algunos avances, pero en realidad muestra un estancamiento o en su caso un retroceso en la búsqueda por desprender del poder dominante que los explota y los despoja de su principal medio de vida. Pero no todo está perdido, la lucha indígena sigue su curso, aunque la ideología indigenista de la autonomía haya resultado incapaz de explicar la realidad social y diera los elementos necesarios para enfrentar al capitalismo depredador e inhumano.
Notas:
[1] Gilberto López y Rivas, Antropología. Minorías étnicas y Cuestión Nacional, Aguirre y Beltrán, Cuicuilco ENAH, México, 1988, p. 89.
[2] Manuel Ortega Hegg, «Autonomía regional y neoliberalismo en Nicaragua», en Pablo González Casanova y Marcos Roitman Rosenmann (coord.) Democracia y Estado multiétnico en América Latina, CIICH-UNAM, La jornada, México, 1996, p. 204.
[3] Se puede ver en http://www.miskito-nicaragua, consultado el día 20 de noviembre de 2014.
[4] Manuel Ortega Hegg, op. cit., p. 205
[6] Leticia Reyna, Las rebeliones campesinas en México (1819-1906), Siglo XXI, México, 1998, p. II.
[7] Francisco López Bárcenas, «Las autonomías indígenas en América Latina», en Ana Esther Ceceña, et. Al. Pensar las autonomías, Sísifo ediciones, bajo tierra ediciones, México, 2011, pp. 71-72.
[8] Maristella Svampa, Cambio de época, movimientos sociales y poder político, CLACSO, siglo XXI, 2008, p, 75.
[9] Héctor Díaz-Polanco, «Autonomía regional y territorialidad india. Perspectivas del Estado multiétnico», en Ruy Mauro Marini y Márgara Millán (coord.) La teoría social latinoamericana, tomo IV, UNAM, Ediciones El Caballito, México, 2000, p. 163.
[11] Claudio Katz, Los problemas del autonomismo, p. 1, en Línea.
Bibliografía utilizada
Ceceña, Ana Esther, et. Al. Pensar las autonomías, Sísifo ediciones, bajo tierra ediciones, México, 2011.
González Casanova, Pablo y Marcos Roitman Rosenmann (coord.) Democracia y Estado multiétnico en América Latina, CIICH-UNAM, La jornada, México, 1996, p. 204.
Claudio Katz, Los problemas del autonomismo, en Línea
López y Rivas, Gilberto, Antropología. Minorías étnicas y Cuestión Nacional, Aguirre y Beltrán, Cuicuilco ENAH, México, 1988.
Marini, Ruy Mauro y Márgara Millán (coord.) La teoría social latinoamericana, tomo IV, UNAM, Ediciones El Caballito, México, 2000.
Reyna, Leticia, Las rebeliones campesinas en México (1819-1906), Siglo XXI, México, 1998.
Svampa, Maristella, Cambio de época, movimientos sociales y poder político, CLACSO, siglo XXI, 2008.
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